sábado, 12 de enero de 2013

el Cordero de San juan

La primera vez que San Juan vio a Jesús, apoyó al bautista que decía: he aquí el cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo (Jn 1,29) ¿en qué sentido era Jesús el cordero de Dios?

Pasaron varios años, durante los cuales el alma de San Juan se fue transformando, en el trato con Jesús primero, y bajo la acción del Espíritu Santo después., El pequeño rebaño del resucitado comenzaba extenderse por el mundo y el imperio romano le salía al paso echándose sobre él. Sanjuán, desterrado en Patmos, tuvo unas visiones que dejó consignadas en el apocalipsis. En una de ellas contemplo la gloria de Dios sentado en un espléndido trono. En su diestra tenía un libro cerrado con siete se ellos, que nadie podría abrir; y un ángel anunció que lo abriría el León de la tribu de Judá que había salido victorioso. Pero lo que el vidente vio surgir no fue un León, sino “un Cordero, que estaba en pie como degollado”. Y cuando el Cordero tomó el libro de la mano de Dios, los querubines y los 24 ancianos cayeron de hinojos delante del Cordero, levantando suscitadas y sus pebeteros llenos de perfumes, y entonaron un cántico nuevo, que decía: di no eres de tomar el libro y abrir sus ellos, porque fuiste degollado y con tu sangre has redimido para Dios con hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y los hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinan sobre la tierra … (4,9s)

En el lenguaje del apocalipsis este Cordero es Jesús. Jesús, que con su muerte se ha ofrecido a Dios en sacrificio expiatorio, en virtud del cual todos los hombres han sido redimidos de la esclavitud el pecado. Cuando después de esto escribía Sanjuán el evangelio, es evidente el sentido que habían cerrado en las palabras del bautista, que fueron un día su primera noticia de Jesús: he aquí el cordero de Dios, y he aquí el que quita el pecado del mundo… Pero no siempre lo había entendido con tanta claridad. También para el se había hecho la luz muy poco a poco y de manera progresiva.

 

San Juán se revela sus escritos como nombre versado en la lectura del antiguo testamento. Cuando yo hablar al bautista con tanta naturalidad del Cordero de Dios, debió pensar en algún cordero del que se hablará en la Biblia. Dos corderos había especialmente relacionados con Dios: que el del sacrificio perenne y el de la cena pascual.

 El primero había de sacrificarse, por mandato de moisés, todos los días, mañana y tarde, como holocausto ofrecido constantemente a Dios por su pueblo. ¿No podía llamarse cordero de Dios? Ciertamente que sí, pero no se ve que relación podía tener con el pecado del mundo, ya que su sacrificio no era expiatorio. No habiendo hablado el bautista expresamente de sacrificio alguno, es absolutamente improbable que a sus oyentes se les ocurriese pensar en comparar a Jesús con el cordero ofrecido en el sacrificio perenne.

Tampoco el cordero pascual estaba relacionado con el pecado. Era cordero cuya sangre había liberado a los hebreos de la muerte en vísperas de su salida de Egipto. Pero no se trataba de una muerte en la que hubiera incurrido por sus pecados ni había habido profeta alguno que expresamente hubiera anunciado que la sangre de otro cordero pascual les habría de librar de la esclavitud el pecado.

En cambio, la predicación del bautista estaba impregnada de estilo y de las ideas de Isaías, y sus oyentes debían estar habituados a la elección a su predicación con los oráculos del gran profeta. Entre éstos hay 4 que hablan de la existencia del mesías bajo el título de siervo de Yahvéh … Y uno de ellos lo presenta tan manso como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los tras tiradores (63,7). Cuando Joan oyó decir “Cordero de Dios” debió pensar en el mesías, siervo de Yahvéh y manso como un cordero.

Algo más difícil resulta determinante entendería San Juan en las palabras “ he aquí el que quita el pecado del mundo”. No debía pensar en un sacrificio de la vida de Jesús, puesto que después, a él como los demás apóstoles, le costó hacerse a la idea de que Jesús había de morir, y sólo la dura realidad le impuso esta idea. Cierto es que el oráculo de Isaías hablaba de que el siervo de Yahvéh cargaría sobre sí nuestras iniquidades. Pero no es menos cierto que en torno a Jesús Mari parecer de tener otros rasgos mesiánicos que los de grandeza y dominio; que los mismos cristianos interpretaron las palabras de este oráculo: fue el ciertamente quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con estos dolores … En el sentido de que Jesús los habría de hacer desaparecer con sus curaciones milagrosas (Mt 8,16s) y que a una interpretación parecida respeto de las iniquidades podía introducir la predicación del bautista, que presentaba a Jesús como el leñador que pone el hacha junto al tronco para talar el árbol estéril y echarlo al fuego, o como el cosechero que aventa su mies para recoger el trigo y quema la paja. ¿cómo una interpretar así en aquel ambiente las palabras “ he aquí el que quita el pecado del mundo”? Lo quitaría juzgando al mundo y condenando los pecadores.

