martes, 31 de mayo de 2022

LOS NIÑOS DE WINDERMERE (2020)

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno británico acogió a centenares de niños huérfanos, la mayoría judíos, supervivientes de los campos de exterminio nazis. Muchos de ellos vivieron en cabañas cerca del lago de Windermere. Esta es la historia cruda y redentora de los lazos que estos niños forjaron entre sí, y de cómo las amistades surgidas allí se convirtieron a veces en un salvavidas para su futuro.

SALVAR LA EDUCACION CATÓLICA

lunes, 30 de mayo de 2022

Mi nombre es Khan

Película para trabajar la discriminación religiosa y personas con capacidades diferentes

domingo, 29 de mayo de 2022

sábado, 28 de mayo de 2022

viernes, 27 de mayo de 2022

jueves, 26 de mayo de 2022

Flipped 2011

Flipped, 2011 La vida de dos adolescentes narrada desde el punto de vista de cada uno.

miércoles, 25 de mayo de 2022

martes, 24 de mayo de 2022

Sin tapujos: la verdad del 23 F.

El libro escrito por Jesús Palacios responde a alguna de las siguientes preguntas: ¿Eran golpistas las fuerzas armadas o, por el contrario, se mantuvieron siempre leales y disciplinadas a. 50 aniversario Televisión Española (TVE) La imagen de tu vida GOLPE DE ESTADO (23 de rero de 1981) Durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, el teniente coronel. intereconomia tv eduardo garcia serrano sin tapujos miguel angel blanco sondika aniversario eta bildu sortu carlos gartzia elorrio coalicion pnv pp basagoiti jueves 19 julio 2017 19-07-2017.

lunes, 23 de mayo de 2022

23 F. desde dentro

El golpe de Estado de 1981, también conocido como 23F, nota fue un intento fallido de golpe de Estado perpetrado el 23 de febrero de 1981 por algunos mandos militares en España. Los episodios centrales fueron el asalto al Palacio de las Cortes por un numeroso grupo de guardias civiles a cuyo mando se encontraba el teniente coronel Antonio Tejero, ocurrido durante la votación para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, de la Unión de Centro Democrático, que supuso el secuestro durante 18 horas del Gobierno y de los diputados en su interior; así como la ocupación militar de la ciudad de Valencia, en virtud del estado de excepción proclamado por el teniente general Jaime Milans del Bosch, capitán general de la iii región militar.

sábado, 21 de mayo de 2022

viernes, 20 de mayo de 2022

jueves, 19 de mayo de 2022

El tiempo… ¿lo llevamos dentro?

El concepto más utilizado

Todos los humanos tenemos una cierta percepción del tiempo, en general muy semejante, siendo un concepto que utilizamos con mucha frecuencia en nuestra vida diaria con expresiones muy variadas: “no tengo tiempo”, “hace mucho tiempo” y tantísimas otras; por ello, resulta ser el sustantivo más empleado en cualquier idioma. Es la base de cómo registramos la vida en la Tierra. Estamos tan acostumbrados a referirlo al movimiento de los astros que llegamos a olvidar esta relación; ello me permite sorprender a mi nieto cuando cumple 10 años diciéndole: “¿sabes lo que estamos celebrando hoy? Pues que ya has dado diez vueltas alrededor del sol”.

Pero, ¿sabemos realmente lo que es el tiempo? Cuando tratamos de definir el tiempo nos vemos en la necesidad de recurrir al uso de términos directamente relacionados con el propio concepto del tiempo, entrando en lo que denominamos un círculo vicioso. Por ello es fácil estar de acuerdo con lo que nos dice San Agustín en el Libro XI de sus Confesiones: “¿Qué es entonces el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé. Si quisiera explicarle a quien me lo pregunta, no lo sé.”[1]

 Nuestra percepción del tiempo

No somos capaces de dar una definición precisa, pero sí que podemos describir determinadas características que observamos en torno al tiempo. Percibimos que el mundo está en un incesante proceso de cambio y entendemos que el tiempo, como ya apuntó Aristóteles, es la medida de ese cambio. Nuestro cerebro registra recuerdos que atribuimos al pasado y también es capaz de anticipar ciertas cosas del futuro, como, por ejemplo, la posición futura de la pelota después de un certero raquetazo en la cancha de tenis; este hecho nos genera la sensación de que el tiempo es algo que parece fluir uniformemente y por igual en todo el universo, mientras que en su transcurso suceden todas las cosas.

