sábado, 5 de noviembre de 2016

Matrimonio y familia

“En segundo lugar, invito a los matrimonios, fortificados por la reunión de equipo, a la misión. Esta misión que les es confiada y que es tanto más importante que la imagen de la familia –tal cual Dios la quiere, compuesta por un hombre y una mujer para el bien de los cónyuges tanto como de la generación y educación de los hijos- se ve deformada por poderosos proyectos contrarios subyacentes a colonizaciones ideológicas. Por supuesto, sois ya misioneros por la irradiación de vuestra familia hacia vuestras redes de amistades y relaciones, incluso más allá. Puesto que una familia feliz, equilibrada, habitada por la presencia de Dios, habla por sí del amor de Dios a todos los hombres. Pero también os invito a comprometeros, si os resulta posible, de un modo cada vez más concreto y creatividad incesantemente renovada, en las actividades que pueden organizarse para acoger, formar y acompañar en la fe fundamentalmente a las parejas jóvenes, tanto antes como después del matrimonio. También os exhorto a que sigáis acercándoos a las familias heridas, tan numerosas hoy en día, sea por falta de trabajo, pobreza, un problema de salud, luto, preocupación causada por un hijo, desequilibrio por el alejamiento o la ausencia, por un clima de violencia. Es preciso atreverse a ofrecerse a estas familias, con discreción, pero con generosidad, sea materialmente, humanamente o espiritualmente, en las circunstancias en las que se ven fragilizadas. En fin, no puedo sino animar a los matrimonios de los Equipos de Nuestra Señora a ser instrumentos de la misericordia de Cristo y de la Iglesia hacia las personas cuyo matrimonio ha fracasado. Nunca olvidéis que vuestra fidelidad conyugal es un don de Dios, y que cada uno de nosotros también hemos sido objeto de misericordia. Un matrimonio unido y feliz puede comprender mejor que cualquier otro, como desde dentro, la herida y el sufrimiento que provocan un abandono, una traición, una falta de amor. Importa pues que podáis dar testimonio de vuestra experiencia para ayudar a las comunidades cristianas a discernir las situaciones concretas de estas personas, a acogerlas con sus heridas, a ayudarlas a caminar en la fe y la verdad, bajo la mirada de Cristo Buen Pastor, para que tomen su justa parte en la vida de la Iglesia.” (Papa Francisco. Discurso a los responsables regionales ENS de todo el mundo. Septiembre 2015)

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