domingo, 3 de junio de 2012

Reñir al enfermo

Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres para que esté así?. Eso preguntaron al Señor los apóstoles cuando vieron a un ciego de nacimiento.
Responsabilizar al enfermo de sus propios males es una antigua costumbre. Después de una leve infección respiratoria, he comprobado que reñir al que sufre es ya una especie de obra de misericordia.
Las siguientes conversaciones tal vez las he soñado. O no.


1.
―No puedo ir porque me he despertado con fiebre alta y…
―Claro; te pasas el día con el aire acondicionado...
―Debe ser eso, sí.

2.
―Resulta que he amanecido con una especie de gripe y no podré…
―Te tengo dicho que evites las corrientes, pero no me haces caso.
―Ya. Tienes razón.

3.
―Te lo agradezco mucho, Matilde, pero comprenderás que con 39 de fiebre…
―Seguro que es porque no ventilas la habitación. Hay que abrigarse, pero renovando el aire cada hora…
―...en punto. Lo tendré en cuenta.

4.
―¿Te han dicho ya que estoy enfermo?
―No te preocupes. Ya te supliremos. Pero a ver si el año que viene te vacunas contra la gripe.
―Estoy vacunado, pero ya que lo dices, procuraré hacerlo antes.

5.
―…¿Que estás malo? A que te vacunaste contra la gripe…
―Sí, claro...
―Muy mal. Yo llevo diez años sin vacunarme y no he cogido un mal catarro. En cambio mi sobrino Luis se vacunó hace dos meses, y ahí lo tienes, en el hospital.
―Pero fue por un accidente con la moto, ¿verdad?
―Claro. Estornudó con el casco puesto y,,,

6.
―Cuídate mucho. Un ponche por la noche y a sudar. Seguro que te destapas en la cama y luego pasa lo que pasa.
―Sí, mamá

7.
―¿Cuánta fiebre dices? ¿39? Eso no es nada. En los años 50 cogí yo una neumonía y la pasé en pie. Ahora sois todos unos señoritos… Olvídate de la cama. Un sillón, una mantita y gracias…
―De nada, Fermín.

8.
―Te lo advertí. Sales a la calle sin bufanda… y sin camiseta…
―Y sin salacot.
―¿Cómo dices?
―No, nada.

9.
―Eso es por fumar.
―Si no fumo...
―¿Desde cuando?
―Desde noviembre de 1983.
―Menos de treinta años. Lo dejaste demasiado tarde.

10.
―Los hombres siempre os quejáis de todo. Las mujeres en cambio...
―Sí, hija sí; sois estupendas.

11.
―No te preocupes, colega. Es que hay un virus por ahí… ¿Quiéres un gin-tonic?
―Gracias, Kloster. Tú sí me comprendes, pero de momento pásame el termómetro, que con tanta charla seguro que me ha subido la fiebre

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