Además, la mayoría de los procesos que observamos son irreversibles, desde el aroma que se dispersa en una habitación hasta el envejecimiento de nuestro propio cuerpo y de todos los seres vivos. Estos procesos marcan lo que llamamos la flecha del tiempo, ocurren en una dirección en el tiempo y nunca al contrario.

La consideración del tiempo como absoluto, es decir, el mismo para cualquiera en cualquier parte del universo es otro de los aspectos que se manifiesta como una percepción común en el ser humano.

Aunque los neurocientíficos no han podido localizar ningún tipo de reloj en nuestro cerebro que sea responsable de detectar el paso del tiempo, el hombre sí que tiene esa capacidad; es la capacidad que nos permite distinguir entre un lapso de tiempo de tres minutos, en comparación con otro de un cuarto de hora.

Tampoco la ciencia es capaz de definir el tiempo

Filósofos y científicos se han afanado en profundizar en el conocimiento del tiempo, pero tampoco han alcanzado a proporcionar una definición satisfactoria del mismo ni, por supuesto, a responder a todas las incógnitas que nos plantea. Y los avances de la ciencia, que nos permiten ir conociendo diferentes características de lo que entendemos que es el tiempo, han ido abriendo una amplia grieta entre la percepción humana basada en nuestros pensamientos y experiencias durante los últimos milenios y lo que se deduce de las ecuaciones que definen el modelo del universo que damos como válido. La estructura temporal del mundo es diferente de nuestra percepción del mismo.

La teoría de la relatividad de Einstein se ha demostrado completamente precisa para describir el comportamiento y evolución del universo, y de ella se deducen varios aspectos sorprendentes del tiempo. Según esta teoría, el tiempo y el espacio derivan de la existencia de la materia y están entrelazados, constituyendo una dimensión añadida a las tres dimensiones espaciales que visualizamos. El espacio-tiempo es, pues, una dimensión semejante a las otras tres. Además, esta teoría elimina el concepto de un tiempo absoluto: cada individuo poseería su propia medida personal del tiempo, medida que dependería de dónde está, qué campo gravitatorio le afecta y a qué velocidad se mueve. La noción de «presente» no tendría sentido en el universo.

Hay otro rasgo profundo e intrigante que manifiestan las leyes fundamentales desde Isaac Newton:  no distinguen entre pasado y futuro, son reversibles y por tanto no reconocen la dirección del tiempo. Como vemos, la información que obtenemos de la ciencia rompe los esquemas que tenemos trazados en nuestra mente.

Interpretando las leyes físicas y la percepción humana

A partir de las teorías científicas aceptadas que explican el universo, surgen diferentes interpretaciones que tratan de explicar la naturaleza del tiempo. Vamos a hacer referencia a las dos más importantes:

El presentismo es la teoría que dice que los únicos eventos y objetos que existen son los que se encuentran en el presente; solo el presente es real, es decir, el pasado ya no existe y el futuro aún está por nacer. Esta teoría choca con la relatividad especial, ya que, al existir  solamente el momento presente, los eventos que ocurren serán los mismos para todos. La relatividad especial niega la noción de simultaneidad, ya que que dos observadores que se mueven uno respecto del otro podrían no estar de acuerdo en el momento de los eventos y, cuando las velocidades se acercan a la velocidad de la luz, el orden temporal de los eventos puede ser percibido de manera diversa por diferentes observadores.

