viernes, 21 de diciembre de 2012

Rastro de Dios.


Cuento de Montserrat del Amo premio Lazarillo de literatura infantil 

Se llamaba rastro de Dios. Así lo había dado San Miguel, Capitán de todos los ángeles, al final de su lista.
A todos les puso su nombre, empezando por Gabriel, el ángel que Dios había creado para anunciar al mundo la más importante noticia, y después apuntó a Rafael, que había de acompañar a Tobías en su viaje, y que desde entonces se podría conducir, sanos y salvos, a todos los viajeros.
Y asi fue poniendo a todos un hombre hasta que sólo quedaba uno: un ángel chiquitín y torponcillo, que no sabía apenas volar.
San Miguel había encargado a un ángel grande y fuerte, que se llamaba fortaleza de Dios, que le enseñaste; pero todo fue inútil. Él sólo sabía volar en el rastro luminoso que dejaba Dios a su paso: como una callecita de luz. Allí sí OT, allí el ángel chiquitín ex tendía las alas, y volaba sonriendo feliz; pero en cuanto se descuidaba un poquito y se salía de las huellas de Dios, o se retrasaba demasiado y perdía la luz, sentía un preso de plomo en las alas y empezaba caer, a caer, hasta que algún angelo recogía, y volvía a colocarlo en la callecita, donde el ángel chiquitín volaba feliz, sintiéndose seguro como un niño en su cuna
. Por eso, cuando San Miguel-Capitán hizo su larga lista con el nombre de todos los ángeles, escribió el último: rastro de Dios, para que así se llamase en adelante aquel ángel chiquitín.
Y dijo San Miguel:
- Ten cuidado, rastro de Dios, y no te ha partes de sus huellas, porque Dios va a crear el mundo y los hombres nos dará mucho trabajo, y, sí te caes, tal vez no podré mandar un ángel para que te recoja.
Y San Miguel mirada compasiva rastro de Dios, pensando que sería de aquel ángel Chi bin, perdido en el espacio.¡Un ángel tan torpe que ni siquiera sabía volar!
Rastro de Dios dijo que sí, que tendría cuidado, y desde entonces hay adiós a todas partes muy de cerca, sin distraer su momento para no perder la calle de luz que dejaba al marchar.
Por eso vio muy bien cómo creo Dios, el primer día, el cielo y la tierra, que sólo eran, al principio, un montón de barro oscuro; y Dios dijo: era la luz.
Y dividió después la luz de las tinieblas, y a la luz y la llamo día y a las tinieblas, noche.

Rastro de Dios miraba todo, muy asombrado, y repetía por lo bajo las nuevas palabras que pronunciaba Dios, y decía paz y to: día … Día … Día … Dia …

Y después: noche … Noche … Noche … Noche …

Para que no se la olvidasen, porque era muy bonitas palabras.

Tan ocupado estado en estas cosas que se quedó un poco retrasado y ya no le alcanzaba del todo la luz de las huellas divinas. Tropezó en el aire, porque se le entregaban las alas torporNAs. Tuvo miedo de caer; y hubiera sido terrible, porque todos los ángeles estaban mirando la creación y nadie se hubiera ocupado de recogerlo. Breath un esfuerzo y movió las alas. Cuando llegó junto a Dios, comenzó el día segundo. La actividad decía: hágase el firmamento en medio del agua. El firmamento loya o cielo. Rastro de Dios empezó a decir: cielo, cielo, cielo. Pero era ésta una palabra más difícil que las otras. Por eso tuvo que repetir la muchas veces, y sin darse cuenta empezó a decirle en voz alta: cielo … Cielo …

Sabiduría de Dios, un ángel muy listo que estaba su lado, le dijo muy enfadado que se callarse, porque estaba prestando todos,
Y que lo hacía falta repetir tantas veces la palabra cielo porque era muy fácil de aprender. San Miguel preguntó qué pasaba y, aunque hizo callar a rastro de Dios, no le regañó porque al fin y al cabo era el más pequeño de todos los ángeles.
Había que tener paciencia con él. Se puede, moviendo las alas lentamente, y pensando lo poco que iba a servir un angelito tan torpón.
En esto, empezó el día tercero, porque en el cielo los días pasan tan deprisa como la tarde de vacaciones. Dijo adiós: que se junten en un sitio las aguas reunidas que está debajo del cielo y aparezca lo seco.
A lo seco lo llamo tierra llana were unida, mar. Hizo caer la hierba y las plantas de los árboles. Puso Dios que en todos los frutos las simientes, para que más tarde se pudiera sembrar,
Y así, cuando se seca ser las que había creado, nacieran otras nuevas. Rastro de Dios estaba maravillado, y pensaba que más cosas podría crear Dios los otros días

