lunes, 15 de octubre de 2012

El salmo (8) de la luna y las estrellas


PARA ORAR ESTA NOCHE


Todo lo que en el mundo sucede se mueve dentro de un plan trazado y dirigido por la divina providencia. Por eso pudo decir Jesús que ni un solo caballo nuestro caerá sin permiso del Padre. Pero hay acciones en las que de modo especial interviene Dios, haciéndose causa principal de las mismas. Esto es lo que ha subido en las composiciones literarias que reunidas forman la Biblia.

Ha habido ocasiones en que los sentimientos religiosos del nombre han subido hasta su inteligencia y la de iluminado con una luz extraordinaria, arrancándole composiciones poéticas llenas de moción religiosa y de belleza literaria así ha nacido la poesía religiosa -. Pero ha sucedido algunas veces y esto sólo por revelación divina puede conocerse- que quien hizo brotar el sentimiento religioso, y lo desprendió del corazón del artista, y lo condujo hasta la mente, y lo transformó en luz y luego en palabra y en armonía, fue el dedo mismo de Dios, el espíritu Santo, que hablaba por medio de los profetas. Y así nacieron los salmos.

“ Yahvé, Señor Nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Porque has levantado tu majestad sobre los cielos”.

El pequeño David tiene conciencia de no ser, en sus relaciones con Dios, un ser aislado, sino un miembro del pueblo escogido por él y al que el patrocina. Por eso le llama con tanta naturalidad” Señor nuestro”. Aquel Dios cónico, que tanto distinguía a Israel, era el creador de toda magnificencia celeste, que en el brillo de las noches orientales tiene un esplendor insospechado. Él había desplegado sobre los cielos su majestad, y como los cielos cubren toda la tierra, toda la tierra la puede contemplar, y reconoce la grandeza del creador y alaba su nombre.

No sabemos qué extensión tendría “toda la tierra” en la imaginación del pequeño David. En todo caso, abarcaba su tierra, y las tierras décimas, cuyos habitantes no adoraban a Yahvéh, y el mar, que se extendía hasta los montes eternos, y toda ella estaba cobijada por la bóveda celeste cuajada de estrellas, que había creado Yahvé y no los dioses de los otros pueblos. El espíritu Santo, que hablaba por medio de David, conocía muy bien toda la redondez y extensión de la tierra y aún muchos secretos de ella que todavía no conocemos los humanos. ¿Pero a quién podrá extraña que pulsando Dios la vida de David tuviera su sonidos en los cielos una resonancia incomparablemente mayor que la que podía tener en el pequeño espíritu humano?

Lo cierto es que aun en la menguada tierra de la que el muchacho tenía noticia había hombres enemigos de Yahvé, que no querrían reconocer su omnipotencia soberana. Para confundir a estos había hecho Dios en los cielos estrellados una manifestación tan evidente de su poder, que hasta los niños de pecho lo reconociese.

“de la boca de los niños y mármoles que has preparado la alabanza contra tus adversarios. Para confundir al enemigo y al perseguidor”.

Hay cierta hipérbole en decir que los niños de pecho razonan ante el cielo estrellado llamaban a Dios. Pero el mismo David, en comparación con los barbudos filisteos que no adoraban a Yahve, ¿no venía a ser un niño de tete?

Pues el…

“cuando contemplo los cielos, la obra de tus dedos; la luna y las estrellas que tú has colocado…”

él se sentía profundamente impresionado por la grandeza de Dios al contemplar esa filigrana de los cielos, obra de arte delicada, en la que el creador puso a contribución la finura de trabajo de sus propios de los. Esa luna y esas estrellas…

Y se sentía confundido en su propia pequeñez de hombre del barro frente a la grandeza de Dios, que le distinguía con su predilección.

“¿qué es el hombre para que él te acuerdes, ni el hijo del hombre para que tú le visites?”

