jueves, 31 de octubre de 2013

miércoles, 30 de octubre de 2013

una de miedo

HITLER EL REINADO DEL MAL

martes, 29 de octubre de 2013

INCOMPRENDIDO

Tras una larga enfermedad, una mujer, madre de dos hijos, muere. El padre de los chicos se centrará entonces en su trabajo y en el cuidado de su hijo pequeño, desatendiendo las necesidades afectivas del mayor, un niño muy sensible al que trata como un adulto.

lunes, 28 de octubre de 2013

domingo, 27 de octubre de 2013

MILAGRO EN CASA

El padre de dos niños muy traviesos encuentran a la única canguro capaz de conectar con ellos. La peculiar señora que les manda la agencia consigue algo que parecía del todo imposible

sábado, 26 de octubre de 2013

EL ESCAPULARIO

Durante la época de la revolución mexicana, una mujer moribunda manda llamar al joven sacerdote del pueblo, ante el ella le confiesa poseer un milagroso escapulario que tiene el poder de protegerle la vida a quien lo posea, antes de morir ella le cuenta al escéptico sacerdote como el escapulario salvó la vida de sus hijos reviviendo así cuatro insólitas historias cruzadas.

viernes, 25 de octubre de 2013

ABORTO ANTES Y DESPUES

Lo que no se dice

jueves, 24 de octubre de 2013

La ley de la naturaleza humana

por C. S. Lewis. Tomado del libro “Cristianismo... ¡y nada más!” (Mere Christianity). Todos hemos oído a dos personas discutiendo. Algunas veces suena chistoso y algunas otras sencillamente desagradable; pero suene como suene, creo que podemos aprender algo escuchando las cosas que se dicen. Dicen cosas como estas: “¿Qué dirías si alguien hiciera lo mismo contigo?” “Esta es mi silla; yo la agarré primero”. “Déjalo, no te está haciendo ningún mal”. “¿Por qué me empujaste primero?” “Dame un pedazo de tu naranja; yo te di de la mía”. “Vamos; tú me lo prometiste”. Todos los días la gente dice cosas como éstas, ya se trate de personas educadas o no, de niños o de personas mayores. Lo que a mí me interesa en cuanto a estas expresiones es que quien las dice no está expresando solamente que no le agrada la manera de proceder de la otra persona. Está apelando a cierta clase de regla de conducta que supone que la otra persona debe conocer. Rara vez el otro replica: “Al diablo con tus reglas”. Casi siempre trata de argumentar que lo que hace no va en realidad contra las reglas, o que si las transgredió tiene para ello una excusa especial. Pretende hacer ver que hay una razón especial en este caso particular para que la persona que tomó primero la silla no la conserve, o que las cosas eran algo distintas cuando se le dio el pedazo de naranja, o que algo sucedió que le impidió cumplir la promesa. Parece como si en efecto ambas partes tuvieran muy en mente alguna especie de ley o regla de juego limpio, o conducta decente o de moralidad o de cualquiera otra cosa por el estilo, con la cual todos están de acuerdo. Y lo están. De no ser así, claro, pelearían como animales, pero no discutirían. Discutir es tratar de mostrar que la otra persona está equivo­cada. Y no habría sentido alguno en tratar de hacer esto a menos que haya alguna especie de acuerdo en cuanto a lo que es lo correcto e incorrecto; como tampoco tendría sentido el decir que un jugador de fútbol ha cometido una falta a menos que exista algún acuerdo en cuanto a las reglas del fútbol. Esta ley o regla en cuanto a lo correcto y lo incorrecto se conoce como ley de la naturaleza. Hoy día, cuando hablamos de las “leyes de la naturaleza”, por lo general nos referimos a cosas como la gravedad, la herencia o las leyes de la química. Pero cuando los pensadores antiguos llamaron a la ley de lo correcto y lo incorrecto “ley de la naturaleza”, se referían a la ley de la naturaleza humana. La idea era que así como todos los cuerpos se hallan gobernados por la ley de la gravi­tación y los organismos por las leyes biológicas, la criatura llamada hombre también tiene su ley, con esta gran diferen­cia: un cuerpo no puede escoger entre obedecer la ley de la gravitación o no, mientras que el hombre puede escoger obe­decer la ley de la naturaleza o desobedecerla. Podemos decir esto en otra forma. Cada hombre se halla sujeto en todo momento a varias leyes, pero sólo hay una de ellas que él puede determinar desobedecer. Como cuerpo, se halla sujeto a la ley de la gravitación y no puede desobede­cerla; si se le deja sin soporte alguno en el aire, no tiene más alternativa de caer o no caer que una piedra. Como organis­mo, está sujeto a varias leyes biológicas que no está en mayor capacidad de desobedecer que un animal. Esto es, no puede desobedecer aquellas leyes, que comparte con otras cosas; pero la ley que es peculiar a su naturaleza humana, la ley que no comparte con los animales o los vegetales o las cosas inorgánicas, la puede desobedecer si así lo prefiere. A la ley se le dio el nombre de ley de la naturaleza porque la gente pensaba que todos la conocían por naturaleza y no había necesidad de ser enseñada. Por supuesto que esto no significaba que no se pudiera encontrar aquí y allá algún indi­viduo raro que no la conociera, tal como hay gente que no puede distinguir los colores o no tiene oído para la música. Pero tomando la raza como un todo, pensaban que la idea humana de la conducta decente era obvia para todos. Y creo que estaban en lo cierto. Si no, todas las cosas que decimos en cuanto a la guerra carecen de sentido. ¿Qué sentido hubie­ra tenido el decir que el enemigo estaba equivocado a menos que lo correcto sea algo que los nazis en el fondo conocían tan bien como nosotros y debían poner en práctica? Si no tenían noción alguna de lo que consideramos correcto, aunque de todos modos hubiéramos peleado contra ellos, no podríamos haberlos inculpado por lo que