viernes, 9 de noviembre de 2012

las estrellas caerán del cielo

A la vista de los magníficos sillares del templo, los discípulos de Jesús sentían reavivarse su orgullo de raza. En cambio, el corazón del Maestro se llenaba de presagios tristes y terribles. Él, que como profeta veía el futuro, veía los ejércitos sitiadores estrechar el cerco, y a las murallas caer por tierra, y a las mujeres huir despavoridas. Era el día del juicio de Dios sobre la ciudad deicida.

Al mismo tiempo, aquel cuadro de ruinas y de incendio se proyectaba sobre el horizonte y  se esbozaba la silueta y los resplandores trágicos de otros días más terribles, en los que Dios había de hacer el juicio la humanidad entera. Fue entonces cuando Jesús pronunció estas palabras, que San Mateo y San Marcos han conservado textualmente: “en aquellos días, después de aquella tribulación, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas se caerán del cielo, y las columnas de los cielos se como verán” (Mc 13,24s).

Estas palabras no dejan de encerrar un misterio y plantear un problema. ¿Quiso Jesús anunciar con ellas un hecho que había de cumplirse al pie de la letra? ¿O las empleo más bien como una fórmula literaria, con la que sólo querría decir que aquellos días serían aciagos y llenos de amargura?

No sería difícil encontrar ambas opiniones en la literatura eclesiástica. Maldonado aboga por un cumplimiento dos puntos el sol y la luna se extinguirán, y las estrellas eran lanzadas fuera de sus órbitas. Otros autores más modernos hablan de una gran cantidad de aerolitos que, penetrando entre la luna y la tierra, oscurecerían a la luz de aquella, y precipitándose sobre nuestro planeta, al mismo tiempo que producían alteraciones violentas en nuestra atmósfera, daría la impresión terrible de la caída de las estrellas

Sin embargo, no todos se han creído obligados a dar estas interpretaciones. San Agustín veían el sol a Cristo o y en la luna a la iglesia, cuyo brillo quedaría empañado durante algún tiempo por las persecuciones; las estrellas que caen serían los cristianos que no perseveró hacen en su fe.

En la actualidad hay un buen número de escritores que, preferidos por el Padre Lagranje, afirman que estas palabras de Cristo son una especie de frase protocolaria propia de las profecías en que se anuncia un juicio de Dios.

Las tinieblas y los vida tan siempre una impresión de tristeza, y aumentan de manera increíble la sensación de terror cuando acompaña en algún suceso pavoroso. Por eso los profetas, cuando anuncian el juicio de Dios contra alguna ciudad o contra todo un pueblo, hablan con frecuencia del oscurecimiento de las lumbreras celestes

. Ya Amós, el más antiguo de los profetas escritores, decía: Ay de aquellos que desean el día de Yahvé! ¿Qué será de vosotros? El día de Yahvé es día de tinieblas, no de luz. Es como quien, huyendo de León, diera con el oso; como quien, a refugiarse en su casa y poner su mano sobre la pared, fuera mordido por la serpiente. ¿No es tinieblas el día de Yahvé, y no luz, yo oscuridad sin resplandor? (5,18-20).

Y lo que Amós anunciaba al reino del norte, jeremías lo repetía para el día de la catástrofe del reino del sur:” miré a la tierra, y todo era vacío y confusión; los cielos, y todo eran tinieblas. Diré a los montes, y todos temblaban, todos los collado sé cómo habían. Mide y no se veía un hombre, y las tardes del cielo habían huido todas. Mire, y el Carmelo era un desierto, todas sus ciudades serán ruinas ante llave, ante el furor de su cólera. Pues así dice Yahvé: toda la tierra será un desierto; consumar en la destrucción, llorar a la tierra es entenebrecerán los cielos” (4,23-27).

Efectivamente, uno tras otro, los dos reinos vieron llegar el día de Yahvé. Fueron días terribles, en que el espíritu de los habitantes de Samaria y de Jerusalén debieron hallarse sumidos en amargura y oscuridad. Pero ninguna parte consta que en aquellos días dejaran de lucir los astros ítem base la tierra. Sin duda, se trataba de una metáfora.

También Ezequiel emplea la misma metáfora. Estaba se trata de Egipto. El profeta, hablando en nombre de Dios, compara a este pueblo con un cocodrilo que anida en las aguas, y anuncia que El lo cazar en su revés y lo tirara en los campos para que sea pasto de las aves de rapiña y de las fieras salvajes. Ya añade: de la de los cielos y oscureceré las estrellas; Cubriré de nubes el sol, y la luna no resplandecer a; todos los astros que brilla en el cielo se vestirán de luto por ti y se extenderán las tinieblas sobre la tierra, dice el Señor que ha de venir (32,7s).

Hace ya muchos siglos que se cumpla en Egipto esta palabra del Señor, y el que un día fue gran imperio, fue desollado por los otros pueblos. Pero tampoco habla la historia de que por aquellos días se oscureció es el sol y la luna y los astros dejasen de alumbrar. Sin duda seguimos en el campo de la metáfora.

En el profeta a Joel, el anuncio de las tinieblas se convierte casi en un estribillo. Comienza por decir: se acerca el día de Yahvé. Ya está cerca. Día de tinieblas y oscuridad, vía de nublados y sombras (2,2). Describe luego el castigo de Dios bajo la imagen de una invasión de langostas, y añade: ante ellos tiembla la tierra y se conmueve el cielo, sesgo recen el sol y la luna, y las estrellas extinguen su brillo (2,10). Algo más adelante, refiriéndose al juicio de Dios, dicen: muchedumbres, muchedumbres en el valle del juicio, porque se acerca el día de Yahvé, en el valle del juicio. El sol y la luna se oscureceré y las estrellas pierden su brillo (3,14s).

