viernes, 30 de junio de 2017

jueves, 29 de junio de 2017

LAMENTACIÓN DE LA ESPADA

Fue así la guerra y mi temible lumbre se convirtió por doquier en signo de la Majestad. Aparecí como el sublime instrumento de la providencial efusión de sangre y en mi inconsciencia maravillosa de elegida del Destino, comulgué con todos los sentimientos humanos capaces de acelerarla. Tengo sin duda el derecho de sentirme orgullosa, pues fui apasionadamente adorada. Puesto que era la mensajera o la acólita del Señor Altísimo hasta en la presente iniquidad de mis vías, pronto se apercibieron que cumplía con una tarea divina y llegó el día en que el heroísmo occidental me dio precisamente la forma sagrada del instrumento de suplicio que me había sido preferido para la Redención… Pero es tan repugnante lo que sucede en este siglo de roña, desautorizado por la misma canalla del infierno, que ya no sé dónde deberá empaparme el Exterminador un día para purificarme de los usos inauditos que de mí se han hecho. Me he convertido en el último recurso y en la amante fatídica de rufianes en litigio y de periodistas vendidos cuya purulencia espantaría a Sodoma. Proyectos de hombres, microscópicos Judas, logrados quien sabe por qué fétidos ayuntamientos de viejos venenosos, no contentos con revolcarse recíprocamente sobre la cabeza sus almas de estiércol, aún se atreven a dirimir por mi intermedio sus querellas de lupanar. Osan tocar con sus manos podridas, capaces de oxidar los rayos del día, la Espada de los Ángeles y de los Caballeros… Y soy yo, la antiquísima Espada de los mártires y de los Guerreros, la empleada en esta tarea de albañal. Pero que tengan cuidado, los palafreneros nocturnos de la yegua popular. Devoro lo que toco y apelaré de mí misma para castigar a mis profanadores. Mis lamentos son misteriosos y terribles. El primero perforó los cielos y ahogó la tierra. El segundo hizo correr dos mil años de Orinocos de sangre humana, pero en el tercero, el de ahora, estoy a punto de recuperar mi forma primera. Voy a volver a ser la espada de llamas y los hombres al fin sabrán, para reventar de espanto, qué cosa es este remolino del que se habla en la Escritura. León Bloy

miércoles, 28 de junio de 2017

LAS DOS COLUMNAS


O
s quiero contar un sueño (…) para su bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días. Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro, a modo de lanza, que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas con cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases, de material incendiario, y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla, o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, la escoltan numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia e intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, los fusiles, los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Los asaltantes entretanto disparan los cañones, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando armas cortas, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate, cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que lo acompañan acuden a ayudarlo y lo levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas, donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y al llegar aseguran los garfios pendientes de las mismas y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta (…)

Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto: la devoción a María Santísima y la frecuencia de Sacramentos.
San Juan Bosco

martes, 27 de junio de 2017

lunes, 26 de junio de 2017

APRENDIZ AUDITIVO O VISUAL?

Todos hemos escuchado la teoría de que algunos estudiantes son aprendices visuales, mientras que otros son estudiantes auditivos. Y todavía otros niños aprenden mejor cuando las lecciones implican movimiento. Sin embargo, los maestros deben orientar la instrucción basada en la percepción de las fortalezas de los estudiantes? Varios psicólogos dicen que la educación podría utilizar algunos "basadas en la evidencia" las técnicas de enseñanza, no a diferencia de la forma médicos tratan de usar la "medicina basada en la evidencia".image El psicólogo Dan Willingham en la Universidad de Virginia, que estudia cómo el cerebro aprende, dice que los maestros no deben adaptar la instrucción a los diferentes tipos de estudiantes. Él dice que estamos en condiciones de mayor igualdad de lo que pensamos cuando se trata de cómo nuestros cerebros aprender. Y es un error asumir que los alumnos responden y recordar mejor la información en función de cómo se presenta. Por ejemplo, si un profesor cree que un estudiante sea un estudiante visual, él o ella puede introducir el concepto de la adición de el uso de imágenes o grupos de objetos, suponiendo que ese niño va a aprender mejor con las imágenes que simplemente "escuchar" una lección sobre la Además. De hecho, toda una industria que ha surgido sobre la base de los estilos de aprendizaje. Hay talleres para los maestros, los productos dirigidos a los diferentes estilos de aprendizaje y algunas escuelas que incluso evaluar a los estudiantes sobre la base de esta teoría. Esto llevó a Doug Rohrer, un psicólogo de la Universidad del Sur de Florida, para mirar más de cerca la teoría de estilo de aprendizaje. Cuando se revisaron los estudios de estilos de aprendizaje, se encontró ninguna evidencia científica de copias de seguridad de la idea. "No hemos encontrado evidencia de un ensayo controlado aleatorio de apoyo alguno de ellos", dice, "y hasta existe tal evidencia, no recomendamos que se utilicen." Willingham sugiere que podría ser más útil para entender las similitudes en la forma en que nuestros cerebros aprender, en lugar de diferencias. Y, en ese caso, dice, hay un montón de puntos en común. Por ejemplo, la variedad. "Mezclar cosas es algo que sabemos que está respaldado científicamente como algo que aumenta la atención," dice, agregando que los estudios muestran que cuando los estudiantes prestar más atención, aprenden mejor. Y estudios recientes han establecido que el cerebro retienen mejor la información cuando se extendió el aprendizaje durante un largo periodo de tiempo, por ejemplo meses o incluso un año, frente a abarrotar que en pocos días o semanas. Rohrer y sus colegas en todo el país están investigando lo que los métodos de enseñanza funcionan mejor para todos los estudiantes, pero sólo con la evidencia.

domingo, 25 de junio de 2017

sábado, 24 de junio de 2017

Dono a mi iglesia22

www.donoamiiglesia.es/

viernes, 23 de junio de 2017

jueves, 22 de junio de 2017

miércoles, 21 de junio de 2017

martes, 20 de junio de 2017

lunes, 19 de junio de 2017

domingo, 18 de junio de 2017

sábado, 17 de junio de 2017

viernes, 16 de junio de 2017

LA METACOGNICIÓN, MATEMÁTICAS, Y EL CEREBRO

Carnegie Mellon encontró que los estudiantes 'normales' de resolución de problemas basados ​​en un ejemplo mostró la superposición, pero distintos patrones de activación cerebral cuando los problemas de "excepción" se presentaron. Vías "cognitivo" se activa si un problema es difícil o fácil; vías "metacognitivas" se activa especialmente cuando se presentaron los problemas difíciles, y se activa por un tiempo mucho más largo después de los problemas ya habían sido resueltos. Problemas regulares participan pequeños valores numéricos positivos y una sola incógnita, mientras que los problemas de excepciones utiliza fracciones, números negativos, o variables repetidas. El estudio fue un buen recordatorio de que el verdadero trabajo de aprendizaje tiene lugar cuando un estudiante recibe algo malo - y ahí es cuando la red más alta (la 'A' del equipo) se llama en el trabajo - y sigue rumiando, incluso después de que el problema ha sido resuelto. Si nuestros alumnos han preparado para el desafío, es importante que les demos la oportunidad de trabajar en problemas muy difíciles. Si ellos no están recibiendo nada malo, entonces probablemente no está recibiendo ninguna entrenamientos a su red metacognitivas. No se trata sólo de los estudiantes, por supuesto. Si usted no está haciendo y el análisis de los errores que eres, entonces tal vez usted está costeando demasiado cognitiva piloto automático. Las regiones metacognitivas incluyen sitios como la circunvolución superior prefrontal, el giro angular, y las regiones frontopolares.

jueves, 15 de junio de 2017

miércoles, 14 de junio de 2017

insumisión ante el adoctrinamiento LGTBI

Sergio Gómez Salvador es abogado y vocal de la Confederación Católica de Padres de Alumnos y Padres de Familia (CONCAPA) en Navarra. Como conocedor de las necesidades de la Educación y el papel del Estado, los padres y los centros, habla con Actuall sobre todo lo que engloba el ámbito escolar.

¿Cuáles son los problemas más urgentes a solucionar en España?

En primer lugar, la estabilidad normativa. No puede ser que cada año se cambie la Ley Orgánica de Educación (LOE).
En segundo lugar, respetar la libertad de las familias, libertad educativa en todos los ámbitos, algo que con la legislación habitual no se lleva a cabo.

¿Está suficientemente garantizada en España la libertad de educación?

En España, tradicionalmente la izquierda ha tenido siempre mucha más libertad de expresión y se le han consentido muchas más cosas que a la gente de centro o de derecha que «no se les pasa una».
Aquí unos tienen más libertad de expresión que otros. Debemos ser capaces de verlo ya que unos pueden decir lo que quieran y otros no podemos ni siquiera decir que queremos educar en libertad a nuestros hijos.

Si la concertada ahorra a la hucha común 4.000 euros al año por alumno, ¿por qué es objeto de tantas campañas en contra?

En Navarra las cifras son entre 7.000 y 8.000 euros para la enseñanza pública por alumno. Sin embargo, la concertada está entre 3.000-4.000 euros. El problema está en cómo lo están vendiendo los gobiernos de izquierda que, confirman que ese dinero de la educación concertada se le está quitando a la enseñanza pública cuando eso es taxativamente falso.
Se debe llevar a cabo una campaña en la que yo pueda llevar a mis hijos al colegio que quiera porque eso supone respetar la libertad de los padres y un ahorro económico muy importante para las instituciones públicas.
Alterar la voluntad de los padres

«Hay niñas con pene y niños con vulva», aseguraba este tiempo atrás una campaña publicitaria de Chrysalis en Navarra y en el País Vasco. ¿Cómo valora el intento de imponer estas opiniones no corroboradas por la ciencia?

