miércoles, 20 de junio de 2018

"Autobiografía del hijito que no nació" de Hugo Wast Capítulo XIII


El ángel preocupado.
Le pregunto por qué la justicia de los hombres
permite que los padres maten a sus hijitos.

Es evidente para mí, que ya lo conozco tanto, que Absalón está muy preocupado y hasta triste.
¿Pero un ángel puede estar triste? A cada instante viene, observa el resplandor que ahora hay en el corazón de mamá y sin decir palabra abre sus alas de nácar y se vuela. Como si temiera la desaparición de esa divina luz que ahora nos alumbra a ella y a mí.
¿Qué es lo que ha sabido? ¿Qué le han dicho los otros ángeles de la familia, puesto que tengo la seguridad de que se encuentran y conversan? ¿Qué le ha dicho sobre todo el ángel del doctor negro sobre las conversaciones que este mantiene cada día con mi padre? No sé nada, porque está mudo conmigo.
Si no fuera por la tremenda angustia que me causa el ver a mi ángel en esta situación, yo estaría orgulloso de mí mismo. A la luz del corazón de mi mamá he podido con mis propios ojitos contemplar mi pequeño cuerpo. Ya no soy lo que era cuando comencé a comenzar con Absalón.
Mi alma ya era perfecta, a pesar de su inmensa ignorancia, pero de mi cuerpo entonces no había apenas señales. Esto lo pienso ahora, porque yo no veía, no tenía ojos, ni órgano alguno separado y viviente. Ahora soy otra cosa, y me asombro de los progresos que he hecho. Soy un muchachito bastante bien formado, un poco nervioso y comprendo que mi mamá está enamorándose de mí cada día más. Yo también de ella, seguro de que me defenderá contra todo peligro.
Hoy no lo he dejado escaparse a mi ángel y le he soltado la pregunta que hace días quiero hacerle.
- ¿La justicia de los hombres permite que haya papás que decidan asesinar a sus hijitos y doctores que se encarguen de hacerlo?
- ¡Sí! –me responde impetuosamente-. Cuando un doctor de esos afirma en un papel que tal niñito fue muerto antes de que naciera para salvar la vida de la madre, la policía cierra los ojos y no averigua nada y el asunto no llega a los jueces, que tampoco dirían nada.
- ¿Pero hay quienes conocen estos crímenes, además de los que los ejecutan?
- Sí, muchos amigos a quienes los papás de los niñitos asesinados les cuentan esto como si contaran que han bebido un vaso de agua. Y se les felicita, como s hubieran escapado a un peligro.
- ¿Qué quieres decir?
- Que cuando los papás no quieren tener un nuevo hijito, porque piensan que les costaría mucho mantenerlo, se apresuran a matarlo, antes de que nazca o antes de que se forme en el seno de la mamá. Si no se apresurasen y el chiquito naciera, la policía y las leyes y los jueces considerarían criminales a los papás o a los doctores que los suprimieran. Por eso hay que andar a prisa. Mientras más pronto se les mata es menos peligroso para los papás y para el doctor, que los aconseja. Los chiquitos antes de nacer no tienen ninguna defensa en la sociedad.
- ¿Y son muchos los que mueren así?
- Los que mueren antes de formarse en el seno de la madre son miles de millones. Los que son muertos después de que se han formado, cuando tienen ya un alma creada por Dios para ellos y un destino trazado en sus planes, son muchos, quizá millones. Estos crímenes, que la sociedad ni siquiera considera faltas, enojan a Dios de un modo terrible, porque… ¿te estás durmiendo, chiquito?
- Sí, perdóname, pero tus explicaciones son muy difíciles de comprender y me hacen doler la cabeza.
- ¡Duérmete! Todavía hay mucha luz en el corazón de tu mamá y tú duermes mejor en la luz que en las tinieblas.
Al decir mi ángel “todavía hay mucha luz” su acento es melancólico como si temiera que eso pudiera faltarme un día u otro.

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