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lunes, 10 de julio de 2017
domingo, 9 de julio de 2017
sermones... homilías...
LA DIESTRA DEL SEÑOR EJERCIÓ SU PODER
Jesús está en la barca. La barquichuela es, según la liturgia, la Santa Iglesia. Es también nuestra propia alma. Cristo vive y obra en nosotros, cuida de nosotros, nos guía, nos sostiene y protege. “La diestra del Señor ejerció su poder; la diestra del Señor me ha exaltado; no moriré, antes viviré, y contaré las obras del Señor” (Ofertorio).
El Salvador vive en la navecilla de nuestra alma. Desde allí, anima y vivifica nuestro espíritu, nuestra voluntad y todo nuestro ser, de la misma manera que lo hace la vid con sus sarmientos. Formamos con Él un todo orgánico, como el tronco con sus ramas. Está cerca de nosotros, está en lo más íntimo de nuestro ser. Vive en nosotros, que somos sus miembros, inundándonos constantemente de su luz y de su fuerza, saturándonos de su propia vida (según dice el Concilio de Trento).
Jesucristo está en nosotros con sus intereses divinos, con su amor sin límites, con su inagotable misericordia, de manera tal que no estamos solos, ni estamos desamparados. Siempre está Él a nuestro lado, haciéndonos compañía. Por este motivo es verdadero afirmar que en la navecilla de nuestra alma hay siempre un experimentado piloto, tan inteligente como compasivo, tan poderoso como bien dispuesto a prestarnos su ayuda. Está realizando constantemente en ella la obra de nuestra purificación y de nuestra santificación, está impregnándonos siempre de su divino amor.
Trabaja sin dar golpes, silenciosa y pacíficamente, sin prisas ni agitación innecesaria. Aparentemente, se diría que Jesús está dormido, que no se preocupa por nosotros. Sin embargo, esta impresión no pasa de ser una mera apariencia. En realidad, está siempre allí y conduce constantemente nuestra barquilla. Nos da fuerza para resistir valerosamente la tempestad de nuestras pasiones, del embravecido mar de nuestras tentaciones, de nuestras dificultades, de nuestras dudas, de nuestros apuros, de nuestros dolores.
Nuestra alma es una perenne Epifanía de la presencia, del dominio y de la acción del Señor en sus miembros. Creamos en esta acción suya en nosotros. Dirijamos hacia Él nuestras miradas. Vayamos a Él con todo lo que nos aflija y angustie, y pronto experimentaremos que “la diestra del Señor (que obra en nosotros) ejerció su poder; la diestra del Señor me ha exaltado; no moriré, antes viviré, y contaré las obras del Señor”.
Cristo subió por primera vez a la navecilla de nuestra alma el día luminoso de nuestro santo bautismo. Entonces tomó posesión de ella y la signó con su sello, con el sello indeleble e irrenunciable del carácter bautismal: “Eres mío”. Quiere encargarse él mismo de nuestra navecilla, para que ésta navegue en una feliz travesía. Quiere cuidarla, conducirla y salvarla Él mismo. Todas las veces que nos acercamos al Sagrado Convite, sube de nuevo a ella, en la sagrada Comunión, para pilotearla, durante todo el día, con su sabio, poderoso y experimentado brazo. De este modo, ella hará un buen viaje y tendrá un arribo feliz. Cuanto más nos abandonemos y nos entreguemos a Él, cuanto más confiemos en Él, desechando todo temor y toda inquietud inútil, más nos tomará Él entre sus manos y nos conducirá con mayor celeridad. “La diestra del Señor ejerció su poder”. ¡Una revelación de la fidelidad, del amor y de la fuerza del Señor, de la Vid en sus sarmientos!
¡El Señor glorioso está sentado en la navecilla de nuestra alma! ¡Pero hay tempestad! Nosotros perdemos nuestra calma. Nos ponemos nerviosos. Nos llenamos de pánico. ¿Acaso no está Él aquí? Por cierto que está: pero… ¡está durmiendo! El rugido de la tempestad y el furor de las olas no lo inquietan ni lo asustan. ¡Es tan distinto de nosotros! Éste es su secreto: en la tempestad, como en todo, Él sólo ve una cosa: ve al que sostiene, con tres dedos de su mano, como si realizara un sencillo juego, los millones y millones de mundos que pueblan el universo. “No caerá ni un solo pelo de vuestra cabeza sin que lo permita vuestro Padre celestial” (San Mateo, 10, 29).
“¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe?” Cae la noche. Desaparece la luz. Llega la tormenta, que va a poner a prueba la paz y la firmeza de nuestra alma. No es difícil estar tranquilos y conservar la igualdad de ánimo cuando nuestra vida se desliza normal y ordenadamente, cuando todo nos sale a la medida de nuestros deseos. Pero, ¿sucede lo mismo cuando aparece la tempestad? ¿Sucede lo mismo cuando nos encontramos con algo que contradice nuestros anhelos? ¡Qué pronto desaparece entonces nuestra calma! ¡Qué pronto se amortigua y hasta desaparece también nuestro amor! Decididamente, las raíces de nuestra paz eran poco profundas. No calaban más allá de las cosas terrenas. No poseían otra savia que el aprecio, el agrado o la adulación de los hombres, la satisfacción de nuestros gustos y de nuestro amor propio. No penetraban hasta lo más hondo de nuestra alma, hasta allí precisamente donde duerme el que siempre vigila, donde no soplan los vientos tempestuosos de la tierra. “¡Señor, que vea!”
La tempestad destruye todo lo que hay de pequeño y de mezquino en nuestra naturaleza, en nuestra piedad. Es un gran beneficio el que ella nos hace. La tempestad puede y debe hacernos grandes, debe hacernos creer en el Grande, en el Señor, que habita y obra en nuestra alma. La tempestad debe robustecer y acrecentar nuestra fe y nuestra confianza en el Señor. Debe obligarnos a acudir a Él con más frecuencia, por medio de la oración. ¿No queremos crecer espiritualmente? ¿Por qué tememos, pues, las tempestades? “He aquí la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (I San Juan, 5, 4). Ésta es nuestra luz, ésta es nuestra estrella.
Y así como hablamos de la pequeña barquilla, lo mismo podemos aplicarle a la Barca por antonomasia. Estamos atravesando una horrenda tempestad, donde las olas adquieren la altura de los mayores monstruos marinos que la imaginación de los hombres jamás haya podido crear. La nave de Pedro, siempre victoriosa tras veinte siglos de singladuras y con sus redes prestas para la pesca de los hombres, parece hoy enloquecida cáscara de nuez que se desbanda al capricho de los mares. ¿La furia de los vientos desatada doblegará al fin a su corazón viril y audaz?