La visión mayoritaria de científicos y filósofos es el eternismo (o el universo de bloque), en la que el pasado, el presente y el futuro son igualmente reales, por lo que nuestro sentimiento intuitivo de que hay algo muy especial en el presente es esencialmente una ilusión. Brian Greene es un físico teórico de cuerdas muy popular, debido fundamentalmente a sus numerosas publicaciones y programas en la televisión. En su obra El tejido del cosmos lo resume así: si aceptamos la noción de que la realidad consiste en las cosas existentes en nuestra imagen mental congelada justo en este momento, y si aceptamos que el “ahora” de una persona no es más válido que el “ahora” de otra ubicada muy lejos en el espacio moviéndose libremente, debemos aceptar que la realidad abarca todos los eventos en el espacio-tiempo. Así como imaginamos que todo el espacio está realmente ahí fuera, que existe realmente, también debemos imaginar que todo el tiempo está realmente ahí fuera, que también existe realmente. Pasado, presente y futuro ciertamente parecen ser entidades distintas. Pero, como dijo una vez Einstein: “Para nosotros, los físicos convencidos, la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que sea”[2]. Lo único que es real es todo el espacio-tiempo.

La interpretación de Rovelli

Carlo Rovelli es uno de los creadores de la teoría de la gravedad cuántica de bucles, uno de los varios intentos en curso de casar la mecánica cuántica con la relatividad general. Ha reflexionado de forma particularmente profunda sobre el tiempo, sin limitarse al contexto de su campo de investigación, la gravedad cuántica.

En su interpretación, el tiempo lo debemos entender como un concepto complejo de múltiples capas con diferentes propiedades. Algunas capas afectan solamente a dominios limitados[3]; sabemos, por ejemplo, que el tiempo que sentimos en las condiciones de nuestra vida en la tierra es diferente al que sentiríamos viajando a velocidades próximas a la de la luz. Para comprender la realidad debemos pensar en el mundo como una colección de eventos o procesos. “Cuanto más lo hemos estudiado, menos comprensible parece el mundo en términos de algo que es. Parece ser mucho más inteligible en términos de relaciones entre eventos.”[4] La física que conocemos consiste en descripciones matemáticas de cómo cambian las cosas, no de cómo son. “La mecánica de Newton, las ecuaciones de Maxwell, la mecánica cuántica, etc., nos dicen cómo suceden los eventos, no cómo son las cosas. Entendemos la biología estudiando cómo evolucionan y viven los seres vivos. Entendemos la psicología (un poco, no mucho) al estudiar cómo interactuamos entre nosotros, cómo pensamos… Entendemos el mundo en su devenir, no en su ser.”[5]

Lo que percibimos como tiempo no se explica solo por la relatividad general: involucra la teoría cuántica, la termodinámica y probablemente más, incluidas la neurociencia y las ciencias cognitivas. Es importante destacar que hay aspectos de nuestra propia experiencia humana del tiempo que están muy ligados a la forma específica en que funciona nuestro cerebro: el hecho de que tenemos recuerdos, que anticipamos el futuro, etc. Es el cerebro humano, no la física fundamental, lo que determina lo que llamamos el fluir del tiempo y el sentido de la velocidad a la que fluye. “La evolución ha moldeado nuestro cerebro como una máquina que se alimenta de la memoria para anticipar el futuro.”[6]

Hace 1.600 años San Agustín ya estaba ahí

San Agustín nos dejó pensamientos muy profundos sobre muchas materias, pero su análisis del tiempo resulta especialmente clarividente. La validez y actualidad de sus reflexiones es resaltada por el premio Nobel de Física Steven Weinberg, cuando escribe: “el Libro XI de las Confesiones de Agustín contiene una famosa discusión sobre la naturaleza del tiempo, y parece haberse convertido en una tradición citar este capítulo al escribir sobre cosmología cuántica”[7].