Lo que está sucediendo en Navarra va más allá de que alguien desde Estados Unidos haya financiado cuatro pósters en las marquesinas de los autobuses. Se trata de una provocación en toda regla que busca la reacción a la contra.
El problema que hay ahora mismo en Navarra es que se quiere subvertir la voluntad de educación de los padres.
Otro ámbito, es que aún en contra de los informes médicos se van a poder aplicar determinados protocolos que fomentan la transexualidad y eso es, gravísimo porque se están vulnerando los derechos de los menores.

¿Qué opinión le merece que se haya impedido una campaña de respuesta con el lema «si naces hombre eres hombre»?

Esa campaña viene a indicar cual es el talante democrático de quién dirige la mancomunidad y eso dice mucho del poco talante democrático, que tampoco nos sorprende, de Bildu.

¿Qué nuevas leyes y normas autonómicas están afectando al derecho de los padres a educar a sus hijos en Navarra?

Ahora mismo, se está intentando aplicar un protocolo sobre la transexualidad en los colegios que depende de un real decreto de salud sexual y reproductiva. En el Parlamento de Navarra se está tramitando una proposición de ley foral que va a dar rango de ley a esas cuestiones.
El protocolo no es obligatorio y vulnera varios principios constitucionales pero cuando tenga rango de ley la cosa va a ser bastante diferente.

¿Qué pueden hacer los padres y la sociedad en general ante estas leyes?

Los padres con esas leyes deben ser insumisos, decir que no se van a aplicar. Los colegios deben decir si van a ceder ante esa presión porque a los padres es un tema que nos interesa.

¿Cómo afectan estas leyes a los centros educativos?

Pues de ellos va a depender. Yo quiero saber qué va a hacer el centro al que llevo a mis hijos y lo quiero saber cuanto antes porque si van a cumplir ese protocolo me preocuparé de que mis hijos no vayan a ese colegio, sea un centro público o privado.

Por último, en toda España se están promoviendo leyes de carácter adoctrinador en ideología de género. ¿Cómo cree que deben reaccionar los centros con ideario propio y, sobre todo, los padres de sus alumnos?

Con valentía. El problema que tienen los colegios sobre todo los concertados es un problema de economía, están atados económicamente y no se dan cuenta de que la libertad sólo tiene un camino y no es el de la sumisión económica. Esto a muchos centros les va a pasar factura.

martes, 13 de junio de 2017

lunes, 12 de junio de 2017

Reasignación del sexo en el registro civil

¿Cómo es la legislación LGTBI en Madrid? ¿Cómo afecta esta ley a los menores de edad? ¿Qué ocurre con la "ayuda" suministrada a ellos? ¿Qué pasa con las personas que intentan ayudar verdaderamente al menor? ¿Cómo afecta psicológicamente esta situación a los menores y personas transexuales?

domingo, 11 de junio de 2017

Otrotestimonio sobre el padre pio

Padre Iván Turic sobre el Padre Pío. Emocionante oír hablar a este sacerdote, amante de Cristo. Como emocionante es cada testimonio sobre el Padre Pío. Cuando alguien es de Cristo se ve en sus palabras y acciones. Siempre siguiendo al Señor, Verdad sólo hay una, la Verdad nunca se tiene que adaptar al mundo ni a las modas. Todo por Cristo y por la Virgen.

sábado, 10 de junio de 2017

Los pobres van al cielo

Esta es una película más de aquellos años donde también se orillaba la pobreza, la necesidad y otras cosas...

viernes, 9 de junio de 2017

Letanías al Sagrado Corazón de Jesús

El culto al Sagrado Corazón de Jesús tiene sus propias letanías, que son una de las praxis más fecundas en las que se ha alimentado esta devoción. Las letanías del Sagrado Corazón de Jesús fueron establecidas de manera oficial para toda la Iglesia en el año 1891 por disposición del Papa León XIII. Su fuente de inspiración y de creación se atribuye a Santa Margarita María de Alacoque. Son 33 invocaciones en evocación a los supuestos y tradicionales 33 años de la vida del Señor. Su enunciado es ya una definición y descripción de la devoción al Sagrado Corazón y de su misma identidad y esencia. Escuchemos y oremos con algunas de ellas: Señor ten misericordia de nosotros. Cristo, ten misericordia de nosotros. Señor ten misericordia de nosotros. Cristo, óyenos... Cristo, escuchanos... Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros... Dios, Hijo Redentor del mundo... Dios, Espíritu Santo... Trinidad santa, que eres un solo Dios... Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno... Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre... Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo divino Corazón de Jesús, de majestad infinita... Corazón de Jesús, templo santo de Dios... Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ... Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo... Corazón de Jesus, horno ardiente de caridad. .. Corazón de Jesús, receptáculo de justicia y amor... Corazón de Jesus, lleno de bondad y amor. .. Corazón de Jesus, abismo de todas las virtudes... Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza... Corazón de Jesus, Rey y centro de todos los corazones... Corazón de Jesus, en quien están todos los tesoros de sabiduría y ciencia... Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la Divinidad... Corazon de Jesús en quien el Padre se ha complacido... Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido... Corazón de Jesús, deseo de los collados eternos. Corazon de Jesús, paciente y de mucha misericordia. Corazón de Jesús, rico para todos los que Te invocan... Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad.... Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados... Corazón de Jesús, saturado de oprobios... Corazón de Jesús, oprimido por nuestras maldades... Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte. Corazón de Jesús, traspasado por la lanza. Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo... Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra... Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra... Corazón de Jesús, victima de los pecadores... Corazón de Jesus, salud de los que esperan en Ti... Corazón de Jesús, esperanza en los que en Ti mueren... Corazón de Jesús, delicia de todos los santos. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, óyenos, Señor. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros. Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Oremos Dios todopoderoso y sempiterno, mira al Corazón de tu amadísimo Hijo, y las alabanzas y satisfacciones que Te tributa en nombre de los pecadores; y concede benigno el perdón a los que imploran tu misericordia. Te lo pedimos en nombre del mismo Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, en unión del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos, Amen.

