viernes, 17 de junio de 2011

pecados contra el Espiritu Santo

Pasó Pentecostés y estamos en el tiempo ordinario. Pero mi amigo Juan de la Eliana tiene una cuestión y yo os la brindo. Se trata de un “problema” clásico de teología que sale en Mt12,31-32: “Todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre [Jesucristo], se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro”. Y pongo los paralelos (Mc3,28-30 y Lc12,10)haciendo notar que Marcos especifica que quien caiga aquí “será reo de eterno pecado”, lo cual permiyte establecer la equivalencia entre “blasfemia” y “pecado”...
Vale.De entrada vemos que son palabras de lo más terrible pronunciadas por el Salvador. Esta severidad aparece en el contexto del comentario de los fariseos (en Mateo) o de los escribas (en Marcos), de que Jesucristo expulsaba a los demonios en nombre de Belcebú. Ese comentario es pues “blasfemia contra el Espíritu Santo”, pecado imperdonable.

San Agustín dijo que “tal vez, en todas las Sagradas Escrituras, no se encuentre ninguna cuestión mayor, ninguna más difícil” (Sermón 71, De Verbis Domini). Y eso viene dado porquese dicen dos afirmaciones aparentemente contradictorias: la del perdon universal de los pecados y la de que este pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón. Y aquí una norma: ñpor lo general, siempre que en la doctrina católica se presenta una cuestión difícil, tengamos la seguridad de que la solución será luminosa, y tanto más bella cuanto más difícil sea la cuestión; que es lo que sucede en este caso, que ocupó la mente de los mayores pensadores de la Iglesia desde sus comienzos. Así, Santo Tomás, en cuatro artículos de la Suma Teológica (IIa. IIæ., cuestión 14; cfr. y otros cuatro artículos de la Ia. IIæ., cuestión 78), sintetiza las diversas soluciones presentadas; y -tomando en ristre el método escolástico- esclarece brillantemente el problema teológico. Intentaré resumir su pensamiento...

¿Cuáles son los pecados contra el Espíritu Santo?
Son seis (los veremos más abajo) y él llama a éstos “los pecados de pura malicia, que siendo directamente opuestos a la misericordia de Dios y a la gracias del Espíritu Santo, hacen muy difícil la conversión”. Veamos eso de la malicia...

Ignorancia, pasión, pura malicia
Santo Tomás ve que la voluntad se inclina al mal de diversas maneras: “A veces ocurre por falta de la razón, como cuando uno peca por ignorancia; mas a veces por el impulso del apetito sensitivo, como cuando peca por pasión. Mas ninguna de estas dos cosas es pecar por pura malicia; sino que sólo peca uno por pura malicia cuando la voluntad por sí misma se mueve al mal” (Ia. IIæ., cuestión 78 a. 3, c.).
Los pecados contra el Espíritu Santo son aquellos que se cometen por “pura malicia” y no simplemente por ignorancia o pasión (que la ignorancia no siempre excusa de pecado, pues puede ser culposa, y en ese caso tendremos lo que Santo Tomás llama pecado por ignorancia)
Santo Tomás usa, en latín, la expresión certa malitia, que se traduce “por pura malicia”. OK, la palabra certa, en latín, indica “aquello que está perfectamente decidido, resuelto y determinado en nuestro espíritu”. Por lo tanto, este pecado no es el cometido por debilidad, ignorancia o pasión, sino el cometido con perfecta adhesión de la voluntad al mal que envuelve el pecado.

Los seis pecados contra el Espíritu Santo
1) La desesperación de la salvación.
2) La presunción de salvarse sin merecimientos. Dice Santo Tomás: “El hombre, en efecto, se retrae de la elección del pecado por la consideración del juicio divino, que conlleva entremezcladas justicia y misericordia, y encuentra también ayuda en la esperanza que surge ante el pensamiento de la misericordia, que perdona el mal y premia el bien; a esta esperanza la destruye la desesperación. El hombre encuentra también ayuda en el temor que nace de pensar que la justicia divina castiga el pecado, y ese temor desaparece por la presunción, que lleva al hombre al extremo de pensar que puede alcanzar la gloria sin méritos y el perdón sin arrepentimiento” (IIa. IIæ., cuestión 14 a. 2, c.). Este rechazo de la justicia y misericordia divinas implica una pura malitia certa, pues son dos atributos divinos que nadie desconoce.
3) La negación de la verdad conocida como tal.
4) El tener envidia o pesar de la gracia ajena. Enseña Santo Tomás: “Los dones de Dios que nos retraen del pecado son dos. Uno de ellos, el conocimiento de la verdad, y contra él se señala la impugnación a la verdad conocida, hecho que sucede cuando alguien impugna la verdad de fe conocida para pecar con mayor libertad. El otro, el auxilio de la gracia interior, al que se opone la envidia de la gracia fraterna, envidiando no sólo al hermano en su persona, sino también el crecimiento de la gracia de Dios en el mundo” (loc. cit.). Posiciones de alma que, una vez más, implican evidentemente malitia certa.
5) La obstinación en el pecado.
6) La impenitencia final. Leemos en Santo Tomás: “Por parte del pecado, son dos las cosas que pueden retraer al hombre del mismo. Una de ellas, el desorden y la torpeza de la acción, cuya consideración suele inducir al hombre a la penitencia del pecado cometido. A ello se opone la impenitencia, no en el sentido de permanencia en el pecado hasta la muerte, […] ya que en ese sentido no sería pecado especial, sino una circunstancia del pecado; aquí, en cambio, se entiende la impenitencia en cuanto entraña el propósito de no arrepentirse. La otra cosa que aleja al hombre del pecado es la inanidad y caducidad del bien que se busca en él, a tenor del testimonio del Apóstol: «¿Qué frutos cosechasteis de aquellas cosas que al presente os avergüenzan?» (Romanos 6, 21). Esta consideración suele inducir al hombre a no afianzar su voluntad en el pecado. Todo ello se desvanece con la obstinación, por la que reitera el hombre su propósito de aferrarse en el pecado” (loc. cit.).

¿Por qué estos pecados son imperdonables?
La aclaración de Santo Tomás es muy clara: “hay pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo cuando se peca contra el bien apropiado al Espíritu Santo, al cual se le apropia la bondad, como al Padre el poder y al Hijo la sabiduría..." Más: pecar por “pura malicia” conlleva una perfecta adhesión de la voluntad al mal (no se hace simplemente por ignorancia, debilidad o pasión. Si fueran esas las causas el pecador sería más dócil al arrepentimiento. Aqui la malicia conlleva la obstinación y el rechazo del perdón. Santo Tomás compara este pecado a una enfermedad incurable: “porque no hay base de recuperación, sea porque se destruye la virtud de la naturaleza, sea porque causa náuseas de la comida o de la medicina, aunque esa dolencia pueda curarla Dios... pecado pues irremisible por su naturaleza. Y, sin embargo, cerrado del todo el camino del perdón y de la salud, Dios -omnipotenciaz y misericordia- como por milagro, sana a veces [aliquando] espiritualmente a esos impenitentes” (“S.Th.IIa.IIæ, q14,ac)Peso esto se da apenas, que raramente ocurre; como raros son también los milagros de carácter físico.

Alguien podría pensar que eran desconocidos por los filósofos de la Antigüedad. Dios fue preparando los paganos para la aceptación del cristianismo. Aristóteles ya clasificaba a los pecadores en ignorantes, incontinentes e intemperantes (que pecan por opción o por malicia). Quien peca por ignorancia -aunque culposamente- ignora ser malo lo que hace. Quien peca por pasión, sabe perfectamente que lo que hace es malo, pero no se previene momentáneamente de esta malicia, ofuscado por el ímpetu culposo de la pasión. Quien peca por opción o malicia, ni ignora, ni deja de tener conciencia de que es malo lo que hace; peca por cálculo, a sabiendas, con premeditación y pleno conocimiento de causa; persigue el deleite del pecado, no por haber sido vencido, sino porque lo escogió” (Catena moralis l.3 De vitiis et peccatis q.11, a.3 - apud Suma Teológica V)

¿Actualmente también se peca contra el Espíritu Santo? Hoy el mundo se aparta de Dios por ignorancia, por las pasiones y también porque opta firme y decididamente por el mal... Decía Pío XII que el mundo ya había perdido en su pontificado porque en 1917 el mensaje de la Santísima Virgen en Fátima -1917- era precisamente una alerta contra la pérdida de la noción de pecado, con la advertencia de que, si los hombres no se enmendasen, grandes castigos se abatirían sobre la humanidad. Y como, de entonces para acá, la situación mejoró y no es propio de la Providencia desalentar a los hombres en ninguna circunstancia, sobre las nubes tenebrosas que se ciernen sobre el mundo, brilla una luz más brillante que el Sol: la promesa de Nuestra Señora de que, después de convulsiones de tipo universal ¡habrá un gran retorno de la humanidad a las vías sagradas de la civilización cristiana y la instauración del Reino del Inmaculado Corazón de María! La humanidad entonará un gran himno de alabanza al diviino Espíritu Santo, que sofocará el rugido, ya entonces evanescente, de las actuales blasfemias contra el mismo Espíritu Santo. Así lo esperamos.
Que la Santísima Virgen, Madre de Misericordia, Auxilio de los cristianos y Refugio de los pecadores, nos dé la gracia de no caer en cualquiera de esos pecados monstruosos que, como advirtió Nuestro Señor Jesucristo, son imperdonables. Son para el alma, conforme explica Santo Tomás, lo que las enfermedades incurables son para el cuerpo: ¡no tienen cura, salvo un milagro espiritual, que sin embargo Dios puede conceder!

1 comentario:

  1. Yo creo que eh caido en ese pecado, ya no siento a Dios. Y muchos me dijeron que el diablo ya es dueño de mi alma. Yo ahora solo espero un milagro de Dios, tengo mucho miedo..

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