La teoría general de la relatividad que enunció Einstein establece que el tiempo está ligado fundamentalmente a la materia y a la gravedad, y que sin materia no existiría el tiempo. Si el espacio-tiempo es un aspecto o parte del universo físico, se sigue que el comienzo del universo físico debe haber sido el comienzo del espacio y del tiempo mismos. Y esta fue la notable intuición de Agustín, afirmando que no tiene sentido hablar de “tiempos anteriores a la creación”. Antes de Agustín, nadie que sepamos había tratado de considerar el «tiempo» como algo cambiante, algo que podía comenzar y detenerse; después de todo, siempre percibimos que el tiempo avanza, y contemplar la temporalidad como finita o maleable parece antinatural.

También se anticipó Agustín a la idea de que el tiempo puede existir solo en la mente, conclusión contenida igualmente en el Libro XI de las Confesiones, en el que se pregunta sobre la naturaleza del tiempo y en el que, según Rovelli, presenta un lúcido análisis de nuestra capacidad para percibir el tiempo, que resume de la siguiente manera: “En el presente, vemos sólo el presente; podemos ver cosas que interpretamos como rastros del pasado, pero hay una diferencia categórica entre ver rastros del pasado y percibir el fluir del tiempo, y Agustín se da cuenta de que la raíz de esta diferencia, la conciencia del paso del tiempo, es algo interno. Es integral a la mente. Son las huellas dejadas en el cerebro por el pasado. La exposición de Agustín de la idea es bastante hermosa. Se basa en nuestra experiencia de la música. Cuando escuchamos un himno, el significado de un sonido viene dado por los que le preceden y le siguen. La música sólo puede ocurrir en el tiempo, pero si siempre estamos en el momento presente, ¿cómo es posible escucharla? Es posible, observa Agustín, porque nuestra conciencia se basa en la memoria y la anticipación. Un himno, una canción, está de alguna manera presente en nuestras mentes en una forma unificada, mantenida unida por algo, por lo que consideramos que es el tiempo. Y por lo tanto esto es lo que es el tiempo: está enteramente en el presente, en nuestra mente, como memoria y como anticipación.”

[1] Agustín de Hipona Las confesiones Libro XI

   http://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/conf_11_libro.htm

[2] Brian Greene The fabric of the cosmos . Space, time, and the texture of reality 2004  ISBN 0-375-41288-3

[3] [3]  Melinda Baldwin Author Q&A: Carlo Rovelli on the physics of time   19 Feb 2019 in People & History

[4] Carlo Rovelli The order of time  2018  ISBN 9780735216129 (ebook)

[5] Ibid

[6] Financial Times FT Series Masters of Science 2018  Carlo Rovelli on the meaning of time    https://www.ft.com/content/ce6ef7b8-429a-11e8-93cf-67ac3a6482fd

[7] Stephen M. Barr  St. Augustine’s Relativistic Theory of Time 2020 Church Life Journal University of Notre Dame

 

Manuel Ribes. Observatorio de Bioética

Instituto Ciencias de la Vida. Universidad Católica de Valencia

miércoles, 18 de mayo de 2022

suicidio asistido por videoconferencia... y eutanasia en Bélgica

 Vermont acaba de aprobar una ley que legaliza el suicidio asistido por videoconferencia. La nueva norma también elimina el requisito anterior de que el médico haya examinado al paciente. De esta manera, el médico nunca tendrá obligación de conocer al paciente en persona.
 

La dignidad humana conlleva la necesaria existencia de la persona humana, razón por la que, con carácter general, cualquier acción u omisión que atente contra la misma es perseguida (ej. agresiones, violaciones, dejaciones, etc.) por cualquier Estado de Derecho, promoviendo y garantizando la integridad efectiva de la vida, especialmente por los profesionales del ámbito sanitario (medicina, enfermería, farmacia, etc.). 

 

Por ello, incluso en los casos extraordinarios regulados por la legislación de diversos estados que legitiman matar al ser humano con antelación a su nacimiento (aborto) o a su fallecimiento (eutanasia), se determina una casuística concreta y un determinado procedimiento clínico-médico que pretende dar garantías que legitimen la supresión de la vida humana. Como si la vida humana más débil y necesitada (ej. la vida del nasciturus o la vida de un paciente terminal), por cumplir unos parámetros procedimentales o clínicos preestablecidos en una norma jurídica, ya no es vida humana y se le puede asesinar con total impunidad.  

