viernes, 23 de noviembre de 2012

Conocimiento mesiánico del Bautista

Desde su prisión debatieron te envío el bautista a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿eres tú el que ha devenido o esperamos a otro? (Mt 11,2s)
La mayor parte de los exégetas interpretan esta misiva como un recurso empleado por San Juan para dar ocasión a sus discípulos de conocer que Jesús era el mesías anunciado. Con todo respeto que notoria los grandes doctores que así opinan, hemos de confesar que tal interpretación nunca nos ha satisfecho. Quién pregunta y quien espera la respuesta es cuan, y por lo mismo a Juan va dirigida la contestación: id y contar a Juan lo que habéis oído y visto (11,4).
Quizá tengan muchos una idea poca exacta del conocimiento de  san Juan poseía acerca del mesías y de su misión. Para ellos, desde el momento en que María visitó Isabel y está sintió que en su seno saltaba el precursor, San Juan tuvo un conocimiento claro de quien era Jesús; conocimiento que el Espíritu Santo o y el infundido y que nunca sufrió la menor mengua a través de toda su vida. Sin embargo, el mismo evangelio nos dice que cuando Jesucristo vino bautizarse, el bautista no supo quién era hasta que vio bajar sobre él el Espíritu Santo: yo no le conocía, pero el que me mandó a bautizar con agua, aquel que me dijo: sobre quién vieres bajar el espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo di id y testimonio de que ese es el Hijo de Dios (Jn 1,33s)
Nada y en el evangelio cabría pensar que el salto dado por San Juan en el seno materno en el sexto mes de su gestación ante la presencia de María, en quien tomaba carne humana el verbo divino, fuese un acto consciente, que supusiera un conocimiento por muchos conceptos milagroso: milagroso por el sujeto y quien se verificaba, ya que normalmente sólo era capaz de vida vegetativa, y aun esa, imperfecta: milagroso por referirse a algo que estaba oculto en el interior de María, y milagroso, en fin, por tratarse del misterio que solo Dios y María podía desvelar. El texto no dice tanto. El texto sólo exige que Isabel, llena del espíritu Santo, sintiese en su interior una conmoción puramente física, aunque sobrenatural, que el niño, que ella, conocer era de lo que el ángel había prometido Zacarías, relaciono con lo que el Espíritu de revelaba del misterio de Maria.
A esto se reduce todo. Día llegara en que Dios le revelase la dignidad de Jesús y la excelencia de su misión; pero esa misma revelación había de ser, como en todas o casi todas
Las que registra la Escritura, progresiva e incompleta en sus principios.
El evangelio nos presenta San Juan creciendo en el desierto, hasta que un día recibe una revelación de Dios, que le impulsa realizar la profecía de Isaías, siendo la voz invita a preparar los caminos porque llega ya el Señor. Los caminos eran ante todo de orden moral. Era preciso cambiar de vida, porque el día en que el mesías apareciese para separar el trigo de la paja, ante nada serviría ser hijo de Abraham, sino el haber obrado bien.
La predicación de Juan hizo en impresión, y los evangelios nos hablan de muchedumbre se acudían a él para ser bautizados en señal de que se proponía cambiar de vida. Entre la muchedumbre llegó un día Jesús. San Mateo nos presenta Juan forcejeando con él:”¿yo debería ser bautizado por ti, y bienes tú a mi?”. Pero ante la insistencia de Jesús, Juan el Bautista y de que, al salir Jesús del agua, se abren los cielos y desciende sobre él el espíritu Santo en forma de paloma,  mientras se deja oír una voz de los cielos que dice: este es mi hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias (Mt 3, 13-17).
Cualquiera pensaría, leer todo esto, que bautista sabía muy bien antemano que Jesús era el mesías y que por eso rehusaba bautizarle gotita le alegando que más bien era el mesías que debía bautizar de el. Sin embargo las palabras del cuarto evangelio es también claras: al día siguiente vio Juan a Jesús que venía hacia él, y dijo: he aquí el cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. Este es de quien dice: detrás de mí tiene un varón que me adelanta, porque era antes que yo. Y yo no le conocía, pero vine bautizando en agua para que él se manifestará en Israel. Y dio testimonio Juan diciendo: yo vi al espíritu bajar del cielo como una paloma y detenerse sobre él. Y yo no reconocía; pero el que me mandó bautizar con agua, aquel que me dijo: sobre quién bienes bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautizar con espíritu Santo. Y yo lo vi y di testimonio de que ese es el Hijo de Dios (Jn 1,29-34)
La relación que pueda existir entre estas palabras y lecho testificado por San Mateo se han explicado de diversas maneras. La más sencilla Etiopía parece ser la siguiente: San Juan debió conocer a su pariente Jesús, puesto que entrando a sus familias habían trato muy íntimo. Tal vez la muerte de sus Padres ancianos, cuando él era muy niño, no dio lugar a que Isabel le comunicase lo que ella sabía acerca de la dignidad mesiánica de Jesús. Sin embargo, el trato directo con él le había hecho darse cuenta de que su primo poseía una santidad eminente, que estaba muy por encima de sus siempre imperfectas virtudes. Por eso Juan, a quien su vida usted acaba autoridad para admitir a los pecadores al bautismo de penitencia, se sintió, en cambio, muy inferior al ver a Jesús. Se alguno podía invitar al otro a ser más perfecto, era Jesús quien debía invitar a Juan y no al revés. Más que sus alegó que debía cumplir todo acto de virtud, y puesto que en aquellos momentos que el recibir el bautismo en un acto virtuoso, él quería ser bautizado. Para Juan era una prueba más de la santidad de su pariente, y en el momento mismo en que le veía consumar su humillación recibió la revelación definitiva: vio al espíritu bajar sobre Jesús, y conoció que el era el mesías.
