lunes, 28 de diciembre de 2020

domingo, 27 de diciembre de 2020

sábado, 26 de diciembre de 2020

viernes, 25 de diciembre de 2020

jueves, 24 de diciembre de 2020

miércoles, 23 de diciembre de 2020

domingo, 20 de diciembre de 2020

sobre la bacuna, noticias varias

 El director del área de Investigación y Desarrollo de Oncología de la empresa farmacéutica AstraZeneca, Josep Baselga, ha dicho este lunes que "a finales del primer trimestre del año que viene, si todo va bien, las vacunas estarán en una fase avanzada de distribución".

En declaraciones a RAC1, Baselga ha indicado que AstraZeneca calcula que a principios de 2021 tendrá unos tres mil millones de dosis de vacunas que confía que se verifiquen efectivas.

Lo "complicado" será diseñar cómo repartirlas dada la demanda que existirá, por lo que ha dicho estimar que hasta "finales del primer trimestre" del año próximo las vacunas -en caso de funcionar- no estarían en "fase avanzada de distribución".

AstraZeneca espera que antes de finales de año "una, dos o tres" de las cuatro vacunas con las que está experimentando comiencen a dar "resultados".

En el caso de las vacunas de esta empresa la previsión es que se apliquen dos dosis: la segunda 28 días después de la primera.

Según ha relatado Baselga, ahora mismo en todo el mundo hay 175 vacunas distintas sobre las que se está trabajando, 35 de ellas en ensayos clínicos con enfermos y 10 en su fase final de verificación.

Sin embargo, ha subrayado que "la vacuna ayudará, pero no es la única solución", y ha apuntado que AstraZeneca está desarrollando también un tratamiento por "anticuerpos monoclonales", con el que se aplicarían anticuerpos de personas que han pasado el virus a potenciales enfermos.

Hay 16 de estos tratamientos en desarrollo y uno en especial que "es buenísimo".

Con todo, se ha mostrado confiado en que tras un invierno que será "horroroso" el próximo verano sea "relativamente normal", al tiempo que ha sostenido que no se debe obligar a vacunarse a quien no lo quiera, porque a su juicio debe prevalecer "un principio de libertad individual que es innegable".

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Las autoridades sanitarias chinas han anunciado durante la segunda semana de octubre, que están promoviendo una iniciativa para distribuir a todo el mundo vacunas a precios asequibles. Espera poder tener disponibles 2.000 millones de dosis para fina------les de 2021, de alguna de la docena de vacunas que están desarrollando. Cada país podría recibir suficiente número de vacunas como para poder vacunar al 20% de su población

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El éxito en el esfuerzo por encontrar una vacuna COVID-19 a una velocidad récord podría plantear al mundo un nuevo problema. La primera vacuna en cruzar la línea de meta podría ser solo marginalmente efectiva, sin embargo, los especialistas en ética advierten que podría interrumpir los estudios en curso de buenos, o incluso excelentes, candidatos que se avecinan.

Con toda probabilidad, la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU. (FDA) u otros reguladores emitirán la primera aprobación o autorización de uso de emergencia (EUA) para una vacuna COVID-19 mientras los ensayos clínicos para muchos otros candidatos aún están en curso o en planificación. En ese momento, los estudios en curso de cualquier candidato, incluido el primero, posiblemente podrían volverse éticamente vinculados a ofrecer la vacuna con eficacia probada a todos los miembros de un grupo de placebo. "Es un tema muy irritante", dice Christine Grady, quien dirige el departamento de bioética del Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), que organizó un seminario web de "grandes rondas" sobre los desafíos a principios de este mes.

“Lo que es realmente importante es que la ciencia continúa”, dice Seth Berkley, quien ayuda a administrar la Instalación de acceso global a la vacuna COVID-19, un esfuerzo internacional para desarrollar y fabricar una cartera de vacunas COVID-19. Berkley, quien también encabeza el grupo de defensa Gavi, The Vaccine Alliance, predice que el mundo necesitará múltiples vacunas contra el coronavirus pandémico SARS-CoV-2. Algunos no solo pueden funcionar mejor que otros, sino que factores como el costo o los efectos secundarios significan que algunos pueden ofrecer beneficios a grupos específicos, como los ancianos, las mujeres embarazadas o las personas en países de bajos ingresos.

Según la Organización Mundial de la Salud, 44 candidatos a vacunas COVID-19 estaban en ensayos clínicos al 19 de octubre. Diez se encuentran en ensayos de fase III, en los que decenas de miles de participantes reciben aleatoria y ciegamente al candidato o un placebo mientras se controla de cerca su salud. Si surgen señales de eficacia en el camino, los fabricantes de vacunas podrían buscar EUA antes de la fecha de finalización planificada de un ensayo (consulte el gráfico a continuación). La guía de EUA emitida por la FDA estipula que un candidato solo necesita lograr un 50% de eficacia para prevenir el COVID-19 sintomático y, como medida adicional de seguridad, ha pasado 2 meses después de que aproximadamente la mitad de los participantes hayan recibido su dosis final. (Rusia y China han otorgado una aprobación anticipada para varias vacunas, pero sin ninguna evidencia de eficacia).

Los participantes en el seminario web de los NIH acordaron que el primer EUA para una vacuna COVID-19 cambiará el panorama para los ensayos de fase III, incluido el de la vacuna permitida. ¿Deberían las personas en el grupo de placebo recibir esa vacuna inmediatamente, o debería continuar el ensayo ciego, para asegurarse de que los primeros beneficios se desarrollen durante un período más largo? La continuación del ensayo también podría revelar efectos secundarios raros o arrojar luz sobre la eficacia de la vacuna en los ancianos frente a los adultos jóvenes.

