martes, 31 de diciembre de 2013

lunes, 30 de diciembre de 2013

domingo, 29 de diciembre de 2013

sábado, 28 de diciembre de 2013

viernes, 27 de diciembre de 2013

La adoración de la riqueza

por Gilbert Keith Chesterton Traducción de Juan Manuel Salmerón, tomado de su blog. Título original: «The worship of the wealthy», en All Things Considered bservo que se ha introducido en nuestra literatura y periodismo una nueva forma de lisonjear al rico y al grande. En tiempos más sencillos y honestos, la lisonja era también más sencilla y honesta; la falsedad, más verdadera. El pobre que quería agradar al rico le decía que era el más sabio, valiente, alto, fuerte, benévolo y apuesto del mundo, y aunque el rico seguramente sabía que nada de eso era verdad, ningún daño había. Cuando los cortesanos hacían el elogio de un rey, le atribuían cosas de todo punto improbables, diciendo que se parecía al sol del cenit, que cuando entraba en la estancia debían cubrirse los ojos, que sus súbditos no podían vivir sin él o que había conquistado Europa, Asia, África y América con su sola espada. Lo que salvaba esta especie de alabanza era lo artificioso de ella; entre el rey y su imagen pública no había relación alguna. En cambio, los modernos han inventado un tipo de elogio mucho más sutil y ponzoñoso, que consiste en hacer un retrato creíble de la personalidad del príncipe o del rico, reputándolo verbigracia por persona seria, campechana o reservada, o amante del deporte o del arte, para entonces poner por los cuernos de la luna el valor e importancia de estas cualidades naturales. Los que alaban al señor Carnegie no dicen que es sabio como Salomón y valiente como Marte; ojalá lo hicieran. La segunda cosa honesta que a continuación harían sería confesar la verdadera razón de sus elogios, que no es otra que la de que tiene dinero. Los periodistas que escriben sobre el señor Pierpont Morgan no dicen que es tan bello como Apolo; ojalá lo hicieran. Lo que hacen es tomar la vida superficial del hombre rico, sus costumbres, ropa, aficiones, amor a los gatos, desprecio de los médicos y demás, y, fundados en este realismo, convertirlo en un profeta y un mesías de su clase, cuando no es sino un tonto común y corriente al que gustan los gatos o disgustan los médicos. El cumplimentador de antes daba por sentado que el rey era un hombre como cualquier otro y se esforzaba por hacerlo extraordinario; el cumplimentador de hoy, más listo, da por sentado que es extraordinario, y que, en consecuencia, aun lo más ordinario de él reviste interés. Tengo observada una manera curiosísima de hacer esto. Es la manera que se aplica a seis de los hombres más ricos de Inglaterra en un libro de entrevistas publicado por un conocido y competente periodista. El adulador sabe envolver con ingenio la estricta verdad en una atmósfera de deferencia y misterio, gracias al sencillo método de presentarla en negativo. Supóngase que escribimos un estudio benigno sobre el señor Pierpont Morgan. Quizá no haya mucho que decir acerca de lo que piensa, gusta o admira; pero podemos insinuar todo un mundo de gustos y pensamientos ponderando por extenso aquello que no piensa, gusta ni admira. Por ejemplo: «Poco atraído por las más modernas escuelas de la filosofía alemana, se mantiene alejado de las tendencias del panteísmo trascendental con no menor determinación que de los estrechos éxtasis del neocatolicismo». O supóngase que hemos de hacer el elogio de una asistenta que acaba de entrar en casa, y que sin duda lo merece con creces. Digamos: «Sería un error reputar a la señora Higgs por seguidora de Loisy, ya que su posición es en muchos aspectos diferente. Pero no menos erróneo sería identificarla con el hebraísmo de Harnack». Es un método excelente, pues da ocasión al cumplimentador de hablar de algo que no es propiamente el cumplimentado, y confiere a este un chocante, pero luminoso, halo intelectual, como de persona que ha atravesado crisis filosóficas de las que antes no tenía conciencia. Método excelente, digo, que, empero, me gustaría ver aplicado más veces a las asistentas que a los millonarios. Hay otra manera de adular a las personas eminentes que, observo, es muy común entre quienes escriben en periódicos o en otras partes. Consiste en calificarlas de «sencillas», «tranquilas» o «modestas» sin razón ni justificación alguna. Ser sencillo es lo mejor del mundo; ser modesto, lo segundo mejor del mundo. No estoy tan seguro de que ser tranquilo vaya aparejado. Más bien me inclino a pensar que las personas modestas alborotan mucho. Que también lo hacen las personas sencillas es algo que salta a la vista. Pero sencillez y modestia son, al menos, virtudes muy raras, que no deben atribuirse a la ligera. Pocos hombres, y esos solo ocasionalmente, se han elevado a la categoría de modestos; a nadie con diez o veinte años han vuelto sencillo largas guerras, como pueden haber vuelto sencillo a un soldado veterano. Estas virtudes no pueden prodigarse por simple adulación; muchos profetas y hombres rectos han deseado verlas y no las han visto. En cambio, se las usa, con mucha frecuencia y sin ningún juicio, para referir el nacimiento, vida y muerte de muchos hombres ricos. Cuando un periodista quiere describir cómo un político eminente o un hombre de negocios (que vienen a ser la misma cosa) entran en una habitación o andan por la calle, dice siempre: «El señor Midas iba modestamente vestido con un abrigo negro, un chaleco blanco, unos pantalones gris perla, una corbata verde y una sencilla flor en el ojal». Como si alguien hubiera esperado verlo vestido con un traje rojo o unos pantalones de lentejuelas, y con una girándula ardiendo en el ojal. Pero este método, si ya es bastante absurdo aplicado a la vida cotidiana de la gente de mundo, resulta intolerable cuando se lo aplica, como siempre se hace, a una circunstancia que es seria incluso en la vida de los políticos: la muerte. Cuando nos han dado bastante la lata describiéndonos el sencillo vestuario del millonario, que es tan complicado como cualquier vestido que pudiera ponerse sin parecer loco; cuando nos han hablado de la modesta casa del millonario, que suele ser demasiado inmodesta para llamarse casa; cuando nos lo han dado a conocer por medio de todas estas alabanzas huecas, al final se nos pide que admiremos también su tranquilo funeral. No sé qué otra cosa piensa la gente que puede ser un funeral sino tranquilo. Sin embargo, una y otra vez, esta irritante cantinela de la modestia y la sencillez se entona sobre la tumba de todos esos pobres hombres ricos –sobre la tumba de Beit, sobre la tumba de Whiteley–, por los cuales deberíamos sentir más que nada una inefable piedad. Recuerdo que cuando Beit murió, la prensa dijo que toda la gente importante iba en los coches fúnebres, que los tributos florales fueron suntuosos y espléndidos, pero que, con todo, fue un entierro tranquilo y sencillo. ¿Cómo se pensaban que podía ser, en el nombre de Aqueronte? ¿Creían que habría sacrificios humanos, inmolación en la lápida de esclavas orientales? ¿Que desfilarían bailarinas orientales contoneándose en un paroxismo de lamentación? ¿Que se celebrarían los juegos fúnebres de Patroclo? Temo que esos periodistas carecen de tan magnífico sentido pagano. Temo que solo usaban las palabras «tranquilo» y «modesto» para llenar una página, porque son un recurso de esa hipocresía automática demasiado común entre quienes han de escribir mucho y rápido. La palabra «modesto» será pronto como la palabra «honorable» para los japoneses, que la usan al parecer precediendo toda palabra en frases de cortesía: «Deje el honorable paraguas en el honorable paragüero». En el futuro leeremos que el modesto rey déjase ver con su modesta corona, cubierto de arriba abajo de modesto oro y acompañado por sus diez mil modestos condes, con las espadas modestamente desenvainadas. ¡No! Si tenemos que pagar por el esplendor, permítasenos que lo elogiemos por esplendoroso, no por modesto. La próxima vez que vea a un hombre rico por la calle, pienso abordarlo con exageración oriental. Seguro que echa a correr.

jueves, 26 de diciembre de 2013

femen lo tiene claro

y el demonio también: el enemigo del aborto es la Iglesia que apuesta a muerte por la vida y del hombre cuya expresión emejor y mas palmaria es la natividadc del Señor

miércoles, 25 de diciembre de 2013

martes, 24 de diciembre de 2013

Oración por nosotros los vencidos.

"¿Qué he hecho yo por Cristo?" San Ignacio Dios, que recibes hasta la derrota cuando ha luchado tanto el derrotado que de su sangra la postrera gota quedó sobre su costado taspasado. Dios, que no despreciaste ni el desastre cuando ha luchado un poco el desastrado pero la ola, el viento, el rumbo, el lastre y los astros no estaban de su lado. Dios, a quien no lo aterra ni el derrumbe cuando el escombro de lo derrumbado dejó un pabilo, un hálito, una lumbre con que encender incendio iluminado. Dios, que eres capaz de alzar la ruina cuando no amo su ruina el arruinado cuando gime sobre ella y adivina la huella en ella del primer pecado. Que con dejar caer lo caedizo no quedarías bien acreditado harías como todos, como hizo y el vulgo siempre desaconsejado. Señor, que siempre amaste lo vencido más que el triunfante desapoderado porque incluso de lo ya fenecido surge, si quieres, lo resucitado. Rey cuyo corazón se va al herido mas bien que al corazón acorazado que más por el enfermo habrás venido a nuestra tierra, que por el sanado. Rey a quien no interesa la victoria sino que sea el juego bien jugado y más que los laureles de la historia que salga alguno y sea buen soldado. Que sobre la política contienda no estas con uno ni con otro lado y estás encima dando siempre rienda al que se mata por un sueño honrado. Mírame, oh Rey, mi vida dimediada la flor de mi vivir ya dimediado con este gran dolor en el costado de no haber hecho nada, nada, nada. De no haber hecho nada consecuente a todo lo soñado y deseado de no haber hecho nada equivalente al gran honor del estandarte alzado. Mírame, oh Rey, el hontanar vacío el gran terreno yermo abandonado y ven Tú mismo un día como un río en mi vacío nunca resignado. Ven Tú mismo, Señor, a mi hondo abismo y no lo cures por apoderado como creaste el mundo por Ti mismo y portimismamente lo has salvado. Porque si llego al ataúd sombrío sin una flor en el peñon pelado no eres injusto, porque nada es mio pero no fueras tan santificado. Pues fuera tato desaprovechado y un lance y un albur tan mal perdido de hacer un gran milagro insospechado diferente de todos los que han sido. El más milagro y milagrez mas pura el mas sencillo y simplemente dado inmerecidamente regalado a su creatura de la nuca dura. Por el creador de todo lo creado P. Leonardo Castellani. Extraído de: Leonardo Castellani, "El Libro De Las Oraciones",

lunes, 23 de diciembre de 2013

ya falta menos... apretamos el paso

Para Steve Finch (Matthew Broderick), un optometrista de Massachussetts, la mejor época del año es la Navidad. Durante muchos años, ha conservado tradiciones que su mujer y sus hijos ya no pueden soportar. A pesar de ello, sigue teniendo un calendario del mes de diciembre repleto de actividades: la foto para la felicitación navideña, el ritual del árbol, los villancicos... Pero la felicidad de Steve se ve, de repente, perturbada por Buddy Hall (Danny DeVito), un astuto vendedor de coches que se instala en la casa de al lado.

