lunes, 13 de febrero de 2017

hay abortos hoy?

El pasado día 21 de diciembre de 2016, difundimos en la página Web de nuestro Observatorio de Bioética de la UCV, un informe que valoraba la eticidad de los últimos trabajos de Juan Carlos Izpisúa y su grupo, haciendo especial referencia a dos publicados en Nature, en mayo de 2015 y noviembre de 2016 (Ver AQUÍ) respectivamente y a otro en Cell, en diciembre de 2016. El primero describía la posibilidad de producir órganos cuasi-humanos en animales, en este caso en ratones; el segundo a una mejora de la técnica CRIPSR, para hacerla más eficiente y el tercero a unas muy interesantes experiencias dirigidas a tratar de rejuvenecer animales. Desde un punto de vista ético el primero presenta objetivas dificultades por utilizar células madre embrionarias humanas y además por la posibilidad de que las células humanas trasplantadas pudieran colonizar el cerebro o las células germinales de los animales quiméricos producidos. En ese mismo Informe se apuntaba la posibilidad, que sería magnífico, que esos mismos tipos de experiencias se pudieran realizar salvando los escollos éticos que se han comentado. Ahora Izpisúa publica un amplio trabajo en Investigación y Ciencia en el que propone prometedoras posibilidades para salvar las dificultades éticas comentadas. Dicho trabajo se centra especialmente en la producción de órganos casi humanos en animales. De entrada el autor hace referencia a los pacientes que mueren esperando un trasplante por carencia de órganos. En Europa son 16 los que fallecen cada día y en Estados Unidos 22. Por lo que la producción de órganos para trasplantes constituye un objetivo médico y humano prioritario. Después Izpisúa se refiere a la técnica que, con su grupo, utiliza para producir los órganos en animales. Esencialmente consiste en introducir en un embrión animal en fase de blastocisto las células madre humanas. Este embrión se implanta en una hembra de cerdo y se deja que se desarrolle para que se puedan generar los deseados órganos. Naturalmente el animal resultante será una quimera animal-humana. Según cometa el autor “nuestro sueño consiste en crear una quimera inyectando células organos-cuerpo-humano2_colormadre humanas en embriones animales escrupulosamente preparados, de modo que cuando se conviertan en adultos contengan algunos órganos formados por completo por células humanas. Tras sacrificar al animal estaríamos en condiciones de poder aprovechar el corazón, el hígado o los riñones formados por células humanas y ofrecérselos a una persona que necesitara un trasplante”. Y sigue afirmando: “Este tipo de experiencias ya se han realizado por investigadores de Estados Unidos y Japón inyectando células madre de rata en embriones de ratones especialmente diseñados, dejando después que las quimeras resultantes se desarrollasen tras trasplantarlas a una madre sustituta de ratón. A las pocas semanas de gestación, las hembras gestantes dieron a luz animales que parecían ratones y se comportaban como tales, salvo por el hecho de que tenían el páncreas de una rata”. El grupo de Izpisúa, y también otros grupos, han llevado a cabo experiencias similares en cerdos produciendo embriones quiméricos que después se trasfirieron a madres sustitutas de cerdo, dejando que se desarrollaran durante tres o cuatro semanas. Sin embargo, estas experiencias están aún muy lejos de poder utilizarse en la clínica humana, pues como comenta Izpisúa, “no estamos ni siquiera cerca de dar ese paso final que consiste en obtener cochinillos quiméricos”. Como ya se ha comentado, estas experiencias pueden presentar dos dificultades éticas: la primera que se utilicen células madre humanas obtenidas de embriones, que hay que destruir y la segunda que se pudieran formar en el animal quimérico órganos cuasi humanos, que si colonizaran el cerebro o las células germinales supondría una dificultad ética indudable. Pero parece que estas dificultades están en camino de ser solventadas. La primera, porque las células madre humanas usadas por Izpisúa y su grupo parecen ser células madre obtenidas por