viernes, 28 de febrero de 2014

jueves, 27 de febrero de 2014

Sermones del Cura de Ars 4

El aplazamiento de la conversion
Pensamiento de la muerte

martes, 25 de febrero de 2014

lunes, 24 de febrero de 2014

domingo, 23 de febrero de 2014

sábado, 22 de febrero de 2014

oracion de los dedos

Hoy tenemos el festival de la canción junior. El que canta reza dos veces... Aqui una oración original

viernes, 21 de febrero de 2014

Sermones del Cura de Ars 3

Amar y adorar a Dios
Santificación del cristiano

jueves, 20 de febrero de 2014

Sermones Cura de Ars 2

Deberes de los padres

miércoles, 19 de febrero de 2014

Sermones del Cura de Ars 1

El matrimonio
Deberes de los padres

martes, 18 de febrero de 2014

El cielo se parece a...

No sé si empecé a escribirlo hace unos días o sólo lo pensé; pero son muchos meses los que llevo con la misma idea bailando en mi cabeza. Creo que tenía razón don Fernando cuando me dijo que deberíamos escribir sobre el Cielo y explicar con palabras sencillas lo que encontraremos allí si el Señor nos ayuda a dar el salto. San Pablo dijo que “ni ojo humano vio ni oído oyó ni pasó por la mente de nadie lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. No le llevaré yo ahora la contraria: es imposible entender la Gloria desde aquí abajo; pero San Juan de la Cruz, mi maestro de poesía, llegó un poco más lejos que el Apóstol: Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera. Esperé solo este lance y en esperar no fui falto pues fui tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance. Yo sé lo que espero. Conozco mis sueños, y sé que la felicidad de la vida eterna está hecha a la medida de nuestras esperanzas. Por eso me dispongo a redactar, con vuestra ayuda, unos pocos capítulos que llevarán como título el que encabeza hoy estas líneas. 