Hace años, en el huerto de una pequeña iglesia había tres árboles, un gran roble, un frondoso manzano y un hermoso abeto. Al pie de los árboles vivían tres animalitos. Tamia, Mamá Gorrión y Lotor. Aunque los tres árboles tendían a discutir entre ellos, las visitas de su mejor amigo, un niño de siete años llamado Guillermo, siempre les alegraba. Pero un triste día el sacerdote de la iglesia tomó una decisión que iba a resulta catastrófica para nuestros amigos. La iglesia tenía que agrandarse y para ello necesitaba ganar espacio, por lo que uno de los tres árboles tenía que ser talado.
LA GRAN FAMILIA
Historia de una familia numerosa compuesta por un matrimonio, quince hijos y el abuelo. El aparejador Carlos Alonso tiene, además de paciencia y sufrida esposa, quince retoños y un abuelo de los que cuidar. Carlos practica, lógicamente y de manera desaforada, el pluriempleo. No le queda otro remedio si quiere sacar adelante a la familia, aunque todavía le quede la remota esperanza del Premio Nacional de Natalidad.

LA GRAN FAMILIA+ UNO
La vida de la desmesurada familia del aparejador Carlos Alonso ha sufrido varios cambios con el correr de los años: el nacimiento del hijo numero 16, la pequeña María, coincidió con la muerte de la madre, que dejó tras de sí un hueco irrellenable. El abuelo también ha fallecido. El padrino pastelero se ha casado, y los chicos han ido creciendo rápidamente...

domingo, 22 de diciembre de 2013

Catequesis 32. Antes de la natividad de Cristo

Teodoro Estudita Sobre el nacimiento del Salvador y sobre el deber de perseverar con tenacidad en nuestra vida monástica Hermanos y padres, ya se acerca la fiesta de la Teofanía [1], y ¡el día de la alegría está a la puerta! Es en efecto una gran alegría (cf. Lc 2,10), como nunca nos fue dada desde el inicio de los tiempos, que el Hijo de Dios haya venido a nosotros, no a través de figuras y símbolos, como cuando en un tiempo apareció a nuestros padres [2], sino visitándonos a través del nacimiento de una virgen y manifestándose a nosotros en persona. ¡En todas las generaciones no hubo evento más feliz que este, ni más admirable, entre todas las maravillas realizadas por Dios desde el inicio de los tiempos! Por esto los ángeles anuncian el misterio (cf. Lc 2, 13-14) y una estrella revela que el Celestial ha nacido en la tierra (cf. Mt 2, 2); por esto los pastores van a ver la salvación que les ha sido anunciada (cf. Lc 2, 15-17), y los magos llevan regalos (cf. Mt 2, 11); por esto es cantado un cántico nuevo, por la novedad de los eventos, puesto que el Dios glorificado en lo más alto de los cielos se ha manifestado en la tierra como paz (cf. Lc 2,14). De esto da testimonio el Apóstol diciendo: Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. (Ef 2, 14-16). Los profetas y los justos, desde el inicio de los tiempos, han deseado ver estas cosas (cf. Mt 13, 17), pero no las vieron sino a través de la fe. Nosotros, en cambio, como está escrito, hemos visto y nuestras manos han tocado al Verbo de vida: porque la vida se ha hecho visible (1 Jn 1, 1-2) y nosotros hemos obtenido la adopción filial (cf. Gal 4, 5). Pero ¿qué daremos al Señor por todo lo que nos ha dado? (Sal 115,3) Anticipándonos, el santo David lo ha ya proclamado: Alzaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor (Sal 115, 4). ¡Por esto alegrémonos, hermanos, ya que también nosotros hemos sido considerados dignos de dar un don al Señor, en cambio de todo lo que él nos ha dado! Y ¿cuál es ese don? La vida “que lleva la cruz” [3] que nosotros hemos elegido, y la confesión de fe en la cual permanecemos firmes y nos gloriamos, en la esperanza de la gloria de Dios (Rm 5, 2): lo que a juicio de todos es un martirio. De este modo, nosotros podemos celebrar la fiesta no en un solo día, sino por toda la vida, mientras que los que son gobernados por la carne y prisioneros de sus pasiones, no pueden celebrar esta fiesta, incluso si dan la apariencia de hacerlo, ni obran como hombres libres, siendo esclavos de sus pasiones y vendidos al pecado (cf. Rm 7, 14). Y en efecto está escrito: Quien comete un pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no permanece para siempre en la casa, sino el hijo es quien permanece para siempre (Jn 8, 34-35). Por esto, entonces, también nosotros, por gracia hemos sido juzgados dignos del nombre de hijos, permaneciendo para siempre en la casa, si mantenemos hasta el fin nuestra firmeza inicial (Heb 3, 14). Por esto, fortificados en el Espíritu Santo, perseveramos en nuestra vida monástica, y buscamos estimularnos unos a otros en la caridad y en las buenas obras (Heb 10, 24), en la obediencia, en la humildad, en la mansedumbre, y en toda otra tarea noble, sin desviar nuestro propósito, sino siempre más fortalecidos, y tanto más cuanto vemos que el día se acerca (Heb 10, 25). Se acerca, en efecto, el día del Señor, día grande y espléndido (Hechos 2, 20), en el cual el juez de todos se revelará y se mostrará en la gloria con la cual se mostró a los apóstoles en la divina transfiguración (cf. Lc 9, 28-36), poniendo delante de sí y juzgando a toda creatura, para dar a cada uno según sus acciones (Ap 22, 12). Y esperamos poderlo ver también nosotros, junto a todos los santos, mientras nos mira con rostro benigno y nos acoge en el reino de los cielos, por la gracia, la misericordia y la bondad de nuestro Señor Jesucristo, al cual se dan la gloria, el honor y la adoración, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Teodoro Estudita Nelle Prove, la fiducia. Piccole catechesi Ed. Qiqajon. Comunità di Bose. 2006 Págs. 169-171 [1] El nombre de “Teofanía” (tà theophánia) en oriente puede indicar tanto la fiesta de Navidad celebrada el 25 de diciembre, como la fiesta de la Epifanía, celebrada el 6 de enero. Sobre los dos nombres de la fiesta de Navidad, cf. Gregorio de Nacianzo, Orariones 38, 2: “Ahora, ¿es la fiesta de la Teofanía o de la Navidad? En efecto, se dice de un modo o de otro, ya que los dos modos hacen referencia a un único acontecimiento… El nombre de Teofanía se usa porque Él se ha mostrado, el de Navidad porque Él ha nacido”. [2] Las teofanías del Antiguo Testamento son releídas por los padres como epifanías del Verbo. Cf. Ireneo de Lión, Contra las herejías IV, 20, 10-11; Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia I, 2, 6-10. [3] Es decir, la vida monástica.

sábado, 21 de diciembre de 2013

principe y mendigo

... como Cristo, pero sin la tontería del prota

viernes, 20 de diciembre de 2013

jueves, 19 de diciembre de 2013

otro... a ver si lo conseguimos

... podemos versionarlo en español que es el original?


ahora a toda orquesta...

miércoles, 18 de diciembre de 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

un villancico para aprender

el cantito de la novena

 y otro de regalo

lunes, 16 de diciembre de 2013

domingo, 15 de diciembre de 2013

Y por qué no soñar?

... como dijo9 Isaias a proposito de lobor corderos, leones y terneros, etc

sábado, 14 de diciembre de 2013

viernes, 13 de diciembre de 2013

El festin de Babette

Siglo XIX. En una remota aldea de Dinamarca, dominada por el puritanismo, dos ancianas hermanas, que han permanecido solteras, recuerdan con nostalgia su lejana juventud y la rígida educación que las obligó a renunciar a la felicidad. La aparición de Babette, que llega desde París, huyendo del Terror, cambiará sus vidas. La recién llegada tendrá pronto ocasión de corresponder a la bondad y al calor con que fue acogida. Un premio de lotería le permite organizar una opulenta cena con los mejores platos y vinos de la gastronomía francesa. Todos los vecinos aceptan la invitación, pero se ponen previamente de acuerdo para no dar muestras de una satisfacción que sería pecaminosa. Pero, poco a poco, en un ceremonial intenso y emotivo, van cediendo a los placeres de la cocina francesa.
y me dicen que es favorita del papa Francisco

jueves, 12 de diciembre de 2013

Morenita es...

LA VIRGEN MORENA
 
El codice Guadalupano
 
Los enigmas de Guadalupe
 
Aquí un gran documental del P. Loring S.J.
 
La Virgen de G. y sus misterios
 
Gimenez del Oso. En busca del misterio
 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

martes, 10 de diciembre de 2013

lunes, 9 de diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

sábado, 7 de diciembre de 2013

viernes, 6 de diciembre de 2013

jueves, 5 de diciembre de 2013

miércoles, 4 de diciembre de 2013

poema de Leonardo C.

En mi soledad estoy
y en mi soledad me angustio
y canto solo de miedo
y el eco me sigue a dúo.

 Porque existe un padre corto
-y debe existir mas de uno-
¿deberé morirme yo morirme
o volverme estupido?

