viernes, 30 de noviembre de 2012

La virgen inmaculada

Todo ser humano lleva en su corazón la reproducción fotográfica de la persona que ama.
No existe ”el amor a primera vista”; el amor es la realización de un deseo, el cumplimiento de un ensueño.
Tenemos dentro de nosotros un ideal forjado por nuestro mismo pensamiento, por nuestros hábitos, por nuestra experiencia y por nuestros deseos. De otra forma, ¿cómo íbamos a poder distinguir a primera vista que personas y cosas nos agradan? Aún antes de tropezar con ciertas personas nos hemos creado anteriormente un modelo y unas formas de lo que nos agrada y de lo que nos desgarra y algunas de las personas que vemos son copia fiel del modelo y otras uno.
¿Cómo es que cuando oímos por primera vez un motivo musical nos gusta o no? Lo juzgamos conforme a la música que llevamos en el corazón. Las mentes inquietas que no saben detenerse bastante en un mismo pensamiento y que no poseen continuidad de ideales sienten predilección por la música excitante y frenética que las distrae. Las mentes reposadas prefieren, en cambio, la música tranquila.
El corazón poseer una melodía propia secreta, y el día en que se ejecuta por primera vez esa música exclama: “¡esa es!”.
Lo mismo sucede con el amor.
En el corazón humano humor a un diminuto arquitecto que trabaja en el interior y que la vista de las personas que ve, de los libros que leer, de sus esperanzas y de sus ilusiones, diseña los bocetos del amor ideal con el ardiente y apasionado deseo de que un día pueden sus ojos contemplar ese ideal y las manos al partido.
La vida resulta más bella el día en que vemos realizarse nuestro sueño, en la persona amada nos parece la encarnación de cuánto apreciamos. La simpatía procaz de repente, pero es que en realidad, ya existía en nosotros estés largo tiempo.
También lleva Dios dentro de sigue el modelo de cuanto amo en el universo.
Del mismo modo que un arquitecto lleva en su mente el plano de la casa que quiere construir, así también tienen Dios que en su mente una idea arquetipo de cada flor, década pájaro, de cada árbol y de cada media primaveral
La primera pincelada en el lienzo, el primer golpe del escoplo en el mármol, no puede existir sin que les haya preferido una idea luminosa.Cada átomo, cada rosa, no son sino realidades y concreciones de una idea preexistente en la mente de Dios desde toda la eternidad.
Todas las criaturas por debajo del hombre corresponden a un modelo que Dios tiene en la mente. Un árbol es de verdad un árbol porque corresponde a la idea de que Dios tiene desea árbol. Una rosa es rosa porque es la idea que Dios tiene de una rosa formado por las sustancias químicas y el tinte de la vida.
Con las personas, sin embargo, el ocurre lo mismo. Los deben tener de nosotros dos imágenes: lo que somos que lo que deberíamos ser. El Señor posee el modelo y la realización, el plano y el edificio, a la partitura musical y el modo como se ejecuta.
Dios debe tener estas dos imágenes sobre nosotros, porque en cada uno de nosotros existe una desproporción satisfecha entre el proyecto original y el modo de realizarlo personalmente nosotros. La imagen está oscura, el cuadro está descolorido; nuestros actos líderes no corresponden a la razón de nuestro ser; no llegamos a lo que quisiera Dios que fuésemos.
Aunque Dios tenga dos imágenes nuestros, existe, sin embargo, una sola criatura humana, entre todas las de la creación, de la cual puse una sola imagen, y en la que reino y reina una perfecta conformidad entre lo que Dios pensaba que fuese y lo que es que en realidad; ésta es su bendita y Santísima Madre.
Muchos de nosotros nos quedamos por debajo de la “marca” en cuanto que no hemos correspondido plenamente a las enseñanzas que el Padre celestial abrigaba sobre nosotros; pero en el caso de que la virgen la “marca” ha sido plenamente alcanzada.
María santísima es, de carne y hueso, tal como la idea que de ella se había forjado Dios. El modelo y la realización son perfectamente iguales: la Virgen es todo lo que fue previsto imaginado y soñado. La melodía universal de su vida es la perfecta interpretación de la partitura original.
Por esta razón, a través de los siglos, ha atribuido la liturgia cristiana a la Virgen las palabras del libro de los Proverbios. La Santísima Virgen es la realización de todo lo que Dios hubiese querido que fuésemos nosotros, y habla de sí misma como de la reproducción fotográfica de la ida existente en la mente del Señor, para que ella amargura Dios antes de existir como criatura humana.
Se erige de Maria que estaba al lado del Señor, no sólo antes de la televisión, sino también en el momento de ella.
Existía en la Mente Divina como pensamiento eterno antes de que existiese ninguna otra Madre. Es la Madre de las Madres...
“el Señor me tuvo consigo al comienzo de su obra, en el nacimiento del tiempo, cuando inició la creación. Estuve constituida desde la eternidad, antes de que existiese la tierra; ya había sido concebida cuando los abismos fueron una realidad y cuando las fuentes de agua no habían brotado todavía de la tierra, ni habían surgido las montañas con sus moles inmensas; fui engendrada antes que los collados, cuando Dios creó los cielos, cuando refrenar las aguas con marcos inviolables, cuando fijó la atmósfera por encima de todas las cosas, cuando niveló los manantiales que las aguas en las con cavidades. Estaba presente cuando Dios encerró el mar dentro de sus límites, estaba al lado del creador, hice desde la mañana hasta la noche, mientras me recreaba inclinada delante de El, sentía crecer mi alegría; jugaba en este mundo de polvo, teniendo por compañeros de mis juegos a los hijos de Adán. Escúchame, pues, vosotros que soy mis hijos niños. Dichosos los que me escuchan y, atentos a mi portal, esperan día tras día el momento en que abra mis puertas. El que me encuentre encontrará la vida y deberá completa felicidad en el cáliz de Dios” (Prov. 8, 22-36)
Dios no pensó en la Virgen solamente desde la eternidad, sino también al principio mismo del tiempo. Cuando el género humano supo perdido por culpa de una mujer, Dios habló al demonio de la siguiente manera: “pondré enemistades entre ti la mujer, entre tú ves tendencia en la suya. El aplastara tu cabeza mientras que tú pondrás asechanzas en su calcañar”…
Dios quería significar que, sin por culpa de una mujer, se había perdido el hombre, también se salvarían través de una mujer.
El mal prosperaría, y bajo místicas apariencias llegaría a instaurar un reino comunista y satánico; pero la mujer tendría también su progenie: a nuestro Señor, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo.
Cuando Dios determinó hacerse hombre, debía escoger el tiempo de su venida, el país donde la feria, la población en la que crecería, la gente y las tinte con las que Biblia, los sistemas políticos y económicos que le rodea veían, la lengua que hablaría y las reacciones psicológicas con las que estarían contacto, como Señor de la historia y Salvador del mundo.
Todos estos problemas lo resolvería un solo factor, con la mujer que sería su Madre.
Escoger la Madre significaba también elegir una determinada posición social, un idioma, una población, un ambiente, un momento decisivo en el destino.
Su Madre no era como la nuestra, aceptada por nosotros como algo establecido en la historia y que no nos es dado cambiar; el Señor, en cambio, nació de una Madre que él mismo había elegido antes de nacer.
Este es el primero y único caso en la historia en el que un hijo haya elegido su propia madre y en el que una Madre haya elegido a su hijo. Y eso es lo que expresan las palabras del credo: Ignacio de Santa Maria Virgen… “La Virgen fue llamada por Dios como lo fue Aarón, y nuestro Señor nació, no sólo de su seno, sino también de su mismo deseo de concebirlo”...
No debemos extrañar los que se hable de la Virgen Maria como de un pensamiento que cruzó por la mente de Dios antes de crear el mundo.
Cuando Whitsler pintó el retrato de su Madre, ¿no tuvo caso la imagen suya ante sus ojos antes de ordenar los colores en el cuadro?
Sí os hubiese sido dado existir antes que vuestra Madre, no artísticamente sino en la realidad objetiva, ¿no la habría y se echó como la mujer más perfecta del mundo –una criatura tan hermosa que habría despertado la envidia de todas las demás mujeres- como una criatura tan gentil y cariñosa que todas las demás Madre está habrían deseado imitar sus virtudes? ¿a qué, pues, pensar que Dios cobraría de manera diferente? Cuando a Whistler le elogiaron el retrato de su Madre contestó: “ya sabéis lo que pasa: cada cual trata de hacer a su madrecita lo mejor que puede”…
También creo que cuando Dios que iba a ser hombre, había su Madre lo mejor que pudiese y, consecuentemente, la hizo perfecta…Las obras maestras de Dios son la creación del hombre y su segunda creación y redención.
La creación se hizo para los hombres cuando aún no había caído en el pecado original; pero su cuerpo místico, en cambio, para los hombres pecadores.
Antes de crear al hombre, Dios creó un jardín delicioso, tan bello como solo Dios podía hacerlo; en ese paraíso se celebraron las primeras bodas entre el hombre y la mujer.
Cuando el hombre renunció a los bienes divinos teniéndolo más bajo de su naturaleza y se rebeló contra el cielo, Dios estableció crear al hombre por segunda vez, redimiéndolo; pero antes de proceder a ello creó otro jardín.
Este nuevo jardín no sería ningún jardín terrenal, sino jardín humano; sería un jardín en cuyas puertas nunca estaría escrita la palabra” pecado”; un jardín en el que nunca crecería la mala hierba de la rebelión para sofocar las flores de la gracia; un jardín que debía vida a 4 ríos de redención cuyas aguas corrían por los 4 puntos cardinales de la tierra; un Jardín tan limpio que Dios Padre no vacilaría nacer vivir en él a su propio Hijo; y este “Jardín encantado” cuyo Jardinero sería el nuevo Adán, fue nuestra bendita Madre.
Así como el Edén había sido el paraíso de la creación, la Virgen Maria sería el paraíso de la encarnación, y en ella, como en un jardín, se celebraría las primeras bodas entre Dios y el hombre junto cuanto más se próxima uno al fuego, tanto más calor experimenta; cuanto más nos aproximamos a Dios, mayor pureza encontraremos; pero del mismo modo que nadie estuvo más cerca de Dios que la mujer, cuyas puertas humanas abrió El para andar por esta tierra, una existe tampoco tan puro como Ella.
A esta pureza la llamamos la Inmaculada Concepción.

