martes, 6 de abril de 2010

Nardo

Resbalaba por su frente,
por sus cabellos y barba...
Lo derramó todo entero,
como quien vacía el alma.
Roto el vaso de alabastro
-todo es poco para quien ama-
fue su óbolo de enamorada.
Loca, loca Magdalena...
sin saberlo, preparaba
el cuerpo para el sepulcro:
se llenó de olor la casa...

la maloliente mazmorra
-nadie se lo explicaba-
esa nopche olía a nardo
entre golpe y risotada;
la calle de la amargura
-Cristo con la cruz pasaba-
a nardo dicen que olía
al aire de su pisada.

Y al tiempo de pronunciar
desde la cruz las palabras
¿no era nardo el perfume
que todo el monte exhalaba?
Y cuando -ya muerto- en sus brazos,
María lo acariciaba,
de nuevo estalló el perfume:
fué la última oleada...

Cristo quebró su alabastro
en la mañana de Pascua
-¡María!
-¡Rabboni!
¡Nardo!
Le inundó de nardo el alma...

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