CRÉDITOS: (GRÁFICO) C. BÍQUEL / CIENCIA ; (DATOS) LARRY COREY / FRED HUTCHINSON CANCER REAEARCH CENTER

¿Y los ensayos de fase III en curso de otras vacunas también deberían reemplazar su placebo con la vacuna que acaba de demostrar eficacia? ¿Los participantes de esos otros ensayos abandonarán en masa? ¿Se negará la gente a participar incluso en nuevos ensayos, con el razonamiento de que pueden recibir una vacuna que ya funciona hasta cierto punto?

Para tales preguntas, dice Grady, la ecuación ética “se reduce a un cálculo bastante simple”: el valor individual versus el valor social. Durante el seminario web, el filósofo Joseph Millum enmarcó el tema como "fundamental" para toda la investigación clínica. “La investigación clínica es éticamente desafiante porque expone a los participantes a riesgos en beneficio de otros”, dijo Millum, quien trabaja con Grady en el Centro Clínico de los NIH.

Los científicos y los especialistas en ética no siempre resuelven el cálculo simple de la misma manera. Grady dice que si los primeros resultados de un candidato a vacuna COVID-19 conducen a una EUA, los participantes en ese ensayo tendrían derecho a saber si habían recibido un placebo sin valor o una vacuna que potencialmente podría ayudarlos. “Es un beneficio al que las personas en el ensayo deberían tener acceso”, sostiene.

Millum responde que el beneficio para la sociedad de continuar un ensayo ciego puede superar el riesgo para los participantes que reciben el placebo. Si la probabilidad de que una persona en el ensayo esté expuesta al SARS-CoV-2 es relativamente baja, dijo en el seminario web, entonces continuar con el estudio ciego "podría justificarse" a la luz de la necesidad "de recopilar información socialmente valiosa . " Esto es especialmente cierto, agregó, dado que el mundo probablemente se beneficiará de tener más de una vacuna COVID-19, tanto por las necesidades de las diferentes poblaciones como para que la oferta pueda satisfacer la demanda.

Steven Goodman, epidemiólogo de la Universidad de Stanford, estuvo de acuerdo y enfatizó que los estudios de vacunas difieren "dramáticamente" de los ensayos de tratamiento, que tienen como objetivo ayudar a las personas que padecen una enfermedad. “Si alguien me preguntara si primero se debería administrar una terapia para una enfermedad grave a las personas que participan en los grupos de control del ensayo clínico que prueba esa terapia”, razonó Goodman, “yo diría, 'absolutamente, sí'”. Pero las personas que reciben un placebo en un ensayo de vacuna no lo necesita de la misma manera que las personas enfermas necesitan un tratamiento, argumentó. Una vacuna ampliamente utilizada, señaló, puede crear inmunidad de “grupo” al reducir la propagación de un virus en una comunidad. “Si todos los que le rodean han recibido una vacuna altamente eficaz, no la necesita”, dijo Goodman. "Eso demuestra que no hay un problema que necesite tratamiento, pero la población sí".

Analizar el impacto de un EUA en otros ensayos de vacunas COVID-19 es aún más complicado, dice Grady. Si aún no ha comenzado un ensayo con un candidato diferente, las consideraciones éticas pueden exigir que el candidato sea comparado con el producto recientemente permitido en lugar de con un placebo. Dichos estudios, conocidos como ensayos de no inferioridad o superioridad, son más lentos y costosos que los ensayos controlados con placebo. Si un ensayo ya está en marcha, especialmente si está cerca de estar completamente inscrito, los investigadores podrían explicar a los participantes el valor para la sociedad de continuar con el estudio ciego. Ellos podrían optar por seguir con él, dice, especialmente si se les dio esta promesa: "Cuando termine este ensayo, le daremos la vacuna que sea más eficaz".

Si la primera vacuna probada solo ofrece un beneficio modesto, agrega Grady, los participantes pueden estar más dispuestos a continuar en un estudio ciego, con la esperanza de recibir lo que podría resultar ser una mejor vacuna. Muchas personas en los ensayos de vacunas también tienen fuertes motivos altruistas para participar, señala. Y si la primera vacuna COVID-19 validada es escasa, el incentivo para abandonar el ensayo puede ser menor. "Si no está disponible, no está disponible", dice Grady.

Si una EUA o una aprobación completa interrumpen los ensayos de vacunas, dice Berkley, los estudios de "puente" podrían llenar el vacío. Los investigadores pueden identificar factores inmunes que se correlacionan con la protección de la vacuna aprobada y luego pivotar los ensayos de eficacia para evaluar si otros candidatos desencadenan una respuesta similar, evitando una comparación con placebo. (Los investigadores tendrían que informar a los posibles participantes que existía una vacuna probada, pero no enfrentarían el dilema ético más serio que presenta un placebo). Esos correlatos de protección podrían ser prueba suficiente de eficacia para una EUA o la aprobación total de un COVID. 19 vacuna. Es la misma práctica que se usa para aprobar la vacuna contra la influenza de cada año.

Los estudios puente también se utilizan después de que una vacuna se prueba en un ensayo de eficacia para demostrar que funciona en diferentes poblaciones. “Eso es lo hermoso de tener el correlato de la inmunidad y la comprensión de la vacuna”, dice Berkley.

