jueves, 10 de junio de 2010

amor... amor... amor...


El amor rige al mundo y lo abarca todo.
Pero cada amor es una propiedad, un modelaje,
un diseño único y una creación personal.
Cada uno hace del amor universal,
su amor particular y le pone su talla,
su figura, su personalidad, su arte y su marco.

Todo el mundo tropieza con él y todo el mundo lo vive.
Pero cada uno le pone sal de su mar,
miel de su panal y estrellas de su cielo.
Por eso cada uno tiene su peculiaridad,
su distintivo, su sello especial y su “estilo amoroso.”
Hay “amor de torbellino”, que todo lo revuelve.

“Amor de espuma”, que se disuelve con el viento.
“Amor de roca”, que todo lo resiste.
“Amor de ola”, que todo lo inunda.
Y “amor de río”, con mucho caudal en su corriente,
muchas palabras en su canto ¡y mucha abundancia en su desembocadura!
El amor es universal, pero con características particulares.

Hay “amor de cascada”. Es amor que se despeña.
No es corriente que canta, que hace camino, que marca la vida.
Hay “amor de árbol”, que no sólo fecunda y da flores,
sino que nutre con su savia y dora el fruto con su fuego.
Hay “amor de volcán”, lleno de piedras, de destrozos y de cenizas.

Hay “amor de mar”, lleno de oleajes, de mareas, de misterio.
Que no para hasta tocar fondo en el corazón.
El amor tiene especialidades que lo distinguen.

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