..a un viaje
―Y si gana usted los cincuenta mil euros del premio, ¿en qué los piensa gastar?―Bueno, pues…, en tapar algunos agujeros y en un viaje. Mi Juli y yo queremos dar la vuelta al mundo” (Oído en la tele). Cuando me contaron por primera vez que el Cielo consistía en ver “La Divina esencia” cara a cara, me imaginé a mí mismo solo, sentado en una nube, con la mirada fija en el horizonte. ¡Menudo rollo!, pensé. Aquella felicidad estática y contemplativa me sabía a poco, y con razón. Ahora comprendo que no había entendido gran cosa. ¿Conocemos el significado de nuestras palabras cuando decimos verdades sobre Dios? Dios es infinito, y aunque tampoco entiendo qué es la infinitud divina, comprendo que es imposible abarcarla. Para conocer a Dios, hasta la eternidad nos parecerá demasiado breve. Habremos de viajar por su mirada en una travesía sin final ni cansancio. En Dios veremos todos los paisajes y oiremos las sinfonías de todas las galaxias. En Él descubriremos colores que nuestros ojos aún no son capaces de avistar. Veremos la luz de todas las luces. Y crepúsculos, amaneceres insólitos, selvas exuberantes y desiertos de oro. En Dios viven las sonrisas, las miradas, las carcajadas más frescas, las obras de arte que los genios trataron en vano de reproducir... Todo será nuevo en ese viaje. Yo volaré como el águila real, planeando sobre ese Dios infinito que me contemplará. También seré un halcón capaz de dar alcance a mi Amor. ―Entonces, ¿el Cielo es un viaje? ―Será el viaje de nuestra vida, el que ni siquiera nos atrevemos a soñar. …a un viaje por el corazón de Dios ―¿Tú quieres ser bueno? ―Sí. ―¿Y por qué? ―Pues para irme al cielo. ―¿Y sabes qué es el cielo? ―Sí. ―Ah, ¿sí? ¿Y qué es? ―Pues el cielo es..., Dios por dentro". (Diálogo del obispo con un niño) Me lo contó un Ángel. Quizá el mismo que habló con ese niño sabio. ―Jesús irá a tu lado en esa gran travesía del Cielo. El será, ya para siempre, tu Amigo y tu guía. Juntos entraréis en el interior del corazón de Dios Padre, impulsados por el soplo del Espíritu Santo. Verás a Dios “por dentro” y contemplarás un panorama tan magnífico que ni siquiera yo soy capaz de describir. El Creador de las estrellas y de las galaxias es también un universo interminable, un sueño del que nunca querrás salir. En ese viaje, tu pequeño corazón de carne aprenderá a acompasar sus latidos con los del corazón de Dios. Y Será feliz como Dios mismo es feliz. Vibrarás con sus mismas emociones; reirás y sufrirás con Él por toda la eternidad. ―¿Sufrir? ¿Sufriremos en el Cielo? ―Sí, amigo. El sufrimiento es inseparable de la felicidad. Es éste un misterio que sólo entenderás del todo cuando llegues a la meta. Mientras haya hombres sobre la tierra, Dios seguirá a su lado y tú con Él. ¿Acaso supones que es posible ser feliz sin amar? ¿Y crees que se puede amar sin compartir las tristezas, los sufrimientos y los peligros de los que aún están en camino? No, amigo, Dios no tiene un corazón de hielo, y el tuyo no se congelará en la Gloria. ...a una canción de cuna Durante aquellas hambres de 1937 en Madrid, mi madre (después de abrirle dos agujeritos con un clavo) puso entre mis manos un bote de leche condensada. Aquel chupetón me supo a cielo. (Fernando Acaso) Tantos años luchando por ser un niño pequeño delante de Dios, y sólo lo logro al final. En la puerta que da entrada a la Vida Eterna, no está San Pedro con gesto huraño y un manojo de llaves, sino mi Señora, la Virgen María. Ella me mira como miran las madres a sus hijos pequeños que llegan a casa con las manos sucias, el pelo revuelto y algún que otro arañazo en cualquier parte del cuerpo. Con semblante serio, pone el dedo índice delante de sus labios para que no diga nada. Luego me toma en brazos, me quita la ropa y me introduce en una bañera de agua muy caliente, casi a punto de hervir. No puedo contener un grito al notar la quemazón sobre mi piel, pero María sonríe y, en silencio, mete sus manos dentro del agua y empieza a limpiar mis heridas una a una y a disolver la roña acumulada durante tanto tiempo. Al fin puedo ponerme en pie y me miro en el espejo: tengo tres o cuatro años nada más. María me seca con una gran toalla azul. Me perfuma con el aroma de sus manos blancas y, con un peine de plata, ordena mis cabellos revueltos. ―Estás hecho un Cielo ―me dice―. Y me da un beso. 