Una marinería ebria que abandona sus posiciones, para dedicarse a los más exóticos y nuevos ejercicios que se le antojen, una marinería alzada contra sus deberes, ganada por el espejismo de las novedades… ¿No parece inevitable el desastre? Y lo peor de todo, el Timonel, la Roca que debiera sostener el derrotero de veinte siglos, está adormecido y le quita su vigor y su sentido a la bitácora que siempre se ha usado, por soñar con rumbos nuevos.
¡Escúchanos, Señor! ¡Sálvanos del naufragio! ¿Hasta cuándo?
Calma. Dios parece estar durmiendo. Pero Él vigila y permite la tormenta feroz. El Señor que calma el mar, cuando lo desee, logrará que las aguas se aquieten nuevamente y en su pía solicitud nos salvará. Pero hasta ese momento ‒por ser muy necesario‒ volvamos a munirnos con el santo salvavidas del Rosario.
Recaredo Garay II
SÚPLICA PARA LA IGLESIA MILITANTE
¿Es que perdió su rumbo
La nave de la Iglesia?
¿Es que a porfía
Se nos ha puesto a andar
de tumbo en tumbo,
Ebria y alzada la marinería?
¿Qué fue de la pasada
Misión de iluminar la mar ignota?
¿Quién le dejó, Señor, así trocada
Su derrota en derrota?
¿Qué viento amotinado
Rasgó sus velas y quebró su quilla
Y la azotó sobre el acantilado
Lejos de Tí, mi Dios, y de tu orilla?
¿Qué Capitán, Señor, adormecido
Por culpa y obra de la democracia
Le quitó su vigor y su sentido
Y la gracia velera de tu Gracia?
Todavía esperamos que en tu pía
Solicitud nos salves del naufragio.
El Diablo nos acecha día a día.
¡Escúchanos, Señor, nuestro sufragio!
(Y que Santa María,
Nuestra Señora la Corredentora,
Si fuera necesario,
Nos tienda nueva vez en esta hora
El santo salvavidas del Rosario).
Ignacio B. Anzoátegui
sábado, 8 de julio de 2017
BREVES REFLEXIONES
SOBRE “MISERICORDIA ET MISERA”
Pérdida de la gravitas
Fechada en la Festividad de Cristo Rey, Francisco dio a conocer su Carta Apostólica Misericordia et misera, popularmente famosa desde los mass media por su punto 12, obviamente tergiversado, y según el cual –para esos multimedios‒ “la Iglesia ahora perdona el aborto”.
Desde luego que este último enunciado es una mezcla de malicia, de fraude y de ignorancia escandalosa, perpetrada por los propagadores de noticias. Entre otras cosas porque no existe un “ahora” eclesial dispensador de perdones opuesto dialécticamente a un supuesto “otrora” negado al perdón.
Lo que sí y riesgosamente viene a decirnos aquel mentado punto 12 es que se concede “a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto”, contrariando expresamente el canon 1398 del Nuevo Código de Derecho Canónico, que ponía exigencias mayores y más estrictas acordes con la gravedad del crimen cometido.
En la práctica, y bien escondido tras los ropajes de la indulgencia, esto derivará en una banalización de tan tremenda falta moral, en una relativización y des-solemnización tanto del homicidio como de su eventual condonación sacramental. El cura qualunque –falto como suele estar de cualquier seria formación católica‒ que reciba en confesión a un abortista dispensará la absolución al homicida sin otra carga que traer a la parroquia algún alimento no perecedero para los pobres. Lo mismo sucederá si se confiesa un adulterio o una vida contranatura o la práctica activa del travestismo. Alerta punitivo al tope, en cambio, si alguien llegase a reconocer, tras la extinta celosía del confesionario, que se entusiasmó en una corrida de toros (a favor del torero) o que contaminó la acera de su casa arrojando algún residuo sin reciclar.
La gravitas, aquella noble virtud que significaba peso, responsabilidad, severidad y seriedad, y que tan vinculada a la piedad estaba, quedará excluida del horizonte del penitente y del ministro. Es que la misma Carta Misericordia et Misera, que en buena hora “recomienda mucho [al clero] la preparación de la homilía y el cuidado de la predicación” [6], nada dice del celo que debe tenerse para administrar correctamente el sacramento de la penitencia o confesión, devenido hoy, en la generalidad de los casos, en un diálogo insustancial,consensuado y mecánico con el clérigo de turno.
En la cosmovisión bergogliana –y hasta aquí no cabe reproche‒ está claro que el confesionario no puede ser un salón de torturas. Pero tampoco puede ser una cafetería en la que dos conocidos se dan al charlismo amistoso y se despiden hasta próxima ocasión. Con sapiencia decía Louis Veillot, que el respetuoso y reverente atractivo de los tradicionales confesionarios, más consistía en estar ellos salpicados de penas, vergüenzas y dolores que chorreados con la sangre de un mártir. Es el estar rodeados de adoloridos arrepentimientos lo que suscita su búsqueda en el alma sana. No el parecerse a las cabinas de un cyber en la que se entra y se sale para hacer un poco de vida social y otro poco de humana catarsis.
La confesión tiene pautas, condiciones, requisitos, exigencias. San Juan Nepomuceno es el Patrono de los Confesores, no Frantz Fanon. Y desde siempre se enseñó en la doctrina católica que existe la disciplina; esto es la posibilidad y la necesidad de una pena, de una sanción, de un castigo. Bienvenidas todas las formas del suaviter que la prudencia del clérigo juzgue conveniente. Bienvenido incluso el ritmo armónico y pedagógico de las fórmulas, tan descuidado. Mas recuérdese que fue Santo Tomás el que escribió con acierto: “A los hombres bien dispuestos se les induce más eficazmente a la virtud recurriendo a la libre persuasión que a la coacción. Pero entre los mal dispuestos hay quienes sólo por la coacción pueden ser conducidos a la virtud” (Suma Teológica, I-II, q. 95, a. 1).
El remedio de las dulzuras y de las ternezas ilimitadas que se propone actualmente, puede ser la panacea con que sueñe un demagogo, mientras reserva la crueldad para sus impugnadores. Pero probado está que no es la terapia espiritual que dispensaron los grandes pastores. Nadie propone la inclemencia o la fiereza, pero tampoco esta liviandad ridícula de convertir la religión en un muestrario de carantoñas, al sacerdote en un dispensador de arrumacos y al sacramento de la penitencia en una gestión de lisonjas tranquilizantes y sin consecuencias ulteriores.
El outlet de la misericordia y del perdón
La Iglesia Católica no necesitó la llegada de Bergoglio ni para absolver a los pecadores ni para predicar la misericordia. Aunque no necesitándolo, la llegada de este hombre trivializó ambos conceptos, el de la misericordia y el del perdón, si es que acaso no hizo algo más grave como desnaturalizarlos. Como en aquellos establecimientos popularizados bajo el nombre de outlets, en los que se ofertan mercancías baratas en razón de alguna deficiencia en su manufactura o en su vigencia, así se pretende que funcionen ahora los templos supuestamente católicos.