También Isaías expresa de un modo parecido. Anuncia el castigo de Babilonia. Dice que aún algo del Sr., a los montes se llenan de gentes que van a luchar contra ella. Y continúa: lamenta os, porque se acerca el día de Yahvé, cruel, como cólera y furor ardiente para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus cruceros no darán su luz, y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no hará Villar su luz. Yo castigar el mundo por sus crímenes y a los malvados por sus iniquidades… York estremecer a los cielos y temblar a la tierra en su lugar, ante la indignación de Yahvé Sebaoth, el día del furor de su ira (13,9-13). Sin embargo, lo que sabemos de la caída de Babilonia nos obliga a creer que también aquí el elemento tenebroso es de carácter moral y no físico.

Finalmente, hay en el mismo Isaías una expresión que se acerca más a la evangélica. Aquí ya no solamente que los astros oscurezca ni tiemble la tierra; es que las estrellas se desprenden de la bóveda celeste y caen por tierra como caen las hojas de la vid o de la higuera, porque el firmamento, al que la imaginación habría suponía clavadas las estrellas, se hará enrollado como una hoja de papiro. El profeta llama los astros “milicia del cielo”, y de cómo el día en que Dios la entregarán exterminio a todas las naciones,” la milicia de los cielos se disuelve, se enrolla los cielos como se un rollo un libro y todo su ejército caerá como caen las hojas de la vid, como que las hojas de la higuera” (34,4).

Así, oscurecimiento de los astros resulta más definitivo y más catastrófico. Sin embargo, el vaticinio de Isaías se refiere, al menos principalmente, al castigo de Edom. Y en el día en que Edom recibió su merecido, no cayeron los astros mi desapareció el firmamento. Se trata, pues, de otra metáfora.

San  Juán recoge ambas metáforas en su apocalipsis al describir la apertura del sexto sello: un gran terremoto Johnson se volvió negro como un saco de pelo de Cabra, y la luna se tornó toda como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos sacudida por un viento fuerte, y el cielos en rollo con un libro que se enrolla, y todos los montes e islas se movieron de sus lugares. Y lo reyes de la tierra, y los magnates, y los tribunos, y lo ricos, y los poderosos, y todo siervo, y todo libre se ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. Y decían a los montes y a las peñas: caer sobre nosotros y ocultamos de la cara del que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero, porque ha llegado el día grande de su vida, y ¿quién podrá tenerse en pie? (6,12-17).

Es indudable que San Juan se refiera que a los últimos días precursores del juicio final. Formado como estaba su espíritu de la lectura y meditación del antiguo testamento y ejerciendo, al escribir este libro, un ministerio profético, ¿quién no se siente inclinado a colocarlo en la continuación de la misma línea de aquellos antiguos profetas, y a dar a estas frases, que de ellos toma, la misma interpretación metafórica que a las de aquellos?

Entre Isaías y San Juan están las palabras de Jesús: en aquellos días, después de aquella tribulación, se oscurece al sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas se caerán del cielo, y las columnas de los cielos sé cómo eran mis 8Mc 13,24s) ¿no tendrán también en labios de Jesús un sentido metafórico? Precisamente se trata de un lugar en el que Jesús habla como profeta, y como profeta que anuncia el día del juicio.

San Lucas, al trasmitir estas palabras de Jesús a los oriundos del paganismo, que desconocía de lenguaje de los profetas, les dice: habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la citación de las olas, exhalan do los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues las columnas de los cielos se como verán (21,25s).

Sí es verdad que este evangelista no dice expresamente que han de caer los astros y han de oscurecerse el sol y la luna, en cambio parece afirmar que los astros han de ocurrir fenómenos extraños, tan objetivos como la gran tribulación que habrá en la tierra.

A esta tribulación parece referirse al Sr. Cuando, camino del calvario, decía las piadosas mujeres: entonces digan a los montes: caer sobre nosotros. Ya los collados: oculta nos (Lc 23,30). Son las frases que hemos visto recogidas en el Apocalipsis.

Y sí todo esto es así, ¿por qué no pensar que las expresiones que los profetas usaron, y que en los juicios particulares de que ellos hablaban no tenían sino un sentido metafórico, estaban al mismo tiempo anunciando, por encima y más allá de aquellos juicios particulares, el gran juicio universal, en el que se cumplían al pie de la letra?

Por de pronto, en la primera venida del mesías, cuando Jesús morían la cruz por toda la humanidad, “ una oscuridad sobre la tierra desde la hora de sexta hasta la hora de no nos”, es decir, desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde, y la tierra tembló y se rajaron las rocas (Mc 15,33;Mt 27,52).¿Quién nos dice que si esto se cumplió ya a la letra no se cumpliera también literalmente lo demás en la segunda venida del Señor?

Por algo San Pedro, después de recordar que un día desapareció el mundo destruido por las aguas del diluvio, anuncia que otro día desaparecerán los cielos y la tierra por la acción del fuego:” en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua sentada por la palabra de Dios. Por lo cual el mundo de entonces pereció ha negado en el abono, mientras que los cielos y la tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los impíos” (2Pe 3,5-7).

No es extraño que escritores de la solvencia científica del Padre Vaccari  opinen que el sentido de las convulsiones física que podrán final mundo no puede ser abandonado sea muy poderosas razones.

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