viernes, 30 de diciembre de 2011

Medios de Perseverancia

— Astucias de que se vale el demonio para engańar a la juventud

El primer lazo que suele tender el demonio a vuestra alma para perderla es la falsa idea que os sugiere de que no podréis continuar mucho tiempo por la difícil senda de la virtud y alejados de todos los placeres durante cuarenta, cincuenta, se­senta o más ańos que os promete de vida.
A esta sugestión del enemigo infernal contestad: “żQuién me asegura que llegaré a esa edad? Mi vida está en manos de Dios, y puede ser que hoy mismo sea el último día de mi existencia. ˇCuántos de la misma edad que yo estaban ayer sanos, alegres y contentos, y hoy los llevan al sepulcro!”.
Y aun cuando debiésemos trabajar aquí algunos ańos en el servicio del Seńor, żno se nos recompensará centuplicadamente con una eternidad de dicha y de gloria en el paraíso?
Por otra parte, vemos que los que viven en gracia de Dios están siempre alegres y conservan hasta en sus aflicciones la paz y la serenidad del corazón; sucediendo lodo lo contrario a los que se abandonan a los placeres, pues viven sin sosiego y se esfuerzan por encontrar la paz en sus pasatiempos, sin conseguirla nunca, siendo cada día más desgraciados: Non est pax impiis, dice el Seńor: “No hay paz para los malos”.
Quizá alguno de vosotros alegue: “Somos jóvenes; si pen­samos en la eternidad y en el infierno, nos entristeceremos, concluyendo por trastornársenos la cabeza”. No niego que el pensamiento de una eternidad dichosa o desgraciada y de un suplicio que no concluirá jamás es un pensamiento capaz de poner miedo y espanto a cualquiera; pero decidme: si os tras­torna la cabeza sólo pensar en el infierno, żqué será caer en él? Mejor es pensarlo ahora para no caer más tarde; porque es evidente que si lo meditamos a menudo, pondremos por obra los medios para evitarlo. Observad, además, que si el pensa­miento del infierno es aterrador, también nos colma de con­suelo la esperanza del paraíso, en donde se gozan todos los bienes. Por eso, los santos, pensando seriamente en la eter­nidad de las penas, vivían muy alegres y con la firme confianza de que Dios les ayudaría a evitarlas, dándoles la recom­pensa eterna que tiene preparada a sus fieles servidores.
Valor, pues, queridos míos; haced la prueba de servir al Seńor, y ya veréis qué dulce y qué suave es su servicio y cuan dichoso se encontrará vuestro corazón en esta vida y en la eternidad.
San Juan Bosco, El Joven Cristiano Instruido

UNA HISTORIA VERDADERA. Alvin Straight viudo, 73 años, con enfisema, mal una cadera y lleno de achaques. En 1994 vivía en Laurens (Iowa) con su hija Rose, aquejada de problemas de lenguaje… Tras un tiempo en el hospital, recibe la noticia de que su hermano Lyle había sufrido un derrame y podía quedarle poco tiempo de vida. Alvin y Lyle llevaban diez años sin hablarse: un silencio que Alvin atribuía al orgullo y a la bebida. El anciano quería hacer las paces con su hermano antes de que fuera demasiado tarde. Pero Lyle vivía en Wisconsin, a cientos de kilómetros y Alvin no tenía mucho dinero, ni carnet de conducir. Pero poseía un tractorcito cortacésped, con el que puso rumbo a Wisconsin. Por el camino conoció a mucha gente diferente y se empeñó en seguir adelante, a pesar de tener que enfrentarse a numerosos problemas médicos y mecánicos.

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