domingo, 19 de agosto de 2018

SUCOT

La fiesta de Sucot, de los Tabernáculos o de las tiendas se celebra hacia el final del verano, cuando las noches traen ya temperaturas más bajas. Entonces las familias en todo Israel abren sacan materiales para montar la sucá (enramada). En las sinagogas, restaurantes y grandes edificios construyen sus propias versiones de esas casetas temporeras y lo mismo en todas las familias judías del mundo. Se pueden decorar con cadenas de papel y frutas de plástico o con luces de color y cuadros de famosos rabinos. Las familias cenan en su choza, se cobijan allí y escuchan de nuevo las historias de Israel por el desierto. Pero la fiesta de Sucot tiene mucho significado... Para poder apreciar esa espiritualidad toca ir a los días previos a la fiesta, al mes de Elul, donde están los Diez Días Temibles para que se examine cada cual ante Dios; ese período de oración y arrepentimiento llega al Yom Kippur (Día de Expiación)que es el día más sagrado del calendario Judío, cuando todo el pueblo ayuna de alimento y agua 25 horas. Así pues, son días solemnes que determinan el destino de cada cual y donde la llamada del shofar (cuerno de carnero) remueve los corazones y saquen lágrimas de arrepentimiento y oraciones que suben hasta el trono de Dios. Pero hay que saber que hay unos días de transición entre el Yom Kipur y el Sucot... es como el paso de los Días Temibles a los Días de Gozo. Y lo mismo que en el Rosh HaShaná los judíos celebran la coronación de Dios, reconocen Su soberanía y se someten la voluntad de Dios, Rey de la creación y Juez de autoridad absoluta sobre toda vida, AHORA -como dicen los sabios- llegó el tiempo de celebrar... Y es que Dios es como el mar: lo mismo que el mar se encrespa en la tormenta y manifiesta su poder colosal, provocando nuestra admiración y temor, y por lo mismo lo admiramos a distancia (pues nadie quiere experimentar la fuerza de las aguas y mucho menos sumergirse en sus oscuras profundidades), así el pueblo judío con Dios, el Rey... hace como hizo la reina Ester para que el gran Darío extienda su cetro sobre ella... ya pasado ese miedo primero, luego llega el momento de lanzarse al agua, acercarse a Dios y sumergirse en el infinito mar de su Amor. Y es por eso que tras el Yom Kipur toca danzar por las calles. La Toráh enseña que hay distintos moed (momentos y fiestas donde Dios llama y convoca la Asamblea). Tres son las fiestas de peregrinaje para subir al Templo en Jerusalén: la Pésaj (Pascua Judía) que conmemora el Exodo y la emancipación nacional de Egipto, conocido como “el tiempo de nuestra libertad”; el Shavuot (Fiesta de las Semanas) que es aniversario de la revelación de Dios en el Sinaí, “el tiempo de darnos la Toráh”; y el Sucot que se conoce como “el tiempo de nuestro gozo” porque la alegría debe ser la nota distintiva de este pueblo... Entonces “el primer día tomaréis frutos de árboles hermosos, hojas de palmera y ramas de árboles frondosos, y sauces de río; y alegraréis delante del SEÑOR vuestro Dios durante siete días” (Lv 23,40). Y en Dt 16, Dios repite y ordena a los Israelitas que se regocijen por Sus cuidados y les recuerda que Él es su Providencia... O sea que alegría y de la buena. Testimonios del siglo primero hablan de que era tal el gozo que se llamaba al Sucot “la Fiesta”... Y es que en Jerusalén, estaba el Templo, imponente y brillante bajo los rayos del sol. Y como la ciudad esta como en un espolón, rodeada de montes, era todo un espectáculo contemplar como las laderas de las colinas adyacentes en Sucot vibraban con miles de peregrinos venidos de todas partes del mundo... Y cuando caía la noche, miles de fogatas alumbraban esos montes bajo las enramadas donde las familias se preparan para los eventos de los próximos días. Allí los padres preparaban a los hijos para las cosas asombrosas que verían. Y llegados a la víspera, el sonido penetrante de la trompeta, rebotaba entre los montes, convocando a los fieles: la gente se concentraba en el atrio exterior -preparado con asientos de madera para acomodar a la gente y el altar decorado con ramas de sauce- y así esperaban al alumbrado de las lámparas que sujetadas a enormes postes dorados de casi 75 pies de altura (23 metros) levantados cada uno con cuatro depósitos vacíos... Los Sacerdotes jóvenes suben escaleras para alcanzar el tope de las lámparas y llenarlas de aceite. Una vez han sido llenadas, las trompetas suenan de nuevo y comienza la música... Algunos sacerdotes se quedan en la escalinata con multitud de instrumentos y proveen un fondo musical para que el