hicieron más de lo que podríamos haberlos inculpado por el color de su cabello: Sé que algunos dicen que la idea de que existe una ley de la naturaleza o de la conducta decente que todos los hombres conocen no tiene sentido, puesto que las diferentes civiliza­ciones y las diferentes épocas han tenido muy diferentes moralidades. Pero esto no es verdad. Ha habido diferencias entre sus procedimientos morales, pero nunca han llegado a una dife­rencia total. Si alguien se toma el trabajo de comparar las enseñanzas morales de, digamos, los egipcios, los babilonios, los hindúes, los chinos, los griegos y los romanos antiguos, lo que lo dejará realmente asombrado es la semejanza que existe entre cada una de esas enseñanzas y las nuestras. Algu­nas de las evidencias de esto las he coleccionado en el apéndi­ce de otro libro titulado The Abolition of Man; pero para nuestro propósito de ahora baste pedirle al lector que piense en qué significaría una moral totalmente diferente. Piense en un país donde la gente admirara a quienes desertaran del campo de batalla, o donde un hombre se sintiera orgulloso de engañar a todos los que hubieran procedido bien con él. Es como tratar de imaginarse un país donde dos y dos fueran cinco. Los hombres pueden diferir en cuanto a con quiénes se debe proceder sin egoísmo (con los miembros de nuestra pro­pia familia, con nuestros connacionales o con todo el mundo). Pero siempre han estado de acuerdo en que uno mismo no debe ponerse en el primer lugar. El egoísmo nunca ha sido admirado. Los hombres han diferido en cuanto a si se puede tener sólo una esposa o cuatro; pero siempre han estado de acuerdo en que no se puede simplemente tener la mujer que a uno le venga en gana. Pero lo más notable es lo siguiente. Cuando uno se topa con alguien que dice que no cree que exista lo correcto y lo incorrecto, algo más tarde se verá que el mismo hombre echa mano de este principio. Puede que no cumpla la promesa que hizo; pero si se trata de no cumplirle lo que se le ha prometido, se quejará de que no es justo en menos de lo que un mono se rasca una oreja. Puede darse el caso de que una na­ción diga que los tratados no importan; pero casi en el mismo instante se contradice al decir que quiere romper un tratado particular porque no es justo. Si los tratados no importan, y si nada es correcto ni incorrecto (en otras palabras, si no hay ley de la naturaleza), ¿cuál es la diferencia entre un tratado justo y otro injusto? ¿No dejan al gato fuera de la bolsa al mostrar que, digan lo que digan, conocen la ley de la natura­leza como todos los demás? Parece, entonces, que nos vemos forzados a creer que existe lo correcto y lo incorrecto. Puede que algunas veces las gentes se equivoquen en cuanto a esto, tal como algunas veces suman mal; pero no es un asunto de gusto u opinión, como tampoco lo son las tablas de multiplicación. Si ya estamos de acuerdo en cuanto a esto, pasaré al punto siguiente, el cual es el siguiente. Nadie es completamente fiel a la ley de la natura­leza. Si hay alguna excepción entre mis lectores, les pido disculpas. Les traería mayor utilidad leer otra obra cualquie­ra, pues nada de lo que voy a decir tiene que ver con ellos. Y ahora, tornando a los seres humanos normales que quedan: Espero que nadie interprete mal lo que voy a decir. No estoy predicando, y Dios sabe que no pretendo ser mejor que nadie. Estoy sólo tratando de llamar la atención a un hecho: que en este mismo año, en este mismo mes, y con toda proba­bilidad en este mismo día, no hemos puesto en práctica la clase de conducta que esperamos que los otros practiquen. Puede ser que encontremos toda clase de excusas. Cuando no procedimos, bien con los niños fue porque nos hallábamos muy cansados. Aquella vez que procedimos un poco obscu­ramente en cuanto a asuntos de dinero (ya casi lo hemos olvidado) era que nos hallábamos acosados por alguna necesidad. En cuanto a lo que prometimos hacer a favor de Perano, nunca lo habríamos prometido si hubiéramos sabido cómo íbamos a estar de ocupados. Y en cuanto a nuestro proceder con la esposa o el esposo, la hermana o el hermano, si hubiéramos sabido lo irritantes que ellos son, no nos admi­raríamos tanto de los resultados. (Y ¿quién diablos soy yo? Soy lo mismo que ellos.) En otras palabras, no hemos cumplido muy bien la ley de la naturaleza; y cuando alguien nos dice que no la estamos cumpliendo, de inmediato encontra­mos una impresionante sarta de excusas. Lo que ahora inte­resa no es si son o no válidas. El punto que se destaca es que son una prueba más de cuán profundamente, ya sea que nos guste o no, creemos en la ley de la naturaleza. Si no creemos en la conducta decente, ¿por qué entonces debemos mos­trarnos tan ansiosos de presentar excusas por no habernos comportado decentemente? La verdad es que creemos tanto en la decencia, sentimos tanto, la presión de la ley, que no podemos enfrentarnos al hecho de que la estamos quebrantando, y por lo tanto, tratamos de zafarnos de la responsabilidad. Porque se notará que es a nuestro mal comportamiento al que le hallamos todas estas explicaciones. Es nuestro mal temperamento lo que pretendemos excusar al decir que estábamos cansados, preocupados o hambrientos. Sólo para nosotros mismos reconocemos que tenemos un temperamento irritable. Hay entonces dos puntos que he querido destacar. Primero, que todos los seres humanos sobre la tierra tienen esta idea curiosa de que debieran comportarse en cierta forma, y no pueden quitársela de la mente. Segundo, que en realidad no se comportan en esa forma. Conocen la ley de la naturaleza; la quebrantan. Estos dos hechos son el fundamento de todo pensar claro en cuanto a nosotros mismos y el mundo en que vivimos.