De esta manera selectiva perfeccionando conocimiento mesiánico nepotista. Primeramente había tenido una revelación que le enviaba a predicar, y en virtud de ella sabía que con ocasión de su predicación se manifestaría el mesías; pero uno sabía quién era. Ahora ya sabe que el mesías es Jesús. Más ¿tendrá con sólo esto una idea exacta de la misión del mesías?
De haberla tenido hubiera sido una excepción única entre los hombres. A juzgar por evangelio, sólo Jesús había con esa actitud cuele cuál era su misión. Todos los demás, acostumbrados a ver las profecías con su lenguaje figurado y acronístico, pensaban invariablemente en un reino político, que muchos esperaban se establecería a continuación de un juicio universal. El Mesías sería el juez y el rey. Por eso los que rodeaban a Jesús no llegaba nunca comprender le, porque miraba las cosas desde un punto de vista equivocado. Por eso sus mismos discípulos, que habían estado más de 3 años en su compañía oyéndole hablar del reino de los cielos, soñaban compuestos políticos, y aún después de la resurrección de Cristo hablaban de la restauración de Israel. A los mismos padres de Jesús no se les reveló el misterio de su Hijo sino de una manera progresiva  (Lc 2,33,50), y las palabras mismas del ángel de la anunciación hablaban del trono de David y de un reinado perpetuo. ¿A quién puede extrañar que también el bautista desconocía según misterio que sólo Jesús había de revelar?
Toda la predicación del bautista se reduce a anunciar la necesidad de mejorar la de vida, porque bien el mesías dispuesto a cortar el árbol que no den buen fruto, para echarlo al fuego (Lc 3,9); en su mano trae el bieldo para aventar la parva de suegra y separar el trigo de la paja; el trigo lo llevará a su granero y la paja al arrojar a un fuego que no se apaga (3,17). Todas estas imágenes están hablando de un juicio universal, en el que serán castigados los malos y recibirán su galardón los suelos. Por tanto, cuando el bautista supo que Jesús que era el mesías quedó convencido de que Jesús venía para realizar este juicio. El día del triunfo de la virtud estaba muy próximo, estaba ya las puertas.
Por eso cuando Herodes mandó prender al Bautista el encerró en la prisión de Maqueronte, el prisionero permaneció tranquilo. Sabía que su triunfo estaba próximo. Aquel día, Herodes y los que con el compartían su vida viciosa serían como la paja, mientras que el pobre prisionero sería trigo escogido de los graneros del mesías. Ese día estaba muy próximo.            
Ya él había visto al juez. El cielo se lo había manifestado. Pero fueron pasando los días con la lentitud con que pasan en la prisión, y tras los días pasaron las semanas y a unos meses. Los discípulos de Juan iban y venían, y tenían a su maestro corriente del movimiento mesiánico. Todo estaba tranquilo. Jesús predicaba en tono pacífico y obraba algunos milagros. Nada parecía indicar que se tratase de provocar una conmoción universal para juzgar a todos. Y, sin embargo, en la mente del bautista, mesías y pues universal que eran una misma cosa. Sí Jesús no se disponía juzgar al mundo, ¿se habría equivocado el bautista y no sería Jesús que el mesías? Pero el testimonio del espíritu Santo parecía evidente. Ante tales dudas y perplejidades, Juan decidió enviar un mensaje Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro? …         
Las palabras de Jesús responde perfectamente a los pensamientos del bautista. Él, que se puso a predicar anunciando la venida del Señor, en cumplimiento de una profecía de Isaías, debía saber que no era el oficio del juez lo único que del mesías se había predicho, que él mismo Isaías había anunciado que en tiempo del mesías se abría los ojos de los ciegos y quedarían abiertos los oídos de los sordos, saltar y han como ciervos los cojos y quedaría suelta la lengua de los modos (35,5), y serían misión especial del enviado de Dios el predicar a los pobres (61,1). “ir y contará Juan lo que ha visto oído y visto: los ciegos ven, los cojos candado, los leprosos son curados, los sordos Colle en, los muertos resucitan y los pobres son evangeliza dos” y aun añadió una advertencia dirigida directamente a los pensamientos de Juan: “bienaventurado quien no se escandalice de de mi”.
Esta última frase podía haber dejado en sus oyentes una impresión menos favorable de la grandeza del alma de Juan. Por eso Jesús se apresura salir por el buen nombre del barón austero y constante, superior a todos los profetas.
Entretanto, el bautista decida la cárcel a lección del maestro, y fortalecido con ella esperó hasta la muerte. Sí hubo un momento en que su alma se vio combatida por la duda, nadie por eso podrá creer lo menos grande ni menos Santo. Sí al vulgo se tras luciera las dudas que a veces atormentan algunas almas muy adelantadas en la perfección, quizá las tuviese en menor estima; pero los ojos de Dios la purificación de la duda les da un Valor mucho mayor. Sí a Juan bautista asalto la duda, supo recurrir al único que podía aclarar la, y recibió sus palabras con plenitud de fe. No es ningún desdoro tener necesidad de ser confortado por Cristo, cuando el mismo Cristo oh tuvo necesidad de ser confortado por un ángel en Getsemaní.
Las palabras de Cristo proyectaron nueva luz en la inteligencia de Juan hicieron entender la existencia del misterio mesiánico que él apenas conocía. Su conocimiento perfecto lo recibió algo más tarde. El día en que el verdugo corto su cabeza, Juan entregó su alma en brazos de la fe y; pero el día de la resurrección de Cristo pudo contemplar el misterio con toda claridad. No se había equivocado. Aquel era el cordero que quitar los pecados del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario