jueves, 4 de octubre de 2012

orar y amar

En su Tratado de la verdadera devoción, San Luis María Grignion de Montfort dice:

María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo bien que tiene poco tiempo y mucho menos que nunca, para perder a las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y sus combates. El suscitará pronto crueles persecuciones, y pondrá terribles asechanzas a los servidores fieles y a los verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta más trabajo superar que a los otros.

Es principalmente de estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que aumentarán todos los días hasta el reinado del Anticristo, de las que se debe entender esta primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada en el paraíso terrenal contra la serpiente: «Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y tu raza y la suya; ella misma te aplastará la cabeza, y tú pondrás asechanzas a su talón».

Dios no ha hecho ni formado nunca sino una enemistad, pero irreconciliable, que durará y aumentará aún hasta el fin: es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen, y los hijos y secuaces de Lucifer.

De suerte que la más terrible de las enemigas que Dios ha hecho contra el diablo es María, su santa Madre. Él le ha dado, incluso desde el paraíso terrenal, aunque no fuese todavía sino en su idea, tanto odio contra ese maldito enemigo, tanta industria para descubrir la malicia de esa antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que éste la teme más, no sólo que a todos los ángeles y a los hombres, sino, en un sentido, más que a Dios mismo.

No solamente Dios ha puesto una enemistad, sino enemistades, no sólo entre María y el demonio, sino entre la raza de la Santísima Virgen y la raza del demonio; es decir, que Dios ha puesto enemistades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos de del diablo; ellos no se aman mutuamente, no tienen correspondencia interior unos con otros. Los hijos de Belial, los esclavos de Satán, los amigos del mundo (pues es la misma cosa), han perseguido siempre hasta aquí y perseguirán más que nunca a aquellos y a aquellas que pertenecen a la Santísima Virgen.

Pero la humilde María tendrá siempre la victoria sobre ese orgulloso; y tan grande que llegará hasta aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo; Ella descubrirá siempre su malicia de serpiente; desbaratará sus maquinaciones infernales, disipará sus consejos diabólicos y preservará hasta el fin de los tiempos a sus fieles servidores de su garra cruel.

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