lunes, 13 de septiembre de 2010

Androcles no se quedó sin recompensa

El esclavo Androcles tuvo la oportunidad y escapó. Corrió hacia la foresta y, sin rumbo, llegó donde yacía un león, que gimiendo le suplicaba:
-Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y dolorido.
Androcles extrajo la espina, lavó y curó la herida... Y el león le invitó a su cueva y compartió con él el alimento.

Pero días después, ambos fueron capturados y Androcles fue llevado ante el Emperador, fue condenado y se vio en la arena del Circo.
Allí le soltaron un león, y éste se acercó rugiendo atronadoramente, buscando el asalto a su víctima. Pero he aquí que reconoció a su benefactor y el salto fue para lamerlo cariñosamente y acomodarse a su lado como una fiel mascota. Sorprendidos todos por lo sucedido, sabida por fin la historia, fue perdonado el esclavo y liberada la fiera.

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