jueves, 8 de junio de 2017

Creer 3: La conversión religiosa

La persona humana se singulariza por las actitudes que asume en la vida cotidiana y frente a los acontecimientos que la afectan de diversas formas. Los distintos ámbitos de su devenir existencial le exigen maneras de situarse, de ser-en-el-mundo; estos comportamientos estables se van afianzando a través de las relaciones interpersonales; las experiencias de confianza básica y aceptación que tenemos en nuestros primeros años de vida sientan las bases, en alto grado, de nuestras actitudes básicas ante la vida. Tal como ha expresado el profesor Jesús Sastre, de todas las actitudes, la ética y la religiosa presentan una característica peculiar que las distingue del resto. Esta característica alude al carácter totalizante que tienen estas dos actitudes, dado que engloban a todas las facetas de la vida y otorgan un sentido unificador que orienta la existencia entera. En las personas creyentes, la actitud religiosa conlleva, además, determinados comportamientos éticos, aunque la creencia y la fe no se reduzcan sencillamente a una moral. Como venimos viendo, la psicología de la religión estudia el modo en el cual el ser humano se sitúa íntimamente ante lo Divino, así como las expresiones de esta relación en lo referente a ideas, comportamientos y sentimientos. Esta experiencia psicológica abarca a la persona como totalidad, se refiere al sentido último de la vida y exige una determinada manera de vivir. Un autor clásico en esta disciplina como Antoine Vergote, afirmaba que la actitud religiosa se estructura básicamente en la conversión. Pocos cambios de la vida de una persona igualan en profundidad a los que ocasiona una conversión religiosa. Dado que la religiosidad auténtica tiene que trascender la propia motivación si no quiere verse arrastrada a la ilusión que implicaría la mera satisfacción de los deseos propios, necesita afirmarse en la vivencia concreta de su fragilidad humana. Así, y ante la disgregación de una síntesis mental, se produciría la sustitución por una nueva síntesis, entendiéndose esta como una reestructuración global de la personalidad. La conversión, en un sentido amplio de la palabra, define al cambio del o de los principios que rigen la síntesis u orientan el curso de una vida. Su primera dimensión es de orden individual: la conversión como un proceso de reestructuración global del psiquismo. Desde la fenomenología, Gerardus Van Der Leeuw la entendía en términos de un «nuevo nacimiento: “la experiencia vivida en la conversión es casi siempre la misma en todas las religiones: un segundo yo surge junto al primero, una nueva vida comienza, todo es transformado”. En el ya mencionado Las variedades de la experiencia religiosa, William James da cuenta de este fenómeno, exclusivamente humano, y de su importancia en el terreno religioso: “decir que un hombre se ha convertido significa que las ideas religiosas periféricas en su consciente toman un lugar central, y que el propósito religioso se constituye en el centro habitual de su energía”. Es decir que podemos entender a la conversión como una transformación espiritual, radical, amplia, profunda y permanente en pos de un reacomodamiento de la vida moral y trascendente en torno a un nuevo núcleo de vida. En las personas que experimentan conversiones religiosas, la individualidad es suplantada por la nueva creencia, quedando todo sentido de la autonomía y responsabilidad personal, relegada al credo religioso o a la Divinidad a la cual se consagra la vida propia. Diversas son las explicaciones psicológicas que se propusieron para explicar la genésis del fenómeno de conversión: la presión social, el debilitamiento del tono vital, la sublimación de la sexualidad, etc. Estas explicaciones se basaron generalmente en un aspecto real de las conversiones en términos fenomenológicos, pero son limitadas para comprender el hecho en su globalidad, sobre todo si este es visto a la luz de su relación con la la dimensión global de la existencia y con su significación. Algunas explicaciones de la psicología religiosa, como la de Edwin Starbuck destacaron la preponderancia del fenómeno conversivo en relación a la adolescencia como momento privilegiado para su acontecer. Otro psicólogo de comienzos de siglo XX, Robert Thouless la concebía en términos de sentimientos, habitualmente frenados por una resistencia que se opone a su afirmación y a su éxito, y que finalmente lograban imponerse en el plano de la vida consciente. Esquema este, aplicable a los casos de conversión adolescentes, en las que actúa el deseo de escapar a ciertos hábitos impuestos por la sociedad y la familia, en épocas en las cuales la búsqueda es la de la salida exogámica y la afirmación de la propia identidad. Otros autores, con marcada impronta teológica, también hicieron énfasis en el carácter repentino y definitivo de la conversión, con predominio del sentimiento de pecado del que uno se libera por un «surrender» (entrega) total a la voluntad divina. William James, tal como señalarámos anteriormente, veía la conversión como la última consecuencia de una incubación inconsciente de ideas y sentimientos que terminaban invadiendo, emergiendo a la superficie de la conciencia, movidos por nuestra tendencia de reemplazar los elementos caducos o dispersos de nuestra síntesis mental, por un principio más sólido y más unificador: y esto bajo el impacto de una emoción, de una percepción nueva o de un conjunto de circunstancias que hacen patente el desgaste, la desorganización y la ausencia de cohesión de nuestro anterior sistema. Desde algunas corrientes afirmadas en el psicoanálisis, se planteó que los futuros conversos serían personas de psiquismo inseguro, privados de unidad innata. Fruto de su necesidad de unificarse, provendría la consecuente actitud de subordinar o expulsar una parte de sí mismos en beneficio de la otra, apañándose bajo la protección de un “Padre” poderoso que los completaría, apaciguaría y les permitiría compensar sus sinsabores vitales. Aunque muchos casos de conversión habitualmente comienzan como fruto de una progresiva reorganización interna de los principios intelectuales que presiden los valores íntimos, morales y espirituales, y que por ende ocurren en el marco de un proceso gradual, lo que históricamente despertó el interés de la mayoría de los autores fueron los casos de conversión abrupta y traumática. Muchos psicólogos como Edward Ames y G.A. Coe propusieron, inclusive, restringir el término conversión a los casos repentinos de cambio religioso. En su libro “La Conversión religiosa: un estudio biopsicológico”, Sante De Sanctis afirma que “todos los conversos hablan de sus crisis de sus dificultades, y de los conflictos que han padecido”. Esto refiere a la etiología de la conversión religiosa, que para muchos estudiosos se presenta como resultado de una crisis existencial y de un agudo sentido de conflicto. C. Ullman comparó los rasgos psicológicos de quienes habían vivenciado una conversión religiosa y quienes no lo habían hecho, para determinar que: “Los conversos recordaron sus infancias, que habían sido menos alegres y más llenas de angustia que las de quienes no se habían convertido. Los recuerdos que tenían de la adolescencia eran semejantes a los de su infancia, con la diferencia de que los conversos experimentaron una rabia y un temor significativos, pero los otros no. Los conversos también se diferenciaban de los no conversos en que sentían menor amor y admiración hacia sus padres, y una mayor indiferencia y resentimiento”. Otro psicólogo, Elmer Clark, advirtió luego de estudiar más de dos mil casos de conversión religiosa, que “las conversiones repentinas estaban asociadas al miedo y la ansiedad”. Esto no deja de ser interesante, dado que si buscáramos establecer un patrón, podríamos aventurar que las personas más susceptibles a este tipo de transformación religiosa repentina son aquellas cuyo sentido de identidad personal es más frágil y vulnerable. Distintos estudios de seguimiento determinaron, en este sentido, que las personas que se convirtieron a una religión luego de padecer estas dificultades, tendieron a evidenciar una mejoría en su estado emocional. Según el trabajo “The Religious Consciousness: A Psychological Study”, de James Bissett Pratt, “antes de su conversión, los individuos tenían una tendencia a presentar falta de autoestima, inseguridad y autodesprecio constantes, anomalías que son aliviadas o superadas gracias a la conversión”. Otras investigaciones destacan conclusiones en la misma línea, dando cuenta del aparente hecho según el cual personas que experimentan conflictos emocionales graves reportan beneficios evidentes luego de la conversión religiosa. Todo esto nos permitiría entender las razones por las que algunos grupos religiosos apuntan en su afán proselitista, y de manera intencional, a las personas solas y afligidas, dado que intuyen que son las más susceptibles de incorporarse a sus filas. Llevando las cosas a cierto extremo, y bajo el paraguas de la psicología evolucionista, algunos autores señalan que lo dicho sugiere que la conversión religiosa sería una característica natural de nuestra especie, un reflejo genéticamente heredado para responder a situaciones de crisis o de ansiedad, de otro modo inabordables. Razón esta, por la cual, existiría un mecanismo neurofisiológico específico encargado de generar este tipo de respuesta en nuestra conducta. Lo cierto es que, amén de las teorizaciones neurofisiológicas, los procesos de conversión están a menudo desatados por crisis o situaciones relacionadas con algún tipo de sufrimiento (pudiendo ser este de tipo físico, moral o espiritual). Junto a esto se desencadena una convicción más o menos profunda y al menos confusa de que sólo en la divinidad el alma puede encontrar su tranquilidad anhelada. Si sólo se diera el aspecto de crisis, el proceso no terminaría en conversión sino que desencadenaría una angustia profunda, dando paso a la desesperación. Para el profesor en Psicología Francesc Xavier Marín, la conversión sería, en este sentido, una estrategia para reencontrar un sentido en situaciones fronterizas y de contingencia. Situaciones a las que el existencialista Karl Jaspers llamaría situaciones límite. Las crisis vitales que