 Ningún mortal ha creado
lo que soy, poco o mucho:
hay un solo Padre Eterno
los demás son... latifundios...

 "Desensillar -como dicen- 
hasta que aclare Juan Rubio".
Mejor dormir o cantar
que caminar en lo oscuro.

 No se puede vivir hoy
sin deporte, y sin el gusto
del riesgo y de la aventura
y del humor y del humo.

 Poruqe en el mundo que corre
hay un toro suelto y bruto
que ha saltado la barrera
y hay que torear el absurdo.

Parezco una mujer,
pero una mujer es peor que un mulo
acerca de ciertas cosas
que ella solo ve -o ninguno.

La verdad es pegadora
aunque su conchavo es duro
defender las cosas que hizo Dios,
es su programa único.

 Déme Dios la gracia
de sucumbir bien si sucumbo...
si él quiere librarme,
Él sabe y me librara a lo brujo.

 Cristo cayó bajo el leño
no gallardo pero puro
no se revolcó, no dio coces,
no lanzó rebuznos.

 El mundo es ancho. La vida
es tenaz. Dios es profundo.
La maldad, la tontería
son falsas reinas del mundo.

 Al cabo de siete años
lo que el hombre ha dicho es nulo
y a las siete veces siete
todos quedamos desnudos.

 He escrito en mi testamento
que pongan en mi sepulcro:
"Este ha amado la verdad
 como un niño como un burro.

 Naturalmente no fue César
 ni Creso ni Lúculo...
 y le dieron prestamente
 permiso de ser difunto".

 Pero la verdad un día
pondrá una flor en mi túmulo.
Todo pasa. El alma queda.
Este es el asunto.

                Manresa, 1 de febrero de 1949
Leonardo Castellani de "El libro de las oraciones",

martes, 3 de diciembre de 2013

QUIJOTISMO

Pues todo aquel que vive sin locura es menos cuerdo que lo que él se piensa y pues princesa prometida inmensa- mente es mejor que esclava bien segura. Pues la llaga de amor nunca se cura sino más honda haciendola y extensa con la renuncia de la recompensa y el tomar por presencia la figura. A fuer de don Ignacio y san Quijote dejando el viejo pajaro-en-mano scogí los cien pajaros en vuelo y se me puede ver al estricote pisoteando de la tierra el guano que es mi manera de mirar al cielo. L. Castellani, 8 de mayo de 1943 "El Libro de las Oraciones"

lunes, 2 de diciembre de 2013

ALMA DE DIOS

Eloísa es una huérfana que, cansada de los malos tratos que recibe de la mujer que se ha hecho cargo de su educación, decide huir a Madrid para rehacer su vida. En la carretera es recogida por un joven y entre los dos surge el amor. Una vez en Madrid, Eloísa se aloja con una tía suya y su prima Irene. Pero los problemas comienzan de nuevo cuando Irene, para poder realizar un matrimonio de conveniencia, hace pasar a su hijo biológico como hijo de Eloísa