 

Esa normativa eutanásica, como se ha constatado con el paso del tiempo, implica una pendiente resbaladiza siendo la última novedad la nueva legislación sobre el suicidio asistido del Estado de Vermont (EE.UU), firmada el 27 de abril, en donde, un médico no estará sujeto a ninguna responsabilidad civil o penal o acción disciplinaria profesional si prescribe “a distancia” un medicamento letal para su autoadministración dejando constancia documentada de que ha habido dos solicitudes verbales del paciente que sufría una condición terminal en base a los registros médicos relevantes y el examen físico del paciente por parte de un médico, que no tiene por qué ser el mismo que prescribe el fármaco letal, mediando un mínimo de 15 días entre ellas, es decir, legaliza la prescripción remota de medicamentos letales para el suicidio asistido (Zoom, Skype, etc.) sin presencialidad ni reunión previa entre el médico que prescribe el fármaco letal y el paciente terminal.  

 

De esta manera, la carga moral del médico es más llevadera o liviana al no tener que reconocer ni comprobar la voluntad y el estado clínico real del solicitante del suicidio asistido, y el paciente pasa a ser mera voluntad subjetiva a asumir o atender sin tener que objetivar ni comprobar personal y profesionalmente, pudiéndose imponer la praxis de que un médico constata la condición de paciente en fase terminal y otro médico distinto, en otro momento y sin haber conocido ni tratado al paciente (y pudiendo estar en otra parte del Estado) le prescribe por videoconferencia el fármaco letal para su autoconsumo. 

 

En definitiva, la dignidad humana y su existencia deja de ser un derecho a custodiar y proteger, y pasa a ser un deseo y sentimiento subjetivo que atender en perjuicio de la deontología médica y de la existencia indolora del paciente terminal (cuidados paliativos). En otras palabras, para prescribir un fármaco letal, el médico antepone la declaración verbal a distancia del paciente terminal al deber deontológico de respetar la vida, la dignidad y la salud del paciente terminal que se puede llevar a cabo mediante cuidados paliativos


Alejandro López Oliva. Observatorio de Bioética

Instituto Ciencias de la Vida. Universidad Católica de Valencia


------------------------------------------


Desde el año 2002, que tuvo lugar la aprobación de la eutanasia en Bélgica, han fallecido 24.000 personas utilizando ese método, lo que supone el 2% de los fallecidos cada año.

En ese país se deben cumplir ciertos requisitos para que una persona pueda solicitar la eutanasia: La ley contempla las condiciones físicas y psiquiátricas. Las personas deben padecer un sufrimiento físico o psicológico constante e insoportable que no se puede curar. Cuando no se espera la muerte a corto plazo, hay un proceso de solicitud adicional, se debe consultar a un tercer médico y debe haber un período de espera de un mes entre la solicitud y el acto en sí.

Quien cumple alguna de las condiciones anteriores debe solicitar la eutanasia por escrito dos veces. Si el médico determina que el solicitante no tiene posibilidades de mejoría y decide que sí es procedente realizar la eutanasia, un mes después de la segunda petición se administra la inyección con los fármacos tiopental, morfina, un neuroparalizante o los barbitúricos.

La Comisión Federal para el Control y la Evaluación de la Eutanasia publica cada año un informe estadístico del número de eutanasias realizadas, sin embargo, según asegura Léopold Vanbellingen, investigador del Instituto Europeo de Bioética, hay entre un 25 y un 35% de eutanasias que no se declaran y que, por tanto, serían ilegales.

Según el informe publicado por el servicio federal de Salud Pública belga con los datos de la eutanasia del año 2021, la mayor parte de los casos se dieron en personas de entre 60 y 89 años, en más de la mitad de los casos tuvieron lugar a domicilio y la enfermedad principal por la que se solicitaron fue el cáncer. No se ha registrado ninguna eutanasia de menores de edad en 2021.