El signo revelador de la eficacia de una vacuna COVID-19, sospechan los investigadores, serán los anticuerpos que "neutralizan" el pico, la proteína de superficie del SARS-CoV-2, evitando que el virus infecte las células. Si los ensayos encuentran que cierto nivel de estos anticuerpos neutralizantes se correlaciona con la protección contra infecciones o enfermedades graves, puede servir como punto de referencia para comparar vacunas en desarrollo con vacunas probadas. "Creo que esa es la forma en que finalmente se hará", dice Berkley.

Con una aprobación temprana de la vacuna posible para fin de año, Grady dice que está contenta de ver la discusión sobre sus posibles consecuencias no deseadas. "Esto es algo de lo que todo el mundo necesita hablar".

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Parece ser que la severidad con la que afecta la Covid-19, puede tener una carga genética. En efecto, el sistema inmune es tan completo que incluye muchos genes, entre ellos los que codifican a los interferones. Los individuos con menor actividad de los interferones pueden ser más susceptibles de enfermar. Recientemente se han publicado dos estudios en los que se evalúa en qué medida la genética afecta a la COVID-19. En el primero, Q. Zhang y col detectan que los pacientes con COVID-19 grave tienen mutaciones en los genes que regulan la actividad de los interferones, por lo que opinan que la genética puede influir en el curso clínico de la infección. En el segundo, Bastard y col, identifican a los individuos que tienen altos niveles de anticuerpos neutralizantes de los interferones, determinando además que estos anticuerpos neutralizantes no están presentes en los individuos asintomáticos. Ambas circunstancias pueden por tanto afectar a la gravedad de la Covid-19




viernes, 18 de diciembre de 2020

Polonia pro vida

 El Tribunal Constitucional (TC) de Polonia ha emitido una sentencia en virtud de la cual las personas con discapacidad pueden sentirse, con toda propiedad, ciudadanos en igualdad de condiciones con el resto, pues ha declarado ilegal la práctica del aborto en el supuesto de que el no nacido presente alguna anomalía orgánica. Según refiere el Wall Street Journal, el 97% de los abortos quirúrgicos que se efectuaron en 2019 en Polonia –1.074 de 1.100 casos– tuvieron como justificación la existencia de discapacidad fetal. Eliminada esta causa, quedan como supuestos de aborto, la violación, el incesto o el riesgo para la vida de la madre. Para el TC, la decisión se fundamenta en que la ley hasta ahora vigente “legalizaba prácticas eugenésicas en el campo del derecho a la vida del no nacido y hacía depender la protección de su derecho a la vida de su estado de salud, una forma de discriminación directamente prohibida”. La presidenta de la Corte, Julia Przyłębska, ha señalado que todo ello implicaba negar a esos niños “el respeto y la protección de la dignidad humana”. La decisión del TC, inapelable, ha sido la meta de una petición ciudadana a favor de eliminar esa norma discriminatoria. La exigencia alcanzó las 830.000 firmas y fraguó en un proyecto de ley enviado a la Cámara Baja del Parlamento polaco. Además, casi 120 diputados del partido oficialista, Ley y Justicia, y otras formaciones menores, solicitaron al TC que se pronunciara sobre si la ley del aborto de 1993, con esos sesgos perjudiciales a las personas con discapacidad, se ajustaba a derecho.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

martes, 15 de diciembre de 2020

Recomendaciones de la Asociación Española de Bioética ante la Covid-19

 Finalizada la intervención de los ponentes y tras el coloquio con los participantes,  la Junta Directiva de AEBI adopta las siguientes conclusiones de la Jornada de AEBI 2020 “La Bioética ante los desafíos de la Covid-19“.

  1. Ante la persistencia de la  pandemia producida  por  el  virus  SARS-CoV-2  se  requiere  una evaluación constante de la propagación del virus con parámetros adecuados y, para ello, disponer  de  los medios personales y financieros. Se trata de un deber primordial de las autoridades sanitarias pues la toma de  decisiones  políticas  tiene  que  basarse sobre datos que muestren la realidad de la pandemia en cada momento con la mayor precisión que sea posible.
  2. Se requiere de los poderes públicos reforzar el sistema sanitario, con la conciencia de que, por un tiempo aún por determinar, tenemos que atender una nueva enfermedad junto a la asistencia sanitaria  habitual. El manejo  de  la  Covid-19 requiere  de  medios  específicos de protección para los profesionales, así como de otros relacionados con el tratamiento  de  los  síntomas  y  signos  clínicos  de  sus  pacientes.  Es fundamental no  exponer a los profesionales sanitarios a un grado de esfuerzo en sus tareas que los lleve al agotamiento, al desaliento o a la pérdida de su salud psíquica. Respecto a esto último, es muy  importante  no  someterlos  a  tensiones  continuas  de  carácter  ético  debidas  a  escasez de medios.
  3. Junto a la obligación ética de conocer lo mejor posible la realidad de la enfermedad y disponer de los medios adecuados para paliar sus efectos, también conviene anticiparlos escenarios éticos que pueden conllevar más dificultad de resolución. Corresponde a las autoridades sanitarias aprobar los criterios básicos para su solución respetando la lex artis, la legalidad vigente  y  habiendo  escuchado  el  parecer  del  Comité  de  Bioética  de  España o, en caso de problemas de alcance autonómico, los correspondientes Comités Autonómicos de Bioética. Todo ello porque las decisiones sanitarias o políticas no sólo deben atender a la necesaria evidencia científica sino también a consideraciones éticas que busquen  como  fin  último  el  bien  común y  el  respeto  a  la  dignidad  de  la  persona.