La justicia sin misericordia es cruel, ya se sabía.Pero el énfasis propuesto en el presente es la consumación de una misericordia sin justicia objetiva, conservándose en la mejor de las suertes una jurisprudencia sentimental de alcance individual, según el caso del que se trate. Y eso lleva fácilmente a la lenidad y a la impunidad, que no son bienes. Un bien es la equidad, que perfecciona y supera el rigor del derecho escrito. Pero su parodia es la laxitud, que convierte a la bondadosa templanza habitual, de la que hablaban los clásicos, en garantía de condescendencia.
Que el perdón de Dios no tiene los contornos ni los enredos de los perdones humanos, también se sabía. Que a imitación del Señor el hombre debe practicar el perdón, prodigándose en actos de caridad gratuitos y sobrenaturalmente encaminados, era lección de catecúmenos. Y de las mejores y más nobles para la vida de perfección espiritual. Pero se sabía asimismo que “todo el que hubiere hablado contra el Hijo del Hombre será perdonado; mas si no obstante, habla contra el Espíritu Santo, no alcanzará perdón ni en este siglo ni en el venidero” (San Mateo, 12, 32). Y esta última enseñanza ha sido prácticamente borrada en el magisterio bergogliano.
La misericordia que se nos propone en la Carta Misericordia et Misera es aquella en cuyo centro “no aparece la ley y la justicia legal, sino el amor de Dios” [1]. Y concordamos, mientras no se omita, como se omite, que esto no significa una confrontación dialéctica en la que toda justicia legal puede ser conculcada, sino que significa que toda justicia legal, si quiere ser legítima, debe ordenarse al Derecho Divino, porque “el Señor es justo y ama la justicia”, canta el Salmo (11, 8); y si “Dios es para sí mismo Ley”, como recuerda el Aquinate, cuanto más debe serlo para los que aman a Dios.
La de Francisco es una misericordia sociológica, sin referencia a la Verdad sino a la solidaridad. Y el perdón es una amnistía incondicionada e igualitarista, sobre cuyo otorgamiento no pesa ya más el deber de la contrición y hasta el derecho de la autoridad a denegarlo o postergarlo si tal contrición sincera y reparadora no se constata.
Misericordia y perdón, en la perspectiva bergogliana obran al unísono como dos revoltosos sans culottes, que abren las puertas de la Bastilla para que se escapen los patibularios; y de ser posible que ocupen los principales cargos. Tantos años de jesuitismo y de argentinismo pudieron ponerlo en óptimas condiciones de aprender aquello que decía el Padre Leonardo Castellani: Dios no es un cantor de tangos; que al pecador arrastrado por el fango de todas las corrupciones le va a decir, mano ancha: pasá nomás, quedate. No.Dios es más hidalgo, más señorial, más príncipe. Por eso en no pocas ocasiones se le escucha cantar afligido: “Algún día has de llamar/ y no te abriré la puerta/y me sentirás llorar”. Como en el tango arrabalero y cursi, el dios bergogliano, le suplica al descarriado que se deje perdonar. El “arrepentíos y convertíos” (San Mateo, 4, 17) ha sido desplazado por el “dejate misericordear”. Desplazamiento acaso que cifra la distancia, entera y trágica, entre escuchar la voz de la la Revelación Divina o los bramidos del plebeyismo mundano.
Pero he aquí la angustiante paradoja. Desnaturalizadas y traicionadas tan importantes categorías de la vida espiritual y moral, como la misericordia y el perdón, en aras de la dignidad humana que –como se sabe‒ es uno de los grandes neodogmas conciliares, lo que resulta, tras visitar este outlet eclesial de Francisco, no es una creatura más digna, sino un revoltijo de homúnculos abajados por una fe sociomórfica. Por lo que bien hacía patente Dionisio: “Es necesario ver que la justicia de Dios es verdadera en el hecho de que da a cada uno lo que le corresponde según su dignidad, y que mantiene la naturaleza de cada uno en su lugar y con su poder correspondiente” (De Divine Nominibus, 8).
El género de la auto-ayuda como criterio docente
Alguna vez fue dicho por alguien y parece más cierto con el paso de las horas: es difícil no ver en el estilo pontifical de Bergoglio el influjo de los textos de autoayuda, género en el que suele tenerse por precursor al norteamericano Dale Carnagie, con su innoblemente famoso “Cómo ganar amigos e influenciar sobre las personas”, editado por vez primera hacia 1940. Potenciada su condición de best-seller perenne por la divulgación prolijamente ejecutada mediante la revistucha Reader´s Digest, pronto tuvo una legión de imitadores que continúan sin cesar.
Los especialistas en la materia sostienen que los consumidores de estos libelos son intelectos limitados y prácticos, que andan buscando soluciones a problemas emocionales o a circunstancias adversas de la vida. No admiten otras respuestas que no partan de la necesidad de las buenas ondas y de las energías positivas, y son propensos a dejarse convencer por aforismos o clisés, preferentemente breves, afectuosos, simpáticos, presuntamente sanadores y en sintonía plena con el llamado clima de época.
Bergoglio sabe entregar este material a manos llenas. Recuérdese, no sin oprobio, que el siete de junio de 2015, le dijo a la prensa reunida en el Vaticano: “Recen por mí y si alguno no puede rezar porque no cree, al menos tírenme buena onda”. Causa estupor y vergüenza ajena el recurso a tamaño tópico de la nadería fraseológica dominante; y esto sin hacer análisis alguno de la inaudita confusión de analogar la oración con el arrojo de hipotéticas ondulaciones bienhechoras.
Misericordia et Misera no es una excepción a estas predilecciones estilísticas. A cada rato tropezamos con “mirar el futuro con esperanza” [1]; “romper el círculo del egoísmo que nos envuelve” [3]; “la bondad” que “como un viento impetuoso y saludable se ha esparcido por el mundo entero” [4]; “es tiempo de mirar hacia adelante” [5]; “Dios sigue hablando hoy con nosotros como sus amigos,se «entretiene con nosotros»” [6];ser “testigos de la ternura paterna” [10];vencer “el círculo de la soledad” [13];atender “la necesidad de consuelo” mediante “un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor” [13]; “participar activamente en la vida de la comunidad” [14];pedirle a esa comunidad “iniciativas creativas que animen a los creyentes a ser instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra” [7]; “poder así caminar juntos”; percatarse “de cuánto bien hay en el mundo” [16]; ver que “estos niños son los jóvenes del mañana” [19]; recibir “la caricia de Dios” [21],y un penoso etcétera que podemos ahorrarnos, pero que más nos acercan a las páginas de Bucay que a una lectio sagrada.