, Cuando las que había hecho eran tan bonitas. Y volaba impaciente, esperando a que empezase el día cuarto. Dijo Dios después: haya luceros en el firmamento del cielo, que distingan el día de la noche, y sirvan de señala a los tiempos y los días y los años. Brillan en el cielo e ilumina en la tierra. Rastro de Dios no entendía todo muy bien, gracias a que los días anteriores había aprendido las palabras, y por eso sabía lo que eran la tierra y el cielo, el día y la noche.
Dio como creo Dios el sol, tan grande y luminoso que solo Dios podía mirar lo sin deslumbrar se y tocarlo sin quemarse. Y después la luna, más Chiquita, blanca y juguetona como una pelota, que parece divertirse escondiéndose a veces en la noche. También hizo Dios las estrellas, miles, que iban saliendo bellísimas de sus manos, llenas de luz. Una serán blancas, muy blancas y pequeñas. Otras, de colores. Todos los ángeles tuvieron trabajo colocando estrellas donde Dios les decía. Todos volaban de un sitio para otro, y se podía distinguir su vuelo por la raya luminosa que trazaban en la noche las estrellas, que llenaban todo el firmamento, y el cielo parecía la plaza mayor en una noche de fuegos artificiales.

Todos los ángeles volaban colocando estrellas, a menos rastro de Dios. Y es que San Miguel le había dicho que no se moviera, no se fuera a perder entre tanto jaleo, porque ahora sería muy difícil buscar entre tantas cosas como había creado Dios.
Allí estaba San Rafael, ocupándose de colocar, de modo bien visible, la estrella polar, esa que siempre señal al norte, para quería ser los navegantes.
Allí iba fortaleza de Dios, con haga estrella tan grande que ningún ángel había podido mover la, mientras que la llevaba sin ningún esfuerzo.

Sabiduría de Dios, como un guardia celestial, dirigía el tráfico para que ninguno choca se.
Miles de ángeles iban y venían, y cuando veían a rastro de Dios, salas plegadas, sonreían con un poco de compasión, pensando: nunca valdrá para gran cosa. Un ángel que ni siquiera saber volar bien!
Rastro de Dios no se daba cuenta de sus burlas, porque sólo le daba tiempo para mirar, con los ojos muy abiertos, tan fantástica fiesta de luz.
En un momento estuvieron colocadas todas las estrellas. El cielo había quedado precioso.
Todos los ángeles se volvieron a Dios para alabar lo.
Y entonces se dieron cuenta de que no habían terminado todavía, porque aún falta una estrella por colocar. Era una estrella blanca, no muy grande, y Dios la tenían su mano derecha.

Los ángeles empezaron a preguntarse dónde habría que colocar aquella estrella, porque el cielo estaba lleno, y todas también colocadas y dispuestas que parece imposible poder meter ninguna otra.
Y un ángel dijo: es estrellas obra.

 Habrá que tirar la. Y otro: seguramente es que ha salido una estrella demás.
Dios, en silencio, bajo la mano derecha. A su lado estaba rastro Dios, mirándola embobado. Dios se agachó más aún y le entregó la estrella. Rastro de Dios la cogió con muchísimo cuidado, lo sé fuera caer. Creyó que sólo la tendió momento, mientras Dios decía alguna ángel mucho más listo que, más bello y más forzudo que el, a donde debía colocar la; pero Dios no dijo nada, vio que todo estaba bien, ya sea terminar cuarto día.

La estrella no era muy grande, pero rastro Dios era tan pequeño que, así, de pie como estaba, casi nada podía sostener.
Era preciso tener la más segura. ¿qué diría San Miguel sea la dejaba caer? Se puedan Sando, agachando, hasta quedarse sentado, por las piernas estiradas y la estrella sola rodillas.¡! Así¡! Muy bien!