miércoles, 23 de octubre de 2013

ARMONIA

Moon fue profesora de música en una universidad, pero ahora está en el corredor de la muerte por cometer un crimen causado por el abuso de su esposo y suegra. En la cárcel conoce a una joven llamada Jeong-hye, que mató a su marido a causa del abuso físico en contra de ella. En el momento de su detención, Jeong-hye estaba embarazada y el bebé nació finalmente en la cárcel. Ahora, 18 meses después, el bebé de Jeong-hye debe ser dado en adopción. Para pasar un día con su bebé fuera de la prisión, Jeong-hye forma el coro músical de la cárcel. Ok Moon se convierte en la conductora de este coro. Las reclusas y los funcionarios de la prisión, pronto se ven conmovidos por la música producida por este grupo.

martes, 22 de octubre de 2013

Bullyng

“Aunque es descorazonador y aparecen temas duros, como el suicidio, la película trata el bullying de una manera honesta y está narrada de una forma que la hace apropiada para adolescentes y estudiantes si un adulto está presente para guiar el debate.” Lee Hirsch, director del film Como muchos sabréis, siempre he condenado esa lacra llamada acoso escolar o bullying apoyando a la vez cualquier campaña que luche contra esta problemática social. Siempre he estado especialmente sensibilizado con las víctimas que lo sufren y creo que toda esa vorágine de intimidación, hostigamiento, vejación y humillación que se dan en algunos centros educativos debe ser erradicada de raíz de una vez por todas. Son demasiados los casos de jovenes y jovencitas con secuelas psicológicas graves, suicidios y actos de violencia extrema como para no tomar cartas en el asunto y reflexionar acerca de un problema muy grave al que no dar la espalda.

lunes, 21 de octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

guardianes de altamar

Guardianes de altamar

sábado, 19 de octubre de 2013

jueves, 17 de octubre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

EL DIABLO A LAS CUATRO

Cuando un volcán, situado junto a un hospital infantil, en el Pacífico Sur, amenaza con entrar en erupción, un sacerdote y tres presidiarios tratarán de salvar la vida de los pacientes y del personal del hospital.

martes, 15 de octubre de 2013

EL MONASTERIO: EL SEÑOR VIG Y LA MONJA

Hace 50 años Jørgen Lauersen Vig compró el Castillo Hesbjerg, localizado en Dinamarca, con el objetivo de convertirlo en un monasterio. Ahora, muchos años después, Vig está a punto de cumplir su sueño. Pero un grupo de monjas rusas ortodoxas tienen objetivos totalmente distintos a los del anciano. De este modo, Vig deberá emprender un camino muy diferente al que imaginó en un principio.

lunes, 14 de octubre de 2013

El doctor

Doy las gracias nuevamente a todos los de la cadena de oración por su perseverancia en el amor y por su entrega y disponibilidad...

domingo, 13 de octubre de 2013

Anna

Una novicia a punto de profesar. La llegada al hospital donde trabaja de un antiguo novio, herido en un accidente, suscitará en ella un serio conflicto personal.