¿Cómo es posible que la inteligencia romana, que nos entregó páginas memorables como la Aeterni Patris o la Divini Cultus; cómo es posible que la Cátedra de Pedro que relumbró en In Praeclara o fulguró en la Quas Primas, nos ofrezca ahora este repertorio baladí de formulaciones, antes sacadas de un recetario para levantar la autoestima, que fruto del ruego hímnico al Paráclito, Veni Sancte Spiritus, suplicando sus dones? No; no es sólo la ortodoxia en su sentido legítimamente racional lo que se ha perdido. Es también el dominio de la lengua apropiada para el ministerio petrino. Señal de que el hombre anda algo incómodo en este sublime mester.
Sin embargo, lo más confuso y a la par lo más riesgoso, no es esta preferencia por los tópicos del género de la autoayuda, sino ese aludido criterio horizontalista y sociomórfico que domina esta docencia bergogliana como un acechante telón de fondo.
Un ejemplo atroz parece suficiente para retratarlo. Segun Misericordia et Misera, la desnudez absoluta de Cristo en la Cruz, “revela de manera extrema la solidaridad de Jesús con todos los que han perdido la dignidad porque no cuentan con lo necesario […]. Del mismo modo [la Iglesia] ha de empeñarse en ser solidaria con aquellos que han sido despojados […], no mirar para otro lado ante las nuevas formas de pobreza y marginación que impiden a las personas vivir dignamente. No tener trabajo y no recibir un salario justo […], ser discriminado por la fe,la raza, la condición social, estas y muchas otras son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona, frente a las cuales la acción misericordiosa de los cristianos responde ante todo con la vigilancia y la solidaridad” [19].
Hay textos tutelares de los Padres de la Iglesia explicando el significado del vestido humano, de la pérdida de la stola prima de raigambre adámica –desnudez entera de la gracia‒ y su reemplazo por los harapos malolientes del pecado y de la apostasía. Cuando el padre de la parábola del hijo pródigo ordena a sus criados que le coloquen el vestido nuevo y limpio, no está ejecutando un acto de solidaridad sino un ritual de purificación. No lo está llevando a la “feria americana” parroquial para comprarle una prenda decorosa de ocasión. Lo está revistiendo del Espíritu, dice Orígenes. Le está restituyendo, según el Niceno, la túnica primera, bautismal y esponsalicia, que ahora merece por haber retornado a la gracia. Se trata de un ornato para el alma, y por lo tanto de una acción sacramental, antes que de un gesto de beneficencia terrena.
Paralelamente, esos mismos Padres de la Iglesia, seguidos después por los más empinados poetas de la Cristiandad, han explicado el sentido de la desnudez de Nuestro Señor en la Cruz. No queda desnudo para protestar contra la discriminación, ni para reclamar una mejora de los salarios de los trabajadores, ni para llamar la atención sobre la carestía de las indumentarias, ante la cual se impone la colecta anual de Caritas. Va de suyo que no hay que andar explicando que todas estas preocupaciones humanas y corpóreas serán siempre necesarias, apremiantes y gratísimas a los ojos de Dios.
Pero la desnudez del Señor en la Cruz obliga a un desciframiento más alto, a una alegorización más honda, a un simbolismo más empinado, a una exégesis que arranca en los pliegos del Antiguo Testamento y corona en el trono sangrante del Calvario. Es desnudez de abandono y de entrega redentora. Es desnudez de herida divina que cauteriza los dolores del hombre viejo. Es desnudez oblativa, desapropiadora, donativa, amante. Es desnudez que reviste, dirá el Apóstol (Romanos, 13, 14). Es traje de bodas, capa regia, túnica salvífica y adventicia, según un giro expresivo de San Jerónimo. Sólo un reduccionismo inmanentista de bajo vuelo puede acotar la desnudez del Crucificado a los lindes de un compañerismo sindical por los desposeídos.
La misma óptica horizontalista lo lleva a explicar el acto divino ante Adán y Eva desnudos tras la caída, como un gesto solidario mediante el cual, “la vergüenza quedó superada y la dignidad fue restablecida”. “Sabemos que el Señor los castigó; sin embargo, él «hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió»” [19]. Otra vez, un dios del gremio textil sale en socorro de los que andan escasos de prendas.
San Gregorio de Nyssa vio de otro modo esta secuencia. Esas túnicas que Dios les entregó a nuestros primeros padres, estaban hechas de animales muertos, indicándoles así que habían roto voluntariamente la comunión divina para degradarse hasta el extremo de ingresar al plano de la comunión animal. No eran una señal de la dignidad recuperada y de la vergüenza vencida. Eran el símbolo mismo de la indignidad y de la vergüenza por haber pecado a instancias mismas del demonio. Pero era un ropaje provisorio y accidental, dirá el mismo Niceno. Habrían de cambiarlo por las mejores galas inaugurales y fundantes cuando llegara el tiempo de la Redención. Y para eso se necesitaba el desabrigo y el desvestimiento completo de Cristo en la Cruz.
Un plagio evidente
Movido por este género y este estilo que hemos tratado de describir con verdadera pesadumbre, al final del párrafo 16, la Misericordia et Misera se despacha con un tópico por antonomasia de la sensiblería bergogliana; tal vez el fruto más opimo de su monotematismo pastoral y aún doctrinal. “Soy amado, luego existo”, dice textualmente la Carta Apostólica.
¿De dónde procede este nuevo y extraño parafraseo cartesiano? ¿Cuál es el origen de este remedo o parodia del cogito ergo sum, que enturbió las aguas de la metafísica y de la gnoseología y pretendió tumbar la sensatez de la filosofía perenne? ¿Quién lanzó a rodar este slogan emocionalista, patético y romántico, que hace depender el acto de existir del amor y no el amor de la existencia previa de una creatura capaz de amar?
Pues créase o no, un publicitado fraseólogo español, Carlos Díaz Hernández, lleva publicados cuatro tomos titulados “Soy amado, luego existo”, que le editó Desclée de Brouer a partir del año 1999. No hay tiempo ni ganas aquí para dedicarse a este personaje ruinoso, tenido por gurú del personalismo comunitario, del anarquismo cristiano, del sincretismo religioso, de la “razón cálida” y del modernismo catolicón. Sólo queremos llamar la atención sobre lo que parece evidente y pocos han advertido. La extraña similitud de giros, fraseos, muletillas, estribillos y cantilenas, entre el escritor de marras y cuanto dice y escribe Francisco.
Irenismo espiritual absoluto;ecologismo con ondas verdes de amor y de paz; bondades del comunismo; equiparamiento de todas las creencias; utopías y periferias, ternuras y caricias; amor y alegría por doquier desparramados; justificaciones veladas del homosexualismo; reivindicación del franciscanismo en perspectiva sociológica; pro semitismo exacerbado, recalcitrante y obsecuente; misericordeo y humildeo solidario, sin condiciones ni límites; bendiciones, perdones y augurios para todos, menos para los fanáticos proselitistas; acogimiento del ateo, del agnóstico y salida al encuentro universal y cósmico de la persona, sin marcar diferencias entre ellas; clasificación de los hombres según a qué huelan (sic).
