viernes, 17 de mayo de 2013

La Virgen del Amor revisar

Quiero hablaros de un matrimonio que formó una familia: del constituido por la Virgen María y San José.
Para explicar la singularidad de sus bodas, hay que tener presente una verdad: puede haber habido matrimonio aun-física. Este caso puede existir deportes motivos: porque los sentidos, satisfechos ya, se han vuelto insensibles; porque los esposos, después de haberse unido, hayan hecho voto a Dios de renunciar al placer para dedicarse a los más sublimes que éxtasis del espíritu; y,
Finalmente, porque los esposos, a pesar del matrimonio, hayan hecho voto de virginidad, renunciando su recíprocos derechos. Y la virginidad resulta ser el centro de atracción de esta unión.
Una cosa es renunciar a los placeres de la vida conyugal por estar hartos de ellos, y otra muy distinta renunciar a esos placeres antes de haberlos aprobado para formar solamente una unión de corazones, como ocurrió con las bodas de Marie José.
Ello se unieron como dos estrellas que no se enlazan nunca mientras que sus rayos luminosos entrecruzan en el espacio.
Fue un matrimonio parecido a lo que sucede en la primavera entre las flores que juntan sus perfumes o a dos instrumentos que juntan sus melodías al unísono formando una sola.
Los esposos, al renunciar a sus recíprocos derechos por un móvil más elevado, no destruyen la esencia del matrimonio, pues como dice San Agustín, “la base de un matrimonio de amor es la unión de los corazones”.
Esto nos llevó una pregunta: ¿por qué fue necesario el matrimonio habiendo hecho voto de virginidad la virgen y San José?
San José, ¿era viejo o joven?
El matrimonio era necesaria pesar del voto de virginidad para preservar a la virgen de cualquier sospecha mientras no llegas el tiempo de revelar el misterio del nacimiento de Jesús.
Se consideró, en efecto, que nuestro Sr. Fuera hijo de San José. De este modo, no quedó expuesto al sarcasmo del pueblo el nacimiento de Cristo y no sirvió de escándalo para los débiles en la fe.
De esta manera, además, pudo tener en José un testigo de la pureza de María.
Pero todo privilegio de la gracia debe tener su correspondencia, y María y José hubieron de pagarlo con su mayor dolor.
El ángel no había dicho a la virgen que revelase la obra del espíritu Santo o que se había realizado en ella, y por eso se cayó Maria. San José, al no poderse explicar el fenómeno, pensó repudiarla.
Una vez hizo la virgen la siguiente revelación a un Santo:“nunca experimenté una angustia tan intensa, con excepción de la del Gólgota, como la que sentir a tener que desagradar, mal de mi gusto, a José que era un hombre justo”.
San Jose sufría al no poder comprender lo sucedido: había que María, lo mismo que el, había hecho voto de virginidad, y por eso la consideraba fuera de toda sospecha y nos hace villanía pensar que tuviese culpa alguna.

¿Cómo debería explicárselo entonces?