Repensar el  sistema  sanitario  requiere  incluir  siempre  la  dimensión  ética  en  todas  las  medidas  que  se  tomen.  Todos los  ciudadanos,   debe participar  activamente  en  las  decisiones  bioéticas  que  deban  adoptarse  en  estos  próximos  años  en  el  ámbito  de  la  sanidad y la biomedicina.

  1. Las autoridades sanitarias  también  deben  prestar  atención  al  efecto  que,  en  las  personas  y  en  la  sociedad,   pueden  tener  las diversas  medidas  que  se  adopten para mitigar  o  contener  la  difusión  del  virus.  No  sólo  por  el  efecto  sobre  la  actividad  económica,   sino también  por  el  no  menos  importante  en la  salud  física,  psíquica  y  espiritual de las personas. Mientras no esté en juego gravemente la salud publica hay que  generar  medidas  que,   en  lo  posible,   no  perturben  las  relaciones  interpersonales, pues son esenciales para el pleno desarrollo de las personas.
  2. La crisis  social en  la  que  nos  encontramos  no  debe  llevar  a  incrementar  más  el  individualismo social en el que estábamos anclados sino,  más bien,  a tomar conciencia de  la  interdependencia  en  la  vivimos  y  que  es  propia  de  los  seres  humanos.  Es  una  oportunidad de abrirnos a los otros,  de configurar una humanidad en la que todos nos cuidamos  y  acompañamos.  No  sólo  los  profesionales  tienen  la  responsabilidad  de  la  salud de las personas sino todos los ciudadanos.
  3. Después de la  experiencia  habida  en  la  primera  ola  de  la  pandemia  convendría  disponer  de  los  medios  y  los  protocolos  para  que  las  personas  que  ingresan  en  los  hospitales  o  que  viven  en  residencias  de  mayores  puedan  estar  acompañados  y  no sufran la soledad, que puede llegar a ser tan perjudicial para la salud o incluso para la vida,  como el propio virus SARS-CoV-2.

 

Madrid, 30 de octubre de 2020

lunes, 14 de diciembre de 2020

DIA DE LUTO: LA EUTANASIA ESTÁ AQUÍ

 Nota de la Conferencia Episcopal Española «La vida es un don, la eutanasia un fracaso», ante la aprobación en el Congreso de los Diputados de la ley de la eutanasia.

1.- El Congreso de los Diputados está a punto de culminar la aprobación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. La tramitación se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público. El hecho es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infligida; y también de la profesión médica, «llamada en lo posible a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar, y nunca a provocar intencionadamente la muerte». Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo.

2.- La Congregación para la Doctrina de la Fe, con la aprobación expresa del papa Francisco publicó la Carta Samaritanus bonus sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida. Este texto ilumina la reflexión y el juicio moral sobre este tipo de legislaciones. También la Conferencia Episcopal Española, con el documento Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vidaofrece unas pautas clarificadoras sobre la cuestión.

3.- Urgimos a la promoción de los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor y al acompañamiento integral, por tanto también espiritual, a los enfermos y a sus familias. Este cuidado integral alivia el dolor, consuela y ofrece la  esperanza que surge de la fe y da sentido a toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad.

4.- La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida y ha suscitado solicitud por los cuidados, al mismo tiempo que indignación por el descarte en la atención a personas mayores. Ha crecido la conciencia  de que acabar con la vida no puede ser la solución para abordar un problema humano. Hemos agradecido el trabajo de los sanitarios y el valor de nuestra sanidad pública, reclamando incluso su mejora y mayor atención presupuestaria. La muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos en los cuidados paliativos y el acompañamiento integral.  Por el contrario, frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión.

5.- La experiencia de los pocos países donde se ha legalizado nos dice que la eutanasia incita a la muerte a los más débiles. Al otorgar este supuesto derecho, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa dirección. La falta de cuidados paliativos es también una expresión de desigualdad social. Muchas personas mueren sin poder recibir estos cuidados y sólo cuentan con ellos quienes pueden pagarlos.

6.- Con el Papa decimos: «La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza». Invitamos a responder a esta llamada con la oración, el cuidado y el testimonio público que favorezcan un compromiso personal e institucional a favor de la vida, los cuidados y una genuina buena muerte en compañía y esperanza.

7.- Pedimos a cuantos tienen responsabilidad en la toma de estas graves decisiones que actúen en conciencia, según verdad y justicia.

8.- Por ello, convocamos a los católicos españoles a una Jornada de ayuno y oración el próximo miércoles 16 de diciembre, para pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana.  Invitamos a cuantas personas e instituciones quieran unirse a esta iniciativa.

Nos acogemos  a Santa María, Madre de la Vida y Salud de los enfermos y a la intercesión de San José, patrono de la buena muerte, en su año jubilar.