Todo el menú completo de fruslerías bergoglianas se hallarán en las prolíficas y múltiples ocurrencias de este fulano, nacido en Cuenca, en 1944, encumbrado por la progresía española y americana; especie de Tucho Fernández del primer mundo, y merecedor, como él, del dicterio quijotesco, pronunciado cuando el caballero le recuerda a Sansón Carrasco la peligrosa insania de aquellos que escriben y arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos.
“La fórmula que yo les propongo desde el personalismo comunitario es la siguiente: Soy amado, luego existo. En lugar del pienso, luego existo, soy amado, luego existo […] O qué tal: Me dueles, luego existo”. He aquí un gajo de la típica aforística diazhernandiana, desgranado en sus glosarios, que bien pudiera hallarse en la Laudato si o en Amoris Laetitia.
Pasó el tiempo en que los pontífices abrevaban en los clásicos. Ahora, prefieren plagiar a los escritorzuelos de bajo techado. Se nos fue la época de los papas rumiadores de doctores de la Iglesia o sabios de Salamanca. Ha llegado con Bergoglio el momento de calcar las ocurrencias de los sofistas. Lo más irritativo es que a esto se lo llame hacer “teología de rodillas”. A no ser que, dada la conocida afección futbolística de Francisco, el término aluda a los rodillazos que, a modo de brutales infracciones suelen cometer los jugadores imbuidos de torpeza cerril.
La colafización
Un antiguo ritual que pervivió al menos hasta el siglo XII, tenía lugar los Viernes Santos en aldeas capitales de Occidente. Las mayores autoridades de la comarca hacían comparecer en público al hebreo más destacado del terruño, y en presencia del público se le atestaba una simbólica bofetada, como para mantener viva la memoria del crimen del deicidio y la repulsa consiguiente a la que se haría acreedor todo aquel que del mismo no se retractase.
La ceremonia se llamaba la colafización. Palabra que hunde su raíz etimológica en el griego, kolafiðzw, pasando por el latín: colaphizo, y que en principio y simplificando significa castigar. Varias fuentes documentales nos han quedado como registro de tan significativo rito; y en tal sentido aconsejan los estudiosos volver sobre las páginas insospechadas de Bernhard Blumenkranz, Les auteurs chrétiens latins du Moyen Âge sur les juifs et le judaïsme, publicado en el año 2007, en la Collection de la Revue des Études Juives.
No tema el lector inquieto, ni se sobresalte el pío papólatra, que no estamos proponiendo una reedición del llamado Ultraje de Anagni, sucedido a principios del siglo XIV. Aquí no hay ningún Bonifacio VIII ni un Sciarra Colonna que le clave irrespetuosamente su mano en el rostro, si es que acaso así sucedieron los hechos.
Pero los símbolos tienen su valor y por eso mismo los traemos a la memoria. Y lo que estamos queriendo simbolizar es claro como el agua. Bergoglio merece un castigo, un escarmiento, un correctivo, una penalidad, una sanción. Si ha de ser, para empezar, una carta de cuatro cardenales, que lo sea. Si han de seguirse, como de hecho ya ocurre, otros varios cardenales más que lo cuestionan y objetan, que lo sea también. Si ha de ser un rebaño leal a la Verdad, y por eso cada vez más perplejo y reacio a obedecerlo, y cada vez más creciente, téngase por válido.Si ha de ser,al fin,un santo varón solitario que se atreva a decir que el rey no sólo anda por las calles engañando y nudo sino que ya no quiere oficiar de rey, qué irrumpa pronto ese caballero fiel y veraz.
Tome las formas que tomare la soba, este tránsito que está empeñado en dar del Iscariotismo a la Apostasía no puede quedar impune. Escandaliza y perturba. Y si remitimos al ritual colafizante, al modo de una alegoría, es porque ninguno como Bergoglio ha judaizado tanto a la Iglesia como él. Ninguno, hasta donde llega la memoria, se ha hecho socio y cómplice activo de la Sinagoga en la tarea imperdonable de descristianizar día a día la Barca que le fue confiada. Ninguno tan amable secuaz del pérfido enemigo bimilenario, motor y causa eficiente del resto de los enemigos que advinieron y vienen, siempre prontos para ultrajar a la Esposa.
Una afirmación, pues, ha de seguirse como válida en estas trágicas circunstancias. Recibida bajo las formas que fuere la colafización, no ha lugar para la proverbial respuesta: “Si he hablado mal dime en qué, y si no por qué me pegas” (San Juan, 18, 23). El razonamiento en este caso es inverso: el golpe le llega precisamente porque ha hablado mal. Y personalmente hace años que le estamos diciendo en qué. Desde que escribimos La Iglesia traicionada, hacia el ahora lejano 2009. Y aún antes también. ¿Para qué lado miraban entonces los electores del Cónclave cuando en este rincón surero del Sur de Hispanoamérica, se advertía con dolor las inconductas de tamaño sujeto?
Recen en mi
Aprendimos de un monje –montañés sapiente y artesano de la palabra laudante‒ a profundizar el sentido de aquella perícopa joánica que dice: “Si ves a tu hermano pecar, reza por él y le darás vida” (I San Juan, 5, 16). Y el susodicho monje nos hizo conocer además las páginas del maestro copto Matta el Meskin, tituladas “La oración por los demás: una grave responsabilidad”.
Hay en lo antedicho un misterio grande y luminoso –como son los misterios verdaderos‒ asociado tal vez al dogma de la Comunión de los Santos. Es el misterio de la sustitución vicaria. Rezo por el otro que no sabe lo que tiene que pedir; que ignora o viola lo que debe impetrar; que desconoce lo que le conviene suplicar cuando ora, agradecer cuando ruega, hacerse perdonar cuando implora. Rezo por el otro puesto en su pellejo, hecho su osamenta, transformado en su cuero. Rezo por el otro no como destinatario sino como sustituto. No en tanto receptor; antes bien como sucedáneo.
Junto a la justiciera colafización de Bergoglio pedimos y ejecutamos esta clase de plegaria. Lo pedimos y lo ejecutamos de todo corazón. Sincera y filialmente. No es el monocorde “recen por mí” lo que habremos de hacer en estos tiempos límites. Sino el “recen en mi”. Recen; recemos, poniéndonos en el lugar de este hombre descarriado, devenido de pastor en lobo, de centinela en mercenario, de bautizado en circunciso. Recemos pidiendo su conversión.
Y no hay en esto asomo de ironía, mordacidad o guasa. Hay verdadera seriedad en las cosas, cuando las cosas no admiten regreso ni solución ni cura, si no interviene la Omnipotencia Suplicante, y acogiendo nuestra oración vicaria, la deposita en las manos del Hijo. Como cuando pequeño, Ella dejó en sus manos el saludo matutino y tempranero de un beso materno.
