martes, 12 de junio de 2018

"Autobiografía del hijito que no nació" de Hugo Wast Capítulo V


Pido al ángel que me enseñe el idioma de mis padres.

Absalón me dice que los crímenes que ahora se cometen son peores que la matanza de inocentes que ordenó Herodes.
He dormido tres o cuatro días seguidos, según me dice el ángel.
Yo no sé qué es el día ni qué la noche. Para mí la oscuridad es siempre igual. Si bien a veces siento que la oscuridad del corazón de mi mamá se vuelve más tenebrosa. La explicación es que los corazones de los seres humanos son oscuros cuando tienen muchos y grandes pecados, cuando no aman a Dios y lo ofenden con sus pensamientos. Según esto, en el corazón de mi pobrecita madre debe de haber una inmensa nube de pecados.
Pero hoy me desperté sintiendo la voz preciosa de mi hermana, que le dijo algo incomprensible para mí, que todavía sólo entiendo el lenguaje sin palabras de los ángeles.
Lo cierto es que la oscuridad del corazón de mi madre se llenó de resplandores.
Llamé con mi pequeñita voz a Absalón y le rogué que me enseñara el idioma de mi madre y que me explicara por qué su corazón se llenó de luz. Él, que ya había oído la conversación, me dijo que mi hermanita había ido a recordarle que dentro de unos días ella haría su primera comunión y que esperaba que mi mamá comulgara junto con ella, habiéndose confesado.
Para que yo pudiera comprender el ángel me enseñó qué era una comunión y cómo no podía hacerse sin confesarse antes.
- Tu mamá le ha prometido hacerlo así y por ese solo propósito su corazón ha resplandecido con una luz que todavía será más brillante cuando cumpla su promesa.
- ¿Acaso sucede que mamá no cumple y no se confiesa, ni comulga?- pregunto con ansiedad.
- Sí, y muchas veces ha sucedido que tu mamá no se ha confesado y por eso no ha podido comulgar. A tu padre lo enfurecen las obras piadosas.
- ¿Por qué?
- Porque tu madre se fortalece cuando tiene el corazón limpio y no ejecuta las órdenes de él.
- ¿Esas órdenes son malas?
- Sí, son pésimas. Algunas de esas órdenes son las lecciones que le ha dictado el doctor Astaró: crímenes nefandos.
- No comprendo.
- No puedes comprender. Bástete saber que del cumplimiento de esas órdenes depende tu vida.
Puesto que él no me lo quiere explicar, se me ocurre que si yo aprendo la lengua de las gentes comprenderé lo que ese horrible doctor habla con mi mamá y mi papá cuando está con ellos.
Se lo pido al ángel y él me dice:
- Eres el niñito de mejor oído que conozco. Ahora que no tienes todavía ninguna edad, porque no has nacido, oyes como si fueras grande, mejor que si fueras grande, porque oyes los pensamientos sin palabras que nacen en el corazón de tu mamá.
- Los oigo, pero no los entiendo. Enséñame las palabras.
Aquel día, y vuelvo a decir que no sé realmente si era día o había entrado ya la noche, Absalón me comenzó a enseñar las palabras de los seres humanos y me dijo algo que me colmó de sorpresa.
- Cuando sepas hablar algo, habla a tu madre, en voz muy bajita, para que nadie pueda oírte, y pídele que te defienda, aunque a ella le cueste la vida defenderte.
- ¿Y puedo hablar sin haber nacido?
- Un hijito que ama a su madre puede hacerse comprender de ella, que también lo ama, cuando ella tiene el corazón lleno de luz. Pero si lo tiene oscuro porque está en pecado, o no te comprenderá o no arriesgará su vida por salvarte.
- Pero, ¿por qué tiene que arriesgarla para salvarme? ¿No podemos vivir los dos? ¿Ella y yo no podemos vivir juntos?
- Sí, podéis vivir los dos, pero a tu padre el doctor Astaró lo convencerá de que no, que tú tienes que morir para que ella viva. ¡Pídele a tu madre que te salve! ¡Que no te deje matar!
- ¿Hay alguien que quiere matarme?
Absalón vacila antes de contestarme. Después de un largo silencio me dice:
- En el mundo hay millones y millones de niñitos tan pequeños que los ojos de los hombres sólo pueden verlos con unos cristales poderosos. Se sabe que ya existen y hay muchísimos hombres perversos que están urdiendo procedimientos para matarlos.
- ¿Por qué?
- Porque cuando nazcan costará dinero alimentarlos y criarlos. Hay hombres malos y mujeres perversas, que estudian estas cosas y enseñan que la tierra está demasiado poblada y no conviene que nazcan más niñitos, porque habría pobreza y faltarían alimentos para los grandes. Por eso dicen que hay que matar a los pequeñitos antes que nazcan.
- ¿Eso es un crimen, verdad?- pregunto aterrado.
- Es el peor de los crímenes que puedan cometerse, peor que la matanza de los inocentes hecha por el rey Herodes…
- ¿Quién es Herodes?
- Otro día te lo contaré. Hoy has vuelto a cansarte. Siento la corriente de la sangre de tus venitas muy agitada. Duérmete y descansa.
- ¡Una sola cosa todavía!- exclamo con vehemencia. Absalón, que se aprestaba a alejarse, me escucha.
- ¿Por qué dices que matar a los niñitos como yo es peor que la matanza que ordenó el rey Herodes?
- Porque esa matanza de inocentes Herodes no la hizo por su mano. Si no hubiera encontrado sayones que lo obedecieran no se habría animado a hacerla. Y también porque aquellos inocentes no eran hijos suyos. Ninguno de ellos se perdió. Dios les concedió el bautismo de
sangre.
- ¿Y los niñitos que me has dicho que van a ser asesinados ahora lo serán por otros sayones?
- ¡No! Lo serán por sus propios padres, ayudados por hombres tenebrosos como el doctor Astaró. Y esos niñitos morirán sin ser bautizados.

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