sábado, 12 de octubre de 2013

Antonio Royo Marin. El Espiritu Santo y sus dones

para los adultos de la cate de confir... y para Jose que ya se confirmo

ateos hoy?

todo un atraso

jueves, 10 de octubre de 2013

LA INJUSTICIA

"El amor a los enemigos no excluye la lucha contra la injusticia que está en ellos; antes a veces la impone." Hoy le saqué al viejo un artículo que escribió sobre la injusticia, aunque el título que le puso, para adaptarse al temario, fue Reflexiones sobre la justicia. Lo escribió para un certamen o juegos florales que hicieron en Brescia, para conmemorar el centenario de la aparición de la Psicología y la Ética de Rosmini, los hermanos del Instituto de la Caridad. Contra todo lo que presumíamos ¡sacó un accessit! Estaba tan contento de este modestísimo triunfo que se daba por satisfecho del trabajo de escribirlo en la cárcel sin libros y de haberlo traducido al italiano sin diccionario. El accessit no comportaba ni una sola lira; la honra tan sólo. Lo publicaron los hermanos en una revistucha con el pseudónimo de Aureliano Martínez Robles. Aquí se ve lo que hubiera producido este viejo cascarudo de tener los incentivos normales que tiene un escritor en su vida; cuando en medio del desierto de hielo en que vive es capaz de sacar de sus entrañas, como una araña flaca, tal cual parsimoniosa tela. Reflexiones sobre la Justicia. La injusticia es el disolvente más tenaz que existe. Una injusticia no reparada es una cosa inmortal. Provoca naturalmente en el hombre el deseo de venganza, para restablecer el roto equilibrio; o bien la propensión a responder con otra injusticia; propensión que puede llegar hasta la perversidad, a través del afecto que llaman hoy resentimiento. Es, pues, exactamente, un veneno moral. Hay una sola manera de no sucumbir a sus efectos: ella consiste en aprovecharlos para robustecer en sí mismo la decisión de no ser jamás injusto con nadie. ¡Ni siquiera consigo mismo! Con ayuda de los dolores que provoca en el alma la injusticia sufrida –que en los seres de gran temple moral son extremados-, hay que saber ver la fealdad y la deformidad de las propias injusticias-posibles, pasadas y futuras; y de la injusticia en sí. El que ha sufrido una gran injusticia en sí mismo, y no ha respondido con otra, no necesita muchas consideraciones para contemplar el punto de San Ignacio de Loyola: “considerar la fealdad del pecado en sí mismo, aun dado caso que no estuviese prohibido”. Vemos la fealdad del pecado más fácilmente cuando otro nos lo inflige, que cuando nosotros lo inflingimos. Devolver injusticia por injusticia, o golpe por golpe, no remedia nada. La venganza, que dicen es “el placer de los dioses”, es un placer solitario y estéril. La vindicta es el placer de los dioses, así como el quijotismo es su deporte. Nada más común en nuestra época que la indignación por la injusticia: es una de las características de ella. Esa indignación es natural; y nadie dirá que sea mala. Pero el remedio que se busca ordinariamente es malo, porque casi siempre implica otra injusticia. Repartir la tierra a los campesinos: para eso hay que arrebatarla primero por la violencia –y con injusticia en muchos casos- a los boyardos. Los boyardos cometían injusticias con los mujicks; sea: los tenían reducidos a un estado de primitivismo, les sustraían quizá el salario justo, pecado que según el catecismo “clama al cielo”. Pero el bolchevismo, que usó como instrumento político el estribillo “¡la tierra a quien la trabaja!” ha acabado por socializar la tierra y convertir al Estado en el Gran Boyardo, de manos más duras y corazón más pétreo que todos los otros juntos. Pagar con una injusticia la injusticia aumenta la injusticia. El péndulo empujado de un extremo se va al otro; y comienza el movimiento interminable del mal, “el abundar la iniquidad”, que dijo Cristo destruiría en los últimos tiempos hasta la misma convivencia. Esta actitud de digerir la injusticia resulta a la postre la mejor venganza. En efecto ¿qué se propone el odio? El odio se propone –o busca inconscientemente, pues hay odios inconscientes- esencialmente destruir. ¿Qué es mejor venganza que ofrecerle el resultado contrario, el ensanchamiento del alma propia, la purificación y mejora de la vitalidad interna? Pero ¿dónde está la alquimia que convierta ese veneno en medicina y alimento? “La ponzoña más dura y obstinada es la injusticia social... Una injusticia que no es reparada es una cosa inmortal...”. Si ¿dónde está el medio? Séneca decía: “Si alguien te ofende no te vengues: si el ofensor es más fuerte que tú, tenle miedo; si es más débil, tenle lástima”. Esta consideración, pronunciada a un hombre bajo el peso de una injusticia real y seria, tiene la virtud de ponerlo prodigiosamente furioso. El medio de digerir la injusticia es un secreto del cristianismo. Es la actitud heroica, y aparentemente imposible a las fuerzas humanas, devolver bien por mal, de bendecir a los que nos maldicen. El Evangelio contiene muchos secretos, muchos abismos de filosofía moral. El Evangelio asume a Séneca a las alturas de la eficacia total. Las fuerzas psicológicas del hombre son limitadas y pueden sucumbir a un gran dolor moral. “Consolar al triste...” – y eso no con palabras sino con ayuda verdadera, es la mayor de las obras de misericordia. Un gran dolor moral no consiste en un conjunto de imágenes lúgubres que se pueden espantar o apartar con reflexiones, distracciones o palabrería devota, como creen los santulones. Es pura y simplemente una herida, a veces una convulsión y una tormenta, que puede descuajar el alma y romperle sus raíces. Un gran dolor no pasa nunca como un nublado tras del cual nace el sol, según la manida metáfora. Penetra en el alma, la cambia, se incorpora a ella y permanece ya para siempre. ¿En que forma