domingo, 1 de diciembre de 2013

sábado, 30 de noviembre de 2013

DE ADVIENTO

DOMINGO PRIMERO [Lc 21, 25-33] Lc 21, 25-28. 34-36 HAY cosas que no pueden saberse sin volverse loco, antes de saberlas o después de saberlas. Imaginemos por ejemplo que un sanjuanino hubiese conocido de antemano el terremoto de San Juan ¿no era como para volverse loco? ¿Y si hubiese tenido que anunciarlo? Pobre de él... Cuenta el historiador Josefo, en La Guerra Judaica, que antes de la destrucción de Jerusalén apareció en sus callejas uno que no se sabía si estaba loco o inspirado, venido nadie sabe de dónde, que tenía el mismo nombre de Nuestro Señor (Ieshua), el cual recorría la ciudad sagrada -y deicida- gritando sin cesar "¡Ay de Jerusalén! ¡Ay del Templo!...". Fue detenido, interrogado, reprendido, amenazado, castigado y azotado, como "derrotista" y sacrílego; y todo fue inútil; nadie pudo hacerle abandonar su estéril tarea, hasta que un día fue herido en la frente por un proyectil arrojado de una catapulta; y cayó muerto gritando: "¡Ay de mí!". Es un ejemplo de lo que decimos: este cuitado había visto la realidad antes que los demás. El que tiene razón un día antes, veinticuatro horas es tenido por irrazonante -dice un proverbio alemán. Hay muchas palabras en el Evangelio que son o de un Dios o de un loco; y que no pueden ser de un hombre común; y el Discurso Esjatológico es una de ellas. Sobrecoge el ánimo imaginarse a ese grupo de pescadores y labradores galileos sobre el borde Norte de la ciudad (sobre el Templo y mirando a Jericó); rodeando a Ieshua-ben-Nazareth y escuchando salir de sus labios, a manera de relámpagos que rompen la noche del futuro, palabras desmesuradas como éstas: "Será la tribulación más grande que ha existido desde el principio del mundo; más grande que el Diluvio... Se secarán los hombres de miedo y de expectativa ante las convulsiones del Universo... Las fuerzas cósmicas se descompaginarán... Habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas; y gran presión entre los pueblos... Entonces alegraos [!] porque está cerca vuestra redención... Verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran majestad y poderío... El cielo y la tierra, pasarán; mis palabras no pasarán." Hay muchos lugares en el Evangelio en que Cristo pronuncia palabras que a ningún puro hombre serían lícitas, palabras que rompen el equilibrio humano y muestran como en un relámpago los abismos de la Eternidad; y sin embargo no están pronunciadas con énfasis ni ahuecando la voz, como hacen los poetas humanos que se tienen por "os magna sonaturum"-y Olegario Andrade y su maestro Hugo en esto de hacerse los "bíblicos" llegan muy lejos- sino más bien atenuadas y como puestas en sordina. Estas palabras sobrehumanas fueron notadas desde el primer momento: "¿Quién es Éste? Éste no habla como los demás rabbíes. ¡Nadie ha hablado jamás como este hombre!...". Efectivamente. El apokalypsis de Lucas, cuya perícopa final se lee en este Domingo primero del año litúrgico, es el más breve de todos; y aquel en que está en cierto modo indicada la división de la doble profecía; de los signos de la caída de Jerusalén hasta el versillo 25; y los de la agonía del Universo, del 25 al 32; puesto que lo que hay que decir, como vimos, de esta dificultosa escritura, es que predice a la vez el fin de una época de la historia del mundo y el fin de toda la historia del mundo: en dos planos subordinados, que se llaman typo y antitypo. Pero en este evangelio esos signos se pueden distinguir más o menos en dos secciones, de las cuales la primera mira más bien el fin de Jerusalén y el Templo, y como fondo al fin de la Cristiandad y el mundo; y la segunda más bien el fin del mundo. Cosa análoga sucede, como ya hemos notado, en el discurso de la Promesa de la Eucaristía (]n VI, 22-58): trata del "Pan de vida", es decir, a la vez de la Fe y del Sacramento; y primeramente la fe está delante como figura y el sacramento detrás como fondo; y luego paulatinamente el Sacramento de la Fe ocupa sin solución de continuidad el primer plano. El año 1941 este mismo Domingo primero de Adviento, prediqué este evangelio en la Iglesia de Don Bosco de la ciudad de San Juan; tengo todavía los apuntes: el evangelio de los Terremotos. Si hubiese sabido que poco después San Juan iba a ser probado por la Calamidad y la Catástrofe, ciertamente no hubiese podido ni nombrarlo al terremoto. Mas Nuestro Señor dice aquí que habrá "entonces terremotos grandes por varios lugares, y pestilencias y hambre, y terrores desde el cielo, y grandes señales...". Enseguida después de la tribulación de aquellos días -especifica San Mateo- el sol se oscurecerá, la luna se pondrá sangrienta y las estrellas caerán del cielo -sol en la Escitura es el símbolo de la verdad religiosa; luna, de la ciencia humana; estrellas son los sabios y doctores-porqué "las fuerzas cósmicas se desquiciarán" que así se traduce mejor lo que la Vulgata vierte: "las virtudes del cielo se conmoverán"; pues el texto griego dice literalmente "las energías uránicas" ("dinámeis toan ouranoóna). Los intérpretes se preguntan si estos signos en el cielo tan extraordinarios serán físicos o metafóricos; si hay que tomar esas palabras del Profeta como símbolos de grandes desórdenes y perturbaciones morales, o si realmente las estrellas caerán y la luna se pondrá de color de sangre; en cifra, si los "terremotos" profetizados serán los terremotos de San Juan visibles o bien los invisibles -y mucho peores- terremotos de Buenos Aires. Probablemente las dos cosas; porque al fin y al cabo, el universo físico no está separado del mundo espiritual -los ángeles mueven los mundos, decían los antiguos filósofos- y estas dos realidades, materia y espíritu, que a nosotros aparecen como separadas y aun opuestas, en el fondo no son sino como dos rostros de la misma realidad fundamental. Esas "fuerzas del Cielo" de que hablamos, para los filósofos griegos eran espíritus, para los científicos modernos son vibraciones del éter; y esas "energías cósmicas", que somos advertidos "se desquiciarán", el hombre ya les ha encontrado el quicio, porque ha penetrado en ese éther (áitheer) que los griegos tenían por el alma del fuego o el fuego esencial; y Santo Tomás enseñó es el dominio propio de los ángeles. El hombre moderno ha penetrado en este dominio de los ángeles guiado quizá por uno de ellos ¿chi lo sá? Lo cierto es que los grandes astrólogos, alquimistas y hechiceros de nuestros días han realizado un enorme progreso: han inventado el instrumento con el cual se puede destruir el mundo; o por lo menos "la tercera parte de él", como dice el Apokalypsis. "Las energías uránicas se desquiciarán...". Bien, la bomba atómica la fabrican hoy con un metal llamado uranio, al cual lo desquician o desintegran. Lo que tiene que ser, será. El tiempo no vuelve atrás. La creación madura. El drama de la Humanidad pecadora, redimida y predestinada, tiene que tener su desenlace. El Bien y el Mal han ido creciendo en tensión desde el principio del mundo, como dos campos eléctricos; y algún día tendrá que saltar la chispa. Ese día no es un día perdido en la lejanía de lo ilimitado, porque Cristo por San Juan pronunció categóricamente que sería -relativamente- pronto; y por San Lucas y los otros Sinópticos recomendó que estemos ojos abiertos para verlo venir. "Mirad la higuera: cuando reverdece vosotros sabéis que está cerca el verano; así cuando veáis que comienzan estas cosas, sabed que está cerca vuestra redención." Las primeras generaciones cristianas vivieron en la ansiosa expectativa de la Parusía, conducidas a ello por el versículo oscuro y ambivalente de cuya dificultad hemos hablado; mas no es verdad lo que dicen los racionalistas actuales, que se "han equivocado" propiamente, pues una cosa es temer, otra es afirmar; y así vemos, por ejemplo, que San Pablo reprende a los de Tesalónica los cuales temerariamente "afirmaban"; declara y reitera que "él no sabe", ni nadie, cuándo será el Advenimiento; reta a los temerarios o perezosos que arreglaban su vida sobre la base de esa afirmación; y les notifica que no puede aparecer el Anticristo mientras no sea retirado el "Obstáculo" -ese misterioso "katéjon-katéjos" que está una vez en género neutro y otra en masculino- y que el "Obstáculo" todavía está allí "¿No recordáis que os lo dije?", reprende el Apóstol. "A ellos se lo dijo, a nosotros no", se queja San Agustín. A pesar de eso, este eco del versículo difícil se dilató y resuena aún en la Epístola CXXI, § 11, de San Jerónimo, siglo V; cuando vencido y muerto el "Imperator"EsúYicón por el vándalo Alarico, los reyes bárbaros desbordaron la frontera de Milán y tomaron y saquearon a Roma, haciendo temer al solitario de Belén que había sido retirado el "Obstáculo"; el cual para él no era otra cosa que el Imperio y la Civilidad Romana; lo mismo que para Agustín 107 y la mayoría de los Santos Padres antiguos. Solamente cuando los sucesos mismos mostraron que aquella raya de "Esta Generación no pasará" se aplicaba solamente a la Pre-Parusía (el fin de la Sinagoga) y no a la Parusía, repararon bien los cristianos en los varios rasgos que en el Evangelio indican el Intersticio; como por ejemplo el patente versillo de Lucas XXI, 24, donde se predice la matanza y la dispersión de los judíos por todo el mundo, y que "Jerusalén será pisoteada por los Gentiles hasta que llegue el tiempo (del Juicio) de las naciones". Luego uno fue el Juicio de Israel, otro será el Juicio de las Naciones: dos sucesos separados contemplados como en uno. Este versillo dice con claridad un intersticio o intervalo entre los dos sucesos (Pre-Parusía y Parusía), claridad que resulta meridiana si se repara en que el versillo alude a la Profecía de las 70 Semanas de Daniel, donde paladinamente se predice la destrucción de Salen y su Santuario por un Príncipe y su ejército, y después la "Abominación de la desolación que durará sobre la Ciudad Santa y Deicida hasta que el mismo Devastador [el Imperio Romano, la Romanidad] sea a su vez devastado"; que es lo que se diría está pasando o por pasar ahora; a 1.900 años de la devastación de Salen por Tito César. Del Libro de las Instituciones Divinas de Lactancio, libro XII, capítulo 15. “Título.- Que la submersión del Faraón y los Egipcios, y la liberación de los Hebreos de la servidumbre egipcia prefigura la liberación de los elegidos y la reprobación de los condenados que ha de ser en el fin del mundo. Y que muchas señales precederán a la liberación ésta, igual que aquella. Y que antes desaparecerá el Imperio Romano. Y que la hegemonía total retornará al Asia... Tenemos en los arcanos de las Sacras Letras [escribe Lactancio y traduzco en el mismo tono retórico del autor] que el Patriarca de los Hebreos pasó al Egipto con toda su familia y parentela apremiado por la carestía de alimentos; y que su posteridad, habiendo habitado mucho tiempo en Egipto y crecido en sector numeroso, siendo oprimida con yugo de esclavitud grave e intolerable, hirió Dios a Egipto con llaga insanable y libertó a su pueblo sacándolo por el medio del mar, rasgadas las aguas y apartadas a una y otra parte, para que el pueblo caminara por lo seco; mas tentando el Rey de los Egipcios seguir a los fugitivos, volvió el piélago a sus cauces, y el Rey fue atrapado con todo su ejército. Prodigio tan claro y tan asombroso, aunque por el momento mostró el poder de Dios a los hombres, sin embargo fue principalmente signo y prefiguración de una cosa mayor, la cual parecidamente Dios ha de hacer en la última consumación de los tiempos. Pues liberó a su gente de la pesada esclavitud del mundo. Pero como entonces era uno solo el pueblo de Dios, y estaba en una sola nación, entonces sólo Egipto fue golpeado. Mas ahora, porque el pueblo de Dios congregado de entre todas las lenguas, habita entre todas las gentes, y es dominado y oprimido por ellas, ocurre que todas las naciones, es decir, el orbe entero, sea azotado con justo flagelo, para librar al pueblo santo y cultor de Dios. Y como entonces acontecieron prodigios con que la futura derrota de Egipto se mostrara, así en el final sucederán portentos asombrosos en todos los elementos, por los cuales se entienda por todos el final inminente. Aproximándose pues el término de este ciclo, es forzoso que se inmute el estado de las cosas humanas y caiga más abajo aún, a causa de la maldad creciente; de tal modo que aun estos tiempos nuestros en que la injusticia y la malignidad creció al sumo grado, en comparación con aquel mal extremo e insanable, se podrían tener como felices y realmente áureos. Pues de tal manera escaseará la justicia; y crecerán de tal modo la codicia y la lascivia, que si algunos entonces fueren buenos, serán presa de los malevos y atropellados de todos modos por los injustos; sólo los malos serán opulentos, y los buenos se debatirán en la pobreza y en las vejaciones. Se confusionará todo el derecho y perecerán las leyes. Ninguno entonces poseerá nada si no fuere adquirido o defendido malamente: la audacia y la fuerza lo poseerán todo. No habrá confianza en los hombres ni paz ni humanidad ni pudor; ni verdad. Y así tampoco habrá seguridad ni gobierno derecho, ni refugio contra los males. Toda la tierra se alborotará, y rugirán guerras por doquiera; todas las gentes andarán en armamentos y se resistirán mutuamente. Las naciones fronterizas pelearán entre sí. Y Egipto el primero de todos pagará el castigo de sus estúpidas supersticiones y será cubierto de un río de sangre. Entonces la espada recorrerá la tierra, segándola toda y postrando las cosas como mies madura 108. Y de esta confusión y devastación, la causa será que el nombre Romano, por el cual hoy se rige el orbe (me horroriza el decirlo, pero lo diré porque ha de suceder) será quitado de la tierra y el dominio volverá al Asia, y de nuevo mandará el Oriente; y el Occidente servirá. Ni debe extrañar a nadie que un reino tan potentemente cimentado, tanto tiempo y por tan magnos varones valido, y con tan grandes munimentos confirmado, todo no obstante un día caerá. Nada hay creado por fuerzas humanas que las mismas fuerzas humanas no puedan destruir: porque mortales son las obras de los mortales; pues los otros reinos anteriores, habiendo luengamente florecido, sin embargo también murieron...” No sabemos de dónde sacó el insigne predecesor y maestro de San Agustín en el siglo III esta descripción y predicción de unos tiempos que, en nuestra opinión, se dan un aire a los del siglo XX... Pero allí está ella; y yo la he copiado al pie de la letra. Cristo quizá advirtió a sus oyentes -como algunos quieren creer-que los dos Grandes Sucesos no eran Uno sino en reflejo; pero no así el Evangelista a sus lectores. San Pablo dijo a los de Tesalónica cuál era el "Obstáculo" que impedía la manifestación del Anticristo; "pero no a nosotros", exclama dolido San Agustín. La Primera Venida de Cristo fue marcada por Daniel profeta con una cifra exacta de años 109; pero no así la Segunda. Varias veces la Cristiandad (siglo IV, siglo X, siglo XTV) ha temido ya estar delante de "la Hora temida y el Día definitivo", como decía San Jerónimo el año 409; y se ha equivocado; pero algún día no se equivocará. Yo sé decir que si todos mis conciudadanos supieran algo que yo sé, habría más golpes de pecho y menos risotadas en la República Argentina. Desdichado del que ha sido escogido para saber cosas que no se pueden decir; pero feliz en definitiva el que ha sido escogido para saber cosas; y mil veces feliz si esas cosas son "las que te van a salvar" ("ea quae sunt ad pacem tibi", Lc 19, 42). Como el pobre loco Ieshua de Jerusalén, que las pasó muy malas; pero al fin y al cabo, él sabía, y los demás estaban ciegos. Notas: 106 Comienzo del año litúrgico. 