La sorpresa del casto José era comparable a la de la virgen Maria cuando en el momento de la anunciación hubo de preguntar:” ¿cómo puede suceder eso si no conozco a hombre alguno?”
María deseaba saber cómo podría ser Virgen y Madre a un mismo tiempo, y San Jose no sabía cómo podría ser virgen y Padre.
Y el ángel del Señor explicó ambos que solamente Dios tenía poder para hacer semejante cosa, y no la ciencia humana. Solamente pueden penetrar en este misterio los que entienden la voz de los ángeles.
Como quiera que San José quería repudiaron secretamente a la virgen, el ángel le descorrió el velo del misterio: efectivamente tan pronto como tal pensamientos afianzó en la mente del Santo, un ángel se le apareció en sueños y le dijo:” José, hijo de David, no temas en vivir con tu esposa María, porque lo nacido en ella es obra del espíritu Santo. Dar a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. El librara a su pueblo de los pecados”.
De este modo, conociendo las razones del nacimiento de Jesús, u dos San Jose volver a encontrar la paz. Su alma se llenó de felicidad al tener noticia de que sería el Padre putativo del Salvador del mundo y guardián protector de la Madre de Quien no pueden contener los cielos.
Vayamos ahora a la pregunta segunda: ¿era San Jose viejo o joven? La mayor parte de las esculturas y de los cuadros nos presentan un San Jose viejo, con una larga barba canosa. No existe, desde luego, ningún dato histórico que nos indique su edad.
Sí buscamos las razones por las que el arte nos lo representa viejo, descubrimos que se le da ese aspecto por entenderse que es el que más se dice con su papel de custodio de la virginidad de Maria. Sin embargo, notamos que el arte ha hecho de San Jose un esposo puro y Castro más por edad que por virtud. Eso se parece a creer que la mejor manera de representar a un hombre honrado, incapaz de robar, sería pintarlos y manos. Ante todo, se olvida que en los viejos pueden arder los mismos malos deseos que en los jóvenes. Tenemos un ejemplo en el caso de Susana, pues viejos eran los que la tentaron en el jardín.
Al representar tan viejo San José, se dará un mérito a la edad de un hombre himno a su virtud. El juzgar a San José puro, por ser viejo, es como querer ensalzar a un torrente de montaña, carente de agua. Parece, además, lógico pensar que nuestro Señor prefería es escoger para Padre putativo a un hombre que sabía y quería sacrificarse, y no uno que se veía obligado a ello.  ¿Es, además, presumible que Dios quisiera dar a un viejo por compañero a una jovencita? Sí el Señor no tuvo al menos confiar, desde la cruz, su Madre a un joven como San Juan, ¿por qué había de ligar la a un viejo desde elabore arde la vida?
El amor de la mujer determina al del hombre.
La mujer es la educadora silenciosa de la virilidad de su esposo. Siendo María el símbolo de la virginidad y la sublime inspiradora de la pureza para todos, ¿por qué no ha fría de emplear esa fascinación de maravilla con su José, el justo?
La Virgen conquistó el corazón de su joven esposo, no con la disminución del amor, sino sur y mandó lo.
A mi parecer, por tanto, San José debió ser, al casarse con la virgen, un hombre joven, fuerte, viril, atlético, bien parecido y casto; un prototipo del hombre que puede verse hoy en una pradera paz sentando un rebaño o pilotando un avión, o en el taller de un carpintero. Y no un impotente, sino, por el contrario, rebosante de vigor varonil; no un fruto secado, sino una flor Lozana y llena de promesas; no en el ocaso de la vida, sino en el amanecer, derrochando energía, fuerza y pasión.
¡Cómo se agiganta las figuras de la virgen y de San Jose cuando, deteniendo nos en el examen de su vida, descubrimos que en ella el Primer Poema de Amor!
El corazón humano no se conmueve ante el amor de un viejo por una joven; pero, ¿cómo no admirarse profundamente del amor de dos jóvenes unidos por un vínculo divino?
María y José eran ambos jóvenes, muy bien parecidos y llenos de promesas.
Dios siente predilección por las impetuosas cataratas y por las turbulentas cascadas, pero y seguro de que las prefiere cuando, con la energía desarrollada por ellas, se alumbran las ciudades y con sus aguas se aplaca la sede un niño, o cuando con su ímpetu trochan las flores cortadas en la orilla.
En María y José no encontramos una cascada de aguas puras y encauzadas ni un largo de secado, sino dos jóvenes que antes de conocer la hermosura de una y la potente fuerza del otro, denuncian a su disfrute para darse por entero a la “pasión sin pasión” y a la “impetuosa calma” de Jesús.
Maria y Jose llevaron a su boda no sólo su voto de virginidad, sino también dos corazones llenos de un grande amor, el más grande que cualquier otro amor que corazón humano haya podido nunca contener.
Ninguna pareja de casados se ha querido nunca tanto.
Puedo preguntaros a los que sois casados: ¿a qué aspiráis después de haberos tan malo? Al infinito, aún eterno éxtasis sin fin.
Pero no podéis probarlo en su plenitud porque el Infinito o al que aspira vuestra alma está aprisionado por el cuerpo. Este os obstaculiza la progresión hacia Dios, al que tendréis.
Pero sí hoy no os hace buscar una delicia infinita el acto de amor, gozaréis de ella en el cielo.
En el cielo no será necesaria la unión de los cuerpos porque vuestro amo será infinito.