Si observamos los datos publicados en los informes de la Comisión Federal para el Control y la Evaluación de la Eutanasia, se observa un aumento de los casos desde 2018, con un leve descenso en 2020 por causa de la pandemia de coronavirus. La enfermedad por la que se solicita más frecuentemente la eutanasia es el cáncer (62,8% en 2021), seguida por las polipatologías (17,2%). En un 80% de los casos los solicitantes de la eutanasia recibieron un diagnóstico de muerte a corto plazo.

En el caso de los menores de edad apenas ha habido solicitudes de eutanasia desde que se legalizó esa práctica en 2014, pero podrían haberse evitado completamente si se les ofreciera a los niños y adolescentes unos cuidados paliativos de calidad.

Valoración Bioética

La legalización de prácticas como la eutanasia, que nunca debieran considerarse como actos médicos, conduce a dos graves consecuencias que conviene puntualizar. Por un lado, el que una práctica que consiste en provocar la muerte deliberadamente de un ser humano sea declarada legal, provoca un efecto “moralizante” sobre una parte de la población que tiende a confundir lo legal con lo éticamente correcto. Posicionamientos contrarios a toda práctica homicida pueden dejar de serlo cuando dicha práctica pasa a ser legal. Por otro lado no debe olvidarse la constatada “pendiente resbaladiza”, sobre la que hemos publicado reflexiones previamente: las exigencias planteadas inicialmente para practicar una eutanasia, tienden a relajarse con el tiempo, de modo que el estrecho ámbito de aplicación inicial -enfermedades terminales acompañadas de sufrimientos incontrolables- se amplía progresivamente hacia menores de edad, enfermos mentales o, simplemente, personas cansadas de vivir.

La atención paliativa en enfermedades crónicas e incurables dispone actualmente de medios eficaces para afrontar el sufrimiento asociado a enfermedades graves, proporcionando al paciente el trato que su dignidad merece. La opción de terminar con la vida del paciente supone un abandono injustificable del deber de acompañar, tratar, aliviar y paliar sus síntomas refractarios, de modo que pueda afrontar dignamente la etapa final de su vida y morir en paz. Nadie debería participar en ello, pero mucho menos aquellos que han elegido atender a los pacientes previniendo, tratando o aliviando sus dolencias para mejorar su calidad de vida, nunca para terminar con ella.

Muchos pacientes que sufren, abandonan su deseo de muerte anticipada si reciben el trato adecuado, física, psíquica y espiritualmente.


martes, 17 de mayo de 2022

La tragedia de los embriones congelados condenados a muerte

 

El mayor obstáculo bioético, aunque no el único, que presentan algunas técnicas de reproducción asistida como la Fecundación in Vitro (FIV) o la Inyección Intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) es el de la producción supernumeraria de embriones humanos destinados en su gran mayoría a su destrucción.

Un artículo publicado en el diario El Mundo el 2 de Mayo de 2022 presenta como investigación pionera un trabajo que trata de evaluar el número de embriones criopreservados existentes actualmente en España, así como sus posibles destinos futuros. Se trasladó una encuesta a distintos centros nacionales de reproducción asistida solicitando datos acerca de cuántos de estos embriones estaban destinados a ser gestados por los donantes, donados a terceros, utilizados en investigación, directamente destruidos o, finalmente, sin un destino conocido.

El mencionado artículo periodístico define este último destino, el indeterminado, como el más controvertido, después de afirmar, parafraseando a la autora de la investigación, Rocío Núñez Calonge, que estos embriones son en realidad “agrupaciones de células que legalmente merecen respeto, pero no son consideradas vida”.

Clonación: En los últimos meses diversos artículos han sido publicados reportando experiencias de edición genética sobre embriones humanos.Esta afirmación, no justificada, contradice las evidencias científicas disponibles actualmente acerca del estatuto biológico del embrión humano. Puede afirmarse que existe un gran consenso científico en cuanto a considerar que la vida de un ser humano comienza con la fecundación, por lo que el cigoto, embrión humano de una sola célula, es un individuo de la especie humana, con identidad propia e irrepetible.

