jueves, 24 de noviembre de 2016

NOCHE OSCURA

“Hay noches de la fe, en las cuales parece que la semilla ha muerto bajo la tierra helada del invierno. Pero Dios no duerme, no ha sido vencido por la noche, no se ha parado por el hielo, en el momento adecuado el buen grano despertará de nuevo. Durante el tiempo en el que nuestros hijos parecen transformarse en “extraterrestres”, hay que permanecer cercanos no solamente con toda la inteligencia educativa, sino sobre todo con una llama recogida en la oración y segura en la esperanza cierta de que Dios ama a estos “extraterrestres” mucho más que nosotros. Pararse delante del tabernáculo y dejar que nuestro corazón se transforme para ver y sentir aquello que ve y siente Dios. Educar significa tener los mismos sentimientos del Señor. Y más aún, ayudar a los hijos a amar los sacramentos desde pequeños, este tesoro de gracia objetiva que nos lleva a la libertad a pesar de nosotros mismos. Entonces, como padres, se nos pide no olvidarnos de cómo éramos nosotros cuando fuimos adolescentes, con nuestras dudas y nuestras mentiras. Esta memoria nos ayuda a tener una mirada de esperanza sobre nuestros hijos: como si hubiéramos sido sacados por Dios del atolladero de la adolescencia, heridos, pero ya fuera, lo mismo ocurrirá con ellos. (Hermana Roberta Vinerba, en la carta mensual titulada “lo que no dicen vuestros hijos” del suplemento Nosotros padres e hijos). La familia que acompaña

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