107 De Civitate Dei, XX, 19. 108 Egipto: figura de la capital opresora, sea cual fuere. Ver Apokalypsis XI, 8. 109 Daniel dio una cifra exacta, aunque referida a una cronología convencional; y los exégetas difieren en la aplicación de esa cifra. DOMINGO SEGUNDO [Mt 11, 1-10] EL año litúrgico se abre con el Adviento que significa Venida o Llegada. La Iglesia abre y cierra el circulo litúrgico con un evan­gelio acerca de la Segunda Venida de Cristo o sea la Parusía; y durante las otras tres semanas del Advenimiento, lee tres evangelios acerca de San Juan Bautista, el nuncio de la Primera Venida de Cristo llamado el Precursor. Ellos contienen el primero, tercero y cuarto testi­monio que dio el Bautizador solemnemente de que el Rabbí Ieshua de Nazareth era realmente "El que había de venir, el Esperado; en aquel tiempo, ansiosa y nerviosamente esperado y ahora también; por los que conservan aquella antigua fe. Lo malo para comentarlos es que no están é ¿ese orden, sino al revés: primero está el último, el testimonio que dio, definitivamente desde el calabozo, licenciando a sus discípulos para que fuesen a Cristo; al cual testimonio Cristo respondió dando testimonial su vez de su humilde precursor con una gran alabanza, pero no lo libró de la cárcel. Este es el evangelio de hoy. Después viene el que dio a los fariseos; y por último el que dio ante todo el pueblo, desde el comienzo de su predicación, anunciando que había que prepararse enérgicamente porque había llegado el tiempo en que "toda la carne vería el divino Salud-Dador". Ante todo el pueblo es un decir, porque los que se congregaban en la ribera del Jordán cerca de Bethsaida, donde el salvaje nazareno bautizaba y clamaba, eran más bien pocos, de a grupitos; pero había allí de todas las profesiones y clases sociales, incluso fariseos; y hasta el mismo Herodes Antipas cayó allí una vez, por desgracia. De a grupitos pasaron por allí, al final, muchísimos; todo el pueblo, puede decirse (éste es el evangelio del tras-próximo Domingo). Así, pues, mientras Jesús trabajaba con sus Vimos oscuramente en el taller de Nazareth, apareció en una playita del [o llena de cañas y sicó­moros un desconocido venido del desierto, que podríamos llamar ermitaño, con larga melena nazarena, una piel de camello por vestido y un físico enjuto y quemado por el sol y las privaciones, pero de un coraje y una potencia extraordinaria: "salvaje magnético" lo llama Papini; "ende­moniado" lo llamaron a poco andar los fariseos. Este profeta poderoso austero humilde, que fue mártir de la moral natural, y no hizo otra cosa en su vida que "allanar los caminos" para otro, suscitó una gran expecta­ción, tanto que algunos creyeron era el Mesías; y un fuerte movimiento religioso, del cual benefició Cristo. Antes de predicar la moral divina, había que "enderezar los senderos" de la moral natural. El Bautista es la rectitud moral y la humildad llevadas al heroísmo; él predica la ley na­tural así como su Bautizado número uno promulgará más tarde la ley divina; los dos luchan contra la seudo Ley anquilosada y corrompida de los fariseos. Los temas de Juan son solamente tres: 1) Haced penitencia; 2) el Tiempo ha llegado de la Venida; 3) vosotros "raza de víboras", ¿qué os habéis pensado? Lo primero que hizo Cristo después de despedirse de su madre viuda y dejar el taller ("a su hermano Jacobo" dice Schalom Asch) fue recibir el bautismo de la penitencia, conexión visible y solemne de su misión con la de Yohanan; y por él con todos los antiguos profetas y todo el Antiguo Testamento. Como nota San Agustín la religión ("la Ciudad de Dios") es una sola; y se remonta hasta el principio del mundo, conec­tados todos sus tramos por nexos perspicuos y solemnes; Adán, Abraham, Moisés, Los Profetas, Juan Bautista, Cristo. Para enseñarla hay que te­ner autoridad y la autoridad no se inventa, se recibe. Allí en ese bautismo que tuvo lugar una tarde cualquiera de un día cualquiera ante un grupo de cualesquiera, sucedió la primera revelación del último Tramo de la Religión, el definitivo, tras el cual no hay ya que esperar otro, revelación que el mismo Juan necesitaba, pues "Aquel sobre quien descendiere el Espíritu, Ése es", le había sido dicho por el Espíritu en el desierto. Y así Cristo en toda su carrera se refiere siempre a esa primera revelación y vínculo legitimante ("¿Con qué autoridad dices estas cosas?".) Tú te has inventado una autoridad que nosotros no te hemos dado. "Con la auto­ridad que me dio mi Padre." "Éste es mi hijo querido en quien están todas mis complacencias. Oídle a Él" 110, dijo el trueno del cielo, al mismo tiempo que una luz en forma de paloma se cernía sobre los dos humildes nazarenos, inmergidos el agua hasta las rodillas, como lo hemos visto tantas veces... gracias a los pintores. No se entiende nada del Bautismo de Cristo si no se atiende a esta necesidad de la autoridad religiosa. "Yo no me he enviado, Dios me ha enviado" debe poder decir el Apóstol; y eso significa Apóstol: Enviado. "Tú no tienes necesidad de bautismo", dijo Juan a Jesús; "Deja eso aho­ra", le replicó éste. Necesitábamos nosotros ese nexo de la autoridad re­ligiosa. No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa avi­sa previamente a las autoridades. A veces lo autoriza Él mismo, o con la santidad de su vida, o con milagros; y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios a reconocerlo. Si lo desprecian, Dios permite que caigan en el peor error, y cometan el crimen más horroroso, que es matar a un hombre de Dios -por el hecho de ser de Dios- en nombre de Dios. Entonces un desastre espantoso se desploma sobre esta gente y so­bre el pueblo que representan, podrido como ellos. Pobre Argentina, que no escuchas a tus maestros, desprecias a los precursores y matas a los profetas. "Los fariseos -dice el Evangelista- despreciaron a Juan, y no recibieron el bautismo de penitencia, con lo cual se embromaron", y rehuyeron la sabiduría "la cual se justificó después por sus obras", es de­cir, por las obras milagrosas que hizo Cristo. Desde entonces comenzaron las violentas imprecaciones de Juan contra los jefes espirituales de la na­ción; pero no sin que antes el profeta hubiese dado llana y modestamente cuenta y razón de sí mismo a la delegación oficial de estos jefes oficiales, que se le aproximó cuando ya su nombre corría indetenible entre las gentes religiosas, que lo tenían por el Mesías, unos; por Elías el segundo Precursor, otros; y por un gran profeta, todos. La única profecía que hizo Juan fue reconocer al Mesías como Mesías; no es poco. Es todo, si se quiere. "Si queréis, él es ciertamente el Elias, el que ha de venir; pero esto que os digo es misterioso", dijo Cristo como última palabra acerca de Juan; el cual ya entonces (al fin del primer año, primera misión de Galilea, después de la primera resurrección de un muerto) estaba en el só­tano del palacio de Herodes, sin hacerse ilusiones acerca de su futuro: "Conviene que el Otro crezca y yo mengüe." Juan cerró entonces su misión entregando el resto de sus discípulos -ya había enviado a otros-, que con ansiedad en torno de él todavía se afanaban desesperanzadamente, al Taumaturgo que desde Cafarnaúm recorría el lago, las aldeas y las co­linas. Juan no había hecho ningún milagro; sus discípulos esperaban de él que, rompiendo cerrojos y cadenas, aterrorizase a Herodes y volviese a su puesto del río Jordán. No lo hizo. Pero el Mesías sí había de hacer milagros; era una de las señales que había puesto acerca de Él el profeta Isaías. Juan se comporta siempre con una humildad conmovedora; fiero delante de los fariseos, delante de Jesús se hace polvo: "No soy digno ni de atar las cintas de sus sandalias." Así en esta ocasión en vez de respon­der directamente a sus confusionados secuaces, envía a dos de ellos en su nombre y en representación de todos a Galilea a preguntar al Joven Maestro: "¿Eres Tú el que [desde hace siglos esperamos] ha de venir, o hemos de esperar todavía a otro?". Jesús tampoco respondió directamente -las palabras son pequeñas en algunas ocasiones- sino que prosiguió sin responder su predicación y sus curas delante de los dos johannidas y fi­nalmente dijo: "Andad y anunciad a Juan lo que habéis presenciado: Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sor­dos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados: y dicho­sos los que de mí no se escandalicen" (es decir, dichosos los que en mí no tropiecen; porque encontrando a Cristo, o se cree, o se da un encon­tronazo). Cristo resumió en esta breve respuesta las profecías taumatúrgicas de Isaías de los cantos 29, 35, 61, 13, 26 y sobre todo del canto 5: del cual dos frases literales están aquí: "Los ciegos ven... los pobres son ilumi­nados". Ése es el milagro fundamental de Cristo y de su Iglesia: iluminar. ¡Y ay de la Iglesia cuando los pobres no son iluminados! Apenas los dos johannidas, exultantes sin duda, zarparon, Cristo ca­nonizó al Bautizador, y le rindió a su vez testimonio. En la turba que lo escuchaba había quienes escucharon antes a Juan; y a éstos se dirigió: "¿A quién fuisteis a ver en el desierto de Besch-Zeda? ¿A una caña que el viento agita? Decidme ¿qué cosa fuisteis a ver...? ¿A un hombre vestido con elegancia? Los que visten fino están en el Palacio de Gobierno, no en el desierto. Respondedme pues a quién habéis andado a buscar. ¿A un profeta? Sí, así es, a un gran profeta y más que profeta. Éste es aquel de quien tenemos Escritura: He aquí que yo mando delante a mi Enviado, que prepare los caminos delante de Ti...". Es un versículo del profeta Malaquías. Cristo alude a los hombres "influyentes" que andaban por entonces vendiendo palabrería devota, que no tenía efecto alguno, como rumor de cañaveral; y a los Saduceos o progresistas (la secta rival de los Fariseos o separados) que hoy llamaríamos intelectuales que andaban en torno al diletante Herodes Antipas -por lo cual el Evangelio los llama a veces "herodianos"- discutiendo las últimas novedades de la filosofía de la Metrópoli. El ermitaño de Besch-Zedá era otra cosa. Cristo lo "canonizó": "Palabra de Honor [ex cáthedra] ningún hijo de mujer se alzó en el mundo mayor que Juan el Bautista", de donde algu­nos teólogos han discutido verbosamente si el Bautista es un santo ma­yor que Abraham o mayor que Moisés, o mayor que San José. Pero Cristo determinó claramente el sentido de sus palabras añadiendo otra exageración -todo Cristo está lleno de exageraciones equilibradas de a dos en dos, como los arcos góticos de una catedral-: "Pero yo os digo que el menor del Reino de los Cielos es mayor que él": con lo cual dijo que la preeminencia de San Juan se entiende solamente sobre todos los profetas del Antiguo Testamento; en efecto, los demás vieron de lejos y entre celajes al Mesías; y éste lo mostró con el dedo... Con Juan se cie­rran "la Ley y los Profetas" -añadió Cristo- y comienza la Iglesia, no en contra sino encima. Los judíos deberían levantarle una catedral en Jerusalén al Bautista. Y a lo mejor se la levantan, ahora que se están reuniendo todos allá. En Jerusalén en donde lo mataron. Ninguna catedral mayor que la devoción del pueblo cristiano al hís­pido profeta de Besch-Zedá: cosa de la mitad de los cristianos del mun­do se llaman Juan, sin contar una de las mejores provincias argentinas y contando todos los italianos que se llaman Bachicha ("Aserrín aserrán los maderos de San Juan [algunos dicen «los dineros de San Juan»] ¿dón­de están?"). El 24 de junio es en Europa el día más largo del año (el sols­ticio de verano) y los gentiles celebraban la víspera de ese día al dios Sol, encendiendo hogueras sobre las colinas para matar la noche del todo; y con festejos de alegría y con supersticiones pintorescas. Los cristianos transformaron esa fiesta étnica -cuyas supersticiones no obstante han llegado hasta nosotros- plantando al Precursor en ese día -entre nosotros el más corto del año- y transformando las hogueras de Apolo y Osiris en las fogatas de San Juan. Pero San Juan no fue el iluminador, no fue el sol, sino a la manera del alba que precede brevemente al sol, en verde, oro y sangre. "No era él la luz, sino para dar testimonio de la Luz", dice de él otro San Juan, el Evangelista. ■ La idea es que ese día hay que quemar todos los trastos viejos, cachi­vaches y rezagos que hay en la casa y hacer limpieza de basura e inutili­dades; y ése fue justamente el fondo de la prédica del Bautista; "Poner el hacha en la raíz del árbol muerto." ¡Qué andáis con pamplinas, con pa­labras muertas, con discusiones inútiles, con leyes nimias, con politique­rías pueriles y con pataratas de Reforma, Reacción y Revolución en los momentos en que las bases mismas del mundo se descompaginan todas! Quemad con la penitencia la leña muerta, si queréis obtener luz. Cuando veáis que los comunistas queman iglesias, haced vosotros en vuestro co­razón las santas fogatas de San Juan. Los "comunistas" queman iglesias ni, que les parecen inutilidades, ellos celebran a San Juan a su manera, que no es buena. La buena es que­mar las inutilidades del corazón. Cuando los vándalos quemaban iglesias en Roma, San Cipriano escribía a sus obispos: "No os deis afán por edi­ficar templos materiales en los cuales al fin y al cabo sabéis que un día se sentará el Anticristo. Edificad la fe en los pechos, templos que nadie puede quemar." Con esto no queremos decir que hay que dejarlos no más a los "comunistas" quemar Iglesias. ¡Cuernos! Notas: 110 La señora Julia de Seydell me advierte amablemente que el inciso "Oídle a él" no está en el Bautismo de Jesús sino en la Transfiguración (Mateo XVII, 1; Marcos IX, 1 y Lucas IX, 28). Reconozco que es así, para ser enteramente exacto. El origen de mi confusión es que algunos exégetas modernos conjeturan que en las dos ocasiones la voz del Padre fue la misma; y los Evangelistas reservaron la pequeña añadidura "oídle" -que de todos modos está implícita en la teofanía del Bautismo- para la ocasión más solemne; basándose para ello en la autoridad del Codex Beza. No me pare­ce probable esta conjetura. Ver sobre esto John O'Flynn y Reverendo A. Jones en Ca-tl)olic Commentary on Holy Scripture, Nelson, London. 111 Cuando se escribió esta homilía, acababa de acontecer en Buenos Aires el epi­sodio de "la quema de las iglesias", que fue imputado oficialmente a "los comunistas". Leonardo Castellani, "El Evangelio de Jesucristo",