Misericordia et Misera
Lo mejor y más provechoso de esta Carta Apostólica, sin dudas, es que nos remite al bellísimo pasaje agustiniano, en el cual Cristo y la mujer adúltera se encuentran, a instacias de los fariseos. Quieren poner a prueba la reacción del Señor ante un caso flagrante de conducta pecaminosa y a la par ilegal.
Y El Señor habla y obra. Su conducta es parenética y a la par perfomativa. Esto es, que exhorta y amonesta, mientras realiza al hablar la acción evocada. Les dará a los sepulcros blanqueados una lección que nunca olvidarán. Le ofrecerá a la descarriada la única vía para no extraviarse. Y solos entrambos, huídos los feraces verdugos, el Rey que absuelve, la desposada que llora; ella que se marcha con el alma en vilo, y Él que se queda escribiendo sobre la tierra. Para que la tierra sepa que su juicio es transitorio y falible, y que por eso debe remitirse con seguridad y temor al juez que está en lo Alto.
Los salmos se escuchaban en la escena: “¡Aprended, jueces de la tierra!” (Salmo 2, 10). “Miró a la tierra y ésta se estremeció” (Salmo 103, 32).
El silencio se apoderó del paisaje. La inefabilidad señoreaba a sus anchas. Y la voz del Mesías retumbaba por las columnatas del templo, resonando hasta en la cima del Monte de los Olivos: el que esté libre de pecados que cause la primera herida con su cascote vengativo. El que no tenga dolo que se atreva a la primera sangradura. El incontaminado que lance con furia el ladrillo cercenante y odioso. “Señor, si tú mismo no me condenas, estoy salvada”…
Hay un silbo de piedras en la tarde homicida,
una mujer temblando como cimbran los trigos
cuando arrecia la siega despojando de abrigos
al fruto de los surcos tras la siembra crecida.
Una mujer apenas. Ni siquiera está erguida,
los crueles fariseos son jueces y testigos,
cada puño un guijarro,los labios son castigos.
Ella es la imagen misma de una rosa abatida.
Varón de los perdones celestes y terrenos,
Señor de la clemencia, maestro de mercedes,
por tus palabras justas los rencores crujían.
La miraste con esos, tus ojos nazarenos,
la vida de la gracia le muestras y concedes.
E inclinado hacia el suelo tus dedos escribían.
Por Antonio Caponnetto
viernes, 7 de julio de 2017
ARMAGEDÓN
A los caídos en la batalla de Lutter am Barenberge,
para aplastar la herejía luterana
No sabemos el día, la hora o el espacio,
nos resulta escondida la fecha y el paisaje,
pero habrá una batalla, un asalto postrero,
que será a Tu servicio, lidiando en Tu homenaje.
No sabemos tampoco si las armas del duelo
brotarán de la esquirla, del fuego,de los hierros.
Donde retumben cascos de Tu galope iremos,
nos lleves a una orilla o al filo de los cerros.
Estarás de regreso, cumpliendo Tu palabra,
en la diestra un estoque purificado en llantos
de justos, de leales, del rebaño pequeño,
y a grupas de sus potros te escoltarán los santos.
Te veremos, Señor, como no te hemos visto,
tal cual profetizaste con el son de un plañido,
el lábaro flameando, las mesnadas pujantes,
el campamento en vela sobre el Monte Megido.
Los de Gog y Magog probarán su artería
fundida en las tinieblas, crepitantes de averno,
entonces el celaje se partirá de un tajo
y bajarás ecuestre, arrollador y eterno.
¿Dónde irán los traidores de la Cruz y la Sangre,
adónde los perjuros de la recta doctrina,
qué refugio de sombras, de negrura y de abismos
hospedará al indigno de la silla petrina?
Confirma nuestra Fe, para no defraudarte,
las aguas bautismales confírmanos al alba,
revalida en nosotros la fuerza de los héroes,
tu espaldarazo danos, Señor, porque nos salva.
El temblor se disipa, sabiendo que acaudillas
un ejército invicto transfigurado en grey,
con vivac en el cielo, la gracia por vanguardia
la muerte derrotada, vivando a Cristo Rey.
Antonio Caponnetto
martes, 4 de julio de 2017
aforismos 3
“Los que no quieren ser vencidos por la Verdad son vencidos por el error”
“Para saber cómo es un pueblo hay que examinar lo que ama”
(San Agustín)
“A Dios le gusta que lo ayuden a ser misericordioso; que no lo obliguen a ser justo”
“Negar la realidad es negar la necesidad de remediarla”
“No podemos dejar que se nos aburguese el alma”
“Es peor el eunuquismo que el satanismo; éste se cura con el exorcismo pero aquél no se cura”
(Ignacio Braulio Anzoátegui, p)
“Dios ha muerto” (Nietszche, 1882)
“Nietzsche ha muerto” (Dios, 1900)
“Desde que los hombres no creen en Dios no es que no crean en nada: creen en todo”
(Gilbert K. Chesterton)
“La Teología de la Liberación es la liberación de la teología”
(Rafael Luis Breide Obeid)
“Como fiel a la Iglesia Católica residual, desde el Concilio me propuse evitar la obediencia indebida”
(Octavio A. Sequeiros)
“Mira que te mira Dios,
mira que te está mirando,
mira que te has de morir,
mira que no sabes cuándo”
(De una carta de Miguel de Unamuno a José Ortega y Gasset)
“Si luchas, puedes perder; si no luchas, pierdes seguro”
“Recordar es un deber; olvidar es una culpa”
“El número (= la cantidad) no engendra la calidad ni la distinción ni la verdad”
“Saber es saber definir y saber definir es saber distinguir”
“El comunismo es el instrumento ideológico del poder del dinero”
(Jordán Bruno Genta)
“Un pesimista es un optimista bien informado”
(Gilbert K. Chesterton)
“Los cobardes prefieren la paz a la victoria”
(Enrique Jardiel Poncela, falangista)
“Todos mueren por alguna causa. Unos pocos mueren por una Causa”
“La Verdad existe y es siempre una sola; las mentiras hay que inventarlas y pueden ser infinitas. Hay un solo modo de acertar e infinitos modos de errar”
“Los políticos hablan sobre ética y moral como un ciego de nacimiento opinando sobre colores”
“Si la vergüenza matara, los cargos públicos estarían ocupados por inmortales”
“De Malvinas volvimos derrotados pero no vencidos”
“Una de las ventajas de decir la verdad es no tener que acordarse de lo que uno dijo”
(VGM A.M.M.M.)