Madrid 11 de diciembre de 2020 --------------------------------------


De vez en cuando, como los ojos del Guadiana, aparecen voces, noticias, reportajes, películas, enseñanzas escolares, como algo sordo, que van repitiendo, una campaña más o menos oculta o larvada en favor de la eutanasia, encubierta a veces con el eufemismo de legislaciones en favor del derecho a morir dignamente o a decidir elegir una muerte digna. Esto va dejando su poso y haciendo camino, dejando huella y senda, como la gota de agua que cae sobre la roca y la perfora. Hace unos días, sin ir más lejos, me encontré con un grupo de jóvenes y les pregunté qué pensaban de la eutanasia. Una de las presentes tomó la palabra y me dijo con toda naturalidad: “si el paciente lo quiere y lo decide, ¿por qué no?”. Veía el rostro del resto de los jóvenes que asistían al encuentro que era de asentimiento y conformidad con lo que me respondía la joven. Me quedé helado, no era para menos. Así está sucediendo, con las campañas que directa o subrepticiamente se están haciendo y que están generando de manera insensible esa mentalidad, al menos, tolerante de la eutanasia o del suicidio asistido.
Hay que hablar con verdad y decir con precisión en qué consiste la eutanasia, y, sobre todo, cuáles han de ser las actitudes ante los últimos momentos de la vida, que no son otras que las que indica este documento y se resumen en la palabra ‘esperanza’. Existe mucha confusión ante este tema tan crucial y decisivo, y por eso se ofrecen estas reflexiones, tan luminosas y esclarecedoras válidas para todos. Era esperada esta voz autorizada de la Iglesia.
Sin duda todo ser humano, toda persona, tiene el derecho a morir con dignidad, como lo tiene a vivir con dignidad. Por supuesto que todo hombre merece morir con dignidad; y en eso se han de poner todos los recursos posibles, esmerar el trato humano médico, y extremar las atenciones de verdadera humanidad. Lo que no sería admisible, en modo alguno, es que, de una manera u otra, se propiciase y se posibilitase la eutanasia como una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención, causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor o desgracia. Esa actuación, cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos, bien a petición de éste, bien por considerar que su vida carece de la calidad para que merezca el calificativo de digna en opinión de muchos, es siempre una forma de homicidio, que nadie por sí aceptaría. Es gravemente inmoral. Así de claro. Esto es necesario decirlo con nitidez y sin ambages. “La buena fe” no convierte una acción mala en buena.
Este documento episcopal hará un gran bien y será un gran servicio a la sociedad, al bien común, al bien de las personas, a la cultura de la vida y abrirá, como pretende, un camino de esperanza ante esa realidad de la última fase de la vida.
A todos nos corresponde escuchar sus enseñanzas, difundirlas y ponerlas en práctica: será un gran consuelo para todos. No existen en él palabras de condena, sino de esperanza y de amor y defensa de la vida y de las respuestas que es necesario aplicar como los cuidados paliativos, bien entendidos, como hace este documento, que marca un verdadero progreso de humanidad y de fe y apuesta por el hombre y su dignidad.




domingo, 13 de diciembre de 2020

Eduardo Galeano, EXTRAÑAS DEMOCRACIAS

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sábado, 12 de diciembre de 2020

NOTICIAS DEL VIRUS

Nuevos datos sobre qué circunstancias influyen en la difusión de la infección por el SARS-CoV-2

Nature afirma que la mayoría de las infecciones ocurren en lugares cerrados, como pueden ser restaurantes, gimnasios y cafeterías, en los que las personas permanecen durante periodos prolongados de tiempo.

En el número 580 de Bioética Press publicamos un artículo titulado: “Son mayores los contagios en los hogares que en los restaurantes y tiendas”, en el que se hacía referencia a otro publicado en Science en el que se evalúan algunos aspectos de la transmisión de este virus.

Con fecha 10 de noviembre, se publica otro artículo en Nature, sobre este mismo tema, en el que se aportan nuevos datos.

Este segundo trabajo ha sido liderado por un equipo de la Universidad de Stanford, que ha puesto a punto un modelo informatizado para estudiar la propagación del virus en diez ciudades importantes de EEUU. En él, se comenta que la mayoría de las infecciones ocurren en lugares cerrados, como pueden ser restaurantes, gimnasios y cafeterías, en los que las personas permanecen durante periodos prolongados de tiempo.

El estudio parece bien diseñado técnicamente, como no podría ser de otra forma, pues en él se tienen en cuenta los factores que, a juicio de los autores, pueden afectar más a las tasas de infección como son: a) que los lugares sean más visitados durante el día; b) el tiempo que los usuarios permanecen en ellos y c) el número de personas que los visitan simultáneamente.

El estudio también concluye que los patrones de movilidad condicionan las tasas de infecciones y que éstas son mayores en los grupos poblacionales minoritarios y de menos ingresos económicos. Pero a nuestro juicio, lo más destacado de dicho estudio es que la confinación de los ciudadanos contribuye a disminuir significativamente la tasa de infección, algo por otra parte bien sabido.

Otro aspecto que nos parece de interés señalar es que los autores no dan indicaciones drásticas sobre qué puede o no favorecer la expansión de la infección, sino que aconsejan un equilibrio entre los medios orientados a evitar las infecciones de acuerdo a lo anteriormente expuesto, y la necesidad de no agravar la situación económica derivada de estas medidas.


