jueves, 19 de enero de 2023

¿Fue positivo el confinamiento radical de la población para acabar con la COVID?

 Tras casi tres años de vigencia de las políticas de restricciones asociadas al “COVID cero” en China[1], el gobierno presidido por Xi Jinping, ha cancelado bruscamente su estrategia.

Sin embargo, este cambio no viene acompañado de medidas efectivas para hacer frente a un previsible aumento exponencial de los contagios. ¿Cuál puede ser el nuevo escenario?

Los daños colaterales sobre la economía china, unidos a las protestas sociales registradas a finales de noviembre por parte de una población que no soportaba más las políticas de confinamiento estricto impuestas por el gobierno, han hecho saltar por los aires los intentos de contención drástica de la expansión del virus.[2]

El pasado mes de diciembre de 2022, se anunció el fin de la obligatoriedad de realizar test PCR en casos leves, se redujeron los controles poblacionales, se permitió que las cuarentenas se realicen en los propios domicilios, se restringieron los confinamientos masivos y se anunció un incremento de las vacunaciones para los más mayores.[3]

El previsible incremento de contagios tras este cambio de estrategia podría generar al menos 1,55 millones de muertos,[4] la mitad de las registradas en Estados Unidos, el país que ha reportado más fallecidos por la pandemia, según la revista Nature. El pico de la demanda de unidades de cuidados intensivos, señala el informe, excedería en más de 15 veces la capacidad asistencial del país.

Este mismo estudio, de la Universidad Fudan de Shanghái, predijo que el abandono brusco de la estrategia de ‘COVID cero’ podría provocar, además de la cifra de muertes mencionada, más de 112 millones de casos sintomáticos de covid-19, y cerca de cinco millones de hospitalizaciones.

Un 60% de la población se infectará con COVID-19 tras la relajación de las medidas según Feng Zijian, antiguo directivo del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, que ha afirmado: Son 840 millones de personas, que comparados con los 646 millones que se han infectado hasta ahora en todo el mundo, reflejan la magnitud del problema.[5]

Según la Universidad de Seattle (EEUU)[6], a lo largo del próximo año podrían fallecer 1,6 millones de personas en el país asiático, 500.000 solo hasta abril. Un informe afirma, no obstante, que el mantenimiento generalizado de las mascarillas, algunas restricciones de movimiento, la utilización de nuevos tratamientos antivirales y un incremento sustancial de la vacunación podrían reducir esas cifras a poco más de la mitad.

¿Y cuál es ahora el estado de la pandemia en China?

Según la cadena BBC,[7] existen informes que reportan un desbordamiento de casos en los hospitales chinos que parecen estar llenándose en medio de una nueva ola de infecciones, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Aunque oficialmente solo han sido declaradas siete muertes por COVID-19 hasta el 21 de diciembre de 2022 y ninguna en las dos semanas anteriores, debe matizarse que China tiene criterios limitados para confirmar las muertes por esta causa, incluyendo exclusivamente aquellos que mueren directamente por enfermedades respiratorias causadas por el coronavirus, y no a las muertes causadas por sus efectos colaterales.

Por tanto, el registro de casos no se corresponde con la guía de la OMS y da como resultado una cifra que está muy por debajo del número de muertos en muchos otros países.

En la semana que finalizó el 11 de diciembre, las cifras oficiales mostraron una caída en el número total de nuevas infecciones en China, después del pico de la semana anterior, pero debe matizarse que se han detenido las pruebas masivas y solo se están registrando casos positivos en hospitales y clínicas donde se atiende a pacientes sintomáticos.

La falta de transparencia en la información suministrada desde el país asiático hace muy difícil formular estimaciones fiables de la magnitud del problema actual.

¿Qué hicieron otros gobiernos?

Para eliminar de una manera radical los brotes de COVID-19, como parte de las políticas de “COVID cero” implantadas por el Gobierno chino y otros países como Australia, Nueva Zelanda o Singapur, los gobiernos establecieron controles fronterizos estrictos y medidas extremas de contención por confinamiento radical.

Los países que pusieron en marcha estas políticas de contención radical, experimentaron un éxito rotundo en las primeras fases de la pandemia. Las cifras de mortalidad global debidas a la COVID-19 revelan que estos países salieron mucho mejor parados que aquellos cuya población se vio obligada a convivir con el virus Sars-Cov-2 desde el principio.

Otras alternativas

A diferencia de China, el resto de los gobiernos que aplicaron estas medidas plantearon alternativas para el abordaje de la pandemia tras el confinamiento estricto, que se valoró no sostenible a largo plazo por muchos motivos como sociales y económicos.

La extensión de la variante ómicron del virus, mucho más transmisible que las anteriores, evidenció que la infección no podría ser contenida indefinidamente. Así, los planteamientos asociados a la “COVID cero” defendían su transitoriedad en tanto se dispusiera de programas de vacunación eficaces y extensivos a la mayor parte de la población, especialmente la más vulnerable.

Los países promotores de políticas de “COVID cero” fueron relajando paulatinamente las medidas restrictivas, mientras se iba teniendo acceso a las nuevas vacunas, contrariamente a lo que hacía China.

El país asiático permaneció con la misma política sanitaria extremadamente restrictiva, tratando de contener la exposición al virus, mientras ofrecía tasas de vacunación insuficientes, sobre todo entre la población más vulnerable. Inicialmente, la administración de vacunas en China se limitó a adultos de 19 a 60 años, por lo que actualmente solo el 40% de los ciudadanos chinos mayores de 80 años han recibido una dosis de refuerzo.[8]

Las vacunas que se siguen inoculando en China son exclusivamente las producidas allí, en su mayoría procedentes de las compañías Sinopharm y Sinovac, de eficacia limitada.  Tras administrar la tercera dosis, su efectividad es de entre un 50% y un 60%.[9] En cambio, las vacunas de Pfizer o Moderna desarrolladas con ARNm, alcanzan más del 90% de inmunidad con dos dosis.

Las políticas sanitarias del gobierno chino se siguen centrando en la detección de casos y su aislamiento, que ha desbordado la capacidad de atención sanitaria, específicamente en cuidados intensivos, para los que cuenta con 3,6 camas de cuidados intensivos por cada 100.000 habitantes, una cifra cerca de tres veces inferior a la de España, en la que existen 9,9.[10]

 


Julio Tudela, Observatorio de Bioética

Instituto Ciencias de la Vida, Universidad Católica de Valencia 

[1] https://www.elconfidencial.com/mundo/2022-12-12/el-fin-del-covid-cero-puede-provocar-un-tsunami-de-muertes-en-china_3538611/

[2] https://www.elconfidencial.com/mundo/2022-11-28/esclavos-alzaos-calma-tensa-china-protestas_3530798/

[3] https://www.elconfidencial.com/mundo/2022-12-03/china-transicion-postcovid-relajan-restricciones_3534485/

[4] https://www.nature.com/articles/s41591-022-01855-7

[5] https://twitter.com/YanzhongHuang/status/1600513859999105024

[6] https://covid19.healthdata.org/china?view=cumulative-deaths&tab=trend

[7] https://www.bbc.com/news/59882774

[8] https://www.forbes.com/sites/siladityaray/2022/11/28/how-chinas-zero-covid-policy-failed-to-prevent-record-infections-and-triggered-rare-protests/

[9] https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-04-11/china-admite-baja-eficacia-vacunas-covid_3029107/

[10] https://ourworldindata.org/grapher/intensive-care-beds-per-100000

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