“La cobardía de los más posibilita la tiranía de los menos”
“La perspectiva, esa distancia que en la pintura es el espacio y en la Historia es el tiempo”
(Aníbal D’Angelo Rodríguez e Ivanissevich)
“La claridad de la inteligencia nada tiene de común con la rectitud de la voluntad”
“Jamás el cristianismo… os parecerá más sublime, más digno de Dios y más propio para el hombre que en la guerra”
(Joseph de Maîstre)
“El realismo católico es completamente contradictorio con el utopismo revolucionario”
“El marxismo se nutre de la injusticia, (…) quiere la injusticia”
(Carlos Alberto Sacheri)
“Nostálgico… Reaccionario… Cuando un enfermo recuerda los tiempos en que se encontraba bien, no suspira por el pasado sino por la salud”
“No es que la democracia esté enferma: la enfermedad es la democracia”
(Charles Maurras)
“Stat veritas dum volvitur orbis.” (“La verdad permanece estable mientras el mundo da vueltas”)
(Lema de los Cartujos)
“Todas las familias felices se parecen; las infelices lo son cada una a su manera”
(Fedor Dostoievky)
“La ideología es un aparato nocional que explica, justifica y ayuda a conservar el poder”
(Chaim Mordechai (a) “Karl Marx”)
“Nada hay más penoso que una bella teoría desbaratada por un hecho comprobado”
(Mellor)
“Nos han vencido pero no convencido”
(Karl Schmitt, 1945)
“Los ideólogos son emparvadores de humo”
(Napoleón Bonaparte)
“Ser rojo significa ir muriendo gradualmente”
(Alexandr Solzhenitsyn)
“Cuando un pueblo manifiesta un horror «civilizado» por la sangre, luego, recibe el castigo de su culpa: Dios le muda el sexo, lo despoja del signo público de la virilidad, lo convierte en pueblo-hembra y le envía conquistadores para que le quiten la honra”
(Juan Donoso Cortés)
“Seremos fusilados por curas bolcheviques”
(Georges Bernanos)
“Dinero perdido, poco perdido; honor perdido, mucho perdido; coraje perdido, todo perdido.”
Proverbio alemán
“…la naturaleza de perro que tienen los humanos que acatan y respetan a quienes temen”
(Otto von Bismarck)
“La democracia es el gobierno del dinero”
(Oswald Spengler)
“Es preferible la Verdad en soledad que el error en compañía”
(Santa Teresa de Ávila)
En 1944/5, a cada decisivo triunfo de los Aliados, se suscitaban en Bs. As. “Marchas” cada vez más numerosas en las lucían las banderas victoriosas y se entonaba “La Marsellesa”. Unos pocos “nazis” encabezados por los hermanos Juan Gabriel y Raúl Puigbó apuntándole al piso por donde iban a avanzar –sin causar ninguna herida a nadie- con pocos tiros pusieron en fuga a una enorme multitud exitista. Se comprobaron así los dos aciertos de un descarnado refrán popular asiático: “El victorioso tiene muchos amigos; el vencido, buenos amigos.”.
Proverbio mongol
La Iglesia Católica es verdaderamente indestructible: ni sus fieles de todas las jerarquías, desde Papas a monaguillos o simples parroquianos –empeñándose durante 20 siglos- han conseguido su desaparición.
Las grandes inteligencias discuten ideas; las medianas, acontecimientos, y las pequeñas, personas.
De un poder hasta Dios está voluntariamente privado: el de cambiar o alterar el pasado.
Sobrevivir es sobrehumano e inhumano ¡y hay defensores de los derechos humanos!
lunes, 3 de julio de 2017
aforismos 2
“Inter armas silent leges” (= “Entre las armas callan las leyes”)
(Aforismo jurídico)
“La ley se ha inventado para que los buenos puedan vivir en medio de los malos”
(Alfonso X)
“La usura sigue a la inflación en todo tiempo y lugar”
(Amílcar A. Muschietti Calveyra)
“Los argentinos quieren estar mejor y no ser mejores”
(Antonio de Oliveira Salazar)
“Miente(n) pero no engaña(n)”
(Antonio Machado)
“La democracia extrema es ya una tiranía”
(Aristóteles)
“Existe solamente un medio para acortar la agonía sangrienta de la vieja Sociedad y los dolores de parto de la Nueva Sociedad, para simplificar y concentrarlos: el terrorismo revolucionario”
(Arnold Kunzli & Karl Marx, Eine Psychographie - Europa Verlag – 1966, págs . 703, 712 y 715)
“El poder es como un violín: se lo toma con la izquierda y se lo ejecuta con la derecha”
(Arturo Frondizi)
“Cuando el fascismo avanza, la causa de Dios avanza con él” (1935)
“Las fuerzas nacionales (del Grl Franco en España) se portaron como paladines y defensores de la religión católica” (junio de1939)
“La España eterna ha triunfado sobre los poderes del Mal” (mayo de 1940)
(Cardenal Arthur Hinsley, Primado de Gran Bretaña)
El mundo actual es “judío hasta en su núcleo más íntimo”. “El significado definitivo de «la emancipación de los judíos» lo constituye realmente la emancipación del judaísmo para la Humanidad”
“La violencia es la partera de una vieja Sociedad que se encuentra embarazada de una nueva”
“La violencia en sí misma es una forma económica de poder”
(Chaim Mordechai (a) “Karl Marx” (Das Kapital – Dietz Verlag 1962, p 779)
“Los que hicieron el 14 de Julio (de 1789) son capaces de hacer cualquier mal. Ellos no cometen crímenes para obtener sus fines sino que fabrican fines para cometer crímenes. No es la necesidad sino su índole la que los lleva a eso. (La Revolución es el) mal encarnado”
(Edmund Burke)
“Ha habido único ganador de la última guerra mundial, que no ha sido el pueblo norteamericano ni el pueblo ruso sino ese pueblo elegido por Dios llamado Israel”
(Ernesto Giménez Caballero)
“En toda Revolución verdadera, o se triunfa o se muere”
(Ernesto Guevara de la Serna (a) “Che”)
“Es preciso emplear el terror para triunfar en la guerra y dar muerte a todos los enemigos”
“¡Fuera la raza semítica!... ¿O esque no tenemos derecho como un alemán ni cualquiera, un polaco, para hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo su patria…” y “pretenden dejarnos sin Patria, declarando a la nuestra artículo de ropa vieja negociable…”
(Faustino Valentín Quiroga Albarracín (a) “Domingo Faustino Sarmiento”, Obras Completas, Tomo XXXVI, Editorial ‘Luz de Día’)
“Cuando la gran guerra o la gran noche revolucionaria hayan pasado por el mundo y no quede absolutamente nada, la Banca judaica quedará dominando todas esas ruinas”
(Fedor Dostoievsky)
“El deseo del corazón humano padece tres tentaciones: poder, fama y dinero”
(Fray Luis de León)
“…de los dos tercios de habitantes de que se compone el mundo, dos y medio son necios y el resto, pícaros, con muy poca excepción de hombres de bien”
(Grl José de San Martín, carta al Grl Tomás Guido desde Bruselas el 18-XII-1827)
“Con la verdad, ni ofendo ni temo”
(Grl José Gervasio Artigas, nuestro Protector)
“Lo establecido de antiguo siempre tarda en despertar para defenderse”
(Hilaire Belloc)
“La usura fue una herencia hebrea y «lusitana» de la que no se había podido desprender el comerciante bonaerense, sagaz urdidor de tratos judaicos”
(José María Ramos Mejía)
“Democracia exasperada y fuera de sí, democracia en religión y en arte, en el pensamiento y en el gesto, en el corazón y en las costumbres… Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de los corazones, el más peligroso morbo que pueda padecer una Sociedad”
“…esa purulenta secreción de las almas rencorosas”
(José Ortega y Gasset)
“Si los hombres comprendieran hoy lo que es una Revolución, (ésta) mañana no existiría”
(Joseph de Maîstre)
“En la guerra, la moderación o el pacifismo significan derrotismo.” “El derecho de la guerra es matar al vencido”
(Juan Jacobo Rousseau)
“Los radicales conservadores (¿?¡!) se irán con Don Bernardo de Irigoyen; otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Yrigoyen, se irá con Roque Sáenz Peña, y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda”
(Leandro N. Alem, última carta de antes de suicidarse)
“Mejor diez muertos inocentes que un solo enemigo con vida”
(Le Duc Tho, Premio Nobel de la Paz siendo terrorista de la banda Viet-Cong)
“La voluntad de clase del enemigo” debe quebrarse mediante “El uso sistemático de la violencia; el terrorismo mata a un individuo e intimida a miles”
(León Davídovich Bronstein (a) “Trotzky”, Terrorismo y Comunismo –Ann Arbor, p. 55)
“El mal ejemplo vino de arriba y por esto el pueblo no es el gran culpable aunque sea el gran castigado”
“Tantas leyes como hay y todos quedan impunes”
“Así como queda mal un cura duro, así queda mal un militar blando”
“Si Cristo fuese crucificado en Buenos Aires entre dos ladrones, al tercer día resucitarían los ladrones”
(Leonardo Castellani, E.U.)