permanece, como veneno o como espuela? Ese es el problema. Un golpe grande que carezca del adecuado lenitivo puede desmoralizar para siempre a un hombre, intimidarlo, anularlo –y aun amargarlo y pervertirlo. Ése es su gran efecto natural. Recordemos al Sylas Marner de la gran novelista inglesa María Evans. Todos los remedios de la filosofía, elaborados tan sabiamente por Séneca y Boecio, son de efecto local; y en los casos graves son del todo insuficientes. Sólo el amor cura las heridas del alma. Y sólo un amor sin medida las heridas desmedidas. Cristo amó a la humanidad de ese modo. El amor del prójimo es el único remedio de la injusticia social; pero el amor que trajo Cristo es un amor desmedido. Él le señaló caracteres enteramente excepcionales: tiene que ser de obras más que de palabras, tiene que llegar hasta a amar al enemigo, y dar la vida por el amigo. Y para diferenciarlo de la caridad farisaica, el Maestro señaló su raíz, que es la justicia, y su flor, que es la misericordia. “Dais limosnas, pero habéis abandonado lo fundamental de la Ley, que es la misericordia y la justicia...”. En este gran remedio del veneno de la injusticia, que es ahogarla en el amor, se cumple quizá la promesa de Cristo a sus discípulos: “Et si mortiferum quid biberint, nihil eis nocebit”. Beberéis venenos y no os harán ningún daño. El resentimiento es literalmente un veneno. Esto no nos fue dicho, obviamente, para que bebamos cianuro a ver qué pasa, sino para que tengamos confianza cuando nos sintamos psíquicamente envenenados. Éste es el milagro que dijo Cristo harían sus discípulos “mayores de los que Él hizo”. Claro que él también lo hizo primero. Pero qué gracia, Él era Él. Amar a los enemigos parece imposible psicológicamente; sobre todo cuando uno los tiene; y más aún cuando los tiene encima. No se puede aprehender a la vez a un hombre como enemigo y como amable; y nuestro amor depende de nuestra aprehensión. No puedo amar sino lo que es “bueno para mí”. Además, parecería que eso de amar a todos destruye la actividad moral, paraliza la lucha contra el mal, infunde una apatía y una inercia budista, convierte a la sociedad en una tropa de borregos silenciosos o dulzones. Pero hay que advertir, al que hiciere estas objeciones tolstoyanas o gándhicas, tres cosas: Jesucristo no dijo que “no hay enemigos” como Buda; al mandarnos amar aún a nuestros enemigos, implica esa gran división entre los hombres, y no deroga el natural amor a los amigos, mayor que a los enemigos. Jesucristo no dijo: amad más a vuestros enemigos o amadlos igual que a vuestros amigos… Eso sería contra el orden de la caridad, cualesquiera sean las expresiones acaloradas de los santos, cuando tomados de la locura de la Cruz parecerían a veces expresar lo contrario. Jesucristo dijo: “Amad a vuestros enemigos”: pero no dijo: Poneos en las manos de vuestros enemigos. Cuando no hay jueces capaces de irrumpir contra la iniquidad cunde la injusticia, se propala el resentimiento y se vuelve casi imposible la convivencia. Esto profetizó claramente nuestro Redentor: “Porque abundó la iniquidad se resfrió la claridad en la mayoría”. Como una de las partes de la claridad es la amistad cívica, que Aristóteles explica es la base de la convivencia, se sigue que el resentimiento vuelto plaga endémica pone a la sociedad en condiciones casi invivibles. Eso es lo que esta pasando hoy. El resentimiento esa especie de rencor abstracto ha sido bastante explicado por Nietzsche y Max Scheler para ser ignorado por nadie. Basta abrir los ojos, tropezamos con él a cada paso. El “resentimiento”, así con comillas, no es vulgar rencor, odio o despecho; es indignación reprimida mal o insuficientemente, por fuerza y no por razón, que se irradia concentricamente de objeto en objeto y de zona en zona anímica, hasta contaminar, cosa curiosa, el mismo entendimiento. Hay hoy día ideologías de resentidos expuestos en lenguaje científico y con las mayores apariencias de objetividad. Max Scheler ha descubierto el resentimiento en las ideologías socialistas, en muchas herejías medioevales, en la apostasía del emperador Juliano –en lo cual le precedió la aguda observación de San Gregorio- y hasta en el libro DE CONTEMPTU MUNDI del Papa Inocencio II. Pero esta definición del resentimiento y su análisis en: Indignación por una ofensa represión violenta, tristeza, ansia de vindicta o venganza, desplazamiento concéntrico a objetos lejanos irradie sentimental contaminación intelectual son cosas pedantes. Bergson lo definiría rápidamente: ira ulcerada o bien rencor en septicemia. Esta septicemia no tiene más penicilina que una gran inyección de amor tan tremenda que sólo es posible por la Fe y por la Gracia –ayudados de intermediarios humanos, como suele Dios hacer sus cosas. “Dios y ayuda” como dicen en España. El amor a los enemigos no excluye la lucha contra la injusticia que está en ellos; antes a veces la impone. Hay algunos que tienen la misión o el deber profesional de luchar por la justicia. Sea que ella nos alcance personalmente o no, la injusticia es un mal terrible, perceptible a los que poseen el sentido moral –sexto sentido que diferencia al noble del plebeyo- y luchar contra ella es obra de procomún, aunque en ocasiones parezca como una locura. Don Quijote tuvo esa locura, que en el ideal caballeresco, creado por la Iglesia en Europa, no era locura. Decía uno: Dios que permitiste contra mí, la mayor injusticia y vida nueva y caricia me das ¿para qué? ¡Recontra! Tu ley santa me confronta, primero perdonaré y después olvidaré y habiendo vida y milicia lucharé por la justicia y un día veremos qué. Hombres hay que la injusticia no pueden tragar ni ver pues los enferma, anoser que luchen por la justicia morirían de ictericia si no luchan. Dejenlós quijotes los llaman los emboscados, que