jueves, 3 de febrero de 2011

HOC EST ENIM CORPUS MEUM

En aquel Jueves se nos regaló el Santo Sacrificio de la Misa, el Santísimo Sacramento y el Sacerdocio católico. Gracias a estos regalos podemos vivir y tener esperanzas de salvarnos ¡Bendito sea Dios!

Las palabras que inmutan el vino
las palabras que cambian el pan
¡oh, millones de angélicos coros,
sobrepujan vuestro himno triunfal!

Ni la voz que los vientos de un golpe
domeñados, tumbó sobre mar;
ni el clamor que animó bruscamente
la de Lázaro pútrida faz;

ni la dulce oración compasiva
que de un pan hizo mil; ni el fatal
retumbar de trompetas del juicio
que a los muertos del polvo alzará;

ni siquiera el tremendo, inmutable
veredicto del que ha de bajar
a poner en su quicio las cosas
y dejarlas por siempre jamás…

tienen más milagrosa potencia
más creadora virtud y sin par
dulcedumbre, más fuerza y más gracia
que ese leve rumor del altar,

ese trueno de empuje infinito
y ese arrullo de amor eternal,
ese anillo de amores perpetuos
y semilla de inmortalidad;

ese fiat más grande que el otro
puesto en labios de un pobre mortal
el tesoro del hombre, la herencia
del que es vida, camino y verdad

para todos los pobres del mundo
y a los hombres que quieren la paz;
ese santo conjuro que todas
nuestras llagas podría curar,

esa firme palabra de bodas
que la Iglesia y el Cristo se dan,
esos brazos a todos abiertos
y clavados para revelar

los misterios sin playa y sin fondo
de un amor que no puede hacer más…
esos éxtasis, esas palabras
que consagran el vino y el pan.

Leonardo Castellani, S.J. Jueves Santo de 1927.

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