Emplea el salmista para designar al hombre el término Enosch que su raya la debilidad del ser humano, y le pone como sinónimo la expresión “Hijo del hombre”, ben. Adam, nacido del que fue hecho de la tierra. En comparación del omnipotente es como un gusano. Y, sin embargo, el omnipotente se ocupa de él y le visita, haciéndole objeto de sus dones.

Entre todos los dones divinos ayuno fundamental, y es el que le hizo el día de la creación, cuando se puso hacerlo “a su imagen y semejanza” (Gn 1,26). Bien claramente lo dice de génesis en que había de consistir esta semejanza divina en el hombre: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza-dijo Elohim- para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre las bestias y sobre toda la tierra y cuántos animales se mueven sobre ella (1,26). De esta manera Dios, que como creadores el rey de toda la creación, uso un segundo rey, aunque inferior a él, a quien viviese tributo todo lo creado.

Todo esto lo recordaba David. Recordaba incluso lo que había leído hubo oído leer en una narraciones en la que ha Dios se le da el nombre de Elohim. Por eso añadió: le has hecho poco menos que Elohim. Irás coronado de gloria y honor y le diste el seminario sobre las obras de tus manos. Todo lo has puesto debajo de sus pieles: las ovejas y los bueyes todos y hasta las fieras del campo, las aves del cielo y los peces del mar; todo cuando corre por las sendas del mar…

Y al decir esto mirar Yahvé habita su pequeño rebaño dormidos, manso dominio de su minúsculo señorío, y prorrumpiría de nuevo en la exclamación primera: Yahvé, Señor nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! …

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Con el tiempo nacería en Belén otro pastor. No sabemos que cuidase nunca ovejas en el campo; pero como veía las muchedumbres desorientadas, decía que le daban pena, porque estaban como ovejas sin pastor, y terminó por presentarse el mismo como el buen pastor enviado por el Padre.

También Jesús conoció este salmo. Cuando entró en Jerusalén el día de ramos, los niños gritaban aclamando de dentro del templo, y los fariseos llamaron la atención de Jesús sobre el hecho. Más Jesús les contestó: ¿no habéis leído jamás: de la boca de los niños y de los qué maman has hecho salir esta alabanza? (Mt 21,16). La forma misma en que Jesús contesta parece indicar que los fariseos tenían que haberlo leído muchas veces. Sin duda también Jesús lo había leído recitado con cierta frecuencia.

Añadamos a esto la costumbre que Jesús tenía de retirarse por la noche al campo para orar en la soledad y su hábito de emplear los salmos como fórmula de oración y casi tendremos la seguridad de que también él, como David, clavando su mirada en la inmensidad de los cielos rezo el salmo de la luna y las estrellas.

Nadie como él sabía lo que la inmensidad de los espacios encierra de misterio y de magnificencia, puesto que él, como verbo, los había creado. Nadie como él podía hablar de la elevación de la pequeña humanidad terrena las alturas inmediatas a Dios. “le has hecho poco menos que Dios”. La humanidad de Cristo oh no es Dios ni quedó transformada en Dios, pero estaba y está tan íntimamente unida a él, que la persona que por ella vive y por ella actúa es Dios, y de esta manera el Hombre es Dios

. Más aún. Ningún hombre se puede decir rey de la creación con tanta propiedad como Jesús, que como Hijo de Dios es por su propia naturaleza rey de todo lo creado.

De este modo, el salmo en labios de Cristo adquiriría un sentido mucho más completo. La misma alusión que el salmista había hecho a la soberanía que Dios entregó al hombre en el paraíso, no dejaba de tener la sombra de la merma que el pecado de Adán había introducido en estos poderes. En Jesús, la naturaleza humana estaba plenamente restaurada. No había ninguna merma en su soberanía.

Por eso no andaba descaminado San Pablo cuando interpretaba este salmo como referente a Cristo (1Cor 15,27) ni cuando en la epístola a los hebreos comentaba después de haber citado las palabras de este salmo: pues al decir que se le sometió todo, es que no dejó nada que no le sometiera. Al presente no vemos aun que todo lo esté sometido, pero sí vemos al que Dios hizo poco menor que a los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte (2,8s).

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