viernes, 29 de noviembre de 2013

SOBRE LA OBEDIENCIA

I. La definición de "obediencia" de Santo Tomás es "oblación razonable firmada por voto de sujetar la pro­pia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección." Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay que creer, A. H., que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfec­to. La obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral. Ambos límites están también fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que físicamente es imposible asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obede­cer cosa en que se viese pecado, no ya mortal solamen­te, sino de cualquier clase. No se puede ejecutar vir­tuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería, relajamiento, vileza o claudicación moral. Esto significa simplemente que ningún hombre pue­de abdicar su propia conciencia moral, como nota el Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m. “Unusquisque enim tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo habet, sive sit naturalis, sive acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet secundum rationem aguere" (1). ¡No podemos salvarnos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía inte­rior la razón ajena: los actos morales son inmanentes y su "forma" es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio? Nuestro Padre Ignacio recogió de los antiguos Pa­dres dos expresiones metafóricas que si se tomaran literalmente engendrarían una monstruosidad. Como bastón de hombre viejo hay que obedecer y a manera de cadáver hay que obedecer: sí señor, pero no antes que la conciencia moral haya asimilado el mandato, colocándolo en la línea de su conocimiento de Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es evi ­ dente que esto no se puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridícula. El "ir a tomar la leona y traerla al superior suyo" podrá haber sucedido en la prehistoria del Cristianismo, aunque por cierto a mí no me consta; pero ningún teólogo sensato lo tendrá por lícito en casos normales. El obediente verdadero obedece al Superior menor a la luz de la voluntad conocida y amada del Superior mediano; y al Superior mediano a la luz conocida, entendida y amada del Superior Sumo; y la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz del Evangelio; y éste a la luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y con la cual el Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar una escala luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos muy excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la voluntad de Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y sobreelevarlo. Con esto queda dicho que la obediencia no se inven­tó para que en la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuel­va del revés y los necios presuman guiar a los entendi­dos y "llevarlos al hoyo", como previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los hombres la inteli­gencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo sabe; ni para destruir en los hom­bres la conciencia profesional ni la honradez intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los medio­cres engreídos, esos "superiores briosos y sin letras" a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: "Qui vos audit, me audit" (2) y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera venido. Los que llevados de cualquier pasión, o por ignoran­cia o por malicia, sabiéndolo o no sabiéndolo, quieren hacer un "cadáver" h literal de sus súbditos; o bien se sujetan al Superior con el servilismo inerte de estólidos "bastones"; pecan, abusan del don de Dios, desacredi­tan a Cristo. Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la obediencia camina entre la insumisión por un lado y por otro la sujeción servil, el espíritu de esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hom­bre como hombre, la ignavia (3), la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que son abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de sí, tomar el timón y ser el capitán de su propia alma. Lo cual es el principio de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una vida sobrenatural. II. La verdadera obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las morales; y por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin caridad es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, "por ser grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella". Ésas son las "virtudes locas", que a semejanza de las "verdades locas" de Chesterton, son dinamita. El P. Genicot pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales inequívocas y habituales de hos­tilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso estaría obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se vea formidolosidad (4); pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de uno de los "contratantes". Aristóteles enseña (Eth. Nic. IX, 6) que una sociedad cesa de serlo si se deseca en ella la "concordia", que es la amistad social; entre religiosos llamada "caridad". En ese caso hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin carne, en una máqui­na monstruosa que parece humana pero puede ser ocu­pada de hecho por el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en tal caso, aquel inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y total con que otro se le ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose desordenadamente y sin el control del amor divino y el lubricante del afecto humano, puede producir estragos, puede tortu­rar de una manera increíble; y yo no dudo que puede, permitiéndolo Dios, llegar al homicidio indirecto poco menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui odit fratrem, homicida est. (5) En efecto, se produce el caso de la madre desnatura­lizada, que es, dice Aristóteles, la bestia más cruel que existe: ¿Puede darse este caso? ¿Es posible esta desapari­ción de la caridad y la consiguiente aberración del po­der en lo religioso? Hélas, todo es posible al hombre corruptible y el mortal puede abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la Primera a los Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece difícil que acaezca en nuestra Com­pañía, que parece conservar de San Ignacio una heren­cia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja cuna o plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más temibles de la ambición y el nimio apego al mando. Sin embargo nuestros enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de máquinas inhumanas, autómatas inertes, conciencias mutiladas. No solamen­te poetastros delirantes como Eugenio Sué, sino hom­bres de talento, aunque adversos a nosotros, como Michelet, Quinet, Eduardo Estauniée, Boyd Barret, Aldous Huxley, se han aplicado minuciosamente a ha­cer grandes retratos odiosos de la Compañía como máquina destructora de la personalidad humana y fabricadora de horrendos "robots" con sotana. ¿Qué veían en ella para poder hacerlos? Veían las reglas sin el interior espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en ella la Regla Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin go­bierno o con mal gobierno; y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación Provincial y la Congregación General. A las cuales asisto por medio de esta carta. Porque a mí, la voz pasiva me la podrá quitar el Provincial, pero la voz activa me la dio Dios. El que tiene boca, a Roma va, —dice el proverbio. III. De la misma definición puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de la obediencia, a saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que a causa de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede cometer como una especie de profanación o sacrilegio. En efec­to, los votos hacen al religioso, según Santo Tomás, "res sacra" (6) a manera de los antiguos sacrificios. Dios mató a los profanos que comieron los panes de la proposición, que eran panes no consagrados, sino mera-mente ofrecidos a Dios por el pueblo. Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta doctrina de Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo Provincial: probó que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una custodia, con los cuales consta que se puede pecar aun gravemente por irreverencia o profa­nación. Es una custodia viviente: para él se han hecho todas las custodias de la tierra. Para el hombre se hizo el sábado. Si a algo creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies sacramentales, depositarias de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivi­mos nos movemos y somos, sino que veramente “vivit vero in me Christus” (7); y por la profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por eso es sacrilegio matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso también es profanación tratarlo .como animal o planta. Ahora bien, el cordón umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que el voto de obediencia; el cual por consiguiente agarrar con torpeza, manejar con descuido o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles, inconsideradas o simplemente menores en volu­men o ridículas en importancia, es pecado grave según todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración. En la Primera a los Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y muertes prematuras de los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la Sagrada Eucaristía. De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de pecados con flagelos cor­porales. "Ideo inter vos multi inflami et imbecilles et dormiunt multi." (8) Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y el sacro hombre que es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un bajón en la pureza, la verdad y la caridad en el modo de mandar, la falta de justicia distributiva en el gobierno, y la flojera e impo­tencia en reparar las injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo airado de Dios sobre las comunidades religiosas. He de decirlo aunque sea grave: el terrible destino del Padre Abel Montes, el lento naufragio de esa fina y delicada personalidad —de la salud en la neurosis, de la neurosis a la demencia, de la demencia en la muerte trágica y desolada— pudo muy bien tener como causa las fallas de la caridad en la Provincia y el uso inconsiderable del mandato ciego. No me consta. Pero tengo suficientes datos para creer, delante de Dios Nuestro Señor, que no es impo­sible. Y eso ya es bastantemente grave. Si no me consta, ¿por qué lo digo? Porque debo decirlo. Para que no se me pudra dentro. Sea ello como quiera, Deus scit, el caso es, AA. HH. míos, que estas consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni al planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí primero y luego para quien quiera recibirlas. Si nadie quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y el "tapujismo" vigentes en la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más indigno de sus hijos se hace patente, si los Rectores prudentes se creen con derecho e impedirme la "communicatio crebra" con mis carísimos Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la Congregación Provincial y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a morir por eso? Ni siquiera me van a parar, juro al cielo. Será peor para todos. Invenciblemente non sine númine (9) me siento obliga-do a decir mi verdad, por la vía que me queda abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la Compañía toda y la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, AL FUTURO PRÓXIMO ENCUEN­TRO DE CRISTO CON EL MUNDO. Leonardo Castellani, “Cristo y los fariseos” Notas: (1) Cada uno está obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de Dios, ya sea natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la razón. (2) Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16). (3) Apatía, flojedad. (4) Temor. (5) Todo el que aborrece a su hermano es un asesino (1 Juan 3,15). (6) Una cosa sagrada. (7) Es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2,20). (8) Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos (1 Corintios 11,30). (9) No sin inspiración divina.

