El
alma de mi pobre madre está sombría.
Algo
le ha contado a Absalón el arcángel Gabriel
Lo primero que le he preguntado a Absalón cuando he
despertado en un nuevo día, es por qué parece tan oscuro el seno de mi madre.
Yo no he visto nunca la luz, ni sé cómo será, pero la oscuridad en que ahora
vivo me da miedo y pienso que viviría más a gusto en eso que mi ángel llama “la
luz de Dios”.
Esta vez el ángel me contesta que no hay nada en el
universo más negro que el pecado y que en le corazón de mi madre hay pecados.
Son cosas que no entiendo, pero que él no quiere explicarme mucho.
Soy tan pequeñito que no debería sentir dolores,
porque dice el ángel que el dolor es una cosa de las personas grandes, no de
los niños inocentes como yo, que no han nacido. Sin embargo, como mi alma es
perfecta yo he sentido una gran aflicción al saber que el corazón de mi madre
está lleno de pecados. Porque yo la quiero ya con todas las fuerzas de mi
pequeñísimo corazón, que todavía no se ha formado.
Mi ángel es un sabio. Me enseña muchas cosas que yo
aprendo enseguida y no quiero olvidar. Mi ángel, que sabe todo lo que pasó
antes de que Dios creara mi alma, y todo lo que está pasando alrededor de mí,
sin embargo aún ignora lo que va a ser de mí en el futuro, porque el futuro es
algo que sólo está en la mente de Dios y ni los arcángeles pueden penetrarlo.
Absalón ha conversado con el ángel de la guarda de mi
papá. No me ha contado de qué hablaron. Solamente me dice como antes: “¡Hay que
rogar a Dios mucho, mucho, mucho!”
Le he preguntado qué tal persona es mi papá, y me ha
contestado que yo soy demasiado curioso y que no debo preguntar ciertas cosas.
Para consolarme me anuncia que mañana me contará algo mejor, que ha sabido por
el arcángel Gabriel. Es algo que se refiere a mi porvenir y que Gabriel sabe
por habérselo confiado la Virgen. Ella sí lo sabe todo, lo pasado, lo
presente y lo futuro, no como criatura humana, sino como Madre de Jesucristo
que es Dios y que nada le oculta.
¡Me he quedado pensativo! Ya he dicho que mi alma es
perfecta, a pesar de la insignificancia de mi cuerpo, que ahora sólo puede ser
visto con esos aparatos que usan los hombres para ver los microbios. Yo soy un
poquito más grande que un microbio. Y ya tengo a varios ángeles preocupados por
cuenta mía. También cree que el arcángel Gabriel se interesa por mí y que ha
hablado de ello con la Santísima Virgen. ¡No cabe en mi pequeña
cabeza una cosa parecida! ¿Cómo puede ser que un microbio como yo preocupe a
los ángeles del cielo y a la misma Virgen?
Vuelvo a sentirme sumamente cansado. Quisiera dormir
no una noche, sino muchas noches seguidas. ¡Dios mío! ¡Qué terrible oscuridad
la del corazón de mi madre! ¡Ojalá mañana ella tuviera la luz que mi ángel dice
que hay en la presencia de Dios! Veo que me estoy durmiendo, porque ya he
comenzado a soñar.
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