dan paso a fenómenos de conversión pueden ser de tres tipos: Crisis morales: las cuales surgen de la experiencia de decadencia moral, a partir del remordimiento causado por las faltas cometidas, por el sentimiento de vacío interior y por el ansia de paz interior. Crisis espirituales: que se distinguen por la conciencia de la mediocridad y superficialidad de vida. Este converso vive la exigencia de un cambio radical de vida, en la que se le pide todo y que abandone todo, para comenzar casi desde cero. Crisis físicas: que son desencadenadas por situaciones adversas y difíciles tal como el enfrentarse a la muerte de un ser querido, un fracaso vital o una enfermedad; es decir, cualquier sufrimiento que obliga a la persona a replantearse el sentido de la vida y su dirección. En la psicología del convertido se halla el deseo de purificación por los errores cometidos en la vida pasada, la búsqueda de alcanzar la paz del alma, o directamente el deseo de la misma Divinidad. A veces toma la forma de "que se es buscado por Alguien" lo que suele mezclarse con cierto miedo a entregarse a ese Alguien por temor a ser totalmente "fagocitado" o "absolutizado" por Él. Cuando la conversión es auténtica, trae para el convertido una experiencia totalmente única que se manifiesta en forma de "descubrimientos"; los convertidos –según sus propios testimonios– experimentan uno o varios de estos efectos: El descubrimiento del sentido: muchos convertidos ven resignificados distintos acontecimientos de su vida, descubriendo que viejos problemas encuentran en la fe adquirida soluciones simples pero convincentes. Sobre su propio caso dijo Owen Francis Dudley: "Me habían dicho que, si me hacía católico, mi mente se vería cohibida y mi religión sofocada; que no podría volver a pensar por mi propia cuenta. Pero he visto lo contrario: que la Iglesia católica me coloca sobre una plataforma de verdad, desde la que hasta una pobre mente como la mía, puede elevarse a alturas inconmensurables. He hallado la verdad que libera al hombre. Me habían dicho que en la Iglesia católica todo se estancaba o estaba en decadencia. En cambio, he visto que la misma vida de Dios late en todas las venas del Cuerpo Místico. Fue como salir de una pequeña habitación cerrada, con las ventanas atrancadas, y hallarme, de buenas a primeras, sobre la cima de un alto monte, en torno al cual soplan todos los vientos del cielo. Aquí he hallado la vida". El descubrimiento del gozo: tras su experiencia de conversión, Chesterton afirmó: "Es demasiado hermoso para ser verdadero; pero es verdadero". El descubrimiento de un camino ideal hacia la Trascendencia: o sea, de la verdad religiosa hallada, que colma en plenitud la mente y el corazón. El descubrimiento de nuevos horizontes: "Ha pasado más de un año de mi conversión –escribía George Harrison tras convertirse a la religión Hare Krishna– y cada semana se abren nuevas puertas, se consiguen nuevas experiencias, las raíces se profundizan". El descubrimiento de la libertad: el convertido pasa a sentirse dueño de sí mismo y al repasar su vida, siente haberse liberado de una verdadera esclavitud, pese a la presunta libertad sin Dios, que antes creía poseer. En algunos casos la conversión ocurre en el exclusivo ámbito de la experiencia personal, ajena a toda dialéctica social (como en el episodio de conversión del apóstol Pablo en el camino de Damasco). Pero por lo general, toda conversión acontece en un entorno, ambiente, contexto o escenario social, siendo parte intrínseca de múltiples condicionantes que influyen hasta determinar incluso el alcance real de esa misma transformación espiritual. Es lo que desde la sociología se denomina interlocutoria social de la conversión. Apelando a los aportes de la sociología de la religión, fundamentalmente tres teorías sociológicas participaron con el fin estudiar este fenómeno. Según el aporte de Josep Marc Laporta estas tres teorías son: la teoría inductora , la teoría de la tensión y la teoría de la influencia social. De acuerdo a la primera, el elemento inductor es primordial en el acto de conversión. Aquí la interacción social es fundamental en el proceso individual que lleva al cambio de creencias e ideas. Quienes ya conocen vivencialmente las Escrituras de tal o cual credo, son agentes de comunicación y transmisores espirituales hacia otras personas respecto a su propia experimentación espiritual. Esta teoría tiene, a su vez, muchas variantes sociales, facilitando la observación de la conversión como un acto básicamente relacional, pese a lo privado del hecho. La teoría de la tensión expone que las personas se unen a una religión –con su consecuente conversión– con el fin de satisfacer unos deseos de espiritualidad que privaciones personales o colectivas frustraron anteriormente. La tensión generada entre la falta de una solvente y fructífera espiritualidad, y una realidad insatisfactoria y ausente de sentido es lo que genera el deseo de cambio, transformación o evolución hacia un espacio espiritual, ético o moral superior. Por consiguiente, la conversión acontecería como experiencia suprema del cambio apuntado. Por último, la teoría de la influencia social revela que las personas se unen a una religión porque han formado lazos sociales con personas que ya son miembros y, también y al mismo tiempo, porque sus relaciones sociales con los no miembros son inestables e intrascendentes. La influencia social permite generar empatías y desarrollar códigos y lenguajes comunes para acceder a nuevas comprensiones espirituales. Por consiguiente, la conversión se produce como resultado de múltiples interactuaciones que aportan contenido, vivencias sociales, espirituales y sentido, definiendo poco a poco el camino hacia la metamorfosis espiritual. A partir de allí, y a comienzos de los años 80 del siglo pasado, los sociólogos John Lofland y Norman Skonovd, distinguieron entre seis tipos diferentes de conversión, según cinco variables: la presión social, la duración temporal de la experiencia de conversión, la «excitación afectiva», el contenido de la experiencia de conversión, la relación entre creencia en las doctrinas y la participación en las actividades del grupo al que uno se convierte. De esta manera diferenciaron fundamentalmente entre: conversión intelectual: son aquellas que ocurren sin contacto directo con el grupo al que uno se convierte. Características de las sociedades mediatizadas contemporáneas, en las que uno es susceptible de conversión simplemente recurriendo a literatura de propaganda o, más comúnmente, viendo la televisión o vía Internet, sin conocer personalmente a los miembros del grupo, a los que el converso se acercará posteriormente, pero ya en comunión intelectual con ellos. conversión mística, caso paradigmático de conversión, distintivo de muchas hagiografías en la historia religiosa; está caracterizada por una suerte de «éxtasis» o «teofanía» que se manifiesta al término de una etapa de tensión, en general con una escasa presión por parte del grupo al que uno se convierte. conversión revivalista se distingue de la conversión “mística” debido que, a diferencia del misticismo, este “despertar” espiritual es comúnmente organizado por alguien con el objetivo explícito de obtener conversiones. En este caso, la presión del grupo al que uno se convierte es alta, pero la experiencia es breve y a veces bordea lo efímero. El ejemplo característico es el de las conversiones obtenidas por telepredicadores televisivos, carácterístico del movimiento pentecostal conversión experimental, más frecuente y más típica de la sociedad contemporánea, siendo la propia de quien decide intentar, a modo de «experimento», una participación prolongada durante un tiempo en las actividades de una nueva religión para “ver de que se trata”. Si la experiencia resulta satisfactoria, puede estar procedida por la auténtica conversión. Puede verse como en este caso, la secuencia “conversión a las creencias/participación en las actividades” cambia el orden: se comienza por participar en un grupo religioso antes de adherir íntimamente a sus doctrinas. Según los autores, la conversión “experimental” se encontraría frecuentemente entre miembros de nuevos movimientos religiosos como los Testigos de Jehová o la Iglesia de la Cienciología. conversión afectiva, cuyo eje se desenvuelve en el desarrollo de vínculos afectivos con algún miembro de la religión a la cual uno se convierte. Es esencial en este tipo de conversión la experiencia, por parte del converso, de ser respetado, querido y valorado por los miembros del grupo. Un ejemplo peculiar de este tipo de conversión es el derivado de matrimonios mixtos; aquí, como en el caso anterior, la participación en las actividades del grupo precede a menudo a la adherencia doctrinal. Un último caso de conversión, cuyo carácter resulta bastante problemático para distintos autores en las áreas de sociología y antropología de la religión, es el denominado modelo de conversión coercitiva. Este sería el característico de los grupos de tipo pseudoreligioso y/o pseudoespiritual, que atraerían a sus potenciales miembros a través del engaño mediado por el uso de distintas técnicas de manipulación psicológica con el fin de convertirlos en meros sirvientes a los fines colectivos. No es el espacio este para adentrarnos en la descripción de un fenómeno harto complejo como el de esta categoría de grupos, por lo que invito al lector a remitirse a otras publicaciones hecha especialmente sobre este tema. Resumiendo, podemos decir que la conversión religiosa en tanto fenómeno transcultural del hombre, se encuentra testimoniada en distintas partes del globo, y presente en todas las religiones. Suele ser, a menudo, fruto de un proceso prolongado, complejo, que incluye dudas, reflexiones, inquietudes y una progresiva reestructuración de la cosmovisión y de la escala de valores éticos y religiosos personales; o bien puede ser resultado, excepcionalmente, y como sugieren la literatura religiosa y algunos modelos explicativos históricos, de un cambio más o menos súbito donde el “yo” del converso es transformado radicalmente. Transformación que, en uno y otro caso, involucrará la apertura total hacia lo radicalmente Otro, dando lugar a un horizonte vital inédito, vivido con plenitud de significado.

