martes, 24 de diciembre de 2013

Oración por nosotros los vencidos.

"¿Qué he hecho yo por Cristo?" San Ignacio Dios, que recibes hasta la derrota cuando ha luchado tanto el derrotado que de su sangra la postrera gota quedó sobre su costado taspasado. Dios, que no despreciaste ni el desastre cuando ha luchado un poco el desastrado pero la ola, el viento, el rumbo, el lastre y los astros no estaban de su lado. Dios, a quien no lo aterra ni el derrumbe cuando el escombro de lo derrumbado dejó un pabilo, un hálito, una lumbre con que encender incendio iluminado. Dios, que eres capaz de alzar la ruina cuando no amo su ruina el arruinado cuando gime sobre ella y adivina la huella en ella del primer pecado. Que con dejar caer lo caedizo no quedarías bien acreditado harías como todos, como hizo y el vulgo siempre desaconsejado. Señor, que siempre amaste lo vencido más que el triunfante desapoderado porque incluso de lo ya fenecido surge, si quieres, lo resucitado. Rey cuyo corazón se va al herido mas bien que al corazón acorazado que más por el enfermo habrás venido a nuestra tierra, que por el sanado. Rey a quien no interesa la victoria sino que sea el juego bien jugado y más que los laureles de la historia que salga alguno y sea buen soldado. Que sobre la política contienda no estas con uno ni con otro lado y estás encima dando siempre rienda al que se mata por un sueño honrado. Mírame, oh Rey, mi vida dimediada la flor de mi vivir ya dimediado con este gran dolor en el costado de no haber hecho nada, nada, nada. De no haber hecho nada consecuente a todo lo soñado y deseado de no haber hecho nada equivalente al gran honor del estandarte alzado. Mírame, oh Rey, el hontanar vacío el gran terreno yermo abandonado y ven Tú mismo un día como un río en mi vacío nunca resignado. Ven Tú mismo, Señor, a mi hondo abismo y no lo cures por apoderado como creaste el mundo por Ti mismo y portimismamente lo has salvado. Porque si llego al ataúd sombrío sin una flor en el peñon pelado no eres injusto, porque nada es mio pero no fueras tan santificado. Pues fuera tato desaprovechado y un lance y un albur tan mal perdido de hacer un gran milagro insospechado diferente de todos los que han sido. El más milagro y milagrez mas pura el mas sencillo y simplemente dado inmerecidamente regalado a su creatura de la nuca dura. Por el creador de todo lo creado P. Leonardo Castellani. Extraído de: Leonardo Castellani, "El Libro De Las Oraciones",

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