miércoles, 16 de enero de 2013

No deberá vino ni licores

Cuando el ángel Gabriel anuncio a Zacarías el nacimiento de su hijo Juan el bautista, le dijo: no beber habido un y licores, y desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo (Lc 1,159. Con estas palabras no se limitaba describir las costumbres del futuro precursor, sino que advertía a sus Padres que por voluntad de Dios, debían consagrarlo al Sr. Con el voto llamado del nazareato

. En la religión de Jesucristo hay hombres y mujeres que se consagran a Dios temporal o perpetuamente por medio de los votos que afectan al ejercicio de algunos derechos naturales, como el de la procreación, la libertad y la propiedad. La religión de moisés, preludio de la cristiana, tenía también sus consagrados, que recibían el nombre de nazareos.

Las obligaciones del nazareo están descritas en el capítulo 6 del libro de los números, y fundamentalmente son dos: abstenerse de toda bebida fermentada y no cortarse el cabello. Es decir que una persona que asumía una de estas obligaciones   a la equivalía a decir que se hacían nazareo.       

La prohibición de tomar bebidas fermentadas era tan absoluta que llevaba consigo la abstención de comer uvas y pasas y de beber vinagre. Tal prohibición no exclusión de los nazareos israelitas. Jeremías tabla de un pueblo extranjero que vivían medio de Israel y practicaba en masa esta misma abstención. Se llamaban recabitas y vivían en tiendas de campaña, haciendo vida nómada (35,5-10). Su ejemplo, sin embargo, no da ninguna luz para interpretar el sentido que tal abstinencia podía tener en los nazareos.  Para los recabitas, eran la oposición declarada por sus antepasados y mantenida por ellos, a una forma cultural que un día apareció como nueva. En los nazareos más bien la hemos de relacionar con la prohibición que, en forma parecida, se formula respecto a los sacerdotes para los días en que han de penetrar en el tabernáculo. Aquí se le señala como finalidad el que sepan distinguir entre lo Santo y lo profano, lo puro hilo impuro. Es evidente que tales de medidas se prohíben por lo que tienen de perturbadoras del juicio.

Tenía, por lo tanto, tal prohibición un carácter meramente negativo, qué tiende a remover inconvenientes. La otra prohibición, en cambio, es más positiva. El cabello ha sido considerado como una manifestación especial de la vida o como una parte del hombre especialmente viva, ya que sigue creciendo aun en el cadáver. Esto ha hecho que el hombre haya pensado en ofrecer a Dios el sacrificio del cabello como ha ofrecido el sacrificio de la sangre, y para ello haya necesitado primeramente dejar crecer el pelo durante un tiempo determinado, en el cual, como portador de un objeto consagrado a Dios, era persona sagrada.

En Siria, los niños de uno y otro sexo dejaban crecer sus cabellos hasta llegar a la pubertad, y en la ceremonia de la iniciación seamos cortaban y los depositaban en ricos estuches en el santuario la diosa. Cuando Asurbanipal subió al trono, consagró al culto a dos hermanos suyos mediante la consola del cabello. Y quizá haya de relacionarse con estas mismas ideas el voto que hacen algunos árabes de no cortarse el pelo hasta que derrotasen completamente a sus enemigos.

El nazareo, entre los hebreos, dejaba crecer su cabello durante todo el tiempo que duras el botón y, al expirar el plazo, se presentaba en el templo y ofrecían de sacrificios: un cordero de un año en holocausto, una oveja de un año en sacrificio expiatorio y un carnero sacrificio pacífico. Inmediatamente se cortaba el cabello y lo echaban fuego en que ardía el sacrificio pacífico. Era un momento solemne en que el nazareo parecía asimilado los sacerdotes. Tomaba en sus propias manos las partes de la víctima que habían de ser presentadas a Dios y por el sacerdote, y las entregaba a este. Después celebraba el banquete sagrado y quedado exento de todas las predicciones anteriores. Su voto o de nazareo había terminado.

 

Los nazareos son una institución israelita, cuyo origen se pierden la antigüedad. Moisés la recogió la ley, pero debía existir antes de el. Algunos, siguiendo a San Cirilo de Alejandría, han querido asignarle un origen egipcio; pero todo lo que se puede demostrar es que también en Egipto, como en siria, se ofrecía a veces a los dioses el sacrificio del cabello, especialmente a llegar a la edad de la pubertad.

El nazareo se consideraba tan consagrado a Dios que le exigía una pureza legal semejante a la del sumo sacerdote. Al igual que éste no solamente no podía tocar un cadáver sin contraer una impureza, sino que le impureza la contraía aunque el cadáver fuese el de su padre o el de su madre. La ley no prevé en el caso de que un nazareo no observe las predicciones inherentes a su voto. Solamente se considera posible el contacto inopinado y fortuito o con un cadáver, y para este caso impone una sede purificaciones y el comenzar de nuevo el tiempo de su nazareato. Lo demás se considera tan horrible y tan antinatural como el que un profeta deje de profetizar (Am 2,11s).

La Biblia nos habla de algunos nazareos célebres. Sansón fue Nazareo, ofrecido a Dios desde su nacimiento con voto perpetuo, y Dios le asistió siempre dándole una fuerza hercúlea mientras cumplió su voto; pero en el momento en que perdió sus cabellos de nazareo, perdió también la protección de Dios y la fuerza (Jue 13-16).

A Samuel lo ofreció su Madre aun antes de concebirlo cuando lo estaba pidiendo a Dios, y la Sagrada Escritura nos dice que “el Señor estaba con el” (1 S  am 3,19).

        El tercer nazareo perpetuo del que nos habla la Biblia de San Juan Bautista. Como sansón y como Samuel, fue hijo de una mujer estéril, concedido por Dios como un don extraordinario de él anunció el ángel que desde el seno de su Madre estaría lleno del espíritu Santo (Lc 1,15), y Jesucristo o hizo el mayor panegírico que se puede hacer. Tiene sobre Sansón la ventaja ante una villa intachable, y sobrepasa al profeta Samuel por su misión de precursor, que accede el “más que un profeta” (Mt 11,9).

Ayer a Jesucristo al mundo, toda la santidad el ateo testamento se dio cita para recibirle. En toda su plenitud se manifestó o amarilla. En las demás personas que rodearon a Cristo fue tomando matices distintos. El Juan fue la santidad del nazareo.

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