He aquí porque ha dicho Dios que en el cielo no existirá matrimonios. No serán necesarias las apariencias porque tendréis la sustancia.
¿Os afanaríais por un rayo de sol reflejado por un Espejo pudiendo gozarlo directamente?
Pues bien: María y José ya probaron la dicha sin igual que es la posesión del amor eterno en el cielo, sin ansiedades, a qué tiende vuestro matrimonio en Cristo.
Vosotros los casados tenéis ahora necesidad de la unión material porque no poseéis la realidad de Dios.
Como la virgen y San Jose poseían a Jesús, ya no deseaban nada más. Tenéis necesidad de la comunión física para comprender la unión de Cristo con su iglesia. Ellos no tenían esa necesidad porque poseían a la divinidad.
Como dijo León XIII de modo admirable: “su matrimonio fue consumado con Jesús”
Vosotros os venís con los cuerpos, María y José se unieron con Jesús.
¿Para qué querrían afanarse tras las efímeras voces de la carne, cuando en su amor estaba la Luz del mundo?
En realidad de verdad, Jesús es la voluptuosidad de los corazones, por lo que estando El presente, todo lo demás sobra.
Del mismo modo que marido y mujer se olvidan de sí mismos al contemplar ambos a lícito recién recostado en su cuna, así también Maria y Jose no pensaron más que en Jesús.
Amor más profundo, y lo ha habido ni lo habrá ya nunca en esta tierra.
La virgen y San Jose no llegaron a Dios a través de su amor recíproco, sino que gustaron del grande y puro amor del uno para el otro después de haberse dirigido antes a Jesús.
San Jose renunció a la paternidad de la sangre, pero encontró en el espíritu, porque fue Padre putativo de Jesús. La virgen renunció a la maternidad
Y la encontró en su propia virginidad. La virgen María fue como el jardín cerrado en el que sólo penetró la Luz del Mundo, que no rancio nada para entrar, de la misma manera que la luz solar atraviesa los cristales y entra en una habitación.
Dedicó esta trasmisión a todos los que está escasa dos cristianamente y a todos los que un día serán admitidos tener gran misterio del amor.
Que el ejemplo de María y José os sirva para ceros comprender que el mayor error de una pareja matrimonial es creer que para el casamiento sólo se precisan dos personas: él y ella.
Se necesitan tres: él, ella y Dios.
¿Me permití es vosotros, marido, mujeres e hijos, que aspira te referís juntos en familia, como homenaje al perfecto amor de la Sagrada Familia, un rosario y todas las noches?
Todas las parejas que he unido el matrimonio podrá atestiguar que mi recomendación de siempre ha sido esta: rezar juntos.
La oración en una familia reunida es más grata Dios que la hecha por separado, porque la familia representa la unidad de la sociedad.
El cristianismo es la única religión que tiene un carácter familiar, porque tiene su origen en una Madre y un Hijo.
Mientras referís todas las noches el Santo rosario en familia, la Virgen os revelará el secreto del Amor y tal vez susurréis que el uno al otro: “¡qué quiero! Pero no según mi voluntad, sino conforme a la de Dios”.
Sí en vuestro cariño sólo buscáis el amor terreno, no encontraréis nada, pero sí a través de él busca y sabios, entonces lo tendréis todo, porque, lo repito, para que hay amor verdadero, se necesitan tres: él, ella y Dios.
¡Por el amor de Jesús!

Radiomensaje del 18 de febrero de 1951. Fulton Sheen

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