jueves, 14 de marzo de 2013

La Eucaristía en los tiempos apostólicos

Nunca faltan almas especialmente sensibles al primitivismo. Les parece que no es litúrgico sino lo que es primitivo, como sea toda la riqueza ritual y melódica, que le iglesia, asistida por el Espíritu Santo, ha ido creando lo largo de muchos siglos de experiencia estética y didáctica, fuese más una super vegetación que un tesoro. Bien está el saber apreciar el carácter venerable te lo antiguo, pero no hay que olvidar que un primitivismo malentendido fue uno de los banderines enarbolados por la herejía protestante.

 En la actualidad hay algunos que es enternece en cuando oyen hablar de la misa celebrada por algunos sacerdotes en el taller buen la cocina, y es frecuente oír les exclamar con emoción: ¿no es volver a los tiempos apostólicos?...

Confieso que nunca me imaginé así la misa celebrada por los apóstoles; más por si fuera una pura ilusión mía que los apóstoles dieron siempre a la celebración el de la eucaristía la mayor solemnidad posible, he buscado los documentos más antiguos acerca del particular, y no he hecho sino confirmar me en mi opinión. Ese tipo de misa, que ahora se quiere crear, no es primitivo ni apostólico. Sigue es conveniente y eficaz, no lo sé. La jerarquía eclesiástica jugará en cada diócesis. Pero lo que digo es que es útil constancias externas no es una reproducción de lo que hacía los apóstoles.

Hacia el año 150 –había pasado algo más de un siglo desde la institución de la Eucaristía- San Justino describe en su apología primera como se celebraba en Roma la misa. De ellas se deduce que los fieles si bien en la ciudad y en el campo se reunían el domingo expresamente para celebrar la Eucaristía, y elegían el do mingo, tanto por ser el primer día de la creación como por haber sido el día en que resultó el Sr.. Una de reunidos, “leemos los comentarios de los apóstoles y otras escrituras de los profetas, según el tiempo que haya; y cuando el lector termina,  hace el Presidente una exhortación. Entonces nos levantamos todos y rezamos las preces”. En otro sitio de la misma apología advierte que estas preces eran cantadas y que en ella se pedía por los presentes y los ausentes. “terminamos las oraciones y nos abrazamos unos a otros con el ósculo. Después se presenta el punki el cáliz de agua y vino al que preside a los Hermanos; el cual, tomándolos, alaba y glorifica al Padre de todos por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias por los dones que El nos da en abundancia. Después de terminar las preces y la acción de gracias (eucaristía) y todo el pueblo que asiste ha aclamado, los que llamamos diáconos dar a cada uno de los presentes para que tomen del pan de la eucaristía y del vino con agua, y lo lleven a los que no han asistido … Y se nos enseña que la comida operística es el cuerpo y la sangre de Jesús en virtud de las palabras de la oración … Después de haber dado a todos, ven decimos al hacedor de todas las cosas por su Hijo Jesucristo y el espíritu Santo”.

Del texto que preceden se deduce que ya entonces la misa constaba de las siguientes partes: una lectura del antiguo y nuevo testamento, como la epístola y el evangelio de hoy. Una oración en común. Un ósculo de paz. El ofertorio. La consagración por medio de una oración de desarrollo trinitario, que es la que transforma el pan y el vino en cuerpo y sangre de Jesucristo. El pueblo respondía “amén”, como hace ahora antes del “ Pater Noster”. Se distribuía la comunión y se daban gracias.

En la Didajé, escrita finales del siglo uno, se conserva una oración, con la que solían dar gracias después de la comunión, Y Otra De Preparación para la misma. Y en un palimpsesto de Verona se puede leer la oración consecratoria de esta misma época.

Pero no es esto o lo que de momento me interesa hacer resaltar, sino el hecho de que, para celebrar la Eucaristía, se reuniesen expresamente y en determinado día –el do mingo- y celebrase en con la mayor solemnidad, con cánticos, aclamaciones y la intervención de los diáconos para distribuir la comunión a los fieles.

Es verdad que todo esto ocurría a mediados del siglo ii, pero no parece que San Justino lo presente como una innovación. Luego veremos que también antes de esta época se celebraban tales reuniones Eucaristía y gas, aunque no lo seamos tantos datos acerca de los ritos mismos. De todos modos, no deja de ser sugestivo el recordar que San Justino, al escribir estas cosas, tenía establecida su escuela filosófica junto al título de Pudente, es decir, junto al palacio que la “gens Pudentis” poseía en el “Vicus Patricius” del Viminal, cerca de la actual basílica de Santa María la Mayor la actividad apostólica de San Pedro, que la habría convertido y bautizado. De esta manera, las reuniones presenciadas y descritas por San Justino serían las herederas de las que en aquella misma casa se habían celebrado en vida de San Pedro.

 

Parecerá a alguno un poco aventurada esta última consecuencia, pero tenemos la evidencia de que tales reuniones expresamente eucarística sea solemnes, se celebraban ya en tiempos anteriores. Prescindimos de la carta de Plinio el Joven, que testifica que en bikini a los cristianos se reunían en determinados días, antes de salir el sol, para cantar himnos antifónicos a Cristo. En rigor, él no dice que tales reuniones fueren eucarísticas, porque siendo paga no lo ignoraba. Su testimonio hubiera sido del año 113 de nuestra era, 37 años anterior al de San Justino.

Pero tenemos, en cambio, el testimonio de San Ignacio de Antioquía, muerto en el año 107, que también habla de reuniones eucarísticas. Este Santo, formado en la lectura asidua del evangelio de San Juan, poseía un alma mística, que le hacía escribir cuando iba caminando hacia Roma, donde había de ser martirizado: “ mi amor está crucificado, y no hay en mi fuego para cosas materiales, sino agua viva que habla dentro de mi diciéndome interiormente: ven al Padre. Ya lo tengo gusto para la comida de la corrupción ni para los gozos de este mundo. Pan de Dios cielo, pan celestial, pan de vida, que es la carne de Jesucristo, el Hijo de Dios nacido en los últimos tiempos de la simiente David; y la bebida de Dios quiero, la cual es su sangre, su amor sin fin”.

 Este Obispo, tan devoto de la Eucaristía, escribía durante el mismo viaje a los fieles de Éfeso: “ procuran reunidos con mayor frecuencia para la Eucaristía y el canto de gloria a Dios. Porque cuando concurrís a menudo a la reuniones, se deshace el poder de Satanás, y su fuerza destructora se disuelve por la armonía de vuestra fe”. Se trataba, pues, de reuniones expresamente eucarísticas y solemnes: “el canto o de gloria de Dios”.

A reuniones parecidas alude unos años antes la Didajé cuando, a finales del siglo uno-aún viviría el apóstol San Juan-, manda a los fieles: “reuníos el do mingo y partir del pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros delitos, a fin de que sea limpio y vuestro sacrificio. Y todo aquel que tenga pleito con su amigo, no se reúna con vosotros o hasta que se hayan reconciliado, para que sea limpio vuestro sacrificio”.

 

Llegamos con esto a los tiempos propiamente apostólicos. El documento más antiguo del nuevo testamento que se refiere a la Eucaristía es la epístola I a los de Corinto. San Pablo, en el capítulo11,17-34, reprende los abusos que se habían introducido en la reunión es eucarísticas. Antes, en Corinto, se reunían los fieles para comer la cena del Señor. Pero después, en su afán de imitar aquella cena en que Jesús instituyó la Eucaristía, celebraban antes de comulgar, a una cena en la que cada uno comía lo que había llevado de su casa. Esto hacía que unos al áreas en de comida y otros pasasen hambre. Realmente no era ésta la cena del Señor. La cena del Señor era lo que San Pablo les había enseñado, la cena eucarística:

“ cuando os reunís, pues, en común, ya no es eso de comer la cena del Señor. Porque cada cual, al comer, se adelanta a tomar su propia cena, y uno pasa hambre y otros enviada. ¿pues qué? ¿no tenéis casas para comer y beber? ¿o es que menosprecia isla iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿os alabaré? En esto no os alabo. Pues yo recibí del Sr. Lo mismo que os transmitía vosotros: que el Sr. Jesús, la noche que era entregado, tomó pan y, habiendo dando gracias, habló partió y dijo: esto es mi cuerpo que se da por vosotros; hacer esto memoria de mí… Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: este cáliz es el nuevo testamento en mi sangre; hacer esto, cuando las veces de bienes, en memoria de mí … “

                    No entra en el plan de este artículo discutir sí existían ya en la iglesia los ágapes o no, ni sea San Pablo los condena golosa prueba. Sólo nos interesa hacer notar que lea en la iglesia de Corinto existían unas reuniones instituidas por el apóstol, que tenían como fin celebrar la cena del Sr., es decir, la Eucaristía, aquella Eucaristía de la que poco antes había escrito: “el  cáliz de bendición que ven decimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo oh ¿ el pan que partimos,  ¿no es acaso comunión con el cuerpo de Cristo?”.