coro de levitas cante salmos de alabanza. Mientras tanto el Templo se llena de luz y es tanta luz que ni un sólo patio en Jerusalén queda en oscuras bajo las lámparas del Templo. Los atrios del Templo rebosan de música, canto y danza, dirigido todo por los ancianos de la ciudad, los sabios y eruditos que, sin importarles la posición social de esos líderes, danzan con todas sus fuerzas en honor al Dios de Israel; incluso algunos llevan antorchas. Y los viejos venerables cargan los niños sobre sus hombros y así la celebración continúa hasta rayar el alba... Entonces, de repente, la algarabía es interrumpida nuevamente por el sonido de la trompeta, y todos siguen al Sumo Sacerdote a través de la Puerta Oriental, en dirección al Estanque de Siloé. Allí, el sacerdote llena una jarra dorada con agua pura del manantial, y mientras se asoma el sol en el horizonte, la carga y la lleva al Templo por la Puerta del Agua mientras todos en procesión le siguen con cánticos y sonidos de trompeta hasta reunirse de nuevo alrededor del altar... Cada noche la escena se repite el ritual y así hasta la víspera del último día, el Gran Día. Ese día el Templo parece brillar más que nunca y los cánticos parecen más bellos, y las danzas más enérgicas... Ramas frescas de sauce adornan el altar y el aroma del incienso llena el aire. Nuevamente, en la madrugada, el sonido del shofar indica que es tiempo de seguir tras el Sumo Sacerdote a por el agua. la procesión con cánticos y danzas le acompañan a la ida y también de regreso por la Puerta del Agua hasta el altar.Y una vez más, el sacerdote sube los escalones, pero esta vez los demás sacerdotes dan vueltas al altar no sólo una vez, sino siete veces, recitando unos salmos y alabando a Dios. Y también, sólo ésta vez, el agua solamente se derrama por un lado del altar mientras que una jarra de vino es vaciada por la otra esquina... Ambos líquidos bajan por las orillas del altar, y repentinamente un silencio sobrecoge a la congregación. Los cánticos se detienen y la música es silenciada mientras todos se detienen en expectativa. Para que el sacrificio sea aceptable, tanto el agua como el vino deben alcanzar el punto de convergencia a la misma vez, mezclándose el líquido y luego bajando por el canal y llegando al receptáculo al pie del altar. En ese momento es como si todo Israel aguantara la respiración mientras espera a ver si este sacrificio, la libación del agua, se realiza correctamente, al modo que toca. Cuando así sucede, se eleva un grito de gozo por todo el atrio del Templo y comienzan de nuevo las danzas. Es espectacular. Dice e Talmud que quien no haya visto la ceremonia de libación del agua en el Templo de Jerusalén no ha visto verdadero gozo. Porque ese júbilo es absoluto en adoración al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y aunque ahora ya no existe el Templo en Jerusalén ni se realiza la libación del agua como se hacía entonces, es en el reconocimiento de que Dios es su fuente de amor hace que fluya hoy día aquel mismo gozo en los corazones de Su pueblo. Pero esa ceremonia de libación del agua también tiene un significado especial para nosotros los cristianos. El evangelio de Juan nos dice que Yeshúa/Jesús subió a Jerusalén para la fiesta de Sucot y que el último día de la fiesta, el Gran Día de la Fiesta (Jn 7,37)allí estaba y, posiblemente en el momento del silencio de la libación del agua fue cuando levantó Su voz gritando: “Si alguien tiene sed, que venga a Mí y beba.” Muchos teólogos Bíblicos también creen qproclamó allí aquello de “Yo soy la luz del mundo,” en referencia a las enormes lámparas que iluminaban la ciudad de Jerusalén... Las celebraciones modernas de Sucot varían un poco de país en país. Si en Israel duran ocho días: siete días de Sucot y un octavo día llamado Shemini Atzeret (Octavo Día de Asamblea) hasta la noche cuando se celebra Simjat ToráH (Regocijo en la Toráh). En la Diáspora (fuera de Israel) Shemini Atzeret se celebra en el octavo día y Simjat Toráh en el noveno día. Pero siempre el mensaje de Sucot es igual y lo mismo la construcción de la sucáy y el gozo del festival. Es verdad que algunos comienzan a construir su sucá el minuto que termina Yom Kipur, mientras que otros aguardan hasta Erev Sucot (Víspera de Sucot) para construirla. Pero el significado del mandato de Dios es mucho más que un lugar para dormir y recibir a las amistades. Una lección de Sucotes que el pueblo de Dios es aún extranjero hoy día. La siguiente historia ilustra ese punto: Un hombre rico una vez visitó a un gran maestro y sabio en Israel. Se