reprogramación celular a partir de células somáticas adultas. Para ello, utilizan la técnica propuesta por Yamanaka, pero modificada, y así obtienen células CMPI (células madre pluripotenciales inducidas), por lo que al ser células madre obtenidas de células adultas, no habría ninguna dificultad ética para producirlas y utilizarlas. Sin embargo, esta técnica tiene aún dificultades metodológicas importantes. Según comenta el propio Izpisúa “estudios más detallados sobre las células CMPI humanas creadas hasta la fecha demuestran que no se hallan tan indiferenciadas como deberían para poder sobrevivir en el interior de un embrión quimérico y puesto que estas células CMPI no reaccionan correctamente, el embrión en desarrollo las considera ajenas y las expulsa”. Sin embargo, Izpisúa y su grupo han perfeccionado el método demostrando que algunas de las células obtenidas puedan integrarse en los blastocistos que las reciben. De todas formas, como también comenta el autor del trabajo “aunque lográsemos generar CMPI humanas que se integraran por completo en embriones porcinos, no estaríamos exentos de peligros, por lo que si no conseguimos desarrollar una estrategia bioquímica para salvar estos obstáculos tendríamos que empezar a ensayar nuestras ideas en otras especies, como las vacas”. Pero esto son solamente dificultades metodológicas que, sin duda, se podrán resolver, sin influir en la eticidad de estas técnicas. La segunda dificultad ética comentada es que las células madre trasplantadas al embrión, al poder generar cualquier tipo de tejido, puedan también producir tejido nervioso, espermatozoides y óvulos, lo que podría dar lugar a criaturas que nadie quiere crear. Imaginemos por ejemplo, la pesadilla ética que supondría que el cerebro de un cerdo albergase suficientes células humanas como para que fuera capaz de llevar a cabo razonamientos de alto nivel. Para tratar de obviar esta dificultad ética, Izpisúa y su grupo proponen una solución, que a mi juicio resulta muy atractiva, al comprobar, que en el desarrollo embrionario, algunos órganos como páncreas y riñones, se desarrollan por la acción de un solo gen, el Pdx1 para el caso del páncreas y Six2 para el caso del riñón. Utilizando este hecho bilógico sugieren que si se silencia el primero de estos genes se podrían producir cerdos (2)cerdos sin páncreas y si el segundo, cerdos sin riñones, lo cual podría tener una enorme importancia para sus investigaciones. Utilizando estas posibilidades, y “la eliminación del único gen que se necesita para el desarrollo de un páncreas, nuestro laboratorio ha creado embriones de cerdos que no generan el órgano productor de insulina, a menos que inyectemos suficientes células madre portadoras del gen que falta. Si las células añadidas se dividen de modo apropiado, darán lugar a un órgano maduro formado en su totalidad por células humanas. El resto del animal estará constituido, si todo va bien, por células porcinas”. Además, se podría eludir “este problema, la creación de órganos cuasi humanos, eliminando el programa genético que dirige el desarrollo neuronal de todas las células CMPI humanas antes de inyectarlas. Entonces, aunque dichas células lograsen migrar al nicho embrionario responsable del crecimiento del cerebro, no podrían seguir desarrollándose. Las únicas neuronas que lograrían hacerlo serían cien por cien porcinas”. Si esta solución técnica se consolidase, posiblemente se podría solucionar la segunda dificultad ética comentada, que se pudiesen formar cerebros o células germinales en los animales quiméricos productores de los órganos. Como corolario a todo lo anterior, termina Izpisúa afirmando que “ los resultados preliminares que he presentado en este artículo me hacen ser moderadamente optimista sobre la posibilidad de producir órganos humanos a partir de embriones quiméricos en las dos próximas décadas”, a lo que nosotros añadimos que si ello se pudiera lograr por procedimientos técnicos que no presenten dificultades éticas, el procedimiento utilizado sería doblemente positivo.

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