Ciertamente, esta reunión es eucarísticas ningún parecido tienen en su forma externa con las misas celebradas en el taller al acabar el trabajo. Y no hay ningún documento que nos insinúa en que además de aquellas existiesen éstas.

Presentan algunos como ejemplo de Eucaristía celebrada sin solemnidad la que había celebrado San Pablo en la nave que conducía a Roma. Los hechos de los apóstoles dicen que San Pablo,” tomando pan, dio gracias a Dios a vista de todos, y partiendo lo, comenzó a comer” (27,35). Pero no se trata aquí del pan eucarístico. San Pablo acaba de aconsejar los tripulantes del barco que tomasen alimento, porque llevaban ya varios días sin hacerlo; y dando ejemplo, comenzó por comer el con el rito de bendición común de todas las comidas, y esto hizo que también los demás comí es en a satisfacción. De haber sido una comida operística, habría que decir que la había dado también aquellos paganos, y esto es absurdo.

En cambio, los hechos de los apóstoles nos tabla ante una reunión propiamente eucarística celebrada por San Pablo en Troas a la vuelta de su tercer viaje apostólico. Oh dice así San Lucas, que asistió al acto: el primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan, Pablo, que iba marchar al día siguiente, conversaba con ellos y prolongó su plática hasta la medianoche. Había lámparas en abundancia en la instancia superior, donde estábamos reunidos … Y después de narrar el incidente del joven que se mató ya quien resultó Pablo, continúa: vuelto arriba,  y habiendo partido el pánico y comido, y después de platicar por largo tiempo hasta el alba, con esto se partió (2,42).

Es fácil notar que esta reunión fue convocada expresamente “ para partir el pan”, o sea para celebrar la Eucaristía; que tuvo lugar el primer día de la semana, o sea el dominico, como habían de ser la reunión es crear la más tarde la Didajé y más tarde aún San Justino; que se celebraba por la noche, como la reuniones que denunciaría más adelante Plinio el joven; y, por último, que tiene lugar en la estancia superior, o sea la mejor de la casa, como había color ocurrido en el cenáculo en la última cena del Señor, y que en aquella estancia había lámparas en abundancia. Todo esto hace pensar en una reunión que los cristianos de Troas rodearon de toda solemnidad que pudieron.

Iii elementos aparecen en esta reunión: la predicación del apóstol, la comunidad y la fracción del pan. Son los mismos que campean en las reuniones de la iglesia Madre de Jerusalén. En el mismo libro de los hechos (2,42), le hemos de aquellos cristianos convertidos por San Pedro en su primera predicación: persevera van ha sido mente la doctrina de los apóstoles y en la unión en la fracción del pan y en las oraciones … Y poco más adelante se dice, yo precisión: día por día eran asiduos en asistir juntos al templo, y partiendo el pan en sus casas, tomaban el sustento con regocijo y sentí que te corazón … Aquí se dice expresamente que la Eucaristía no la celebraban en el templo, sino en las casas. Era natural. No podía celebrar en el templo un rito que era netamente cristiano.

Pero el decir que lo celebraban en las casas no quiere citado celebrase en sin solemnidad alguna. Jesucristo mismo había instituido la Eucaristía unos días antes que en una casa particular, pero había buscado para ello una casa de cierta categoría –no hay que olvidar que el dueño de ella tenía un criado que le traía el agua de la fuente-, y dentro de esa casa había celebrado la Eucaristía en la habitación superior, que era la mejor, y que, según San Marcos, era espaciosa y estaba alfombrada (14,15). Y por si todo esto fuera poco, la había instituido en la cena más solemne que celebraban los judíos, que era la cena pascual. ¿no era natural que la Eucaristía quedará en la mente de los apóstoles asociada a una solemnidad extraordinaria? ¿cómo iban ellos a rebajar la de categoría por su propia cuenta?

Se comprende fácilmente que Pedro, una vez trasladado Roma, y contando entre sus adeptos a la “gens Pudentis”, acudiese a aquel palacio del “vicus patricius” y, sentándose en el aristocrático “tablinium”, instruye se a los cristianos reunidos en el “impluvium”. Después daría gracias a Dios sobre el pan y el vino y distribuiría la Eucaristía. Era una casa particular, pero había elegido la mejor, como Jesús. Y la asamblea operística comunicó aquella casa un carácter sagrado, que hizo de ella uno de los “ títulos” de la Roma cristiana. Sobre su emplazamiento se edificó en el siglo IV una iglesia, que aún subsisten después de varias reformas: la iglesia de Santa Pudenunciana.

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