jueves, 28 de noviembre de 2013

miércoles, 27 de noviembre de 2013

En Busca de la Felicidad

Chris Gardner (Will Smith) es un padre de familia que lucha por sobrevivir. A pesar de sus valientes intentos para mantener a la familia a flote, la madre (Thandie Newton) de su hijo de cinco años Christopher (Jaden Christopher Syre Smith) comienza a derrumbarse a causa de la tensión constante de la presión económica; incapaz de soportarlo, en contra de sus sentimientos, decide marcharse.
Chris, convertido ahora en padre soltero, tenazmente continúa buscando un trabajo mejor pagado empleando todas las tácticas comerciales que conoce. Consigue unas prácticas en una prestigiosa correduría de bolsa y, a pesar de no percibir ningún salario, acepta con la esperanza de finalizar el plan de estudios con un trabajo y un futuro prometedor. Sin colchón económico alguno, pronto echan a Chris y a su hijo del piso en el que viven y se ven obligados a vivir en centros de acogida, estaciones de autobús, cuartos de baño o allá donde encuentren refugio para pasar la noche.
A pesar de sus preocupaciones, Chris continúa cumpliendo sus obligaciones como padre y se muestra cariñoso y comprensivo, empleando el afecto y la confianza que su hijo ha depositado en él como incentivo para superar los obstáculos a los que se enfrenta.

martes, 26 de noviembre de 2013

The Omega Man

Cuando el destino nos alcance (Soylent Green)

lunes, 25 de noviembre de 2013

mentiras abortistas

... en estos últimos años, los descubrimientos científicos acerca del comienzo de la vida son de tal precisión y jerarquía que no se puede ignorarlos, o negar esas certezas. A modo de ejemplo —entre muchos— dos o tres hallazgos de la biología y la genética absolutamente concluyentes: En el cigoto, la primerísima forma de vida unicelular, fruto de la unión de óvulo y espermatozoide, ahí, ya están activos siete genes. Pensemos que esa célula es además la más especializada que pueda existir, en el sentido de que ninguna otra célula poseerá jamás las mismas instrucciones a lo largo de la vida del individuo que acaba de ser creado. Debemos decir que a partir de la formación del cigoto y en el proceso que sigue a partir de ahí, la célula primordial tiene autonomía para auto duplicar el material genético, además lo hace siguiendo pasos coordinados de complejidad creciente y mediante una progresiva diferenciación hacia formas cada vez más complejas y siempre con una orientación definida que ni se puede detener ni puede retroceder hacia etapas anteriores. Es decir que a partir del conocimiento de la dinámica del desarrollo embrional se puede ver que desde el inicio se trata de un organismo autónomo poseedor de todas las herramientas para alcanzar su pleno desarrollo. Por si esto no alcanzara, el genetista inglés Jeffrey a fines de los noventa hizo un descubrimiento realmente extraordinario, él probó que a partir del estadio de 3 (TRES) células ese individuo es único, rigurosamente diferente de cualquier otro individuo. Él fue quien descubrió la denominada huella digital de ADN contenida en las partes del ADN que no contiene genes y demostró que la posibilidad que se repita esa huella en otro individuo es un número casi inexpresable, y dificultosamente imaginable, tanto así como uno en 5000 billón de billones. El último argumento que mencionaremos, tiene que ver con la inmunidad celular. Específicamente con las llamadas moléculas HLA (Human Leucocyte Antigen). Carossella, un científico argentino radicado en Francia, descubrió que, pocos días después de que se forma el cigoto y antes de que se implante, en el cuerpo materno se origina la molécula HLA-G que permite la implantación del huevo fecundado en el útero, sin que lo destruyan las células defensivas maternas. Es decir que el cuerpo de la madre reconoce en el feto características inmulógicas claramente distintas a las suyas y sus defensas lo destruirían a no ser por la molécula HLA-G que permite la tolerancia feto maternal. Bastarían estas tres referencias científicas para acabar con tanta mentira repetida hasta el hartazgo. Una de sus ficciones preferidas, es la que dice que la mujer con su cuerpo hace lo que quiere, —la ciencia, recién lo vimos, demuestra todo lo contrario— que no es su sino otro cuerpo y otra persona, nueva y distinta lo que está en su vientre. Si hasta dentro del fatigoso repertorio de payadas y mentiras, se las ingeniaron para incluir al pensamiento mágico. Parece que, según esta gente, llegado a un determinado número de semanas de gestación, acaso por obra y gracia de algún encantamiento, surge un ser humano. Lo que antes era un montón de células, una nada, ahora, de golpe, es un hombre. A nadie puede escapar lo ridículamente absurdo del planteo, que ignorando las certezas o negando las evidencias biológicas, es lo mismo, intentan ponerle distintas fechas al comienzo de la vida, exclusivamente para acomodar el momento del aborto a lo que les convenga, ó les venga en gana. Es evidente que también el odio miente. Pero es que también los datos epidemiológicos dicen otra cosa respecto a proteger la salud de la madre. En Irlanda, por ejemplo, donde el aborto es ilegal casi siempre, la tasa de mortalidad materna es 5 por cada cien mil nacidos vivos, tres veces inferior a la de Reino Unido, 13 por cien mil nacidos vivos, y a la de Estados Unidos, 17 por cada cien mil nacidos vivos, países en los que aborto es ampliamente permitido... Naturalmente esta breve información científica no pretende abarcar en su totalidad un tema de esta magnitud y gravedad. Si dar algunos elementos para tratar de desenmascarar tanta falsedad agresivamente repetida sin otro propósito que justificar un crimen.El registro Eurocat informa que en Francia el 96% de los fetos Down es abortado. Al respecto hace pocos años un diputado parisino declaraba. “La verdadera pregunta que me hago es por qué queda ese 4 por ciento”. Está claro que el hombre sin Dios, parece estar recorriendo todas las profundidades del horror y todo indica que se siente cómodo y hasta satisfecho en ese territorio. Esa progresiva acentuación del espanto que se acercaba, la percibía Salvatore Quasimodo: “Eres aún aquel de la piedra y de la honda, hombre de mi tiempo. Yo te he visto, dentro del carro de fuego. Te he visto, con tu ciencia exacta dispuesta al exterminio. Eras tú, sin amor, sin Cristo”.

domingo, 24 de noviembre de 2013

sábado, 23 de noviembre de 2013

tela con la abortera

Nosotros avisamos con tiempo. TODOS LOS 25 SON DIAS PRO VIDA. Unete a la velada frente a la clinica Acuario

Los votantes de Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos) han rechazado, por un 55% de votos frente al 45%, laprohibición de los abortos de más de 20 semanas que había decretado el ayuntamiento.

Así que el abortorio llamado Southwestern Women´s Options [Opciones para las Mujeres del Suroeste], situado en esa ciudad, podrá seguir su tarea. Está especializado en abortos tardíos, y opera con impunidad al amparo de las permisivas leyes de dicho estado. Barack Obama es uno de los grandes valedores de este negocio, y como senador y como presidente ha hecho cuanto ha estado en su mano para evitar que estas prácticas sean prohibidas. En su momento recogimos en ReL 
las instrucciones que dan a las madres que acuden a esta clínica, incluido el terrorífico "no te mires abajo" que les aconsejan.

Entonces fueron cazados por una cámara oculta, y de nuevo 
Live Action, el 8 de noviembre, ha podido "colar" una mujer embarazada para evidenciar la frialdad y el cinismo («desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables», según la definición de la Real Academia) con que se atiende cada caso.

Abajo ofrecemos el vídeo completo, del que transcribimos los momentos más significativos.

00.31 (Recepcionista, quien explica que el procedimiento abarca una semana.) Serán 8.000 dólares. ¿Sigue sentada en su silla? [Risas] Y cada semana de más que dure el proceso, serían 1.000 dólares más.

00.57 (Consejera) Está usted de 27 semanas, 6 meses de embarazo.

1.06 (Consejera) Sí, está desarrollado. En términos de supervivencia, tendría dificultades y necesitaría asistencia en una incubadora. Pasaría un tiempo en el hospital antes de que pudieses llevártelo a casa.

1.37 (Abortera [doctora Carmen Landau, becada en Cuba]) Día uno. Le ponemos una inyección para que su corazón deje de latir, ¿ok?

2.06 (Consejera) Se le inserta [la aguja que succionará el cerebro para facilitar la salida del feto] en la base del cráneo.

(Madre) ¿Y él siente algo?

[El vídeo de Live Action introduce un cuadro donde se explica que todos los mecanismos que permiten al feto sentir dolor están desarrollados no más tarde de las 20 semanas.]

(Consejera) Eh, verás, no estoy... no estoy segura. Hum... Sería, bueno... No lo creo... No sé si está lo bastante desarrollado para sentirlo... Podría ser... ¿Esa idea te molesta?

(Madre) Sí, un poco, supongo. ¿Y a ti?

(Consejera) [Risas] Eh, bueno... creo que es... eh... necesario para el procedimiento, y en última instancia... eh... es más seguro y la forma más humana de hacerlo. Porque... eh... no podemos dar a luz un niño... vivo. [Risas]

(Madre) O sea, que es como tener un niño... pero un niño muerto.