Sentía un calorcito muy agradable y una gran luz. Apenas podía ver nada porque sólo tapaba la estrella, pero no me importaba, porque estaba cumpliendo un encargo de Dios. El día quinto, Dios es la gran los peces y rastro de Dios no pudo seguir lo porque la estrella pesaba mucho y le fue imposible levantarse.

A la noche, los angeles vinieron a contarle como eran los peces y las aves, y al otro día, los animales.

Por último, le dijeron como era el hombre, imagen y semejanza de Dios, pero por bases los pecado, rastro de Dios no pudo imaginárselo.
El día séptimo del mundo fue de descanso para todos, el rastro de Dios le dio la siesta, por la cabeza apoyada en la estrella.
-tenía razón San Miguel Capitán. En seguida los hombres empezaron a dar mucho trabajo. Eran rebeldes, y desobedecieron a Dios; orgullosos, y quisieron igualarle. Como es todo era posible, Dios, con mucha pena porque les había cogido cariño, tuvo que castigarlos; pero enseguida les prometió Salvador, que había de nacer, vivir y morir entre ellos, para redimir los.
Para que los obreros olvidasen de la promesa, les mandaba vez en cuando a sus ángeles a que le recordarán, y también, en muchas ocasiones, para ayudarlos.
Y dio cada hombre un ángel de la guarda, mensajero entre Dios y el hombre.
San Miguel sacó su lista e hizo una cruz al lado de todos los ángeles que habían sido nombrados guardianes de los hombres. Ya lado de la cruz, usó el día y la hora en que debían ser enviados a la tierra. Una copia de esa lista se la dio a lange llamado providencia de Dios, para que recordar a cada uno cuándo debía echar a volar.
Con esto se armó un continuo ir y venir del cielo a la tierra y de la tierra cielo, y podía unirse a todas horas en vuelo de los Santos ángeles.
Todos andaba muy ocupados y nadie hacía caso rastro de Dios, que estaba allí, sentado desde el principio del mundo, con las de entre los brazos, muy que te citó, no lo fuera perder.
Rastro de Dios no se aburría. Miraba lo que podía por encima de la estrella y escuchaba las palabras que decían los ángeles al pasar.
A fuerza de verle así años y años ya nadie le llamaba rastro de Dios sino el sentao. Tanto que llegaron olvidar su verdadero nombre.
Un día como un ángel había ido a la tierra por encargo de Dios, para pintar, por primera vez, el arco iris. Era un encargo muy importante, pues lo pintó sin regla ni comparas, en medio de la lluvia, cuidando de que no se le mancharon los colores mezclándose unos con otros, y terminando lo muy bien, hasta rozar los árboles. Resultó que, cuando el ángel que se llamaba belleza de Dios estaba dando los últimos toques, un pajarito se le enredó en las alas, y como belleza de Dios tenía mucha prisa en acabar el arco iris y ver cómo había quedado, no se ocupó del pájaro, que subió en las alas del ángel hasta los cielos.
Belleza de Dios pasó junto al sentao, que nunca había visto un pájaro. El ángel le dijo al verlo: belleza de Dios, que flor más bonitas traído de la tierra. Belleza de Dios le explicó que no era una flor sino un pájaro de los que había creado Dios el quinto día, y que podía volar, por los ángeles, y que también sabía cantar. Desenredar pajarito de entre las plumas de sus alas y se lo dio al sentao.
-toma.
El sentao, con mucho cuidadito, retiró una sola mano de la estrella y sintió sobre la Palma el pajarito, que sea de echó a volar. Hoy el sentao quedó maravillado de lo bien que volaba.
Belleza de Dios le contó entonces muchas cosas de lo que había visto en la tierra, y hasta pintó para él un arcoíris chiquitín con los colores que le habían sobrado.
El sentao escuchaba con tanta atención que daba gusto contar historias; y desde entonces los ángeles que llegaban de la tierra se acostumbraron a detener su momento su lado.
Así supo cómo salió de Egipto el pueblo de Dios, y como fue conocido por el desierto hasta la tierra prometida, y como sonaba, profunda y grave, la bote los profetas.
El sentao escuchaba maravillados las historias de la tierra, y le parecía que otros ángeles era muy listos y muy valientes. Nunca se hubiera atrevido a él a entrar en un horno ardiendo para refrescar con el viento de sus alas a los toros jóvenes que el rey Nabucodonosor –de nombre tan difícil- había arrojado allí por no adorar las trato de su ídolo.
Y menos aún su hubiera atrevido a bajar al acuerdo de los leones y cerradas la boca con sus propias manos, para que me hiciera ningún daño al profeta Daniel.
Era una suerte que Dios le hubiera dado un encargo tan fácil como ese de guardar una estrella; porque así, sentado como estaba, no había peligro de que se le cayese, y cuando Dios quisiera la podría venir a recoger.