miércoles, 7 de junio de 2017

NORMAS PARA EL TRATO CON LOS MALOS

La mezcla de la cizaña y del trigo nos obliga a estudiar nuestra conducta para con los malos. Entender las razones por las que Dios permite su existencia, es cosa que se nos escapa. Pero, en cambio, podemos observar e imitar cuáles son las normas de la conducta divina para con los pecadores. Dios convive con ellos sólo por la necesidad de su ser, y nosotros debemos tratarlos sólo por la necesidad de nuestro estado. Dios, de su presencia con los pecadores, saca dos bienes, a saber, su propia gloria y la conversión del pecador, que no deja de procurar. Nosotros hemos de obtener algún provecho espiritual nuestro y a la vez beneficiarlos. Dios, presente al pecador por la necesidad de su ser En la Sagrada Escritura vemos unas veces a Dios presente ante el pecador, donde quiera que trate de refugiarse. Otras aparece avergonzándose de haberlo creado y apartándose de él. ¿Cómo unir ambas verdades? El problema resulta sencillo. La necesidad del Ser divino lo obliga a estar presente con los malos, porque, supuesta la creación y el orden de la Providencia, Dios no puede dispensarse de ciertas obligaciones que Él mismo se impuso. Su sabiduría, por ejemplo, le impone la necesidad de gobernar y dirigir prudentemente al mundo, incluso a los pecadores. Pero junto a estas obligaciones generales está el corazón de Dios, y, si pudiéramos entrar dentro de Él, veríamos cómo le repugna el hombre en pecado. Apenas caído el hombre, Dios rompe con él todas las alianzas y lo hace objeto de su odio. Los teólogos, al estudiar esta repugnancia de Dios respecto del pecador, coligen que, si pudiera prescindir del atributo de su inmensidad, todavía seguiría presente a los hombres, pero sólo a los justos, de lo cual San Juan Crisóstomo deduce una idea brillantísima: que la inmensidad, condición nobilísima de Dios, no deja de serle en cierto modo onerosa. Pues bien éste es el ejemplo que se nos da. En primer lugar, debemos tolerar a los malos, pues Dios y los buenos nos han tolerado a nosotros cuando lo fuimos; pero subrayando bien con San Agustín la palabra tolerar, que no consiste en complacernos, sino en soportar con caridad. En segundo término, debemos pensar que Dios no sólo nos permite convivir con los pecadores, sino que nos lo requiere, pues nos ha colocado en un estado que lo exige. Lo contrario nos obligaría a salir de este mundo (I Corintios, 5, 10). Un padre, por ejemplo, debería apartarse de sus hijos licenciosos, y la esposa romper con su marido por la misma causa. Esto es lo que llamamos necesidad del estado, y se corresponde con la necesidad del Ser divino. Motivos para evitar otro trato Pero, fuera de este caso, nunca debemos mantener relaciones frecuentes y mundanas con los malos sólo por complacemos. a) El mandato divino. Ello quebrantaría los mandatos de Dios. En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, decía San Pablo, os mandamos apartaros de todo hermano que vive desordenadamente (II Tesalonicenses, 3, 6). David lo convertía en asunto de conciencia: No me siento con los falaces…, aborrezco el consorcio de los malignos (Salmo, 25, 4-5). Debemos mirar a los paganos y a los herejes con horror tan santo como el que Dios inspiró a su pueblo hacia ellos. Quizá hubiera convenido políticamente que los judíos trataran a los pueblos de Canaán y contrajeran matrimonios ventajosos con extranjeras. Sin embargo, les fue rigurosamente vedado. Al sectario… evítalo, manda San Pablo. Y si no fuere pagano ni hereje, sino vicioso, oíd al Apóstol: Lo que os digo es que no os mezcléis con ninguno que, llevando el nombre de hermano, sea adúltero, avaro…; con éstos ni comer (I Corintios, 5, 11). Un bello pensamiento de Guillermo de París nos dice que Dios quiere que, al separarnos de los impíos, nos adelantemos a lo que Él piensa hacer en el juicio, pues su deseo es diferenciar a unos de los otros. b) Es conveniente para la santificación social e individual. Cuando Dios manda matar al sacrilego Acán, dice que santifiquen al pueblo (los. 7,13). Parece como si el separarse de los malos equivaliese a un sacramento de expiación, y, en efecto, a veces no es necesaria otra cosa para santificar una familia, comunidad o corte, porque un ateo en esta última pervierte más gente que un demonio, y una mujer licenciosa contagia a más personas de las que pudieron ser inficionadas por los filósofos del libertinaje. Ésta es la explicación que da Santo Tomás de la excomunión, con la cual, según él, la Iglesia busca dos fines, castigar al culpable y preservar al inocente, separando a aquél de la comunicación con los buenos. c) El honor de Dios. El menosprecio de Dios que supone la amistad con los malos constituye otra razón. ¿Qué juicio se formaría del hijo unido con corazón y afecto a los enemigos que intentaran mancillar el honor de su padre? Leed, como prueba, la severa reprensión de que fue objeto el piadoso Josafat, rey de Judá, por su amistad con Acab. Dice la Escritura que se hizo digno de la ira divina por socorrer al impío y ayudar a los que aborrecen al Señor (II Paralipómenos 19, 2): “Excusaron a Josafat sus buenas obras y la rectitud de su fe. Pero vosotros ¿qué podéis alegar? ¿No es un escándalo veros todos los días acompañados de las personas más sospechosas del pueblo, en reuniones donde parece que el pudor ha sido desterrado… y donde no se observa regla alguna de decencia y modestia?” Peligro contrario de corrupción Por una parte, escandalizáis, y por otra, no es posible que en medio de tal comercio conservéis un corazón puro, por mucho que me lo queráis decir. Si tal presunción fuera cierta, no hubieran hablado con tal rigor los profetas y los santos. Ellos mismos, mucho mejor preparados que tú, huyeron de la posible corrupción, como Ezequiel. ¿Qué temeridad es, pues, la vuestra al arriesgar mucho más que lo que otros, más fuertes que vosotros, no osaron comprometer? ¿Por qué creéis que Dios deseó conservar aislados a los hebreos? Se mezclaron con las gentes y adoptaron sus costumbres, dijo David (Salmo, 105, 35). Por este mismo motivo la Iglesia ha prohibido los matrimonios mixtos, y hasta disuelve el vínculo conyugal cuando uno de los esposos se convierte de la infidelidad y el otro ofrece algún peligro. Al principio repugnará algo la conducta de los enemigos, pero poco a poco la costumbre los hará juzgar normal lo que antes parecía perverso. Un paso más y serán iguales. Resulta preferible tratar a un pagano que a un pervertido. La causa de tanta disolución en la juventud, tanto desorden en los matrimonios, tanta impiedad en la corte e incluso tanto pecado entre los ministros del altar, es el influjo del mal ejemplo tolerado y hasta sonreído. Fines de la presencia de Dios en los pecadores a) Su gloria. Dios no podría tolerar el pecado si no redundara de alguna forma en gloria suya. Tal es la ciencia divina, que hasta parece superior a su omnipotencia, porque ésta crea bienes y aquélla sabe utilizar el mal para conseguir un bien; y como el pecador hace uso de las criaturas buenas para el mal, Dios sabe usar del pecador para lo contrario. Aprovechémonos también nosotros del malo en su trato útil. Por mucho que lo fuere, siempre nos servirá para ejercitar la paciencia, la caridad, la mortificación y la humildad, y para sujetar la ira. ¡Cuánta materia de santificación existe en el trato con los impíos si sabemos aprovecharnos!… Cuando en el tribunal de la penitencia un hombre de mundo se me queja de su condición social, como si con ello quisiera justificar sus extravíos; cuando una mujer llora al decirme que vive sometida a un hombre sin religión, no me lamento en esos casos de una situación que ellos llaman infeliz, y en la que Dios los ha puesto, sino del mal uso que hacen de ella. ¿No es digna de compasión la mujer que padece las incomodidades de una compañía molesta y no sabe aprovecharse del mérito posible? Me dirás: Si yo estuviera en otro estado me santificaría más… No es cierto. Ese es el que Dios te ha deparado y en el que te ayuda. Imposible resistir tanto mal ejemplo… ¡Tampoco! Imposible es si te arrojas en él voluntariamente, pero no si lo utilizas para cumplir las obligaciones de tu estado. El colmo del impío es que en la tierra del bien él hace el mal. La más aquilatada santidad viene a ser la del bueno en medio de los malos. Se asemeja a la de Moisés, que en la corte de Faraón no perdió a Dios nunca de vista, y a la de San Luis, presente siempre ante Él, en medio de las batallas o de las pompas humanas. Abrazaos con Dios en medio de vuestra vida, y os dirá: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas (San Lucas, 22, 28). b) La conversión del pecador. ¿Hubierais creído que el pecador puede serviros para vuestra santificación? Pues os diré más: vosotros podéis serle útiles para lo mismo. Daniel contempló en visión una donosa disputa entre el ángel de los judíos, que deseaba salieran éstos cuanto antes de Babilonia para que no se corrompieran, y el de los persas, que pedía continuasen allí para santificar a los dominadores con su ejemplo. Es que Dios con su presencia busca la conversión de aquellos mismos a quienes como a pecadores odia, y nosotros debemos obrar a semejanza suya. Monseñor Ángel Herrera Oría (Tomado de su libro “Verbum Vitæ. La palabra de Cristo”)

