viernes, 16 de septiembre de 2011

BIENAVENTURANZAS para empezar

DE LA REILUSIÓN
Felices quienes son capaces de prescindir de todo lo que les ata, porque ya son libres.
Felices quienes se bañan cada mañana en las aguas ardientes de la ternura y la alegría.
Felices quienes renacen cuando perciben que aún conservan destellos del niño o la niña que llevan dentro.
Felices quienes se reenamoran cada mañana y reinventan los besos, las flores, las palabras, las miradas.
Felices quienes oran sin prisa, sin método, como si conversaran con su mejor amigo.
Felices quienes sienten la amistad como un perfume siempre fresco, cuya fragancia les embriaga.
Felices quienes derraman una lágrima ante la imagen de una mujer maltratada.
Felices quienes descubren al atardecer de cada día qué es lo necesario y qué lo superfluo en su existencia.
Felices quienes siguen soñando, recuerdan sus sueños e intentan hacerlos realidad.
Felices quienes, cuando les aumentan el sueldo, analizan cuánto más pueden compartir.
Felices quienes se detienen en el sendero de la vida, miran a su alrededor con serenidad y continúan caminando.
Felices quienes se reservan cada día unos momentos de silencio para entrar gozosos en su corazón.
Felices quienes beben en las fuentes de la Palabra y de los acontecimientos cotidianos.
Felices quienes no se dejan abatir por los problemas, ni se complacen excesivamente en sus éxitos.
Felices quienes se conmueven y luchan por eliminar la miseria, el odio y la injusticia.
Felices quienes mantienen la esperanza, a pesar de tanta muerte, hambre y violencia.
Felices quienes celebran con gozo las pequeñas e importantes victorias de los pobres.
Felices quienes tejen con paciencia y firmeza a su alrededor redes de solidaridad.
Felices quienes intentan descubrir en los demás lo positivo que tienen y disculpan sus errores.
Felices quienes llenan su corazón de amor por la Madre Tierra y la cuidan con ternura.
Felices quienes mantienen una búsqueda permanente del Misterio en lo profundo de su corazón y en los demás.
Felices quienes vibran de gozo con su comunidad y se encuentran vacíos cuando están lejos de ella.
Felices quienes son vulnerables, lloran, gozan y se mantienen fieles, cercanos a los afligidos.
Felices quienes son perseguidos por seguir tercamente la estrella de la utopía.
Felices quienes han descubierto que su cadena original de ADN y la de la humanidad es el amor y la solidaridad.
Felices quienes trabajan por la paz en su vida y luchan a la vez por la justicia en el mundo.
Felices quienes han descubierto que la pobreza no libera, pero los empobrecidos sí.
Felices quienes se siguen asombrando, siguen jugando, riendo, contemplando, agradeciendo, acariciando, sintiendo.
Felices quienes saben contemplar y reconocer las huellas, el paso, los sentimientos que el buen Padre y Madre Dios va sembrando en su propia vida.
Felices quienes continúan fieles al amor de Dios manifestado en Jesús, pero abiertos al viento del Espíritu que sopla donde quiere, nos invita a ser libres, sin saber nunca hacia dónde nos encaminará.

DE LA SONRISA
Felices quienes ofrecen cada mañana una sonrisa a la primera persona que se cruza en su camino.
Felices quienes derrochan sonrisas, pues sólo este exceso podrá vencer la distancia, los muros y las apariencias.
Felices quienes han descubierto que una sonrisa no cuesta prácticamente nada y en cambio produce frutos imprevisibles.
Felices quienes después de vivir unos malos momentos renueva el ánimo con la sonrisa y la cercanía del amigo.
Felices quienes no piensan en el valor del mercado por cada sonrisa que ofrecen, sino que las reparte a quien la necesita y reconoce su utilidad en el momento que la regala.
Felices quienes se han dado cuenta que una sonrisa es un bálsamo que produce milagros y está indicada contra la tristeza, la apatía, la desesperanza y la dureza de corazón.
Felices quienes saben que una sonrisa ofrece serenidad ante el cansancio de la vida, da nuevo vigor a la persona que la recibe y renueva su ánimo.
Felices quienes han experimentado que repartiendo cada día más sonrisas no se empobrecen, sino que aumenta su felicidad al enriquecer a quienes las reciben.

DEL CUIDADO
Felices quienes sienten que el Padre les cuida por medio de sus hermanas y hermanos.
Felices quienes dan testimonio del amor de Dios cuidando a los demás, dando así testimonio de su delicadeza y cercanía hacia todas las criaturas.
Felices quienes hacen presente a Dios comprometiéndose a vivir el mensaje de fraternidad, de dignidad y de justicia hacia todo ser humano, hacia toda la creación.
Felices quienes acarician al triste, levantan al caído, curan al apaleado, defienden a los más débiles: así siembran la paz de la verdad y del cuidado.
Felices quienes están hambrientos de paz y de ternura, de justicia y de belleza, de contemplación y de lucha, de serenidad y de esperanza, de lágrimas y de regocijo.
Felices quienes no se sienten plenamente felices hasta que no lo sea el resto de la humanidad, hasta que no tratemos con delicadeza a nuestra madre Tierra.
Felices quienes no se acomodan, ni se enfrían, quienes no apagan los rescoldos del cuidado amoroso, que anida en su interior, hacia todos los seres vivos.
Felices quienes viven cuidando; quienes se dejan cuidar confiadamente entre las manos amorosas del buen Dios.
...tomadas de un libro de MIGUEL ÁNGEL MESA

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