El sentao estaba contento.
Fueron pasando los siglos y llegó al fin el tiempo de la gran promesa.
Todo estaba muy bien preparado. San Miguel-Capitán había mandado un ángel para que cuidarse del musgo y de las pajas que está bien en la uñita del niño Jesús; para que las pajas fueran creciendo muy finas y doradas y el muslo muy verde y fresco.
También había buscado el buey la mulita que calentarían con su aliento el portal; la mula fue elegida toda gris, como la plata, y el buey marrón, como el chocolate.
Los ángeles que debían cantar” gloria a Dios en las alturas”, llevaban meses ensayando, y desde todos los rincones del cielo se podían oír tan bonita canción.
Así fue como el sentao se enteró de lo que iba a pasar. Porque los últimos tiempos andaba los ángeles tan ocupados que ya nos separaban a contarle nada, pensando que no podían perder su tiempo en charlas con aquel angelito bobalicón, de que parecía haberse olvidado Dios.
Al fin llegó el 24 de diciembre e y aquella vía de ser la primera Nochebuena del mundo.
Una larga fila de ángeles kantor estaba preparado para echar a volar, con sus alas llenas de luz y la boca llena de alegría, y ya no podían estar callados por más tiempo, como pasa cuando queremos dar una sorpresa mamá, que sólo se puede caer un poquito, pero que en seguida se tiene que decir, porque se escapa.
Así estaba los ángeles esperando la señal de Dios, porque la noticia que ellos llevaban al mundo era la mejor de todos los tiempos, y se les escapaba la alegría en su canción-. Y San Miguel Capitán tenía que estar mandandolos callar todo el rato.
Porque todos sus ángeles eran los que debían anunciar a los pastores que había nacido el hijo de Dios.
Dios vio que todo estaba muy bien, pero dijo que faltaba algo.
-San Miguel Capitán se puso colorado, porque todos los ángeles lo miraban con reproche. ¿cómo había podido olvidar algo en una noche tan importante? Escondiendo la mano, contó con los dedos: el pesebre, la paja, la mula y el buey, los angeles cantores … Iv cosas.¿Qué más podía faltar?
¡faltaba la estrella!¡La estrella de los reyes magos!¡Esa estrella que había que enviarán muy lejos, para que ya sea los Santos reyes hasta el portal!-San Miguel Capitán lo organizó todo en un momento: llama belleza de Dios para que eligiera la estrella más bonita de todas, a sabiduría de Dios para que pensase que camino había de seguir para ir a coger la, y a fortaleza de Dios para que la llevase.

Pero lo cierto era que Dios, hacia ella mucho en mucho tiempo, había creado una estrella especial para ese momento.
-¿Una estrella sin usar?

Sí, eso era:¡un estrella no del todo! San Miguel, guiado por Rafael y seguido por los iii ángeles, belleza de Dios, sabiduría de Dios y fortaleza de Dios, se fue al sitio donde se guardaban las cosas nuevas.
Había muchas plantas, fuego, clubes y luces preciosas, pero no había ninguna estrella.

Volvieron cabizbajos delante de Dios. Sí, él había creado una estrella para que es extremas en este momento
, Y se la había dado guardar a un ángel.¿? A un ángel¿a qué ángel?