sorprendió al ver el maestro viviendo en una incómoda y decrépita choza de poco mobiliario en las afueras de la ciudad. El benefactor adinerado le ofreció una casa que estuviese más a tono con su posición en la vida. En respuesta, el maestro preguntó al hombre que le describiese su casa y que le describiese sus condiciones cuando viajaba. El hombre rico reveló que su casa era una enorme mansión, pero que se hospedaba en lugares más modestos cuando viajaba. “Ya veo,” dijo el maestro. “Yo también. Yo soy un viajero en esta tierra, y mi hospedaje es sencillo. Pero algún día yo viviré en mi verdadero hogar, que es realmente una gloriosa mansión.” Así pues, la sucá es recordatorio al Pueblo sobre su total dependencia de Dios. No importa cuán fuertes parezcan ser nuestras casas, etc. No ofrecerán protección más que la que venga del cuidado de Dios. Los judíos dicen que cuando un hombre se sienta bajo la sucá, o la sombra de la fe, la presencia de Dios lo cubre... Es la presencia de Dios, Su cuidado, Su protección y Su provisión, lo que mantiene a Su pueblo seguro. También la sucá recuerda la caridad y pone en valor el tikun olam o reparación del mundo. Cada acto de bondad, cada buena obra hecha a otro ser humano, hace que el mundo sea un mejor lugar. Sin importar cuán malas sean nuestra circunstancia, dicen los rabinos, siempre hay quienes están peor que nosotros y necesitan que les ayudemos. Las muchas otras lecciones de Sucot se combinan para forjar un arma espiritual. El último día de la fiesta termina con el verso de Isaías que dice: “Ningún arma forjada contra ti prosperará” (Is 54:17a). Mientras el pueblo judío se prepara para dejar la solemnidad y se sienten frescos y renovados, armados para las batallas de la vida con las muchas lecciones que han aprendido y re-aprendido. De esa manera, dicen los rabinos, la verdadera lección de Sucot es la victoria. Y vamos acabando... El octavo día de Sucot se llama Shemini Atzeret. La palabra Sheminiquiere decir octavo, y Atzeret tiene varios significados, incluyendo “asamblea.” se resume su significado en esta historia: Hubo una vez un rey que invitó a sus hijos a un banquete que duraría varios días. Aquellos rieron, cantaron, comieron y danzaron juntos, disfrutando el amor del otro y del amor del padre. Cuando llegó el momento de la despedida, el rey les dijo: “Hijos míos, que os vayáis me da mucha pena, es un trago muy difícil para mí. Por favor, quedaos otro día más.” Dios está en todas partes, nunca se aparta de nosotros. Pero cuando Su pueblo regresa a los quehaceres y las actividades de la vida, corre el riesgo de apartarse de Él. Y así Dios invita a Sus amados hijos para que se queden un día más en su sucá como decisión voluntaria y no por mandato, un día que les fortalecerá para las semanas y los meses por delante... Así, el último día de las fiestas de otoño es Simjat Toráh, que significa “gozo de la Toráh.” Este día es la culminación de lo que ha estado experimentando el pueblo judío durante 60 días. Es el único día en todo el calendario de fiestas que se concentra totalmente en la Palabra de Dios. En este día, se lee el último segmento del ciclo de lecturas bíblicas, y en seguida se lee el primero del año entrante. Pero esto es mucho más que una simple cuestión del ciclo de lecturas Bíblicas. Todo el gozo de las pasadas semanas, todas las lecciones aprendidas, todos los momentos experimentados con Dios, todas las armas forjadas para tener victoria en el año entrante…todo tiene que ver con la Toráh. Es como un álbum de fotografías compuesto de palabras, todo se encuentra allí para ser re-examinado durante los próximos días. Es un día cuando se restablece el servicio del Templo, aunque en pequeña medida. Los rollos de la Toráh son sacados de su “arca” y todos comienzan a gozarse con ellos. Algunos jefes de las sinagogas danzan y giran abrazando los rollos, mientras los demás intentan tocarlos y besarlos cuando pasan por su lado. Es una danza de pasión y gozo que se llama la “Danza de la Esencia,” y se basa en un verso que se recita antes de que comience la danza: “Tú, en Tu absoluta esencia, Te has revelado para que Te conozcamos.” Alguno explica: “Danzamos el uno con el otro y con Dios. Danzamos y celebramos la esencia de la vida y los regalos que Dios nos ha dado. Después de nuestro derramamiento en oración durante el pasado mes, todas las diferentes expresiones de asombro y amor culminan en una celebración pura de danza y canto que expresa nuestra más absoluta pasión y conexión con Dios.”

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