  ...a una sinfonía 
 Al comienzo de todo, cuando aún no existía la luz, y el cielo no era azul, y no había nubes blancas, ni pájaros de colores, ni montañas, Dios quiso crear un mundo de la nada para regalar parte de su belleza a las criaturas. Pidió entonces a los ángeles que compusiesen una gran sinfonía, y así se hizo. Aquel inmenso vacío oscuro se llenó de música en un instante. Millones de instrumentos, de voces y de sonidos jamás escuchados por nadie completaron el más bello de los conciertos, tal como Yahvé lo ordenó. Él entonces abrazó aquella música recién nacida y, con sólo sus manos, convirtió cada acorde y cada nota en materia, en color, en luz. Así nació el universo. Era un mundo bellísimo, armónico y sin fracturas, como la gran sinfonía de donde nació. Durante millones de años nada alteró los designios del Creador. El universo fue expandiéndose cantando la gloria de Yahvé, hasta que llegó el hombre, la criatura que Dios había designado para ser rey. Con él vino muy pronto el diablo, y después la catástrofe. Ya conocéis la historia. Ahora el universo está en obras. Los hijos de Dios han de transformarlo hasta convertirlo en Reino de Jesucristo. Pero en medio del trigo crece vigorosa la cizaña, y el mundo sufre. Tengamos paciencia. Dios ya ha encargado a sus ángeles que compongan una nueva sinfonía; la más grande y hermosa que sean capaces de imaginar. Miríadas de criaturas celestiales están en la tarea. Yo apenas he oído unos acordes y puedo aseguraros que no se ha escuchado jamás en el universo algo semejante. Muy pronto Dios recibirá en su corazón esa sinfonía y de ella brotarán unos nuevos cielos y una nueva tierra donde vivirán los bienaventurados después de la resurrección. Será mejor que un paraíso. Será nuestro hogar. Jesús y María vivirán en él. Y Dios lo blindará contra el Enemigo. Una música inefable siempre nueva, siempre distinta, llenará cada rincón de ese mundo. Cantarán las aves, los árboles del bosque, las montañas, los nuevos talleres de los hombres, y hasta las estrellas. El Cielo parecerá entonces una grandiosa sinfonía.Y todos formaremos parte de ella. A la sonrisa de don Santos En mi encierro de Riaza me entero de que don Santos Velasco, sacerdote del Opus Dei, ha fallecido en Madrid. Lo conocí hace medio siglo, antes de su ordenación y de la mía. Hoy he ofrecido la Misa por su eterno descanso, y al recordarlo durante la ceremonia, me he sentido acompañado por su permanente sonrisa, serena, acogedora, llena de paz. El corazón de don Santos no andaba bien y estaba a la espera de una nueva intervención quirúrgica. En los últimos tiempos apenas salía del confesonario. En la Iglesia del Espíritu Santo, don Santos era “el cura que siempre está”. Los miles de penitentes que han pasado por sus manos de sacerdote lo encomiendan hoy igual que yo. Ellos saben que el Cielo se parece también a la sonrisa paternal de don Santos. 

  ...a aquella tarde, después de la tormenta. 
 Fue en el Puerto de la Quesera, muy cerca de donde estoy ahora. Era una tarde-noche de verano y yo subía a ver los abejarucos y una pareja de halcones que tenían su territorio por aquella zona. A mitad de camino, justo antes de llegar al hayedo de Riofrío, el cielo se cubrió de nubes y estalló una tormenta de esas que ponen los pelos de punta. Detuve el coche en lugar seguro y aguanté el chaparrón, el bombardeo de los truenos y la furia de los relámpagos durante un tiempo que me pareció interminable. En realidad el espectáculo apenas duró un cuarto de hora. Al llegar a lo alto del Puerto, las nubes se retiraban por el norte y el sol empezaba a tomar tierra en el Oeste. Han pasado muchos años, quizá diez o doce, y no he podido olvidar aquella luz ni aquella paleta de colores que nos regaló la tarde. Tampoco me siento capaz de describirla. En lo alto los nimbos se disolvían en un cielo azul limpio de bruma, mientras en el horizonte se encendían en todos los tonos de rojo unas nubes planas, como harapos o como brochazos de un pintor impresionista. La pareja de halcones salió a tomar la fresca y a jugar con la brisa que se levantaba. El olor a tierra mojada se mezclaba con el aroma de la hierba y de las flores. Hice allí mi oración y recordé aquel episodio de la Transfiguración del Señor en el Tabor. Yo también, como San Pedro, pensé que aquello era el Cielo. 