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La familia de siete coronavirus humanos conocidos es conocida por su impacto en el tracto respiratorio, no en el corazón. Sin embargo, el coronavirus más reciente, el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2), tiene un marcado tropismo para el corazón y puede provocar miocarditis (inflamación del corazón), necrosis de sus células, simulando un ataque cardíaco, arritmias e insuficiencia cardíaca aguda o prolongada (disfunción muscular). Estas complicaciones, que a veces son las únicas características de la presentación clínica de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), han ocurrido incluso en casos con síntomas leves y en personas que no experimentaron ningún síntoma. Hallazgos recientes de afectación cardíaca en atletas jóvenes, incluida muerte súbita,

Los cuatro coronavirus humanos del “resfriado común” (HCoV-229E, HCoV-NL63, HCoV-OC43 y HCoV-HKU1) no se han asociado con anomalías cardíacas. Hubo informes aislados de pacientes con síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS; causado por MERS-CoV) con miocarditis y un número limitado de series de casos de enfermedad cardíaca en pacientes con SARS (causado por SARS-CoV) ( 1 ). Por lo tanto, una característica distintiva del SARS-CoV-2 es su compromiso cardíaco más extenso, que también puede ser una consecuencia de la pandemia y la exposición de decenas de millones de personas al virus.

Lo que parece diferenciar estructuralmente el SARS-CoV-2 del SARS es un sitio polibásico de furina que, cuando se escinde, amplía los tipos de células (tropismo) que el virus puede infectar ( 2 ). El virus se dirige al receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) en todo el cuerpo, lo que facilita la entrada celular a través de su proteína de pico, junto con la cooperación de la serina proteasa celular proteasa transmembrana serina 2 (TMPRSS2), heparán sulfato y otras proteasas. ( 3 ). El corazón es uno de los muchos órganos con alta expresión de ECA2. Además, la afinidad del SARS-CoV-2 por el ACE2 es significativamente mayor que la del SARS ( 4). El tropismo hacia otros órganos más allá de los pulmones se ha estudiado a partir de muestras de autopsia: el ARN genómico del SARS-CoV-2 fue más alto en los pulmones, pero el corazón, los riñones y el hígado también mostraron cantidades sustanciales, y se detectaron copias del virus en los pulmones. corazón de 16 de 22 pacientes que murieron ( 5 ). En una serie de autopsias de 39 pacientes que murieron por COVID-19, el virus no fue detectable en el miocardio en el 38% de los pacientes, mientras que el 31% tenía una carga viral alta por encima de las 1000 copias en el corazón ( 6 ).

En consecuencia, la infección por SARS-CoV-2 puede dañar el corazón tanto directa como indirectamente (consulte la figura). El SARS-CoV-2 exhibió una sorprendente capacidad para infectar cardiomiocitos derivados de células madre pluripotentes inducidas (iPSC) in vitro, lo que dio lugar a un patrón distintivo de fragmentación de las células del músculo cardíaco, con "disolución completa de la maquinaria contráctil" ( 7 ). Algunos de estos hallazgos se verificaron a partir de muestras de autopsia de pacientes. En otro estudio de iPSC, la infección por SARS-CoV-2 provocó la apoptosis y el cese de los golpes dentro de las 72 horas posteriores a la exposición ( 8). Además de infectar directamente las células del músculo cardíaco, se ha documentado la entrada de virus en las células endoteliales que recubren los vasos sanguíneos del corazón y múltiples lechos vasculares. Una respuesta inmune secundaria al corazón infectado y las células endoteliales (endotelitis) es solo una dimensión de muchos efectos indirectos potenciales. Estos incluyen la desregulación del sistema renina-angiotensina-aldosterona que modula la presión arterial y la activación de una respuesta proinflamatoria que involucra plaquetas, neutrófilos, macrófagos y linfocitos, con liberación de citocinas y un estado protrombótico. Se ha informado una propensión a la coagulación, tanto en la microvasculatura como en los vasos grandes, en múltiples series de autopsias y en pacientes jóvenes con COVID-19 con accidentes cerebrovasculares.

Existe un espectro diverso de manifestaciones cardiovasculares, que van desde la necrosis limitada de las células cardíacas (que causa lesiones) hasta la miocarditis y el shock cardiogénico (una incapacidad a menudo fatal para bombear suficiente sangre). lesión cardiaca, tal como se refleja por las concentraciones de troponina (una enzima específica de músculo cardiaco) en la sangre, es común con COVID-19, que se producen en al menos uno de cada cinco pacientes hospitalizados y más de la mitad de las personas con afecciones cardíacas preexistentes. Tal lesión miocárdica es un factor de riesgo para la mortalidad hospitalaria, y las correlaciones de concentración de troponina con el riesgo de mortalidad. Además, los pacientes con cantidades de troponina más altos tienen marcadores de aumento de la inflamación [incluyendo la proteína C-reactiva, interleucina-6 (IL-6), ferritina, lactato deshidrogenasa (LDH),9 ).

Más preocupante que el patrón de lesión limitada es miocarditis: inflamación difusa del corazón, por lo general representa una variable mezcla de la lesión y la respuesta inflamatoria a la lesión que se puede extender a lo largo de las tres capas del corazón humano al pericardio (que rodea el corazón ). A diferencia de la miocarditis SARS asociada, que no presentan infiltración de linfocitos, esta inmune y la respuesta inflamatoria es un hallazgo típico en la autopsia después de SARS-CoV-2 infecciones. La participación de los miocitos, que orquestan la conducción eléctrica, puede resultar en bloqueo de la conducción y arritmias ventriculares malignas, ambos de los cuales pueden conducir a un paro cardíaco.

