viernes, 19 de julio de 2013

Wodehouse

Wodehouse es el mayor escritor inglés —y eso es muy mucho— de antes la Segunda Guerra Mundial; después no sé los nuevos que habrán surgido. Es un autor de cuentos y novelas humorísticos, aparentemente triviales y aun pueriles; pero es un humorista, y el humor siempre se alimenta de un núcleo serio. Hilaire Belloc afirmó por radio y por escrito que Wodehouse era el mejor escritor viviente en 1938; su amigo Chesterton había muerto. En realidad, Belloc era el mayor escritor entonces: el mayor prosista, y un poeta lleno de ingenio y frescura, además de insuperable historiógrafo; pero eso no podía decirlo él, naturalmente; que Wodehouse era el segundo gran autor inglés. He aquí lo que anoté hace ya 6 años en la contratapa de uno de sus libros A DAMSEL IN DISTRESS: "Un día de humor negro, singularmente negro, tomé este libro al azar, y a poco andar me percaté que no lo había leído todavía. ¡Y creía que estaba abandonado de Dios! Fue un regalo de los dioses ese libro en ese día. "Es una de sus primeras obras. No es todavía el Wodehouse total, un puro humor, amusement y disparate, el creador de JEEVES, de IF I WERE You y de UNCLE DINAMITE: pero es ya el germen viviente de todo eso. Aquí el argumento es la clásica historia de amor de la novelística inglesa, a lo humorista inglés; no sólo tratada sino aun concebida humorísticamente: el plan mismo es una idea humorística. La muchacha ingenua y enérgica que se «infatúa» por azar de un desconocido, encuentra por azar a su verdadera costilla y lo atrapa a último momento por otro azar —o por diez puntos; y no por su voluntad, que es demasiado seria y recta para mariposear. "Hay una inmensa seriedad en el fondo de las flippantes novelas de Wodehouse; un inmenso sentido moral de tipo caballeresco, escondido a veces bajo el manto de Diógenes el Cínico —el cual no tenía manto—. Hay una visión católica de la vida —no sé si es católico—, bondadosa y severa a la par. Wodehouse tiene la idiosincrasia de un hada buena: esas personificaciones populares de lo Providencia. "Por la mitad del libro uno se pregunta ¿cómo diablos va a desenlazar esto? "Desenlaza maravillosamente: los dos últimos capítulos son. una pura melodía. "Y la comparación no es casual, porque todas las novelas de Wodehouse están hechas sobre la pauta de la musical comedy británica y son comedias perfectas —o digamos operetas—. La música la pone el genio regocijado del escritor y su verba humorística inagotable: tan fina como despampanante... 17 de junio de 1956". La literatura ficcional inglesa contiene una galería innumerable de personajes inmortales, no personajes-tipo —como tiende a hacer el francés— sino fuertemente individualizados, desde Tom Jones al estupendo Jeeves de Wodehouse, pasando por la pintoresca tribu de Dickens. Los personajes de Wodehouse pertenecen a la clase alta inglesa con su acompañamiento de sirvientes, proveedores y eventuales encontradizos: toda Inglaterra en cierto modo. En ese medio circulaba con su sempiterna sonrisa amable y su optimismo invencible el más sano de todos los hombres. Dejaba a su mujer el manejo de sus ediciones, solamente pidiéndole de tanto en tanto sumas —para ella, exhorbitantes— para whisky, bombones y pelotas de tennis; y para repentinos viajes sin valija a Francia, cuando se sentía harto de ser un man about town —petimetre— en Londres. Era un hombre sesudo, revestido como de un disfraz de su propia adolescencia; de la chunga del niño inglés con la guasa del viejo inglés. Su creación más genial es Jeeves, el inmortal butler. Es un típico mayordomo inglés, pero que posee un pesquis especial y una adhesión más que feudal a su casquivano amo, Bertram Woorster, llamado Bertie. Las novelas y cuentos seriados sobre Jeeveg —una media docena— forman un gran volumen: THE ÓMNIBUS JEEVES, que han traducido en España. "A SILLY LITTLE SIMPATHETIC IDIOT" Bertram Woorster, de los antiguos Woorsters de Leicestersbire, es un muchachuelo adinerado, ocioso, tarambana e infinitamente simpático —"« silly little ordinary simpathetic idiot"—; con su natural contorno de tías viejas, compañeros de colegio, muchachas festejadas, viejos lores hospitalarios y arrendatarios y aldeanos de sus tierras; naturalmente con el Pastor, el juez de paz, la hibliotecaria; y todo lo típico de un pueblito inglés; y naturalmente pertenece también al refinado Drones Club o Club de los Zánganos con toda su fauna de refinados excéntricos. Jeeves vela sobre él con un talento no ya avuncular sino casi paterno, oculto bajo la más rígida ceremonia; y ambos andan en interminable aunque ceremoniosa pelea, pues Jeeves no le deja usar corbatas chillonas, chaquetas extravagantes o piyamas explosivos; y aunque él se "emperró- con una chispa de acero en los ojos"; al final Jeeves con su "Yes, sir; all right, sir; y that's good sir" siempre sale con la suya de vestirlo con buen gusto. Y no sólo en esto: Bertie se empeña en resolver él por sí mismo los incesantes líos suyos o de sus amigos; que son presentados al don del consejo —y de la intriga— del estupendo Jeeves; y sólo consigue por sí mismo un enredo mayor, que el mayordomo arregla al final con un tajo de la espada de Gordium, con el mismo expediente sutil que propuso al principio y fue rechazado. Bertram, que hace de figura narrante, habla una lengua inimitable, que llamaríamos alto cockney (cockney es el lunfardo del populacho londinense) lleno de imágenes graciosas, palabras —o trozos de ¡palabras— chispeantes, sutiles, disparates