...a un trabajo sin trabajo 
Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Por eso lo quiso creador. La felicidad del Cielo no será un eterno reposo, una lánguida siesta sin fin. La vida es movimiento, vibración, actividad. Y el Paraíso debe ser así. Por eso, hasta el trabajo, que aquí en la tierra se nos presenta como una carga a veces insoportable, será feliz y liviano como el vuelo una pluma o como un juego. Entonces, ¿no descansaremos? Sí; pero sólo de lo que realmente agota; del egoísmo, de la arrogancia, de la lujuria, de la pereza. Del trabajo no será necesario. El trabajo, libre ya del veneno que le inoculó el pecado, recuperará el papel que Dios le asignó antes de la caída original. Será la herramienta que devuelva al hombre el reino perdido y su dominio sobre la Creación. Ya no habrá fatiga, ni llanto, ni dolor. Homo nascit al laborem et avis ad volatum, el hombre nace para el trabajo y las aves para volar, se lee en el libro de Job. Por eso, cuando, con la gracia de Dios, lleguemos a la vida eterna, el Cielo estará también en nuestras manos. Yo compondré un poema con palabras estrenadas para el caso. O tal vez escriba una novela interminable que se lea sin fatiga, y dure, y dure, por los siglos de los siglos. Luego seré escultor de montañas para los nuevos planetas. O conductor de estrellas en la vía láctea. Y trompetista (siempre he querido tocar un instrumento de viento). También quiero ser carpintero y pastor de alcatraces por el Océano. 

 …¿a una familia? 
Aquí, en la tierra, “intimidad” y “soledad” son dos palabras que van siempre juntas. Los amantes comparten su intimidad quedándose a solas. “Tres son multitud”, suele decirse. En el Cielo las cosas son diferentes. Tenemos una cita en el corazón de Dios. Y allí nos encontraremos todos muy apretados, pero a solas con el Amor. No me pidáis que lo explique, porque no sé hacerlo. Sólo sé que cuanto mayor sea la muchedumbre, más participaremos de la intimidad con Dios. No nos veremos nunca como parte de un rebaño; al contrario; nos sabremos amados personalmente como si no existiese nadie más en el mundo. Y Jesús nos abrirá de par en par todos los secretos de su corazón. ―Y eso, ¿a qué se parece? ―¿Tal vez a una familia? Sí, creo que sí. Yo al menos he conocido a alguna familia muy numerosa que, a medida que iba creciendo parecía más pequeña y más feliz. Me quedaría con ellos toda la vida.

lunes, 17 de febrero de 2014

domingo, 16 de febrero de 2014

atarse para ser libres



Querido Ulises:


Han pasado casi treinta siglos ―centuria arriba, centuria abajo― desde que emprendiste viaje de regreso a Ítaca, al acabar la guerra de Troya. Tenías que recuperar tu reino, y además te esperaba Penélope, tu fiel esposa y Telémaco, tu hijo. ¡Menudo viaje! Fue tan largo y peligroso que dio lugar a “La Odisea”, un excelso poema épico de 24 cantos que sigue vivo, a pesar de lo que ha llovido desde entonces, gracias al genio de Homero.
Como sabrás, ahora recorremos distancias muchos más largas volando sobre las nubes en modernas carrozas de fuego, atendidos por sirenas uniformadas que nos obsequian con mágicos manjares para hacernos más grata la travesía. Tú, en cambio, lo pasaste regular. Contabas con la protección de Palas Atenea, hija del mismísimo Zeus, pero los demás dioses (¡diosecillos!) te lo pusieron difícil con sus engaños y trampas. Venciste a al gigante Polifemo, a su padre, Poseidón, a los lotófagos, a un par de hechiceras y qué se yo…
Quizá el pasaje más conocido de tu aventura fue el de las sirenas. ¡Cuántas veces lo habrás contado!
Las sirenas no eran doncellas bellísimas con cola de merluza congelada como piensan la mayoría de mis contemporáneos: el romanticismo y su profeta Walt Disney han hecho mucho daño. Eran más bien entes monstruosos, criaturas probablemente ligadas al mundo de los muertos, con cuerpo de pájaro y torso de mujer.
Las sirenas tenían un don al que nadie se resistía; una voz musical, prodigiosamente atractiva e hipnótica.  Y si me preguntáis cómo una canción es capaz de seducir de forma tan eficaz a quien la oye, la respuesta la conoce muy bien Ulises: el pico de aquellas sirenas cantaba las hazañas de los héroes que pasaban por sus aguas. A cada héroe le contaban la suya, y éste se quedaba tan embelesado deleitándose en el relato de sus triunfos que ya nunca más quería marcharse de allí.
Tú, Ulises, conocías el peligro. Sabías que un héroe no debe mirarse al espejo de su vanidad demasiado tiempo. Tus hazañas debía cantarlas Homero cuando tú ya hubieses desaparecido; pero las sirenas no. Los halagos hechizan, reblandecen la conciencia, domestican el alma del guerrero y lo convierten en un guiñapo estúpido y gordinflón.
Por eso te ataste al palo mayor de tu nave y te amordazaste para no gritar. Pudiste haberte tapado los oídos con cera como los demás tripulantes, pero optaste por combatir la tentación mirándola de frente. Y tu victoria fue completa: fuiste fiel a Penélope, a tu hijo y a tu reino a pesar de haber oído el canto de las sirenas.
¿Sabes por qué te recuerdo esta historia? Por culpa de un e-mail (un poco cursi, la verdad) que recibí hace un par de meses de viejo amigo.
“No, Enrique, ―me dice―. Esta vez no voy a atarme. P y yo queremos ser libres, sin-papeles, como los negros que llegan a nuestras costas. Solos y desnudos frente al mar. No queremos un amor que encadene, sino que libere. Por eso tampoco tendremos boda ni hijos”.