(Consejera) Un "stillborn".

(Madre) ¿Qué es un "stillborn"?

(Consejera) "Stillborn" es un niño muerto.

3.10 (Madre, a la abortera) ¿Ha hecho usted esto antes con personas en mi si[tuación]?

(Abortera) Sí, montones de veces.

(Madre) Lo ha hecho montones de veces...

(Abortera) Sí.

(Madre) Ok.

(Abortera) Sí, sí. Vienen personas de todo el país y de todo el mundo a nuestra clínica, porque en la mayor parte de los sitios no puedes conseguir un aborto de más de 24 semanas. Así que vemos mucha gente que están realmente muy avanzadas en su embarazo. Las leyes de Nuevo México no ponen muchas pegas.

viernes, 22 de noviembre de 2013

pelicula de

Iremos a verla TODOS y será en el ABC Park el dia 5 de diciembre

jueves, 21 de noviembre de 2013

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Girolamo Savonarola

Como estamos estos dias con los macabeos y en el cole tengo a los mayores en mi atención pastoral, les dedico estas líneas por Gilbert Keith Chesterton... Savonarola es un hombre al que seguramente no comprenderemos hasta que sepamos cuánto horror puede haber en el corazón de la civilización. Esto no lo sabremos hasta que estemos civilizados. En cierto sentido es de esperar que nunca comprendamos a Savonarola. Los grandes libertadores han salvado a los hombres de calamidades que todos reconocemos como males, calamidades que son viejos enemigos de la humanidad. Los grandes legisladores nos salvaron de la anarquía; los grandes físicos, de la peste; los grandes reformadores, del hambre. Pero hay un mal inmenso e insaciable comparado con el cual estos son simples molestias, la más terrible maldición que puede abatirse sobre hombres y pueblos, un mal sin nombre al que llamamos satisfacción. Savonarola no nos salvó de la anarquía, sino del orden; no nos salvó de la peste, sino de la parálisis; no nos salvó del hambre, sino del lujo. Los hombres como Savonarola adivinaron la tremenda realidad psicológica que hay detrás de la mente de cada hombre, pero a la que nunca se ha dado un nombre: que la vida fácil es el peor enemigo de la felicidad, y la civilización, el fin potencial del hombre. Pues creo que el vehemente desafío que Savonarola lanzó a la suntuosidad de su época iba mucho más allá de la simple cuestión del pecado. Los modernos admiradores racionalistas de Savonarola, de George Eliot para abajo, hacen no poco hincapié en la legítima justificación ética de su furia, en el carácter espantoso y extravagante de los crímenes que ensangrentaban los palacios del Renacimiento. Pero no necesitan insistir tanto en que Savonarola no era un asceta, en que no hizo más que identificar las negras manchas de maldad con la beata clarividencia de un miembro de la Sociedad Ética.(°La Ethical Society o Ethical Culture fue un movimiento ético, educativo y religioso fundado en 1879 por Felix Adler que afirmaba los principios éticos como base de una vida plena y cuyos miembros se comprometían a ayudarse a ser mejores y a hacer el bien.) Sin duda odió la civilización de su tiempo y no simplemente sus pecados; y por eso fue mucho más profundo que ningún moralista moderno. Vio que los pecados mismos no eran los únicos males: que robar joyas, envenenar vinos y pintar cuadros obscenos eran simplemente los síntomas; que la enfermedad era la completa dependencia de las joyas, el vino y los cuadros. Es este un hecho que se olvida constantemente al juzgar a ascetas y puritanos del pasado. Denunciar los deportes inofensivos no siempre implica un odio ignorante por lo que solo un moralista estricto llamaría pernicioso. A veces implica un odio muy clarividente por lo que el mismo moralista estricto llamaría inofensivo. Los ascetas van a veces por delante de los demás, tanto como por detrás. Ese fue al menos el odio de Savonarola. No luchó contra los pecados triviales, sino contra la beatitud descreída e ingrata, contra la costumbre de la felicidad, el pecado místico por el cual toda creación es derribada. Predicaba esa severidad que es el sello distintivo de la juventud y la esperanza. Predicaba ese espíritu atento, ágil y alerta que tan necesario es para conseguir placer como para conseguir santidad, que tan indispensable es en un amante como en un monje. Un crítico ha señalado justamente que Savonarola no pudo oponerse realmente al arte porque era amigo de Miguel Ángel, Botticelli y Luca della Robbia. Lo cierto es que esa purificación y austeridad es incluso más necesaria para apreciar la vida y la risa que para ninguna otra cosa. No dejar que ningún pájaro pase inadvertido, fijarse pacientemente en cada piedra y en cada hierba, almacenar en la mente un ocaso tras otro, requiere disciplina en el placer y educación en la gratitud. La civilización que rodeaba a Savonarola era una civilización que había tomado ya el mal camino; el camino que lleva a inventar sin fin y a no descubrir nada, en el que lo nuevo se vuelve viejo con velocidad pasmosa, pero en el que lo viejo nunca se vuelve nuevo. La monstruosidad de los crímenes del Renacimiento no era señal de imaginación, sino, como toda monstruosidad, de pérdida de imaginación. Solo cuando dejamos de ver a un caballo como es, inventamos un centauro; solo cuando un buey deja de sorprendernos, adoramos al diablo. Lo diabólico es el estimulante de las imaginaciones estragadas, el etilismo del artista. Savonarola se consagró a la más ardua de las tareas, la de hacer que los hombres volvieran atrás y se maravillaran de las cosas sencillas que habían aprendido a ignorar. Es curioso que la menos popular de todas las doctrinas es la que enseña que la vida normal es divina. La democracia, de la que Savonarola fue tan fogoso exponente, es el más arduo de los evangelios; nada nos asusta tanto como el que decreten que todos somos reyes. El cristianismo, que Savonarola identificaba con la democracia, es el más arduo de los evangelios; nada nos infunde tanto miedo como el que nos digan que somos hijos de Dios. Savonarola y su república cayeron. La droga del despotismo fue administrada al pueblo y el pueblo olvidó lo que había sido. Hoy día hay quienes tienen un respeto tan extraño por el arte y las letras y por los solos hombres de genio, que consideran que el reinado de los Medici constituyó un progreso con respecto al de la gran república florentina. De estas personas y de su civilización debemos tener miedo hoy día. En muchas partes vemos los mismos síntomas que provocaron la ira de Savonarola: un hedonismo más ahíto de felicidad que un inválido de dolor, un sentido artístico que recurre al crimen porque ha agotado la naturaleza. En muchas obras modernas hallamos velados y horribles indicios de un sentido de la belleza de la sangre, de la poesía del asesinato, que es propiamente renacentista. La imaginación agotada y depravada no ve que un hombre vivo es más dramático que un hombre muerto. Y emparejado con ello va, como en tiempos de los Medici, el dejarse caer en los brazos del despotismo, el desear al hombre fuerte que es desconocido entre los hombres fuertes. Se adora al héroe dominante como lo adoran los lectores de Bow Bells Novelettes, y por la misma razón: un profundo sentimiento de debilidad personal.(°Bow Bells Novelettes fue una revista semanal especializada en literatura melodramática para las clases trabajadoras, que se consideró ejemplo de lectura corruptora. En Herejes (1905) dice Chesterton: «Nietzsche y Bow Bells Novelettes tienen evidentemente el mismo carácter fundamental; ambos adoran al hombre alto de bigotes rizados y fuerza hercúlea, y ambos lo adoran de manera un tanto femenina e histérica. Pero aun en esto la Novelette mantiene su superioridad filosófica, porque atribuye al hombre fuerte esas virtudes que suelen ser propias de él, como la pereza, la bondad y una casi temeraria benevolencia, así como una gran aversión a herir al débil»). Esta tendencia a delegar nuestros deberes se apodera de nosotros, y ese es el espíritu de la esclavitud, lo mismo si para sus serviles tareas emplea a siervos como a emperadores. Contra todo esto alzó el clérigo republicano su incesante protesta, prefiriendo fracasar a que el rival triunfase. La alternativa sigue siendo él o Lorenzo, la responsabilidad de la libertad o el libertinaje de la esclavitud, los peligros de la verdad o la seguridad del silencio, el placer del esfuerzo o la fatiga del placer. Los partidarios de Lorenzo el Magnífico están sin duda entre nosotros, hombres para quienes las naciones y los imperios existen solo para satisfacer el momento, hombres para los que la última y tórrida hora del verano es mejor que una larga primavera invernal. Tienen un arte, una literatura, una filosofía política que solamente valen por su efecto inmediato en los gustos, no por lo que prometen del destino del espíritu. Sus estatuillas y sonetos son obras perfectas y acabadas, comparadas con las cuales Macbeth es un fragmento y el Moisés de Miguel Ángel un esbozo. Para ellos sus campañas y batallas son siempre victoriosas, y César y Cromwell lloran por mil humillaciones. Y al final de todo ello está el infierno de no oponer resistencia, de la infinita molicie, en el que la naturaleza toda cae en la locura y el aposento de la civilización deja de ser un mullido apartamento para convertirse en una celda acolchada. Savonarola previó esta última y la peor de las miserias humanas, y dedicó todas sus colosales energías a encarrilar a la humanidad. Pocos lo entendieron; para unos era un loco, para otros un charlatán, para otros un enemigo de la alegría. No lo habrían entendido aunque se lo hubiera explicado, aunque les hubiera dicho que lo que quería era salvarlos de la catástrofe de una satisfacción que había de acabar juntamente con las alegrías y las penas. Pero hoy día hay quienes perciben el mismo silencioso peligro y oponen la misma silenciosa resistencia. También se cree que luchan por algún trivial escrúpulo político. El señor Hardy dice, en defensa de Savonarola, que el número de obras de arte que se destruyeron en la Hoguera de las Vanidades ha sido exagerado. Confieso que espero que la pira contuviera montones de incomparables obras maestras si el sacrificio hizo que aquel momento único fuera más real. De una cosa estoy seguro: de que Miguel Ángel, amigo de Savonarola, habría hecho con sus propias estatuas una pila y las habría reducido a cenizas de haber sabido que el resplandor que se proyectaba en el cielo era el alba de un mundo más joven y sabio.