La palabra “inmaculada” no viene del “nacimiento de la Virgen”, sino de otras dos latinas que significan “no manchada”. Concepción quiere decir que en el momento en que fue concebida en el seno de Santa Ana, maestra bendita Madre fue preservada del pecado original en virtud de los méritos de la redención de su Hijo.
No ha llegado a comprender por qué a estas alturas a un encuentra el hombre algún motivo para reírse de la Inmaculada Concepción, cuando pretende, como moderno pagano que eres, haber sido concebido también él sin mancha alguna. Si no existiese el pecado original, entonces es cuando naceríamos sin mancha todos los mortales.
¿Por qué a demostrarse, pues el hombre tan reticente en atribuir a Maria lo que se atribuye a sí mismo?

Sin embargo, a pesar de su Inmaculada Concepción, también debió ser limpiada de pecado la Virgen Maria. También Ella!
María es el primer caso de redención, en cuanto que fue preservada del pecado en el mismo instante en que fue concebida, mientras que nosotros somos también, aunque de modo menor, después del nacimiento. Ese privilegio sede concedió a la virgen, no por ella sola, sino por el amor de Dios.
Supongamos que Dios, al crear de nuevo al hombre, hubiese creado igualmente una nueva mujer, una nueva Eva. ¡! ¡Qué desastre más grande se hubiese producido!
¡La cristiandad estaría acusada de ser una religión de hombres solamente! ¡Las mujeres habrían de haberse procurado otra religión exclusiva de mujeres solamente!
Se había insinuado que la mujer debiera ser siempre la esclava del hombre y que él mismo Dios entendía que fuese así a no haber creado una nueva Eva, como lo había hecho para Adán.
La Inmaculada Concepción de María es el más grande tributo de la cristiandad a la parte confiada a las mujeres en la redención.
Y esto nos conduce de nuevo al principio… Dijimos que cada uno de nosotros lleva en su corazón la reproducción fotográfica del amor ideal. Todo hombre que busca a su mujer, todo mujer que desea ser cortejada por los hombres, cualquier vínculo de amistad en el mundo, buscan desesperadamente un amor que no sea solamente el amor de “el” o de “ella”, sino algo que comprenda a ambos y que ellos llaman “nuestro amor”.
Cada uno de nosotros se haya enamorado del amor ideal, amor tan superior al físico, que hace olvidado por completo.
Todos nosotros sentimos mayor apego por unas cosas que por otros. Cuando pasa la onda, el apego, el amor por esas cosas ha terminado. Para decirlo con el poeta: “podría amarte así de bien, oh querida, sino almas y tanto más el honor”.
Así cómo se necesitan aire para respirar, así también se necesita una atmósfera especial para amar, debiendo estar constituida la esencia de esa atmósfera por Jesucristo y por Maria.
El amor ideal que sabemos existe más allá del amor terreno, ese amor al que nos dirigimos –cuando nos quedamos sin el amor físico, es el mismo ideal que Dios te agua en el corazón desde la eternidad la mujer que El llama” Madre Santa”-, la que cada uno de nosotros habrá cuando ama a una mujer, lo sepa o no lo sepa.
La Virgen es como toda mujer quisiera ser cuando semilla en el Espejo de la vida.
Ella es la mujer con la que todo hombre quisiera desposarse; es el ideal latente en el sentido de rebelión que toda mujer experimenta cuando el hombre se hace demasiado agresivamente sensual; es el secreto deseo de que toda mujer siente de que la honren y la protejan.
Para conocer a una mujer, o seguían de la, precisa que el hombre la haya poseído antes en sueños.
Para ser amada por el hombre que la pose, la mujer de beber deseado ante ser amada por el idealmente.
María es el ideal y el amor, imagen de lo que es posible; la Virgen es el ideal de amor que Dios amaba aun antes de crear el mundo; es la virgen inmaculada, Madre de Dios.
Dejad, pues, que diga con vosotros: ella eres aquí yo quiero…

¡Por el amor de Jesús!
Radiomensaje del 11 de marzo de 1951. Fulton Sheen

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