Tú sabes bien, querido Ulises, que ésa es la libertad del perrito que nunca renuncia a cambiar un hueso por otro; la “libertad” banal de este siglo, que, inevitablemente, desemboca en la soledad y el hastío.
El hombre libre es capaz de decir “para siempre” y cumplir su palabra aunque el viento sea contrario, aunque los diosecillos del egoísmo, la vanidad o la lujuria arremetan con fuerza contra su nave. Y si alguna vez debe atarse al palo mayor, besará esos nudos, porque en ellos puede estar su libertad.
Atentamente, tu fiel lector,
Kloster 

sábado, 15 de febrero de 2014

aparecida

Este año tendremos misión "mariana"... El milagro de Aparecida cuenta la historia de Marcos, un empresario que vivió una infancia pobre en un lugar muy religioso del Brasil llamado Aparecida. A causa de una profunda frustración pierde la fe y ya adulto, se vuelca apasionadamente a la conquista del éxito material. Su hijo Lucas, con quien tiene muchos conflictos, sufre un grave accidente. Marcos, sumergido en la angustia de esta prueba, se ve apremiado por las circunstancias y desesperadamente enfrenta su conflicto de fe y pide a Nuestra Señora de Aparecida que le conceda el milagro de la vida de su único hijo. Un filme conmovedor que nos habla del encuentro de un hombre con su familia y consigo mismo, a través de la mediación materna de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Aparecida, Protectora del Brasil.

viernes, 14 de febrero de 2014

miércoles, 12 de febrero de 2014

martes, 11 de febrero de 2014

lunes, 10 de febrero de 2014

guadalupe... el monasterio

dedicado a mis amigos de Villanueva de la Serena

domingo, 9 de febrero de 2014

jueves, 6 de febrero de 2014

miércoles, 5 de febrero de 2014

LA CRUZ Y LA ESTRELLA o HAND IN HAND

1960: Globos de Oro: Mejor película para promover el entendimiento internacional Dos niños de 7 años, Michael O'Malley y Rachel Mathias, son los mejores amigos. El hecho de que él sea Católico y ella sea Judia parece ser más importante para sus amigos y familiares que para los dos niños. Rachel descubre que un día pronto debera alejarse, por lo que se convierten en "hermanos de sangre", y de este modo no pueden ser separados jamaz.


martes, 4 de febrero de 2014

lunes, 3 de febrero de 2014

domingo, 2 de febrero de 2014

sábado, 1 de febrero de 2014

febrero mocho... solo tiene 28

corto y bueno, dos veces bueno... también en música y concierto.