lunes, 14 de diciembre de 2020

DIA DE LUTO: LA EUTANASIA ESTÁ AQUÍ

 Nota de la Conferencia Episcopal Española «La vida es un don, la eutanasia un fracaso», ante la aprobación en el Congreso de los Diputados de la ley de la eutanasia.

1.- El Congreso de los Diputados está a punto de culminar la aprobación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. La tramitación se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público. El hecho es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infligida; y también de la profesión médica, «llamada en lo posible a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar, y nunca a provocar intencionadamente la muerte». Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo.

2.- La Congregación para la Doctrina de la Fe, con la aprobación expresa del papa Francisco publicó la Carta Samaritanus bonus sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida. Este texto ilumina la reflexión y el juicio moral sobre este tipo de legislaciones. También la Conferencia Episcopal Española, con el documento Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vidaofrece unas pautas clarificadoras sobre la cuestión.

3.- Urgimos a la promoción de los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor y al acompañamiento integral, por tanto también espiritual, a los enfermos y a sus familias. Este cuidado integral alivia el dolor, consuela y ofrece la  esperanza que surge de la fe y da sentido a toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad.

4.- La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida y ha suscitado solicitud por los cuidados, al mismo tiempo que indignación por el descarte en la atención a personas mayores. Ha crecido la conciencia  de que acabar con la vida no puede ser la solución para abordar un problema humano. Hemos agradecido el trabajo de los sanitarios y el valor de nuestra sanidad pública, reclamando incluso su mejora y mayor atención presupuestaria. La muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos en los cuidados paliativos y el acompañamiento integral.  Por el contrario, frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión.

5.- La experiencia de los pocos países donde se ha legalizado nos dice que la eutanasia incita a la muerte a los más débiles. Al otorgar este supuesto derecho, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa dirección. La falta de cuidados paliativos es también una expresión de desigualdad social. Muchas personas mueren sin poder recibir estos cuidados y sólo cuentan con ellos quienes pueden pagarlos.

6.- Con el Papa decimos: «La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza». Invitamos a responder a esta llamada con la oración, el cuidado y el testimonio público que favorezcan un compromiso personal e institucional a favor de la vida, los cuidados y una genuina buena muerte en compañía y esperanza.

7.- Pedimos a cuantos tienen responsabilidad en la toma de estas graves decisiones que actúen en conciencia, según verdad y justicia.

8.- Por ello, convocamos a los católicos españoles a una Jornada de ayuno y oración el próximo miércoles 16 de diciembre, para pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana.  Invitamos a cuantas personas e instituciones quieran unirse a esta iniciativa.

Nos acogemos  a Santa María, Madre de la Vida y Salud de los enfermos y a la intercesión de San José, patrono de la buena muerte, en su año jubilar.

Madrid 11 de diciembre de 2020 --------------------------------------


De vez en cuando, como los ojos del Guadiana, aparecen voces, noticias, reportajes, películas, enseñanzas escolares, como algo sordo, que van repitiendo, una campaña más o menos oculta o larvada en favor de la eutanasia, encubierta a veces con el eufemismo de legislaciones en favor del derecho a morir dignamente o a decidir elegir una muerte digna. Esto va dejando su poso y haciendo camino, dejando huella y senda, como la gota de agua que cae sobre la roca y la perfora. Hace unos días, sin ir más lejos, me encontré con un grupo de jóvenes y les pregunté qué pensaban de la eutanasia. Una de las presentes tomó la palabra y me dijo con toda naturalidad: “si el paciente lo quiere y lo decide, ¿por qué no?”. Veía el rostro del resto de los jóvenes que asistían al encuentro que era de asentimiento y conformidad con lo que me respondía la joven. Me quedé helado, no era para menos. Así está sucediendo, con las campañas que directa o subrepticiamente se están haciendo y que están generando de manera insensible esa mentalidad, al menos, tolerante de la eutanasia o del suicidio asistido.
Hay que hablar con verdad y decir con precisión en qué consiste la eutanasia, y, sobre todo, cuáles han de ser las actitudes ante los últimos momentos de la vida, que no son otras que las que indica este documento y se resumen en la palabra ‘esperanza’. Existe mucha confusión ante este tema tan crucial y decisivo, y por eso se ofrecen estas reflexiones, tan luminosas y esclarecedoras válidas para todos. Era esperada esta voz autorizada de la Iglesia.
Sin duda todo ser humano, toda persona, tiene el derecho a morir con dignidad, como lo tiene a vivir con dignidad. Por supuesto que todo hombre merece morir con dignidad; y en eso se han de poner todos los recursos posibles, esmerar el trato humano médico, y extremar las atenciones de verdadera humanidad. Lo que no sería admisible, en modo alguno, es que, de una manera u otra, se propiciase y se posibilitase la eutanasia como una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención, causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor o desgracia. Esa actuación, cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos, bien a petición de éste, bien por considerar que su vida carece de la calidad para que merezca el calificativo de digna en opinión de muchos, es siempre una forma de homicidio, que nadie por sí aceptaría. Es gravemente inmoral. Así de claro. Esto es necesario decirlo con nitidez y sin ambages. “La buena fe” no convierte una acción mala en buena.
Este documento episcopal hará un gran bien y será un gran servicio a la sociedad, al bien común, al bien de las personas, a la cultura de la vida y abrirá, como pretende, un camino de esperanza ante esa realidad de la última fase de la vida.
A todos nos corresponde escuchar sus enseñanzas, difundirlas y ponerlas en práctica: será un gran consuelo para todos. No existen en él palabras de condena, sino de esperanza y de amor y defensa de la vida y de las respuestas que es necesario aplicar como los cuidados paliativos, bien entendidos, como hace este documento, que marca un verdadero progreso de humanidad y de fe y apuesta por el hombre y su dignidad.




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