Juan, juntamente con Andrés, echó a andar inmediatamente tras de Jesús y pasó con el aquella tarde, sin que podamos saber hasta qué punto juzgaría conveniente el maestro derramar mayor luz por entonces sobre el pensamiento del nuevo discípulo. En los meses sucesivos vemos que a Juan vinculado estrechamente al grupo de los discípulos, pero no vemos que capte por entonces el sentido de las alusiones de Jesús a su pasión: destruir este templo, y en tres días lo levantaré… dijo un día a Jesús a quienes le pedían una señal de su autoridad (Jn 2,19). Y él mismo Juan advierte que se refería al templo de su cuerpo, pero que sólo después que resucitó de entre los muertos comprendieron sus discípulos esta profecía.

Hablando con Nicodemo, dijo otro día Jesús: como levantó moisés la serpiente en el desierto, así es preciso que se ha levantado el Hijo del hombre para que todo el que crea en él tenga vida eterna (3,14) el pensamiento de Jesús volaba hacia el calvario, pero sus discípulos debieron creer que hablaba más bien de su exaltación ¿No acababa decir que sólo él podía subir al cielo?

                    Tampoco entendieron más que en el discurso eucarístico. Jesús estaba recomendando un alimento que da la vida eterna, por oposición al alimento material, que sólo da la vida efímera. Sus oyentes pensaban en un alimento milagroso al estilo del maná, o bien, puesto que de vida eterna se trataba, de un alimento sagrado cogido del altar. Pero Jesús les dijo: yo soy el pan vivo bajado del cielo; se alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que ya daré es mi carne para la vida del mundo (6,51). Jesús hablaba siquiera de dar la carne de las víctimas. Parecía como si pensara desgarrar su propia carne y dársela en alimento. ¿Quién podría soportar aquel lenguaje? Fue un momento muy difícil. Mucho se sintieron defraudados. Jesús se quedó casi solo. Sus apóstoles no me abandonaron, porque sabían que tenía palabras de vida eterna, pero no sabemos hasta qué punto comprendieron.

Lo cierto es que unos días más tarde comenzó Jesús tan señales como era preciso que el Hijo del hombre pareciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y que poseo muerto y resultase después de tres días (Mc 8,31). Era la primera vez que les hablaba con claridad de su futura Pasión. Y no les cupón la cabeza que fuera posible. Pedro, que hablaba siempre nombre los demás, trató de disuadirle. Pero él insistió con energía, que añadió que los que quisieran seguir le debían estar dispuestos a tomar su cruz.

A partir de este momento tuvieron que considerar la muerte de Cristo nos sólo como posible, sino como cierta. Para poner un contrapeso a la impresión deprimente, llevo Jesús partes de sus discípulos, enteros que estaba Juan, a la cima del Tabor; pero después de manifestarle su gloria, volvió a recordarles que había de morir.

                    No perdía ocasión de insistir en este mismo pensamiento. En la fiesta de los Tabernáculos (Jn 8,28), en presencia del ciego de nacimiento (9,4s), y, sobre todo, en la parábola alegórica del buen pastor (9,4s). El buen pastor, por oposición al asalariado, da su vida por sus ovejas. Cuando Jesús se aplica sí mismo estos conceptos, no habla de poner su vida en peligro por defender su rebaño, sino que hice con toda seguridad: “ yo doy mi vida por mis ovejas” y añade después:” por esto el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita. Soy yo quien la da de mí mismo. Tengo poder para Darla y poder para volver a tomar la. Tal es el mandato que del Padre he recibido”.

Los últimos meses están impregnados de esta idea: Iban subiendo hacia Jerusalén, y Jesús iba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos. Y tomando de nuevo a los doce, comenzó a declarar les lo que había de sucederle. Subimos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenaron a muerte, y le entregaran a los gentiles que se burlaban de él, y les cup Irán, y de azotarán, y llegar a muerte, y a los tres días resucitar a (Mc 10,32-34).

Los discípulos no podían ya sustraerse a esta idea, que tan absurda les había parecido en un principio, y hasta se sentían animados a compartir las afrentas. Juan y su hermano estaban dispuestos a beber el cáliz de Jesús y a pasar por el mismo bautismo que El(10,39).