son tantos ellos son locos o santos. a mi me hizo de ellos Dios. Unos locos y otros santos son; y otros entreverados yo nací por mis pecados de estos que hoy ya no son tantos. Llena de lacras y espantos esta época no los pare quien hallarlos deseare no vaya a cortes de rey porque ellos nacieron buey ¿y a dónde irá el buey que no are?... Los que tienen el deber profesional de luchar por la justicia son los jueces (los juristas), los gobernantes (los pastores) y los soldados (los guerreros). Desgraciadamente la época moderna ha transformado a los jueces en máquinas, a los gobernantes en economistas y a los soldados en militares; y padecemos una gran escasez de caballeros andantes. Los caballeros andantes son los que tienen, más que el deber profesional, la pasión, la manía y el vicio de la justicia. Esta disposición natural –sea temperamental, sea adquirida- de suyo debería coincidir con el deber profesional; de hecho hoy día andan los dos a veces separados. De suyo, así como sacerdotes deberían ser ordenados los que tienen carismas, así jueces deberían ser nombrados los que tienen quijotismo, como pide la ESCRITURA: (ECLI., VII-6) “Noli quarere fieri judex, nisi valeas virtute irrumpere in iniquitates; ne forte extimescas faciem potentis, et ponas scandalum in cequitate tua”. El juez débil no sólo no hace bien, pero causa escándalo: porque se espanta a la faz del potente; por lo cuál, el hagiógrafo pide al que quiere ser hecho juez –o gobernante- que tenga “fuerza para atropellar la iniquidad”; y simplemente disuade a todos de “buscar ser nombrados magistrados”. Las reinas de la Edad Media se hacían perdonar de los leprosos la pompa y la alegría de una época quizá más feliz que la nuestra –pues tenía reinas santas en lugar de “estrellas” de cine- besándoles las llagas. Hoy día los leprosos se tienen que contentar con autógrafos. Rita Hayworth ha visitado el Leprosario de Barcelona. Los diarios de hoy lo cuentan; y cuentan una anécdota. Dicen que la Rita (la Gilda) recorrió el lazareto acompañada de una monjita joven y no mal parecida, que allí presta sus servicios. Al salir se volvió a ella y le dijo: -Hermana, yo no haría lo que usted hace aquí por un millón de dólares. La española le contestó muy templada: -Yo tampoco. Esta anécdota es muy vieja: me la contaba a mí mi difunta abuela cuando yo era niño de teta. La represión del natural deseo de venganza por razones intelectuales o por amor de Dios produce en alma esa “hambre y sed de justicia” a la cual se prometió la bienaventuranza. Ella es la sublimación del rencor y de la natural pasión por la vindicta; pasión por el restablecimiento del equilibrio moral. El odio a la injusticia padecida se convierte en horror de la injusticia padecida por los otros. Los sentimientos heridos no se cicatrizan –como pasa por el olvido en las heridas pequeñas- sino que comienzan, como si dijéramos, a sangrar hacia arriba. Por eso nuestro Salvador lo comparó a una pasión tan pertinaz y luchadora como el hambre. “Esto que me ha pasado jamás cicatrizará”, se oye decir a veces: “Sí que cicatrizará” es la respuesta vulgar, a veces falsa. Tiene razón el herido muchas veces. La respuesta exacta es: “Conviértete en un herido de Dios, deja atrás a los hombres. Sé místicamente cruel contigo mismo”. Esa herida siempre abierta nos hace solidarios del dolor del mundo; nos establece en comunidad con todos los que sufren; y hacerse solidario del dolor del mundo fruto del pecado fue la razón de tomar cuerpo y naturaleza humana el Verbo de Dios. Hombre sin pecado. San Pablo decía que llevaba en su cuerpo los estigmas del Cuerpo de Cristo: y que su vida real estaba escondida con Cristo en Dios. Hombre en medio de los hombres, capaz de interesarse por todo lo que era humano, lleno de virtudes sociales, o como dicen hoy, de “humanismo”, ganándose el pan con sus manos y predicando la salvación con desinterés sumo y en medio de riesgos y molestias indecibles, el Apóstol de los Romanos, llevaba escondida su llaga secreta, que era la razón de su poder. “Mi debilidad es la razón de mi fuerza”. “Cum infirmor tunc fortior sum” (“Cuando soy débil es cuando soy más fuerte”). Nunca fue más fuerte que cuando atadas las manos, inclinó el cuello a la segur del verdugo. Entonces fue saciada su sed de justicia y las palabras de sus cartas, pasadas de sangre, se volvieron eternas. Todo esto es más o menos sabido, pluguiera a Dios que fuese practicado. Que esta época es dura e injusta, todos lo dicen. Que esta época es la peor época que ha existido, lo han dicho hombres parecidos a nosotros en todas las épocas. Lo que interesa sería saber qué va a salir de todo esto. Pues bien, no pueden salir más que dos cosas, o una restauración de la justicia o la ruina total de la convivencia. O se produce una gran efusión de amor fraterno, que habrá de tener caracteres casi milagrosos, por el cual sea restaurada la justicia en todas partes, arriba y abajo, en la Iglesia lo mismo que en el Estado, en la sociedad y en la familia, en la vida pública, en el comercio y en el trabajo, en las leyes externas y en el corazón de los hombres –que es de donde todo lo demás brota… O las actuales de condiciones de iniquidad campante y triunfante se continúan y multiplican, prevalecen de más en más los sin corazón y sin ley –“sine afectione absque foedere, sine misericordia”- se produce un universal e implacable sálvese quien pueda y las masas egoístas y atemorizadas caen bajo el poder de los tiranos violentos y mistificadores sutiles, o de esa mezcla de ambos que ha de ser el Gran Emperador Plebeyo; ese “Hombre de la Iniquidad” que hace ya dos mil años la Cristiandad apoda con el dictado apostólico de Anticristo. Texto: CASTELLANI, Leonardo: Los papeles de Benjamín Benavides. Bs. As., Dictio, 1978, Parte Cuarta, Cap. III.