Junto con este tipo de arritmias en el hospital, ha habido informes de aumento de fuera-de-hospital paro cardiaco y muerte súbita en múltiples regiones geográficas de alta COVID-19 propagación, como el aumento del 77% en Lombardía, Italia, en comparación con el previo año ( 10 ). Ha habido muchos informes de miocarditis que simulan un ataque cardíaco, debido al grupo de síntomas de dolor en el pecho, un electrocardiograma anormal y un aumento de las enzimas cardíacas específicas en la sangre, incluso en pacientes de tan solo 16 años. Cuando existe una amplia y difusa daño del músculo cardíaco, insuficiencia cardíaca, pulmonale (insuficiencia cardíaca derecha y posible embolia pulmonar) aguda cor, y shock cardiogénico puede ocurrir.

La disfunción cardíaca asociada a COVID-19 también se puede atribuir a otras vías, incluido el síndrome de Takotsubo (también llamado miocardiopatía por estrés), la isquemia por endotelitis y la rotura de placa aterosclerótica relacionada con trombosis y el síndrome inflamatorio multisistémico de los niños (MIS-C). El mecanismo subyacente de la cardiomiopatía por estrés es poco conocida, pero ha aumentado notablemente durante la pandemia. MIS-C se piensa que es inmune mediada y se manifiesta con un espectro de características cardiovasculares, incluyendo vasculitis, los aneurismas de la arteria coronaria, y shock cardiogénico. Este síndrome no es exclusivo de los niños, porque las mismas características clínicas han sido objeto de informes de casos en adultos, como en un hombre de 45 años de edad ( 11 ).

Series recientes de pacientes con COVID-19 sometidos a imágenes por resonancia magnética (MRI) o ecocardiografía del corazón han proporcionado algunos nuevos conocimientos sobre la afectación cardíaca ( 12 - 14 ). En una cohorte de 100 pacientes recuperados de COVID-19, 78 tenían anomalías cardíacas, incluidos 12 de 18 pacientes sin ningún síntoma, y ​​60 tenían inflamación del miocardio en curso, que es compatible con miocarditis ( 12 ). La mayoría de más de 1200 pacientes en una gran cohorte prospectiva con COVID-19 presentaban anomalías ecocardiográficas ( 13). Esto plantea preocupaciones sobre si hay una afectación cardíaca mucho más prevalente de lo que se había anticipado, especialmente porque al menos del 30 al 40% de las infecciones por SARS-CoV-2 ocurren sin síntomas. Estos individuos pueden tener una patología cardíaca subyacente.

Hasta la fecha, ha habido cuatro series pequeñas de individuos asintomáticos con infecciones de buena fe que se sometieron a tomografías computarizadas (TC) de tórax para determinar si había anomalías pulmonares compatibles con COVID-19. De hecho, la mitad de las personas asintomáticas mostraron características de TC de pulmón que se observaron en pacientes con síntomas. Pero hasta ahora, se han realizado estudios mínimos de imágenes cardíacas en personas que dan positivo para SARS-CoV-2 o que son seropositivas pero sin síntomas. Además, aún no se ha informado sobre el curso temporal de la resolución o la persistencia de cualquier anomalía orgánica después de la infección por SARS-CoV-2. Con una alta proporción de infecciones silenciosas a pesar de la evidencia concurrente de daño de órganos internos, existe un gran vacío fundamental en nuestra base de conocimientos.

A diferencia de las personas que no presentan síntomas, existe una proporción sustancial de personas que padecen una enfermedad prolongada, a menudo debilitante, denominada COVID prolongada. Los síntomas típicos incluyen fatiga, dificultad para respirar, dolor de pecho y ritmo cardíaco anormal. Es probable que exista una base inmunológica, pero aún no se ha determinado. Estos pacientes tampoco se han sometido a una evaluación cardiovascular sistemática para detectar una posible miocarditis u otras anomalías cardíacas, como la fibrosis, que podrían explicar algunos de los síntomas persistentes. No sería sorprendente que en el futuro los pacientes presenten una miocardiopatía de etiología desconocida y den positivo en la prueba de anticuerpos contra el SARS-CoV-2. Sin embargo, atribuir dicha miocardiopatía al virus puede resultar difícil dada la alta prevalencia de infecciones,

La participación cardíaca en los atletas ha aumentado aún más las preocupaciones. Un jugador de baloncesto profesional de 27 años, recuperado del COVID-19, sufrió una muerte súbita durante el entrenamiento. Se ha descubierto que varios atletas universitarios tienen miocarditis ( 14 ), incluidos 4 de 26 (15%) en un estudio prospectivo de la Universidad Estatal de Ohio ( 15), junto con uno de los mejores lanzadores de Grandes Ligas. En conjunto, estos individuos jóvenes y sanos tenían COVID-19 leve, pero posteriormente se descubrió que tenían una patología cardíaca insospechada. Este mismo grupo demográfico —jóvenes y sanos— es el que más comúnmente no presenta síntomas después de las infecciones por SARS-CoV-2, lo que plantea la pregunta de cuántos atletas tienen una enfermedad cardíaca oculta. La evaluación sistemática de los atletas que dan positivo en la prueba del SARS-CoV-2, independientemente de los síntomas, con controles adecuados a través de alguna forma de diagnóstico por imágenes cardíacas y detección de arritmias, parece prudente hasta que se comprenda mejor.