e inesperados idiotismos; es la lengua desa gente, pero perfeccionada por Wodehouse al infinito, lo mismo que con el coloquial parisino Lavedán en su espirituoso NOUVEAU JEU no le falla, en punto a gracia, una frase. En suma, Bertram es un inglés de raza con la "adolescencia detenida" que tenía en el Colegio de Eton; y reduce las cosas más serias de la vida al enfoque del adolescente, sobre todo el amor, los "filos", los flirts, los esponsales y el matrimonio —y el Dinero—. No es la adolescencia zafada y guaranga de los micos porteños; él y sus amigos son honestos, románticos, sentimentales y excéntricos. Las muchachas son lo mismo, aunque más gatunas y afiladas. Uno ve claramente en un relámpago que este tarambana del diablo va a ser el día de mañana por ejemplo un buen diplomático que va a servir eficazmente al Imperio Británico —y embromar a la Argentina, por supuesto; sobre todo si tiene todavía a Jeeves. Porque debajo de su chisporreante botaratismo, están los resabios de las viejas virtudes del noble, e incluso del bulldog inglés; enterradas pero no muertas, sin cultivo porque ni les han dado cultivo; y así dan solamente las primerizas y primaverales flores de la adolescencia. Jeeves es un perfecto mayordomo inglés, pero éste tiene adentro un detective, un padre confesor ,y un bromista de todos los diablos. Acompasado y correcto; de hablar parco y atenuado, lleno de eufemismos; de cara y modales de esfinge, impecable en su servicio, Jeeves es un gran psicólogo y un ironista formidable, que se ríe incesantemente por dentro, sin la más leve contracción de sus labios finos; cosa que no siempre puede conseguir el lector. Es simplemente Wodehouse con una librea. Más fiel que un perro y más independiente que un gato, más asceta que un hindú y más risueño por dentro que un clown, más desinteresado que un monje y más aprovechador que un punguista, Jeeves es otro paladión del hombre-de-pueblo inglés: al otro extremo del irrepresible Sam Weller de Dickens, pero que se le parece como un hermano. Parece un tronco o un reloj, pero adentro le bulle toda la picardía de Sancho Panza y de la Madre Celestina junto con la del mismísimo Mefistófeles. Reírse, ese idiotismo argentino —pues el verbo es reír— significa reír para sí. Así ríe esa esfinge de Jeeves. Wodehouse creó a Jeeves, y a Woorster, y a la doctora Sally, a la tía Dahlia y a la tía Agatha, a la prima Honoria, a Lord Dawlish y Lord Emsworth, al tío Fred, al irrepresible Psmith, al tío Dinamita, Lord Ickenham, a los esposos Ukridge, criadores de pollos ¡y a cuántos más en sus sesenta novelas! incluso una capilla entera de muchachas todas diferentes. El idle rich (rico ocioso), tan abominado e insultado por Wells y Bernard Shaw, es titeado amablemente por este optimista incorregible, que en el fondo lo ama; como ama a todos los humanos; y cuando media Inglaterra y un cuarto de Norteamérica se regocijaba y se educaba con estas comedias perfectas en la intriga y tornasoladas y jaspeadas en la lengua, el buen Wodehouse fue condenado a muerte por los representantes desa misma clase social. Actualmente vive viejecito en los EE. UU., si es que no ha fenecido, que no lo sé. Tendría ahora 81 años. WODEHOUSE FUE CONDENADO A LA HORCA El caso fue así: la Segunda Guerra lo agarró en Francia; y la invasión alemana lo encerró en Vichy. Desde allí y por la radio de Petain comenzó a exhortar a los ingleses a llegar a una paz negociada con Alemania, lo mismo para lo cual voló a Inglaterra y se hizo tomar prisionero el alemán Hess; que si les hicieran caso, hubieran ahorrado al mundo muchas lágrimas, mucha sangre, muchos problemas actuales, e incluso mucho dinero.) Cuando la plutocracia inglesa y el gaznápiro de Roosevelt pactaron con Stalin los nefastos tratados de Yalta, Wodehouse fue declarado traidor a la patria y condenado en ausencia a la horca por un Tribunal puritano. Por suerte para la humanidad y para Inglaterra, sus amigos consiguieron no retornase a su patria y viajase a Estados Unidos. Si tuviera su dirección allí, le escribiría y le mandaría este artículo. Parece una enorme ingratitud con este benefactor de la humanidad, incapaz de matar una cucaracha; y un inconmensurable disparate. Sin embargo... Dije arriba que el humorismo siempre se alimenta de un núcleo serio; a veces triste. Es la decadencia de la clase dirigente inglesa en realidad ese núcleo: todo gran artista pinta la realidad, no puede ser grande si no es por medio de la verdad. Sin querer presumir de nada, siempre que uno borra un verso malo y lo sustituye por otro, después encuentra era malo porque no era verdad: manqueaba la veracidad. Un gran escritor de gran éxito tiene siempre envidiosos, odiadores ruines y resentidos ocultos en su contra; de repente éstos se dieron cuenta que tenían a mano el placer de la venganza, si querían; como pasó también con Oscar Wilde. El puritanismo calvinista, que no ríe, se dio cuenta de que este hombre que a todos hacía reír, era su enemigo peor que Bernard Shaw, el cual era también un puritano en el fondo; con mucha más suavidad y con una inagotable benignidad. Wodehouse estaba desnudando su cuerpo sucio y llagado. Para curarlo por cierto; pero hay enfermos que no quieren curas. Puede que esto sea lo que ocurrió. No sé. No pretendo saber tanto como para jurarlo. El hecho queda de que si hubieran hecho caso al alegre, sencillo, salubre y honrado Wodehouse, Inglaterra no hubiese perdido su Imperio.

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