martes, 6 de junio de 2017

ENDURECIMIENTO DEL PECADOR

a) ¿QUÉ ES UN SER ENDEMONIADO? El que tiene el corazón duro. ¿En que consiste esto? San Bernardo, escribiendo al Papa Eugenio, tiene un párrafo clásico. Pecador endurecido “es el que no se rasga con la contrición, ni es ablandado por la piedad, ni movido por los ruegos, ni cede ante las amenazas y se endurece con los castigos. Ingrato a los beneficios, infiel a los consejos, cruel para los juicios, desvergonzado para las torpezas, arriscado para los peligros, no tiene afecto de hombre y es descomedido para Dios…, ni teme a Dios ni respeta a los hombres”. b) NO SE RASGA CON LA CONTRICIÓN Cabrera describe la maldad del pecado. Alejandro, en estado de embriaguez, mató a su amigo Clito y después de saberlo quiso matarse él. “¿Qué debe sentir el que, embriagado de la pasión, ha crucificado con sus pecados a Cristo?” c) NO SE ABLANDA CON LA PIEDAD “¿Qué te ha sufrido Dios? ¿Cuánto te ha esperado? ¿Cuántas veces has confesado y propuesto la enmienda, y quebrantado la palabra? Y Dios con su benignidad y paciencia, disimula, espera, regala, te da salud, hacienda, vida; y ¿tanta bondad no te obliga a servirlo? ¡Oh, corazón duro, cómo te aguarda la ira de Dios, pues no te aprovechas de su clemencia! ¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te atrae a penitencia?…” (Romanos, 2, 4). Acá, para decir que os enojasteis, decís que se os gastó la paciencia. Erais pobre de paciencia, se os acabó presto el caudal. ¡Oh riquezas de bondad, paciencia, longanimidad de Dios, que no ha de agotarse!… Esta piedad desprecia el corazón duro, empeorado con estos plazos y largas. “Ignoras quoniam benignitas Dei ad poenitentiam te adducit?” (ibid.). Traidor, ¿ahora ignoras que estas esperas de la misericordia de Dios son para que procures pagar con penitencia su justicia? ¿No sabes que quien espera no suelta, sino recambia? Pero tú, con tu dureza y corazón empedernido, atesoras ira y venganza contra ti para aquel día en que Dios soltará la represa de su ira y hará justo juicio y manifiesto. ¡Qué temerosa contraposición! ¡Dios, tesoro de bondad, y el pecador obstinado hace tesoro de ira y de castigo, con que provoca la ira de Dios! ¡Oh, qué mal tesoro! Riquezas acumuladas por el mal de su dueño… d) NO SE MUEVE CON RUEGOS Villano ruin, que, mientras más le ruegan, más se extiende; que ni bastan inspiraciones del Espíritu Santo, ni llamamiento de Cristo, ni voces de la Iglesia. ¡Qué ruegos tan amorosos del Esposo! Ábreme, hermana mía, paloma mía, esposa mía; que, de estar en la calle toda la noche al sereno, traigo la cabeza mojada del rocío y los rizos de mi melena llenas de la escarcha de la mañana. ¡Qué cuidado de rondar la puerta, pasear la calle, dar aldabadas! “Ecce sto ad ostium et pulso” (Apocalipsis, 3, 20). Yo soy el que estoy a la puerta y llamo. Yo ruego con la paz, con mi amistad… ¡Qué de voces dan los ministros de Dios, que son los terceros que andan haciendo amistades! A Dios no es menester importunarlo. Conmigo acabado está. “Impietas impii non nocebit ei, in quacumque die conversus fuerit ab impietate sua” (Ezequiel, 33, 12). Negociarlo con el pecador. Van a él, pónenle delante a Cristo, sus llagas, su pasión. “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!” (II Corintios, 5, 20). Él nos envía, Él lo ruega; como si le importase vuestra amistad, como si perdiese mucho en perderla. Y con todas estas súplicas, el corazón duro… no quiere salir del mal estado… e) NO SE DOBLA POR AMENAZAS ¡Qué de veces oye predicar el rigor del juicio, el temor de sus señales, la certeza de la muerte!… Y acabándolas de oír, se va a jugar y reír, y se acuesta en su cama tan quieto como un santo. ¡Desventurado, que no sabes si amanecerás en el infierno!… Y ve el pecador herir a éste hoy y que el otro se murió ayer, y no sabe cuando le enclavarán el corazón, y ¿no huye ni se esconde? Huye una ave del cazador, y un ciervo del ladrido de un perro…, ¿y éste no teme el trueno de las amenazas de la divina justicia ni las saetas de sus castigos? f) SE ENDURECE CON LOS AZOTES Pero ya que las amenazas no atemorizan al malo, ¿hace más por los castigos? No. Más se endurece con los azotes y castigos. Con los trabajos con que otros sanan, enferma él. Con la enfermedad, reniega; con la pérdida, blastema; con la injuria que le hacen, maldice; con la pobreza, perjura, hurta, engaña… ¿Cuántas veces enfermaste y llegaste a morir, que ya tocabas con las plantas de los pies y te perdigabas en las llamas vengadoras? Propusiste la enmienda; Dios te dio salud, y teniéndola volviste como perro al vómito. No fueron paces ni amistades las que hiciste, sino treguas, para tornar a más cruda guerra. g) INGRATO A LOS BENEFICIOS Es ingrato a los beneficios, desconocido a las mercedes; ni las estima, ni las engrandece, ni aún las conoce. Conoció el buey a su poseedor, y el jumento al pesebre de su amo; pero Israel no me conoció a mí, y mi pueblo no entendió los bienes que recibía de mi mano… h) INFIEL A LOS CONSEJOS Soberbio, amigo de su parecer. No quiere tomar parecer de otro, y asi se precipita y estrella. i) CRUEL PARA LOS JUICIOS De cuanto para sí es remiso, para los otros es vigoroso… Veréis unos pecadorazos que en su vida y obras no son menos que unos demonios encarnados, y, sabiendo una falta de otro, la encaraman y condenan; jueces impíos que juzgan las intenciones, y todo lo echan a la peor parte. j) DESVERGONZADO PARA LAS TORPEZAS No es tanto mal pecar con encogimiento y recato; pero ventilar el pecado como los de Sodoma, hacer gala de la deshonestidad… Y para decir en breve todos los males de este horrible mal: “yo no temo a Dios ni me importan los hombres” (San Lucas, 18, 4). Mire cada uno su corazón, tome el pulso a su manera de vida; y si hallare alguna de estas malas señales, tome con tiempo el remedio, antes que se acabe de endurecer. No todas las piedras son igualmente duras, aunque todas son piedras. Fray Alonso de Cabrera (tomado de “Verbum vitæ”)

lunes, 5 de junio de 2017

Cardenal Sarah: maestro...

https://youtu.be/atGdWKvLwcU

domingo, 4 de junio de 2017

EN EL DÍA DE CORPUS CHRISTI

   
Todos los misterios de Nuestro Salvador Jesucristo, queridísimas almas, son sublimes y profundos: nosotros los veneramos en unión con la sacrosanta Madre Iglesia. Sin embargo el misterio de hoy, la institución del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, por medio del cual el Señor se ha entregado en comida a las almas fieles, es tan sublime y elevado que supera toda comprensión humana. Tan grande es la bondad del Sumo Dios, en Él resplandece tal amor que cualquier inteligencia queda sobrepasada; nadie podría explicarlo con palabras, ni comprenderlo con la mente. Pero ya que es mi deber hablaros de ello por el oficio y la dignidad pastoral, os diré también algo de este misterio. Brevemente, esta homilía estará centrada sobre todo en dos puntos: cuáles son las causas de la institución de este misterio y cuáles los motivos por los que lo celebramos en este tiempo.
   
¿Qué motivo, sino solo el amor, pudo mover al Bondadosísimo y Grandísimo Dios a darse como alimento a esa mísera criatura que es el hombre, rebelde desde el principio, expulsado del Paraíso Terrenal, a este mísero valle desde el principio de la creación por haber probado el fruto prohibido? Este hombre había sido creado a imagen de Dios, colocado en un lugar de delicias, puesto a la cabeza de toda la creación: todas las demás cosas habían sido creadas para él. Trasgredió el precepto divino, comiendo el fruto prohibido y, “mientras estaba en una situación de privilegio, no lo comprendió” por eso “fue asimilado a los animales que no tienen intelecto” (Salmo 49, 13); por eso fue obligado a comer su misma comida.
   
Pero Dios ha amado siempre tanto a los hombres que pensó en el modo de levantarlos tan pronto como habían caído; y para que no se alimentaran del mismo alimento destinado a los animales —¡contemplad la infinita Caridad de Dios!— se dio a Sí mismo como alimento al hombre. Tú, Cristo Jesús, que eres el Pan de los Ángeles, no te has negado a convertirte en el alimento de los hombres rebeldes, pecadores, ingratos. ¡Oh grandeza de la dignidad humana! ¡Por un acontecimiento singular, cuánto mayor es la obra de la reparación, cuánto supera esta dignidad sublime a la desgracia! ¡Dios nos ha hecho un favor singular! ¡Su amor por nosotros es inexplicable! Sólo este amor pudo mover a Dios a hacer tanto por nosotros. Por ello ¡qué ingrato es quien no medita en su corazón y no piensa a menudo en estos misterios!
   
Vayamos al segundo punto de la reflexión. Oportunamente hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de este Santísimo Misterio. Podía parecer más oportuno celebrarla en la Feria Quinta in Cœna Domini, día en el que sabemos que nuestro Salvador Cristo, ha instituido este Sacramento. Pero la Santa Iglesia es como un hijo, correcto y bien educado, cuyo padre ha llegado al término de sus días y mientras está a punto de morir, le deja una herencia amplia y rica; no tiene tiempo de entretenerse en el patrimonio recibido: está totalmente volcado en llorar al padre. Así la Iglesia, Esposa e Hija de Cristo, está tan atenta a llorar en aquellos días de Pasión y de atroces tormentos, que no está en condiciones de celebrar como querría esta inmensa heredad a Ella entregada: los Santísimos Sacramentos instituidos en estos días.
   
Entre los misterios del Hijo de Dios que hasta ahora hemos meditado, el último fue la Ascensión al Cielo. Ello sucedió para que Él recibiese a titulo propio y nuestro la posesión del Reino de los Cielos y se manifestara el dominio que poco antes había afirmado: “Me ha sido dado poder en el cielo y en la tierra” (San Mateo, 28, 18).
   
Como cualquier Rey, en el acto de recibir la posesión de un reino, se dirige antes que a cualquier otra ciudad a aquélla que es la capital y metrópolis del reino (y como un Magistrado o Príncipe que se prepara para administrar un reino en nombre del Rey), así también Cristo: honrado con la señoría más grande y con todo derecho en el cielo y en la tierra, en primer lugar tomo posesión del Cielo, y desde allí, como haciendo una demostración, difundió sobre los hombres los dones del Espíritu Santo. Pero habiendo elegido reinar también en la tierra, nos dejó a Él mismo aquí, en el Santísimo Sacrificio del Altar, en este Santísimo Misterio que hoy celebramos. Por este motivo extraordinario la Santa Madre Iglesia ordena que sea llevado por todos en Procesión —en forma solemne— por las ciudades y los pueblos.
   
Cuando el poderosísimo Rey Faraón quiso honrar a José, mandó que se lo condujera por las calles de la ciudad y, para que todos conocieran la dignidad de quien había explicado los sueños del Faraón, le dijo: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú. Mira, te pongo sobre toda la tierra de Egipto. El Faraón se quitó el anillo de la mano y lo puso en la mano de José; hizo que le vistieran blancas vestiduras de lino, y puso en su cuello un collar de oro. Después lo hizo subir sobre su segundo carro y delante de él un heraldo gritaba, para que todos se arrodillaran delante de él. Y así lo puso al frente de todo el país de Egipto” (Génesis, 41, 40 y ss.).
   
También Asuero, cuando quiso honrar a Mardoqueo, le hizo vestir vestiduras reales, lo hizo subir a su caballo y a tal fin mando a Amán que lo condujera por la ciudad y gritara: “Aquí viene el hombre a quien el Rey quiere honrar” (Ester, 6, 11).
   
Dios quiere ser el Señor del corazón del hombre; quiere ser honrado, como conviene, por todos los hombres. Por esto hoy, de forma solemne, conducido por el Clero y por el Pueblo, por los Prelados y los Magistrados, recorre las calles de la ciudad y de los pueblos. Por esta razón es que la Iglesia profesa públicamente que Éste es nuestro Rey y nuestro Dios, de quien hemos recibido todo y a quien debemos todo.
   
