martes, 3 de enero de 2012

Oración por los presos y su familia

Señor Jesús,
Tú siempre te mostraste amigo de los pequeños, de los pobres y de los excluidos, hasta el punto de querer pasar por la experiencia del preso: fuiste denunciado, detenido y apresado en la oscuridad de la noche, conducido a la cárcel y sometido a interrogatorios,
insultos, burlas, malos tratos y torturas, juzgado sin las debidas garantías, condenado y ejecutado (como muchos a lo largo de la historia y también hoy).
Tu amor te llevó a identificarte con ellos y a permanecer presente en ellos: estuve en la cárcel y viniste a verme.
Ante este gesto tan desconcertante nos atrevemos a pedirte por las presas y presos de hoy para que:
No piensen que porque la sociedad los condena, Tú los rechazas.
No renuncien ni un solo momento a su dignidad de personas e hijos de Dios.
No pierdan nunca su libertad interior.
No se desesperen ni caigan en depresión.
No renuncien a esforzarse contra todo tipo de opresión, represión e injusticia.
Se afanen en cambiar de conducta.
Hagan por su vida y por su reinserción.
No abandonen a sus familias y amigos, ni sean abandonados por ellos.
Su situación los acerque más a Ti y sean salvados del mundo.
También queremos pedirte por nosotros, su familia, la sociedad y la Iglesia para que:
No rechacen a las presas y presos por el hecho de serlo.
Les respetemos como personas que son.
Te veamos y sirvamos a Ti en ellos.
Los acojamos con cariño y comprensión cuando recobren la libertad.
Les acompañemos y ayudemos a reinsertarse.
Nuestro amor, en definitiva, les ayude a descubrir que Tú les quieres.
Te lo pedimos por María, tu Madre y nuestra Madre. Amén.

ORACIÓN DEL PRESO
Señor, me dicen que debo orar. Pero ¿cómo puedo orar yo que soy tan desdichado? ¿cómo puedo hablarte en mi condición actual?
Yo estoy triste, me encuentro indigno a veces y me siento desesperado. Me creo maldito y me resisto a orar. Yo sufro profundamente, porque todos están contra mí y me juzgan un malvado porque me encuentro aquí, lejos de mis seres queridos, apartado de mis ocupaciones, sin libertad y sin honor. Y sin paz ¿cómo es posible que yo me dirija a ti, Oh Señor.
Ahora ya te contemplo en la cruz. Tu también, oh Señor has sufrido, y ¡qué sufrimiento! Yo se que tú eras bueno, eras sabio, eras inocente, y el os te enjuiciaron, te deshonraron, te juzgaron, te azotaron, te crucificaron, te dieron muerte, pero ¿por qué? ¿dónde estaba la justicia?
Y tú fuiste capaz de perdonar a quienes te trataron con tanta injusticia y crueldad. Tu
oraste por ellos. Y aun mas: Tu quisiste morir así para salvar a quienes te dieron muerte, para salvarnos a nosotros, hombres pecadores. ¿También puedes salvarme a mí?
Siendo así. Señor, se puede que un hombre sea bueno en su corazón aun cuando una sentencia de los tribunales de los hombres caiga sobre sus espaldas. Yo también.
Oh Señor, en el fondo de mi alma me considero mejor de lo que los otros hombres piensan; yo sé lo que es justicia, lo que es bueno, lo que es honor, lo que es virtud.
Ante ti estos pensamientos surgen en mi mente: ¿tú lo conoces? tú sabes que siento disgustos por mis miserias? ¿Tú sabes que estoy a punto de gritar y de llorar? ¿tú me oyes, oh Señor? Esta es mi oración.
Si, esta es mi oración ¡desde mi profunda amargura yo elevo mi voz a ti: no la desoigas, al menos que tu ,que sufriste tanto como yo, más que yo. Por mi, al menos tu Señor, óyeme. Yo tengo que pedirte muchas cosas.
Dame Señor la paz del alma, dame tranquilidad de conciencia, una nueva conciencia capaz de buenos pensamientos. Si Señor a ti te lo diré: si yo me extravié, perdóname, todos necesitamos perdón y misericordia; yo te pido protección para mi también, Señor, diles que me recuerden, que me amen aun. Yo angustiosamente necesito saber que todavía alguien se acuerda de mí y me ama.
Y también de estos compañeros de desgracia y aflicción que conmigo se encuentran en esta prisión, Señor ten misericordia. Misericordia para todos, si y también para quienes nos hicieron sufrir, para todos los seres humanos en este desdichado mundo.
Pues nosotros somos, oh Señor, tus criaturas, tus semejantes, tus hermanos. Oh Cristo, ten misericordia de nosotros.
A nuestra pobre voz unimos la dulce e inocente voz de la Virgen, de la Santísima María, que es tu Madre y es también para nosotros una Madre de mediación y de consuelo. ¡Oh Señor danos tu paz! ¡Danos esperanza!
Oración rezada por el Papa Pablo VI, en la prisión de Regina Coeli de Roma el 9 de Abril de 1964.

Para los peques de la cate, el cuentacuentos: el niño afortunado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario