jueves, 20 de enero de 2011

una, santa, católica y aposatólica

La Iglesia es Una

La Iglesia es Una debido a su origen. "El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas".
La Iglesia es Una debido a su fundador. "Pues el mismo Hijo encarnado por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo"
La Iglesia es Una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia". Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una. (CIC, 813)
La Iglesia es Una. Cristo no fundó muchas, sino UNA Iglesia, dijo que quería formar un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor (Cfr.Jn. 10)
La única Iglesia de Cristo, Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que la extendieran la gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.
La unidad de la Iglesia consiste en una unidad en la fe, en la caridad y en la liturgia, bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores. Algo que aparece expresado en los Hechos de los Apóstoles: "Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones" (Hch 2,42)
En este sentido, el Concilio Vaticano II ha hablado del triple vínculo de la unidad:
La profesión de fe, los sacramentos y el gobierno y comunión eclesial.
Esta unidad no debe ser confundida con uniformidad, ya que la Iglesia no podría unir a hombres de todos los pueblos, razas y culturas, con muy diferentes mentalidades y costumbres, si no se diera en su seno una diversidad que enriquece la unidad.
Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan la unidad. Así aparecen los cismas y las herejías. Cuando se rompe la comunión vital, especialmente en la comunión en el culto, estamos hablando de un cisma. Si la ruptura se produce en el ámbito de la unidad de la fe, que a su vez provoca una separación en el culto, nos encontramos ante una herejía.
Las separaciones y escisiones sufridas por la Iglesia a través de la historia, se han debido a disensiones en el ámbito de la fe, que se han profundizado al incidir también factores no religiosos (tensiones nacionales, políticas, culturales, etc.) y disposiciones personales (espíritu de contradicción, rivalidad, orgullo...) sin embargo, tras estas escisiones había también un sincero afán de mantener la autenticidad del mensaje cristiano, por lo que el camino hacia la unidad se debe realizar mediante el esfuerzo común por entender rectamente el Evangelio.
Las dos separaciones más importantes se produjeron en 1054, al escindirse la Iglesia Oriental y Occidental tras un largo período de disensiones y enfrentamientos, y la ruptura que la Reforma introdujo en la Iglesia Occidental, y que a su vez originaría nuevas rupturas.

Estamos buscando la unidad
Así como notamos la diversidad de comunidades cristianas, también constatamos que la mayor parte de lo que somos y de lo que anunciamos es lo mismo. Más son los aspectos que nos unen que los puntos diversos. Y la Iglesia busca la unidad, porque siempre le han dolido las divisiones por ser contrarias al pensamiento del fundador.
Un esfuerzo muy notable por encontrar la unidad de los cristianos comenzó con el Concilio Vaticano II. La Iglesia quiere la unidad, la busca y se revisa a sí misma para quitar todo lo que por culpa humana impide llegar a esa unidad. En las denominaciones no católicas también se ha emprendido esta búsqueda.
Los cristianos de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, sienten la necesidad de la unidad que Jesús expresa en su oración al Padre. "Que sean todos uno, como tu, Padre, estás conmigo y yo contigo que también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tu me enviaste". Este movimiento por la unidad de todas las Iglesias se llama "ECUMENISMO", antes a los no católicos los solíamos llamar protestantes, calvinistas, anglicanos.... Hoy ya se ha hecho común llamarlos mejor "hermanos separados", porque en verdad son hermanos nuestros y están separados de nuestra fe católica.
El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo. Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
- Una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad.
- La conversión del corazón para llevar una vida más pura según el Evangelio. Porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo, es la causa de las divisiones.
- La oración en común, porque esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual.
- El fraterno conocimiento recíproco.
- La formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes.
- El diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades.
- La colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres.
Es muy difícil lograr en un futuro próximo la unidad de todos los cristianos, tener una sola Iglesia, porque las divisiones han perdurado siglos. Pero la tarea no es imposible. Si somos de veras cristianos que deseamos permanecer fieles al Evangelio, debemos poner de nuestra parte lo que podamos, poner toda la esperanza "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo."

La Iglesia es Santa

La Iglesia es Santa, porque Cristo "la amó y dio su vida por ella". Esto lo hizo para consagrarla. En Ella dejó el Señor todo el tesoro de su santidad adquirido por su muerte y resurrección y así la Iglesia es dispensadora de santidad y santifica a todos sus miembros desde el bautismo hasta la última despedida, luchando siempre por purificarla del pecado
Esta propiedad de la Iglesia parece contradecir la experiencia concreta, que nos manifiesta una comunidad con deficiencias en las actuaciones de sus miembros, y en sus propias acciones comunitarias. Sin embargo, podemos afirmar su santidad desde el misterio de su ser.
Cuando la Sagrada Escritura habla de santidad, está haciendo mención a algo que es propiedad y pertenece a Dios, al solo Santo. Por tanto, la santidad no expresa en la Biblia una actitud ética primordialmente, sino una apropiación por parte de Dios que santifica una realidad profana. De ahí que podamos afirmar que la Iglesia es santa porque:
Es de Dios y para Dios. Él la elige y crea un pueblo santo, al que es incondicionalmente fiel y no abandona a los poderes de la muerte y de la contingencia del mundo (Mt 16,18)
Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se entregó por la Iglesia para hacerla santa e inmaculada (Cfr. Ef 5,27), uniéndose con ella de forma indisoluble (Cfr. Mt 28,20)
El Espíritu Santo, prometido por Jesucristo (Jn 14,26; 16,7-9), está presente en ella, actuando con poder y haciéndola depositaria de los bienes de la salvación que debe transmitir; la verdad de la fe, los sacramentos de la nueva vida, los ministerios.
Sin embargo, al acoger a hombres y mujeres pecadores, la propia Iglesia es pecadora, necesitando convertirse al Evangelio para manifestar con su vida lo que es su ser mas profundo.
El Apóstol Pablo nos recuerda a los cristianos que, por el Bautismo, hemos nacido a una nueva vida que transforma nuestro modo de obrar y que hace de nuestra existencia cotidiana un servicio a Dios. Esta conversión de actitudes, valores y comportamientos no es fruto de un empeño personal, sino efecto del Espíritu Santo que actúa en nosotros si somos capaces de dejarnos transformar por Él.
Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es Santa en su ser más profundo, pero pecadora y en constante conversión en su visibilización en el mundo.
Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de Santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores. Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de la renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia. En efecto, "La santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (CIC, 828)
La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arrugo. En cambio, los fieles cristianos se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María. En ella, la Iglesia es ya enteramente santa.

La Iglesia es Católica

Porque la salvación que Cristo nos trajo se dirige a todos los hombres sin excepción. Es Universal. Por esto la Iglesia es Católica. A partir de la Ascensión del Señor, se rompieron las fronteras de Israel para "ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a todas las gentes" Y en orden histórico los apóstoles serían los testigos de Jesús en Jerusalén en Judea y Samaria y hasta las regiones más lejanas de la tierra" (Hch 1,8)
La palabra "Católico" no se encuentra en el Nuevo Testamento. Será Ignacio de Antioquia quien, hacia el año 110, aplique por vez primera este calificativo a la Iglesia (Carta a los de Esmirna 8,2). Originalmente significaba "la que expresa todo", "la plenitud de la fe", pero con el tiempo ha pasado también a denominar su extensión por todo el mundo.
Consecuentemente, al reconocerse la Iglesia como católica, dice de sí misma que predica la Fe en su integridad a todo hombre, cualquiera que sea su raza, nación o clase social. La catolicidad de la Iglesia se realiza de forma concreta por:
a) La misión que ha recibido del Señor para anunciar la Buena Noticia a todos los hombres (Mc 16,15; Mt 28, 19-20); esta tarea la realiza enriqueciendo las diversas culturas, llevándolas a su plena humanización, al tiempo que ella misma se enriquece con las riquezas de todos.
b) Su enraizamiento en un pueblo, localidad o ambiente, donde hace presente la plenitud de la Iglesia de Jesús que es al mismo tiempo Iglesia Universal, extendida por todo el mundo.
c) La abundancia de grupos que realizan la existencia cristiana de un modo diferente, ya sea como religiosos, laicos, célibes, casados o clérigos.
La catolicidad de la Iglesia es un don de Dios, pero al mismo tiempo es una labor permanente, no exenta de tensiones y dificultades, debido a la diversidad de culturas, costumbres, formas de vida y vocaciones.
El Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 13 dice: "Todos los hombres están invitados al nuevo Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos...Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu"

La Iglesia es Apostólica

Apóstol quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios, el Padre, ha enviado a Jesús, su hijo como Salvador del mundo. A su vez, Jesucristo confió a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, encargándoles predicar en su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el poder del Espíritu Santo, hasta la consumación del undo:
"Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra, Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos y consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado, mirad que yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo" ( Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-20; Lc. 24, 47-48; Hch 1,8).
Su función apostólica intransferible, consistió precisamente en ser:
- Testigos inmediatos de la Resurrección del Señor
- Fundamentos de la Iglesia
Hoy como ayer y siempre, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en comunión con los Apóstoles y, gracias a esta comunión, en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo es el principio de la comunión de todos los miembros de la Iglesia en la fe y en el testimonio de vida de los Apóstoles. En este sentido toda la Iglesia es apostólica, manteniéndose en ella la vitalidad del Evangelio.
Al servicio de la apostolicidad de todos los miembros de la Iglesia está la sucesión apostólica de los Obispos que garantiza en cada momento que esta Iglesia nuestra es la Iglesia misma de los apóstoles. La verdadera Iglesia de Jesucristo está allí donde los creyentes son fieles a la fe de los apóstoles, al mismo tiempo que se adhieren a la sucesión apostólica de los obispos.
En el Nuevo Testamento hay indicios claros de cómo la misión apostólica, en los tiempos inmediatamente posteriores a los Apóstoles, se transmitió a otros discípulos. En efecto: Los Apóstoles no sólo tuvieron en vida diversos colaboradores en su ministerio, sino que:
Confiaron a algunos el encargo de continuar, llevar a término y consolidar la obra que ellos habían comenzado.
Establecieron colaboradores al frente de las comunidades cristianas y les encomendaron que proveyesen para que otros hombres probados se hiciesen cargo, mas tarde, del ministerio apostólico.
La misión de los apóstoles se ha transmitido hasta nuestros días a través de los obispos y del Papa, sucesor del apóstol Pedro. Los obispos son sucesores de los Apóstoles no en lo que a éstos les fue propio y exclusivo: ser testigos de Cristo Resucitado y ser fundamentos de la Iglesia. Los obispos suceden a los Apóstoles en su función de Pastores de la Iglesia; a través de ellos se manifiesta y se conserva en el mundo entero la Tradición Apostólica.
No es necesario que cada obispo, en particular, sea sucesor de un determinado Apóstol. Para garantizar la sucesión apostólica, basta con que el Colegio (o conjunto) de los obispos suceda al Colegio (o conjunto) de los Apóstoles. Cada obispo, como miembro de todo el Colegio Episcopal, ocupa un puesto en la sucesión apostólica. Esto es lo que quiere decir el hecho de que, para ordenar a un presbítero como obispo, está establecido que le ordenen, por lo menos, tres obispos, como señal de que se admite al candidato en el Colegio de los obispos.
Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la Fe y la misión de los Apóstoles se han mantenido íntegras y vivas mediante la sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo.
Un antiguo texto de la Tradición de la Iglesia resume esta realidad diciendo:
"Los apóstoles salieron al orbe entero a predicar la misma doctrina de la misma fe a todas las naciones. En cada ciudad fundaron Iglesias, que vinieron a ser como retoños o semillas de la fe y de la doctrina para las demás iglesias de entonces y ahora. Por eso, nuestras Iglesias deben ser consideradas como brotes de las Iglesias apostólicas. Aún siendo tantas Iglesias, no forman más que una sola". Tertuliano, siglo III

¿Por qué decimos que la Iglesia es Romana?

Un hecho histórico vino a poner esta nota en la Iglesia de Cristo: San Pedro, el primero entre los Apóstoles, fue a Roma y ahí murió.
En los Evangelios aparece San Pedro con un lugar muy importante entre sus compañeros apóstoles, esta primacía es confirmada por Cristo resucitado. En los Hechos es quien tiene la dirección principal de la Iglesia naciente. Así se le consideró como signo de ser la Iglesia de Cristo el estar en comunión con Pedro. San Pablo mismo que tiene una parte tan importante en la propagación del cristianismo primitivo, confiesa que después de su conversión fue a estar unos 15 días con Pedro, no fuera a suceder que su mensaje no estuviera de acuerdo con él.
Este puesto importante de Pedro en toda la Iglesia lo sigue teniendo el sucesor de Él en Roma, porque ahí murió en el año 67 dando su vida por Cristo como testimonio final de su amor al Maestro. Conocemos los nombres de todos los sucesores de Pedro hasta el presente. Hoy también los cristianos conservamos la comunión con la Iglesia de Roma. Por eso decimos que la Iglesia es Romana.

"FUERA DE LA IGLESIA NO HAY SALVACIÓN"

¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su cuerpo:
El Concilio Vaticano II Sínodo "basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el Único Mediador y Camino de Salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras bien explícitas, la necesidad de la fe y del Bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que, sabiendo que Dios fundó por medio de Jesucristo la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella". (Conc. Vat. II Lumen Gentium 14)
Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: "Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna" (L.G. 16)

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