Oh, hijos queridísimos en el Señor, mientras hace poco caminaba por las calles de la ciudad, pensaba en una multitud tan grande y en la variedad de personas que hasta hoy, hasta nuestros días está oprimida por la miseria de la esclavitud y por largo tiempo ha tenido que servir a amos tan viles y crueles. Veía a un cierto número de jóvenes que se han dejado dominar por la lascivia y la pasión y, como dice el Apóstol (cfr. Filipenses, 3, 19), han proclamado como dios a su propio vientre. (Quienquiera que pone cualquier cosa como fin de su propia existencia, quiere que tal cosa sea su dios. En efecto, Dios está en el término de todo).
   
¡Que renuncien éstos a la carne, a la lujuria, a frecuentar las malas casas y tabernas, las malas compañías! ¡Que renuncien a los pecados y reconozcan al Verdadero Dios que la Iglesia profesa por nosotros! Lloraba por la soberbia y la vanidad de algunas mujeres que se idolatran a ellas mismas, y dedican aquellas horas de la mañana, que deberían consagrar a la oración, al maquillaje de sus rostros y al peinado de sus cabellos; que piden cada día nuevos vestidos, hasta el punto de hacer pobres infelices a sus maridos y mendigos a sus hijos y consumir su patrimonio. De ello se derivan mil males, los contratos ilícitos, el no pagar las deudas, el no dar cumplimiento a las últimas voluntades piadosas; de ello el olvido del Dios Bondadosísimo y Grandísimo, el olvido de nuestra alma. Veía a tantos avaros, mercaderes del infierno, gente que a tan caro precio compra para sí el fuego eterno; de ellos con razón dice el Apóstol: “La avaricia es una forma de idolatría” (Efesios, 5, 5; Colosenses, 3, 5). Aparte del dinero no tienen otro Dios, sus acciones y palabras están dirigidas a pensar y decidir cómo ganar mejor, conseguir terrenos, comprar riquezas.
   
No podía dejar de ver la infidelidad de algunos que se declaran expertos en la ciencia de gobernar y sólo tienen esto ante sus ojos. Son quienes no dudan pisotear la ley de Dios que ellos declaran contraria a la forma de gobernar (¡pobres y desgraciados!) y obligan a Dios a retirarse. ¡Hombres dignos de lástima! ¿Y deben llamarse cristianos quienes estiman y declaran públicamente a sí mismos y al mundo más importantes que a Cristo?
   
El Señor ha venido, con esta santa institución de la Eucaristía, a destruir todos estos ídolos, a fin de que con el Profeta Isaías, hoy podamos exclamar al Señor: “Sólo Tú eres Dios; no hay otros, no hay otros Dioses. En verdad Tú eres un Dios escondido, Dios de Israel, Salvador” (Isaías, 45, 14 y ss.). ¡Oh Dios bueno, hasta ahora hemos sido esclavos de la carne, de los sentidos, del mundo; hasta ahora dios ha sido para nosotros nuestro vientre, nuestra carne, nuestro oro, nuestra política! ¡Queremos renunciar a todos estos ídolos: honrarte sólo a Ti como verdadero Dios, venerarte a Ti que nos has hecho tantos beneficios y, sobre todo, te has entregado a Ti mismo como alimento para nosotros! Haz, te ruego, que de ahora en adelante nuestro corazón sea sólo tuyo y nada nos aparte más de tu amor. Que prefiramos mil veces morir antes que ofenderte aun mínimamente. Y de este modo, haciéndonos mejores, con la fuerza de tu gracia, gozaremos eternamente de tu Gloria. Amén.
   
San Carlos Borromeo

sábado, 3 de junio de 2017

Plegaria eucarística al amparo de San Pascual Bailón

Plegaria eucarística
al amparo de San Pascual Bailón

Emociona en la memoria anual de san Pascual Bailón (1540-1592) unas palabras de León XIII al nombrar al humilde hermano franciscano patrono de las asociaciones y congresos eucarísticos (28 noviembre 1893): “Entre aquellos cuya piedad para este sublime misterio de la fe se manifestó, al parecer con más vívido fervor, Pascual Bailón ocupa el primer puesto”.
Su vida, en breve esquema fue así: “Pascual nació en Torrehermosa el día de la Pascua de Pentecostés, de ahí su nombre. Hasta los siete años permaneció en su localidad natal, a partir de los siete hasta los veinte vivió en Alconchel de Ariza, viviendo con Martín García, un vecino del pueblo. Pascual se dedicó al pastoreo de las ovejas. En Alconchel de Ariza aprendió a leer y a escribir de manera autodidacta con la ayuda de devocionarios.
Posteriormente emigró al Reino de Valencia para trabajar a cargo de don Aparicio Martínez en Monforte del Cid (Alicante). Tras el suceso conocido como "milagro de la aparición", pidió ingresar en la orden franciscana, en el convento de Nuestra Señora Orito, en Orito, una pedanía de Monforte del Cid, famosa por la sencillez de los religiosos franciscanos alcantarinos que lo habitaban. Vistió los hábitos en 1564, en el convento ilicitano de San José y profesó en Orito el 2 de febrero de 1565.
San Pascual vivió en Monforte en lo que es hoy la Ermita de San Pascual, a escasos metros del ayuntamiento.
En la pedanía de Orito (Monforte del Cid, Alicante) se encuentra la conocida "Ermita de la Aparición" donde supuestamente san Pascual tuvo una visión de Jesucristo en la Eucaristía. Este hecho sirvió para que la Iglesia católica haya nombrado a san Pascual patrón de los congresos eucarísticos. En toda la zona alicantina, principalmente en Orito, Elche, Alicante, Monforte del Cid, Novelda y Aspe, y Vega Baja se guarda una gran veneración a san Pascual…” (Wikipedia).
Murió el 17 de mayo de 1592.
Al componer este himno, nos centramos en la “adoración” al Santísimo Sacramento. El Papa Benedicto XVI, al hablar a los jóvenes en Colonia (21 agosto 2005), explicó cómo la “adoración” en la comunión se hace unión, fusión, “fisión”: “…La adoración, hemos dicho, llega a ser, de este modo, unión. Dios no solamente está frente a nosotros, como el Totalmente otro. Está dentro de nosotros, y nosotros estamos en Él. Su dinámica nos penetra y desde nosotros quiere propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida dominante del mundo”. Algo de esto queremos insinuar ene este poema de comunión.

1. San Pascual del Sacramento,
carisma de Eucaristía,
implóranos con tus ruegos
dulzura y sabiduría.

2. Que veamos lo invisible,
despiertas otras pupilas,
y en tránsito enamorado
adoremos noche y día.

3. Una presencia encarnada
en la fe, radiante brilla:
Jesucristo celebrado
a su paso nos invita.

4. Del Padre viene al encuentro,
y al acercarse se inclina:
y el Espíritu de amor
en sus alas nos cobija.

5. Quien adora ya ha encontrado
lo que más para él valía:
la admiración, la ternura
y el amor que le extasía.

6. Nadie lo coma en la entrega,
sin rendirle alma y latría;
nadie comulgue el amor
sin la divina energía.

7. El don de la adoración
nos trae con su visita;
cuando él entra y se aposenta,
nos deja su cercanía.

8. Y adorar será la lámpara
del amor siempre vigía,
un balbuceo de cielo
que le llama: “vida mía”.

9. Te adoramos, ahora y siempre,
Jesús, Hijo de María,
Dios presente con nosotros,
salvación y Parusía. Amén.

viernes, 2 de junio de 2017

jueves, 1 de junio de 2017

Oh, Corazón, de caridad venero

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A fin de que podamos en cuanto es dado a los hombres mortales, comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la alteza y la profundidad del misterioso amor del Verbo Encarnado a su celestial Padre y hacia los hombres manchados con tantas culpas, conviene tener muy presente que su amor no fue únicamente espiritual, como conviene a Dios, puesto que Dios es espíritu. Es indudable que el amor de Dios a nuestros primeros padres y al pueblo hebreo fue de índole puramente espiritual; por eso, las expresiones de amor humano conyugal o paterno, que se leen en los Salmos, en los escritos de los profetas y en el Cantar de los Cantares, son signos y símbolos del muy verdadero amor, pero exclusivamente espiritual, con que Dios amaba al género humano; al contrario, el amor que brota del Evangelio, de las cartas de los Apóstoles y de las páginas del Apocalipsis, al describir el amor del Corazón mismo de Jesús, comprende no sólo la caridad divina, sino también los sentimientos de un afecto humano. Para todos los católicos, esta verdad es indiscutible. En efecto, el Verbo de Dios no ha tomado un cuerpo ilusorio y ficticio, como ya en el primer siglo de la era cristiana osaron afirmar algunos herejes, que atrajeron la severa condenación del Apóstol San Juan: Puesto que en el mundo han salido muchos impostores: los que no confiesan a Jesucristo como Mesías venido en carne. Negar esto es ser un impostor y el anticristo. En realidad, Él ha unido a su Divina Persona una naturaleza humana individual, íntegra y perfecta, concebida en el seno purísimo de la Virgen María por virtud del Espíritu Santo. Nada, pues, faltó a la naturaleza humana que se unió el Verbo de Dios. Él la asumió plena e íntegra tanto en los elementos constitutivos espirituales como en los corporales, conviene a saber: dotada de inteligencia y de voluntad todas las demás facultades cognoscitivas, internas y externas; dotada asimismo de las potencias afectivas sensibles y de todas las pasiones naturales. Esto enseña la Iglesia católica, y está sancionado y solemnemente confirmado por los Romanos Pontífices y los Concilios Ecuménicos: Entero en sus propiedades, entero en las nuestras; perfecto en la divinidad y Él mismo perfecto en la humanidad; todo Dios [hecho] hombre, y todo el hombre [subsistente en] Dios. Luego, si no hay duda alguna de que Jesús poseía un verdadero Cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también es igualmente verdad que Él estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, puesto que, sin esta parte tan noble del cuerpo, no puede haber vida humana, y menos en sus afectos. Por consiguiente, no hay duda de que el Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto sensible; mas estos sentimientos estaban tan conformes y tan en armonía con su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo, que entre estos tres amores jamás hubo falta de acuerdo y armonía. Sin embargo, el hecho de que el Verbo de Dios tomara una verdadera y perfecta naturaleza humana y se plasmara y aún, en cierto modo, se modelara un corazón de carne que, no menos que el nuestro, fuese capaz de sufrir y de ser herido, esto, decimos Nos, si no se piensa y se considera no sólo bajo la luz que emana de la unión hipostática y sustancial, sino también bajo la que procede de la Redención del hombre, que es, por decirlo así, el complemento de aquélla, podría parecer a algunos escándalo y necedad, como de hecho pareció a los judíos y gentiles Cristo crucificado. Ahora bien: los Símbolos de la fe, en perfecta concordia con la Sagrada Escritura, nos aseguran que el Hijo Unigénito de Dios tomó una naturaleza humana capaz de padecer y morir, principalmente por razón del Sacrificio de la cruz, donde Él deseaba ofrecer un sacrificio cruento a fin de llevar a cabo la obra de la salvación de los hombres. Ésta es, además, la doctrina expuesta por el Apóstol de las Gentes: Pues tanto el que santifica como los que son santificados todos traen de uno su origen. Por cuya causa no se desdeña de llamarlos hermanos, diciendo: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos…” Y también: “Heme aquí a mí y a los hijos que Dios me ha dado”. Y por cuanto los hijos tienen comunes la carne y sangre, Él también participó de las mismas cosas… Por lo cual debió, en todo, asemejarse a sus hermanos, a fin de ser un pontífice misericordioso y fiel en las cosas que miren a Dios, para expiar los pecados del pueblo. Pues por cuanto Él mismo fue probado con lo que padeció, por ello puede socorrer a los que son probados. Los Santos Padres, testigos verídicos de la doctrina revelada, entendieron muy bien lo que ya el apóstol San Pablo había claramente significado, a saber, que el misterio del amor divino es como el principio y el coronamiento de la obra de la Encarnación y Redención. Con frecuente claridad se lee en sus escritos que Jesucristo tomó en sí una naturaleza humana perfecta, con un cuerpo frágil y caduco como el nuestro, para procurarnos la salvación eterna, y para manifestarnos y darnos a entender, en la forma más evidente, así su amor infinito como su amor sensible. San Justino, que parece un eco de la voz del Apóstol de las Gentes, escribe lo siguiente: Amamos y adoramos al Verbo nacido de Dios inefable y que no tiene principio: Él, en verdad, se hizo hombre por nosotros para que, al hacerse partícipe de nuestras dolencias, nos procurase su remedio. Y San Basilio, el primero de los tres Padres de Capadocia, afirma que los afectos sensibles de Cristo fueron verdaderos y al mismo tiempo santos: “Aunque todos saben que el Señor poseyó los afectos naturales en confirmación de su verdadera y no fantástica encarnación, sin embargo, rechazó de sí como indignos de su purísima divinidad los afectos viciosos, que manchan la pureza de nuestra vida”. Igualmente, San Juan Crisóstomo, lumbrera de la Iglesia antioquena, confiesa que las conmociones sensibles de que el Señor dio muestra prueban irrecusablemente que poseyó la naturaleza humana en toda su integridad: “Si no hubiera poseído nuestra naturaleza, no hubiera experimentado una y más veces la tristeza”. Entre los Padres latinos merecen recuerdo los que hoy venera la Iglesia como máximos Doctores. San Ambrosio afirma que la unión hipostática es el origen natural de los afectos y sentimientos que el Verbo de Dios encarnado experimentó: “Por lo tanto, ya que tomó el alma, tomó las pasiones del alma; pues Dios, como Dios que es, no podía turbarse ni morir”. En estas mismas reacciones apoya San Jerónimo el principal argumento para probar que Cristo tomó realmente la naturaleza humana: “Nuestro Señor se entristeció realmente, para poner de manifiesto la verdad de su naturaleza humana”. Doctrina de la Iglesia, que con mayor concisión y no menor fuerza testifican estos pasajes de San Juan Damasceno: “En verdad que todo Dios ha tomado todo lo que en mí es hombre, y todo se ha unido a todo para procurar la salvación de todo el hombre. De otra manera no hubiera podido sanar lo que no asumió”. Cristo, pues, “asumió los elementos todos que componen la naturaleza humana, a fin de que todos fueran santificados”. Es, sin embargo, de razón que ni los Autores sagrados ni los Padres de la Iglesia que hemos citado y otros semejantes, aunque prueban abundantemente que Jesucristo estuvo sujeto a los sentimientos y afectos humanos y que por eso precisamente tomó la naturaleza humana para procurarnos la eterna salvación, no refieran expresamente dichos afectos a su corazón físicamente considerado, hasta hacer de él expresamente un símbolo de su amor infinito. Por más que los Evangelistas y los demás escritores eclesiásticos no nos describan directamente los varios efectos que en el ritmo pulsante del Corazón de nuestro Redentor, no menos vivo y sensible que el nuestro, se debieron indudablemente a las diversas conmociones y afectos de su alma y a la ardentísima caridad de su doble voluntad —divina y humana—, sin embargo, frecuentemente ponen de relieve su divino amor y todos los demás afectos con él relacionados: el deseo, la alegría, la tristeza, el temor y la ira, según se manifiestan en las expresiones de su mirada, palabras y actos. Y principalmente el rostro adorable de nuestro Salvador, sin duda, debió aparecer como signo y casi como espejo fidelísimo de los afectos, que, conmoviendo en varios modos su ánimo, a semejanza de olas que se entrechocan, llegaban a su Corazón santísimo y determinaban sus latidos. A la verdad, vale también a propósito de Jesucristo, cuanto el Doctor Angélico, amaestrado por la experiencia, observa en materia de psicología humana y de los fenómenos de ella derivados: “La turbación de la ira repercute en los miembros externos y principalmente en aquellos en que se refleja más la influencia del corazón, como son los ojos, el semblante, la lengua”. Luego, con toda razón, es considerado el corazón del Verbo Encarnado como signo y principal símbolo del triple amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres. Es, ante todo, símbolo del divino amor que en Él es común con el Padre y el Espíritu Santo, y que sólo en Él, como Verbo Encarnado, se manifiesta por medio del caduco y frágil velo del cuerpo humano, ya que en Él habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente. Además, el Corazón de Cristo es símbolo de la ardentísima caridad que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad humana y cuyos actos son dirigidos e iluminados por una doble y perfectísima ciencia, la beatífica y la infusa. Finalmente, y esto en modo más natural y directo, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección, y, por ende, en capacidad perceptiva, a todos los demás cuerpos humanos. Aleccionados, pues, por los Sagrados Textos y por los Símbolos de la fe, sobre la perfecta consonancia y armonía que reina en el alma santísima de Jesucristo y sobre cómo Él dirigió al fin de la Redención las manifestaciones todas de su triple amor, podemos ya con toda seguridad contemplar y venerar en el Corazón del Divino Redentor la imagen elocuente de su caridad y la prueba de haberse ya cumplido nuestra Redención, y como una mística escala para subir al abrazo de Dios nuestro Salvador. Por eso, en las palabras, en los actos, en la enseñanza, en los milagros y especialmente en las obras que más claramente expresan su amor hacia nosotros —como la institución de la divina Eucaristía, su dolorosa pasión y muerte, la benigna donación de su Santísima Madre, la fundación de la Iglesia para provecho nuestro y, finalmente, la misión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y sobre nosotros—, en todas estas obras, decimos Nos, hemos de admirar otras tantas pruebas de su triple amor, y meditar los latidos de su Corazón, con los cuales quiso medir los instantes de su terrenal peregrinación hasta el momento supremo, en el que, como atestiguan los Evangelistas, Jesús, luego de haber clamado de nuevo con gran voz, dijo: “Todo está consumado”. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Sólo entonces su Corazón se paró y dejó de latir, y su amor sensible permaneció como en suspenso, hasta que, triunfando de la muerte, se levantó del sepulcro. Después que su Cuerpo, revestido del estado de la gloria sempiterna, se unió nuevamente al alma del Divino Redentor, victorioso ya de la muerte, su Corazón sacratísimo no ha dejado nunca ni dejará de palpitar con imperturbable y plácido latido, ni cesará tampoco de demostrar el triple amor con que el Hijo de Dios se une a su Padre eterno y a la humanidad entera, de la que con pleno derecho es Cabeza Mística. S.S. Pío XII (Tomado de su Carta Encíclica “Haurietis aquas”, sobre el culto y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús)