viernes, 14 de abril de 2017

EL ABRAZO DE ROMA

Nos entregamos a la Providencia y estamos persuadidos de que Dios sabe lo que hace y que dentro de algunos años, lo mismo que cuando el Cardenal Gagnon hizo su visita catorce años después de la primera visita de Roma (en la que habíamos sido suspendidos y que se nos había llamado “fuera de la comunión con Roma”, “contra el Papa”, que éramos rebeldes, “disidentes”) reconoció que lo que hacemos, será sin duda, necesario para la nueva reconstrucción de la Iglesia… El mismo Cardenal asistió luego pontificalmente a la Misa que celebré el 8 de diciembre para la renovación de las promesas de nuestros seminaristas, siendo que estoy “suspendido”, y que, en principio, ya no debería decir ni Misa, ni dar sacramentos. Así, catorce años después se nos daba prácticamente carta blanca, diciéndonos: — Ustedes han hecho bien. Entonces, hemos hecho bien en resistir. Estoy persuadido de que hoy estamos en las mismas circunstancias. Estamos persuadidos de que todas estas acusaciones de las que somos objeto, todas esas penas son nulas, y por ello no tenemos en cuenta ninguna de ellas, lo mismo que no tuvimos en cuenta la suspensión. Así como acabamos de ser felicitados por la Iglesia, pues bien, del mismo modo, dentro de algunos años, seremos abrazados por las autoridades romanas que nos agradecerán el haber mantenido la Fe en los seminarios, en las familias, en las ciudades, en nuestros países, en nuestros conventos, en nuestras casas religiosas, para la mayor gloria de Dios y para la salvación de las almas. † Marcel Lefebvre Arzobispo Nota: Transcribimos aquí los últimos párrafos de la homilía que Monseñor Lefebvre pronunciara en las consagraciones episcopales de 1988.

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