San Miguel buscó su lista. La llevaba siempre guardada entre la armadura y el cinturón de la espada.¡Tan apurado estaba que no la encontró. Siguió buscando en todos los bolsillos … Pero nada! Se le había caído en el sitio de las cosas nuevas, cuando levantaba, ha ayudado por fortaleza de Dios, una nube muy grande para ver si estaba la estrella abajo.
Orden de Dios, un ángel que estaba encargado de que todo estuviera siempre muy limpio y ordenado, acababa de encontrar la lista y vino en un vuelo dárselo a San Miguel.
La lista estaba bastante vieja, muy gastada por los dobleces, de tanto sacarle volverla guardar.
¿cómo se llamaba el ángel?

Dios todo lo sabe. Se llamaba rastro de Dios.
San Miguel empezó a mirar la lista, señalando con el dedo,

Pero tardó mucho en encontrarle, porque estaba el último de todos.
Ponía: rastro de Dios. Ya la Don Había ninguna señal; así que se trataba de un ángel que jamás había bajado la tierra. Pensó:¿dónde estará metido este rastro de Dios que yo no me acuerdo de el?

Todavía estaba tratando de recordar, oh, cuando sabiduría de Dios se acercó y le dijo al oído las palabras y San Miguel sea le alegro la cara y contestó:

¡ah, sí! Ya me acuerdo.¡Es el sentao!

Indios al oírle sonrió.

Se dirigieron todos a dónde estaba rastro de Dios sentado con su estrella sobre las rodillas, desde el principio del mundo.

Primero iba los ángeles cantores y detrás todos los demás ángeles. Después iban Miguel, Gabriel y Rafael, que son como príncipes de los ángeles.-Cómo era una ocasión muy solemne, San Miguel Capitán había desenvainada su espada, que brillaba llena de luz. Y el último iba Dios.
El sentao, mirando por encima de la estrella, los vio venir y pensó que ya había llegado la gran noche, y que era una suerte que fueron a pasar por aquel lado, porque así lo podría ver todo, sin perder detalle. Lo que nos imaginaba era que todos los ángeles y Dios mismo tenían en su busca. Creyó que allí sentado estorbaba el paso del desfile, e intentó correr se. Pero por poco se le cae la estrella, así que no se movió y siguió como siempre, quieto, con la estrella sobre la rodillas.
Llegaron los cantores, y todos los ángeles, y se pararon rodeándolo. Rastro de Dios estaba cada vez más asombrado. Cuando llegó Dios se le quedó mirando y le sonrió, lo mismo que el día cuarto de la creación,
Cuando le vi ha dado la estrella con su mano derecha. San Miguel le dijo: oye, sentao.
Pero se cayó en seguida muy apurado, porque no le parecía bien llamarle por el mote delante de Dios, y empezó de nuevo: escucha, rastro de Dios: esa estrella que tu guardas está hecha para anunciar a los Santos reyes el nacimiento del niño Jesús. Tienes que marchar esta noche al oriente llevándole estrella …
En ese momento o, en Rafael lo interrumpió y empezó a explicarle a rastro de Dios en un mapa muy grande por donde debía ir, y ése era fortaleza de Dios le dijo cómo debía llevar la estrella, y belleza de Dios como tenía que volar para que el trazo de luz, en la noche quedará bonito.
Rastro de Dios lo entendía ni palabra. No sabría hacer el encargo. Además-San Miguel se acordaba ahora-apenas había prendido volar, y como llevaba tanto tiempo sentado, lo haría peor aún … Sería mejor mandar a otro.
Dios se había acercado al ángel chiquitín, y lo miraba. Rastro de Dios sintió que ya no le pesaba la estrella. Se levantó. Dios hizo una seña con la mano, y rastro de Dios vio que se abría una calle de luz en el espacio. Movió las alas. Primero torpemente. Después con fuerza.¡Volaba!
Como llevaba miles de siglo sentado, sin moverse, le había caído encima todo el polvo del cielo, que es un polvo de luz, y ahora, al batir las alas, los contaba en la noche, dibujando un trazo luminoso.
Los ángeles estaban maravillados.
Así fue, volando, volando, por el camino que le había señalado Dios. Llevaba la estrella en las manos extendidas y dejaba su paso una cola de luz.
Los Santos reyes, en su palacio, miraban las estrellas y uno de ellos dijo, señalando la que llevaba rastro de Dios.¡Mira!¡! La señal¡ha nacido el hijo de Dios!
Rastro de Dios, llena de alegría, se echó a reír.

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