En la última semana de su vida un momento en que el pensamiento de suma de la muerte culto por la mente él mismo Jesús y le turbó: y el grano de trigo no caen tierra y nueve, se queda solo; pero sí muere da mucho fruto (Jn 12,24). Fue un momento o de lucha interior, pero en seguida se rehízo, pensando qué para esto había venido al mundo. Al día siguiente habló en una parábola de los malos renteros, que mataron al hijo del amo de la viña (Mt 21,33-46). Dos días más tarde se reunía con sus discípulos por última vez para cenar la Pascua.

Aquella noche se mascaba la tragedia. Juan, recostado sobre el pecho de Jesús, supo quién era el traidor y lo vio desaparecer en la negrura de la noche y de la traición. Jesús se desahogó con sus discípulos, y éstos, que habían comido su Carne y debido su Sangre, se sentían iluminados para comprender le: ahora hablas claramente le decían (Jn 16,29). Sin embargo, acaso no alcanzasen todo el sindicado de las palabras del maestro cuando en la oración sacerdotal decía al Padre: santificado ser la verdad, pues tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los que envié a ellos al mundo.  Y yo por ellos me santifico, para que ellos sean sacrificados en la verdad (17,17s). Santificar les era verdad era apartarlos de la vida profana para dedicarlos a la predicación. Santificar se él por ello será ofrecerse sacrificio. Como un día Moisés había ofrecido el sacrificio del novillo por los pecados de Aarón y sus hijos, a quienes se paraba de la vida profana para constituir les en sacerdotes, así ahora se sacrificaba Jesús por los pecados de aquellos a quienes se paraba para dedicarlos a la predicación de su palabra (Lv 8,14).

Siguieron las horas tristes de Getsemaní, los tribunales y el Calvario unto Juan siguió fielmente a Jesús hasta el último momento. Lo vio morir rebasado por los sufrimientos y por el amor, como sea Dios hubiera descargado sobre el castigo merecido por los pecados de todo el mundo. Así lo había predicho Isaías del Siervo de Yahvé, que Juan había reconocido desde el primer día en Jesús: le tuvimos por castigado, y herido por Dios y humillado… Maltratado y afligido, no abrió la boca como cordero llevado al matadero y como oveja muda ante los tras tiradores. Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, cuando era arranca de la tierra de los vivientes y muerto por las iniquidades de su pueblo (Is 53,4-8).

No sabemos cuál fue el momento de la iluminación de Juan. Pero es posible que en su pensamiento nos une es en ahora estas ideas con las que había acudido a su mente el primer día que vio a Jesús. Realmente éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Sino que ahora ya no debió concebir la destrucción del pecado en la misma forma que antes. No se trataba de jugar al mundo y condenando los pecadores, sino de salvarlos. ¿no había dicho Jesús que “ Dios no enviado su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El?” (3,17).

Por otra parte, el Cordero de Dios moría en la cruz, y los verdugos enviados para quebrar sus piernas no las quedaron y rompieron ninguno de sus huesos. Precisamente a aquella misma hora había en todos los obras de Jerusalén un cordero muerto y abierto a sobre dos palos cruzados. Por prescripción de moisés no se vería quebrar ninguno de sus huesos. ¿No había un cierto paralelismo entre el cordero pascual y el cordero de Dios que moría en el Calvario? En realidad, peor esclavitud era la del pecado que la de Egipto. También en este sentido

 

Era Jesús el Cordero de Dios. Luego vinieron las luces de la resurrección. Jesús “” abrió a sus discípulos la inteligencia para que entendiese las Escrituras” (Lc 24,45). Sobre San Juan se derramó con profusión la clarividencia, y al proyectar sus nuevas luces sobre los recuerdos del pasado, adquirieron nuevo relieve en su evangelio todas aquellas palabras y alusiones de Jesús, que en otro tiempo no había llegado a comprender.

En las misiones del apocalipsis, el discípulo amado asistió a triunfo celestial del Cordero y se sintió como electrizado abrirá a millares y millares de ángeles que decían a grandes voces: digno es el Cordero que ha sido degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición… Y a su sétuple alabanza respondía como un eco venido de las iv partes del mundo que decía: al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos (5,11 13).

Penetrado de estas ideas, bien se comprende que dijese: hijitos míos os escribo esto o para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo(1 Jn 2,1s)… La caridad de Dios hacia nosotros se manifiestó … En que el nos amó, y él dio a su hijo, victima espiratoria de nuestros pecados (1Jn  4,9s)…

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