sábado, 2 de febrero de 2013

la eutanasia

La eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio.
Ahora bien, el suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio. La tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente mala...Bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la sociedad en general. En su realidad más profunda, constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel: « Tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar a las puertas del Hades y de allí subir » (Sb 16, 13; cf. Tb 13, 2).
Compartir la intención suicida de otro y ayudarle a realizarla mediante el llamado « suicidio asistido » significa hacerse colaborador, y algunas veces autor en primera persona, de una injusticia que nunca tiene justificación, ni siquiera cuando es solicitada. « No es lícito —escribe con sorprendente actualidad San Agustín— matar a otro, aunque éste lo pida y lo quiera y no pueda ya vivir... para librar, con un golpe, el alma de aquellos dolores, que luchaba con las ligaduras del cuerpo y quería desasirse ». La eutanasia, aunque no esté motivada por el rechazo egoísta de hacerse cargo de la existencia del que sufre, debe considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante « perversión » de la misma. En efecto, la verdadera «compasión» hace solidarios con el dolor de los demás, y no elimina a la persona cuyo sufrimiento no se puede soportar. El gesto de la eutanasia aparece aún más perverso si es realizado por quienes —como los familiares— deberían asistir con paciencia y amor a su allegado, o por cuantos —como los médicos—, por su profesión específica, deberían cuidar al enfermo incluso en las condiciones terminales más penosas.
Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se debe valorar según las situaciones concretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante al muerte.

Textos de la encíclica Evangelium Vitae


NOTAS
El término "eutanasia pasiva" (que para filosofía de la medicina paliativa supone el no ensañamiento terapéutico)puede llegar el equivoco de pensar que tanto la "pasiva" como la "activa" (que supone el suicidio del paciente terminal o la decisión homicida de sus parientes de asesinarlo)son dos caras de una misma moneda, y que la aceptación de la primera lleva a la aprobación de la segunda.
Otro aspecto que poco se analiza es que de aprobarse la eutanasia, la vida del enfermo podría quedar en manos de familiares egoístas que prefieran la eliminación de la vida de su pariente, asesinándolo "legalmente" para no tener que cuidarlo o evitar gastos o, quizá, para recibir una herencia más abundante y más pronto. Así, un enfermo que no pueda comunicarse estaría sujeto a la decisión de otros familiares o de médicos en clínicas u hospitales oficiales que quieran evitar más gastos en él. Al abrirse la puerta a la eutanasia, no será hasta un límite preciso, sino que se usará -tarde o temprano- en contra de la misma voluntad del enfermo para asesinarlo, cuidando o simulando, ¡claro está!, las formalidades jurídicas del caso. ¿Cuántos crímenes no se llegarán a perpetrar con inconfesables propósitos -incluso hasta de enfermos no terminales- bajo el "piadoso" encubrimiento de la eutanasia como coartada y justificación?

Después de tantos esfuerzos por desarrollar y defender un sistema jurídico que protegiera todos los derechos de la persona, después de tantas luchas en favor del hombre y de su libertad, perder la batalla de la vida sería imperdonable. Porque la eutanasia, además de atentar contra la dignidad que corresponde a todo ser humano, genera una aterradora desconfianza. Destruye la solidaridad social, la solidaridad médico-paciente y la solidaridad dentro de la propia familia. Destruye precisamente aquello que debiera ser un ámbito de humanización...Es obvio que nadie puede estar a favor del sufrimiento, del dolor o de prolongar la agonía con el llamado encarnecimiento terapéutico, pero el hecho de tomar una decisión de muerte de uno mismo o de otra persona, desconociendo todos los procedimientos, medicamentos y auxilios espirituales de los que podemos hacer uso, implica una salida fácil, rápida y apresurada...es claudicar en un solo momento, es una forma de intolerancia ante el débil, por muy nobles y altruistas que sean las justificaciones que se nos quieran dar, como un canto de sirenas".
.
En resumen: Somos depositarios de nuestra vida y no sus dueños absolutos. Es un preciosísimo don de Dios. Sólo Él tiene el derecho a decidir cuándo pasamos a la morada eterna. Daremos cuenta a Dios del uso que hemos hecho de ese invaluable don que nos dio. El ser humano no debe abusar de él ni finiquitarlo en el momento y del modo que él elija.

No hay comentarios:

Publicar un comentario