lunes, 2 de octubre de 2017

EL ÁNGEL

Que el hombre no sea indigno del Ángel cuya espada lo guarda desde que lo engendró aquel Amor que mueve el sol y las estrellas hasta el Último Día en que retumbe el trueno en la trompeta. Que no lo arrastre a rojos lupanares ni a los palacios que erigió la soberbia ni a las tabernas insensatas. Que no se rebaje a la súplica ni al oprobio del llanto ni a la fabulosa esperanza ni a las pequeñas magias del miedo ni al simulacro del histrión; el Otro lo mira. Que recuerde que nunca estará solo. En el público día o en la sombra el incesante espejo lo atestigua; que no macule su cristal una lágrima. Señor, que al cabo de mis días en la Tierra yo no deshonre al Ángel. Jorge Luis Borges (tomado de su libro “La cifra”, Buenos Aires, 1981)

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