miércoles, 9 de octubre de 2013

martes, 8 de octubre de 2013

lunes, 7 de octubre de 2013

7 de Octubre de 1571, Batalla de Lepanto

Poema de G.K.Chesterton en el que se canta la heróica batalla que salvó Europa de la invasión musulmana permitiendo la continuidad de la civilización Occidental.

Blancos los surtidores en los patios del sol;
El Sultán de Estambul se ríe mientras juegan.
Como las fuentes es la risa de esa cara que todos temen,
Y agita la boscosa oscuridad, la oscuridad de su barba,
Y enarca la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más íntimo de los mares del mundo lo sacuden sus barcos.
Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,

Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.
 La fría Reina de Inglaterra se mira en el espejo;
 La sombra de los Valois bosteza en la Misa;
 De las irreales islas del ocaso retumban los cañones de España,
 Y el Señor del Cuerno de Oro se está riendo en pleno sol.

Laten vagos tambores, amortiguados por las montañas,
 Y sólo un príncipe sin corona, se ha movido en un trono sin nombre,
 Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
 El último caballero de Europa toma las armas, 
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
 Que otrora fue cantando hacia el sur, cuando el mundo entero era joven.
 En ese vasto silencio, diminuto y sin miedo Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.
 Mugen los fuertes gongs y los cañones retumban, Don Juan de Austria se va a la guerra.

Forcejean tiesas banderas en las frías ráfagas de la noche,
 Oscura púrpura en la sombra, oro viejo en la luz,
 Carmesí de las antorchas en los atabales de cobre. 
Las clarinadas, los clarines, los cañones y aquí está él.
 Ríe Don Juan en la gallarda barba rizada.
 Rechaza, estribando fuerte, todos los tronos del mundo,
 Yergue la cabeza como bandera de los libres.
 Luz de amor para España ¡hurrá! Luz de muerte para África ¡hurrá!
 Don Juan de Austria Cabalga hacia el mar.