Los intentos de establecer una naturaleza de pre-embrión, algo parecido a lo que la autora afirma hablando de las “semillas” de las plantas, como algo distinto del embrión, fracasaron hace ya algunos años, siendo abandonados hasta por los que los promovieron en los años ochenta del pasado siglo a raíz de la aparición de las técnicas de fertilización in vitro.  (Ferrer M, & Pastor, L. M. (2012). La vida breve del preembrión. Historia de una palabra. Cuadernos de bioética, 23(79), 677-694).

Las actuales evidencias acerca de su identidad genética, procesos epigenéticos, programa de desarrollo ya existente en el estadio de cigoto, fenómenos de diferenciación y posicionamiento celular intra embrionarios, y otros, alejan toda duda sobre la existencia de un individuo de la especie humana, inmaduro, en todo embrión, siendo arbitrario todo intento de establecer etapas madurativas que definieran naturalezas diferentes en este proceso de desarrollo.

El concepto “persona” que también menciona la investigadora incluye, además del reconocimiento de la identidad biológica humana, el reconocimiento de dignidad y derechos, que pueden ser otorgados o retirados, como la humanidad ha hecho injustamente en tantas ocasiones, pero que no anulan la evidencia de la existencia humana presente en todo embrión.

A esta grave imprecisión en el artículo, hay que añadir otras que confunden más que aclaran. El hecho de que, según el artículo, 60.005 embriones se hallen en “situación de abandono” por no estar definido su destino, no es más grave que 668.082 de ellos -según datos registrados, aunque en realidad pueden ser muchos más- que permanecen criopreservados, estén destinados, mayoritariamente, a su destrucción, bien por promoverla directamente o por hacerlo para utilizar sus células en investigación.

La gravedad del hecho es mayor si se tiene en cuenta que se siguen produciendo importantes cantidades de embriones que no van a ser implantados en procesos de reproducción asistida, lo que plantea una espiral de producción y destrucción de -no debe obviarse, como hace la mencionada autora- seres humanos en sus procesos iniciales de desarrollo.

Esta cuestión ha sido ya denunciada previamente, entre otros por Rich Vaughn, un abogado de Los Ángeles que dirigió el comité de reproducción asistida de la American Bar Association durante muchos años, que afirmó en un medio estadounidense en 2019 que “es un verdadero dilema para estas clínicas… No sabemos muy bien qué hacer con ellos y todos tienen miedo de actuar ante la posibilidad de ser demandados si las personas reclaman décadas después sus embriones”. En su intervención afirmó que “no se sabe cuántos embriones están almacenados; los centros no tienen que informar eso. Un estudio estimó que había 1,4 millones en los EE. UU. Los investigadores creen que entre el 5 y el 7 por ciento son abandonados, aunque llega al 18 por ciento en algunas clínicas”.

Denominar eufemísticamente a los individuos de la especie humana en sus estados iniciales de desarrollo como agrupaciones de células, para tratar de minimizar la tragedia que se esconde tras su manipulación y destrucción, es faltar a la verdad científica y constituye una forma inaceptable de manipulación, contra la que, por cierto, ya se pronunció en 2011 el Tribunal de Justicia Europeo en su Sentencia de 18 de Octubre, en la que establecía que “es un embrión humano todo óvulo humano a partir del estadio de la fecundación”. Y un embrión humano no es simplemente un agregado celular sino un individuo diferenciado, organizado, que sigue un programa de desarrollo preestablecido sin solución de continuidad y que, si se le deja evolucionar naturalmente, progresará en su maduración hasta la edad adulta. Los estados de inmadurez en este proceso evolutivo no le desposeen de su naturaleza humana, del mismo modo que la inmadurez de un neonato no le priva de su condición personal de ser humano, con dignidad y derechos.

Julio Tudela. Observatorio de Bioética

Instituto Ciencias de la Vida. Universidad Católica de Valencia