martes, 4 de octubre de 2022

Cuando se pierde la memoria pero no el afecto

Recientemente, Jacinto Bátiz Cantera, director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya) y responsable del Grupo de Bioética de la SEMG, ha publicado un artículo que alude la importancia de la familia-cuidador de aquellas personas con Alzheimer.

Jacinto Bátiz afirma “esta enfermedad va destruyendo poco a poco la memoria de la persona que la padece, pero no consigue anular el afecto… no podrá recordar lo que le decimos, lo que ha hecho hace unos instantes, tal vez no nos reconozca, pero sí sentirá nuestras muestras de cariño porque su afecto está intacto”.

En relación con lo mencionado sobre la importancia del papel de la familia, Bátiz Cantera, define esta enfermedad como “la enfermedad de los dos pacientes”. “Cuidar a la persona en la etapa avanzada de la enfermedad es una tarea difícil para los familiares”.

Además de la carga psicológica que supone tener una persona cercana enferma, sin cura y con una evolución inminente; la familia- cuidador tiene un papel trascendental en la calidad de vida y transcurso de la enfermedad. “El enfermo ha perdido la cabeza, pero no el corazón. El corazón no se pierde hasta la muerte. Mientras el corazón bombee la sangre, nos mantendremos vivos, permanecerá viva nuestra identidad, seguiremos siendo quienes somos; pero serán otros, los cuidadores, los que nos dirán quiénes somos en cada gesto o palabra dirigida a nuestro corazón con pequeños gestos, muestras de cariño, besos, cuidados llenos de ternura… que no caerán en saco roto. Bien es cierto que no llegarán a estimular las neuronas del enfermo, pero sí se depositarán en su corazón. Por eso nunca serán estériles, nunca estarán de más”.

Por tanto, Jacinto Bátiz, defiende que “lo único que puede despojar de dignidad al enfermo con deterioro cognitivo es la indiferencia… Mantener la cercanía con el enfermo, evitar las distancias afectivas, es la mejor terapia para conservar viva la memoria del corazón”.

La ausencia de gestos de amor y la percepción de estímulos agradables, aun siendo inconsciente, va creando un vacío grande en la persona. Por ello, sostener y nutrir esa cercanía, evitando el distanciamiento afectivo, se convierte en un soporte incuestionable para el enfermo, a la vez que la Ciencia Médica busca caminos para detectar, aliviar y tratar lo más precoz y eficazmente esta enfermedad.

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