jueves, 3 de junio de 2010

TODOS AL CORPUS (1)

Esta fiesta se celebra en la Iglesia Latina el Jueves siguiente al Domingo de Trinidad
para conmemorar solemnemente la institución de la Sagrada Eucaristía.
Del Jueves Santo como Natalis Calicis (Nacimiento del Cáliz) se habla en el Calendario de Polemio (448)
para el 24 de Marzo, siendo en algunos lugares el día 25 el día de la muerte de Cristo. Pero como para los fieles este día
estaba ensombrecido por tristeza de la Pasión del Señor, y tantos otros actos tenían lugar en este día
y el acontecimiento principal se perdía de vista, se introdujo la nueva fiesta, mediante la Bula “Transiturus”.

La Providencia se valió de Santa Juliana de Monte Cornillon, en Belgica... Superiora de las Agustinias.
Desde su temprana juventud, tuvo gran veneración por el Santísimo y siempre anheló una fiesta especial en su honor.
Ese deseo se incrementó con la visión de la Iglesia bajo la apariencia de la luna llena con un punto negro,
el cual significaba la ausencia de tal solemnidad. Ella hizo conocer sus ideas a Robert de Thirete, Obispo de Lieja,
al erudito Dominico Hugo, al Cardenal legado en los Países Bajos, y a Jacques Pantaléon Archidiácono de Lieja,
(que llegaria a ser después Obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén, y finalmente el Papa Urbano IV)...
El Obispo quedó favorablemente impresionado, y como entonces se tenía el derecho de ordenar fiestas para las diócesis,
convocó un sínodo y ordenó que la celebración para el año siguiente. Y mando al monje Juane que hiciera el Oficio.
El decreto se conserva en Binterim (Denkwürdigkeiten, V, 1, 276), junto con partes del Oficio. El Obispo murió
pero la fiesta se celebró por los cánones de San Martín de Lieja. Jacques llegó al papado el 29 de Agosto de 1261.


La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado algún tiempo, y quien también era una ferviente adoradora
encareció a Enrique de Guelders, Obispo de Lieja, que al Papa extendiera la celebración al mundo entero.
Urbano IV, siempre un admirador de la festividad, publicó la Bula “Transiturus” (8 de Septiembre de 1264),
en la que, después de ensalzar el amor de Nuestro Señor como se expresaba en la Sagrada Eucaristía,
ordenó la celebración anual de Corpus Christi el Jueves siguiente a la Trinidad, concediendo muchas indulgencias
por su asistencia a la Misa y al Oficio. Este Oficio, compuesto a solicitud del papa por Santo Tomás de Aquino,
es uno de los más bellos en el Breviario Romano y ha sido admirado aún por los Protestantes.

La muerte del Papa Urbano IV (2 de Octubre de 1264), poco después de la publicación del decreto, obstruyó un poco
la difusión de la festividad. Clemente V tomó de nuevo el asunto en sus manos y, en el Concilio General de Viena (1311),
una vez más ordenó la adopción de la fiesta. Publicó un nuevo decreto que incorporaba el de Urbano IV.
Juan XXII, sucesor de Clemente V, recomendó con insistencia su observancia.

Ningún decreto habla de la procesión teofórica como una característica de la celebración. Esta procesión,
ya celebrada en algunos lugares, fue dotada con indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV.

La fiesta se aceptó en 1306 en Colonia; Worms la adoptó en 1315; Estrasburgo en 131. De Belgica pasó a Inglaterra entre 1320 y 1325.
En los Estados Unidos y algunos otro países la solemnidad se celebra en el Domingo siguiente al de Trinidad.

En la Iglesia Griega la fiesta se conoce en los calendarios de los Sirios, Armenios, Coptos, Melquitas,
y también en los Rutenianos de Galicia, Calabria y Sicilia.

A fines del siglo XIII surgió en Lieja (Bélgica) un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón
fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas,
como p.ej. la Exposición y Bendición con el Santísimo, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa
y la fiesta del Corpus Christi...

Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino;
cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta.
Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la fiesta.
En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones
fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.

La fiesta fue siendo aceptada sucesivamente en Colonia, Worms, Strasburgo; paso de Belgica a Inglaterra... Trento declaró
que muy piadosa y religiosamente se introdujo en la Iglesia la costumbre de celebrar este excelso y venerable Sacramento
con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente se lleva en procesión por calles y lugares públicos.
En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio,
por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor.

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