Mahoma está en su paraíso sobre la estrella de la tarde
 (Don Juan de Austria va a la guerra.)
 Mueve el enorme turbante en el regazo de la hurí inmortal,
 Su turbante que tejieron los mares y los ponientes.
 Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
 Y camina entre los árboles y es más alto que los árboles,
 Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
 A Azrael el Negro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
 Genios y Gigantes, Múltiples de alas y de ojos,
 Cuya fuerte obediencia partió el cielo Cuando Salomón era rey.

Desde las rojas nubes de la mañana, en rojo y en morado se precipitan,
 Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
 Ataviados de verde suben rugiendo de los infiernos verdes del mar
 Donde hay cielos caídos, y colores malvados y seres sin ojos;
 Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan los bosques grises del mar,

Salpicados de una espléndida enfermedad, la enfermedad de la perla;
 Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,
- Se agolpan y se maravillan y rinden culto a Mahoma.
 Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan,
 Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
 Y no déis tregua a los rumíes de día ni de noche,
 Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente.

Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de pena y de sufrimiento de lo consumado,
Pero hay un ruido en las montañas, en las montañas y reconozco 
La voz que sacudió nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,

Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo que llama!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡hurrá! Rayo de Iberia
Don Juan de Austria Sale de Alcalá.

En los caminos marineros del norte, San Miguel está en su montaña.
 (Don Juan de Austria, pertrechado, ya parte)
 Donde los mares grises relumbran y las filosas marcas se cortan
 Y los hombres del mar trabajan y las rojas velas se van. 
Blande su lanza de hierro, bate sus alas de piedra; 
El fragor atraviesa la Normandía; el fragor está solo;
 Llenan el Norte cosas enredadas y textos y doloridos ojos

Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
 Y el cristiano mata al cristiano en un cuarto encerrado
 Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
 Y el cristiano abomina de María que Dios besó en Galilea.
 Pero Don Juan de Austria va cabalgando hacia el mar, 
Don Juan que grita bajo la fulminación y el eclipse, 
Que grita con la trompeta, con la trompeta de sus labios,
 Trompeta que dice ¡ah! ¡Domino Gloria!
 Don Juan de Austria Les está gritando a las naves.

El rey Felipe está en su celda con el Toisón al cuello 
(Don Juan de Austria está armado en la cubierta)
 Terciopelo negro y blando como el pecado tapiza los muros
 Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
 Tiene en la mano un pomo de cristal con los colores de la luna,
 Lo toca y vibra y se echa a temblar
 Y su cara es como un hongo de un blanco leproso y gris

Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
 Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
 Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
 Don Juan está de caza y han ladrado sus lebreles-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
 Cañón sobre cañón, ¡hurrá! Don Juan de Austria
 Ha desatado el cañoneo.

En su capilla estaba el Papa antes que el día o la batalla rompieran.
(Don Juan está invisible en el humo)
 En aquel oculto aposento donde Dios mora todo el año,
 Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
 Ve como en un espejo en el monstruoso mar del crepúsculo
 La media luna de las crueles naves cuyo nombre es misterio.

Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la Cruz y el Castillo
 Y velan los altos leones alados en las galeras de San Marcos;
 Y sobre los navíos hay palacios de morenos emires de barba negra;
 Y bajo los navíos hay prisiones, donde con innumerables dolores,
 Gimen enfermos y sin sol los cautivos cristianos
 Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en las ruinas,
 Son como los esclavos rendidos que en el cielo de la mañana
 Escalonaron pirámides para dioses cuando la opresión era joven;

Son incontables, mudos, desesperados como los que han caído o los que huyen
 De los altos caballos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
 Y más de uno se ha enloquecido en su tranquila pieza del infierno
 Donde por la ventana de su celda una amarilla cara lo espía,
 Y no se acuerda de su Dios, y no espera un signo- 
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la línea de batalla!)

Cañonea Don Juan desde el puente pintado de matanza.
Enrojece todo el océano como la ensangrentada chalupa de un pirata, 
El rojo corre sobre la plata y el oro.
Rompen las escotillas y abren las bodegas,
Surgen los miles que bajo el mar se afanaban
Blancos de dicha y ciegos de sol y alelados de libertad.
¡Vivat Hispania! ¡Domino Gloria! ¡Don Juan de Austria
Ha dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada
 (Don Juan de Austria regresa con un lauro)
 Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
 Por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
 Y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero...
 (Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada.)

sábado, 5 de octubre de 2013

hipotesis sobre Maria

YOU CAT

JUNIORS Y TODOS: UN CATECISMO PARA LA FORMACION Y PARA MAS...

viernes, 4 de octubre de 2013

jueves, 3 de octubre de 2013

miércoles, 2 de octubre de 2013

LOS ANGELES PERDIDOS

Film semi-documental sobre un soldado americano que ayuda a un niño, superviviente de Auschwitz, a buscar a su madre. Debut del gran Montgomery Clift.

martes, 1 de octubre de 2013