La pregunta más intrigante que surge es ¿por qué ciertas personas tienen una propensión a la afectación cardíaca después de la infección por SARS-CoV-2? Una vez reconocida a los pocos meses de la pandemia, la expectativa era que la afectación cardíaca ocurriera principalmente en pacientes con COVID-19 grave. Claramente, es más común de lo esperado, pero se desconoce la verdadera incidencia. Es vital determinar qué impulsa esta patogenia. Se debe aclarar si representa la respuesta inflamatoria de un individuo, un fenómeno autoinmune o alguna otra explicación. Más allá de prevenir las infecciones por SARS-CoV-2, el objetivo de evitar la afectación cardiovascular es primordial. La marcada heterogeneidad de COVID-19, que va desde la ausencia de síntomas hasta la muerte, es poco conocida. Un virus de reciente aparición, que circula ampliamente por toda la población humana.

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Casi una de cada cinco personas que han tenido Covid-19 son diagnosticadas con un trastorno psiquiátrico como ansiedad, depresión o insomnio dentro de los tres meses posteriores a la prueba positiva del virus, según un estudio que sugiere que se necesitan acciones para mitigar el costo de salud mental de la pandemia.

El análisis, realizado por investigadores de la Universidad de Oxford y del NIHR Oxford Health Biomedical Research Center, también encontró que las personas con un diagnóstico de salud mental preexistente tenían un 65% más de probabilidades de ser diagnosticadas con Covid-19 que aquellas sin, ni siquiera teniendo en cuenta Factores de riesgo conocidos como edad, sexo, raza y condiciones físicas subyacentes.

“Este hallazgo fue inesperado y necesita investigación. Mientras tanto, el tener un trastorno psiquiátrico debería agregarse a la lista de factores de riesgo de Covid-19 ”, dijo el Dr. Max Taquet, miembro clínico académico del NIHR y uno de los autores del análisis.

Los cálculos se realizaron sobre la base de aproximadamente 70 millones de registros de salud de EE. UU., Incluidos más de 62,000 casos de Covid-19 que no requirieron una estadía en el hospital o una visita al departamento de emergencias. La incidencia de cualquier diagnóstico de enfermedad mental en los 14 a 90 días posteriores a un diagnóstico de Covid-19 fue del 18,1%, incluido el 5,8% que fueron un primer diagnóstico.

Para examinar si el exceso de riesgo se asoció directamente con Covid-19, los investigadores compararon los datos con otras seis afecciones durante el mismo período: influenza; otras infecciones del tracto respiratorio; una infección de la piel; cálculos biliares; cálculos del tracto urinario; y la fractura de un hueso grande.

En los tres meses posteriores al diagnóstico de Covid-19, el 5,8% de los pacientes tuvo su primer diagnóstico registrado de enfermedad psiquiátrica, en comparación con el 2,5% al ​​3,4% de los pacientes de las cohortes de comparación, casi el doble del riesgo, según el artículo publicado en revista Lancet Psychiatry.

Paul Harrison, profesor de psiquiatría en la Universidad de Oxford, dijo que se necesita más investigación para establecer si un diagnóstico de un trastorno psiquiátrico podría estar directamente relacionado con el contagio de coronavirus. Los factores generales que influyen en la salud física no se capturaron en los registros analizados, como el origen socioeconómico, el tabaquismo o el uso de drogas. También existe la posibilidad de que el entorno estresante general de la pandemia esté jugando un papel, señaló.

Las investigaciones sugieren que las personas de entornos socioeconómicos más pobres tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud mental . La pobreza también aumenta la exposición al coronavirus, debido a factores como viviendas abarrotadas y condiciones de trabajo inseguras.

“Del mismo modo, no es del todo inverosímil que Covid-19 pueda tener algún efecto directo en su cerebro y su salud mental. Pero creo que, de nuevo, queda por demostrar positivamente ”, dijo Harrison.

Un hallazgo particularmente preocupante fue la duplicación del diagnóstico de demencia, que generalmente es irreversible, tres meses después de dar positivo por Covid-19, en comparación con las otras condiciones de salud.

Puede ser que venir a un hospital o ver a su médico para que le diagnostiquen Covid-19 permita diagnosticar otras afecciones preexistentes, como la demencia, señaló Harrison.

"Habiendo dicho eso ... no es nada improbable que también pueda haber un efecto cerebral del virus en ciertas personas que va a causar ciertos síntomas y dificultades más neurológicos", dijo. "Por lo tanto, tenemos especial cuidado en no sobreinterpretar esa asociación".

Los estudios que investigan el impacto del virus en el cerebro y el sistema nervioso central son en curso , incluyendo uno de los científicos en el Reino Unido que han formado una asociación para explorar las complicaciones neurológicas y neuropsiquiátricas de Covid-19. En julio, los neurólogos publicaron detalles de más de 40 pacientes con Covid-19 del Reino Unido cuyas complicaciones iban desde inflamación cerebral y delirio hasta daño nervioso y accidente cerebrovascular.

Solo el tiempo dirá si la incidencia de enfermedad psiquiátrica posterior al Covid-19 continúa aumentando o persistiendo más allá del período de tres meses, agregaron los investigadores.

“Es difícil juzgar la importancia de estos hallazgos ... puede que no sea sorprendente que esto suceda con un poco más de frecuencia en personas con Covid-19, quienes, comprensiblemente, se preocuparon de que pudieran enfermarse gravemente y que también habrán tenido que soportar una período de aislamiento ”, dijo David Curtis, profesor honorario del University College London y de la Queen Mary University de Londres, que no participó en el estudio.

"En general, los resultados informados parecen ampliamente plausibles, pero no estoy seguro de que tengan implicaciones específicas para los pacientes o los servicios de salud".

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