“La verdad de ninguna cosa tiene vergüenza sino de estar escondida”
(Lope de Vega)
“En ciertas ocasiones, no sólo es lícito a los cristianos hacer la guerra sino que también ello puede ser mejor que lo contrario y aun puede suceder que sea pecado mortal no guerrear”
(Luis de Molina)
“La verdad nunca daña a una Causa justa”
(Mahatma Mohandas K. Gandhi)
“Se lucha mejor para conseguir que para conservar”
“El fascismo es guerra”
(Mao Tse Tung, Escritos Militares)
“El oro abre las puertas y cierra las bocas”
(Margarita Ivulich)
“Es imposible vengarse de la Historia”
(Martin Heidegger)
“Con la Izquierda adentro (del Frente Para la Victoria) se roba mejor”
(Néstor Carlos Kirchner)
“…no se debe nunca dejar persistir un desorden por evitar un choque, porque éste no se evita sino que se difiere con mayor desventaja”
(Nicolás Maquiavelo)
Quien bien tiene y mal escoge,
del mal que le viniere no se enoje.
Refrán
“Se supone que la política es la segunda profesión más antigua; he llegado a la conclusión de que guarda una gran semejanza con la primera”
(Ronald Reagan)
“Cuando la guerra es justa, el que no mata, peca”
(San Agustín)
“No hay peor escándalo que querer suprimir la verdad por miedo al escándalo”
(San Gregorio Magno)
“(La Revolución Soviética) fue consumada por una banda de revolucionarios profesionales, en su mayor parte, judíos”
(Sir Winston Churchill)
“Los ingredientes de una revolución son sangre y tiempo: si se insume mucha sangre, se ahorra tiempo; si se insume mucho tiempo, se ahorra sangre”
(Tte Grl Juan Domingo Perón Sosa)
“El chinchón y la canasta son juegos para políticos: roban por turno”
“Es mejor pedir perdón que pedir permiso”
“La gente «normal» –ingrata e hipócrita‒ considera a la represión (de delincuentes terroristas o comunes) como una tarea indispensable pero «sucia», como la de los recolectores de basura, para nada prestigiosa, respetable ni merecedora de reconocimiento, aunque arriesguen o pierdan sus vidas o las de sus cercanos”
“Los jóvenes de hoy preanuncian el futuro: gran motivo para aprovechar al máximo el presente”
“Los que eligen el lugar, el tiempo y el modo más artero para atacar a traición e infligirnos su terrorismo premeditado no deben quejarse si sus víctimas reaccionan disponiendo cómo y hasta qué limites perseguir su aniquilamiento”
“Todos prometen. Nadie cumple. Vote por Nadie”
(VGM A.M.M.M.)
“Los actos terroristas partidarios contra los representantes del régimen son recomendables”
(Vladimir Illich Ulianov (a) “N. Lenin”, Partisan Warfare 1966, pág. 68)
A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos a cada rato y por el mismo motivo.
Anagrama de “argentino” = ignorante.
La única vez que un político dice la verdad es cuando acusa de mentiroso a un homólogo.
Los jacobinos de 1810 y los liberales de 1853 adoptaron sin adaptar recetas y modelos ajenos.
Mientras cada vez más gente exista
que jure y rece en español su Credo,
siempre habrá en Castilla un falangista,
un requeté en Navarra y un Moscardó en Toledo,
en el Plata un rosista y un oribista
hermanados en un mismo entrevero,
en Chile algún huaso portalista,
en México un persistente cristero,
un guineano y un filipino hispanista
para restaurar nuestro Imperio entero.
domingo, 2 de julio de 2017
AFORISMOS 1
“Dios perdona muchas veces; los humanos, muy pocas; la Naturaleza, nunca”
“Un verdadero conductor no teme errar el camino: él señala, traza y abre el camino”
(A.M.M.M.)
“En la milicia, nadie tiene un sobrenombre inmotivado”
(Axioma comprobado)
“La gente cree fácilmente en lo que desea”
(Benjamin Franklin)
“No comprendo cómo una persona honorable puede tomar un diario en sus manos sin sentir repulsión”
(Charles Baudelaire)
“El verdadero soldado no lucha porque odie lo que hay frente a él sino por amor a lo que tiene detrás”
“La mejor manera de destruir una utopía es instaurararla”
(Gilbert K. Chesterton)
“En situaciones ordinarias, medidas ordinarias; ante desafíos extraordinarios, respuestas extraordinarias”
(Diario “La Nación”, 29-XII-2002, editorial)
“En el Ejército, todo se hace mal pero temprano”
“Todo lo que se mueve, se saluda; lo que no se mueve, se pinta”
(Dos instrucciones básicas para reclutas)
“Cuando te falta de todo menos enemigos, entonces es seguro que estás en combate”
(Experiencia de Campaña)
“El que cuenta un secreto ajeno es un traidor, el que difunde un secreto propio es un necio”
(Francisco María Arouet, (a) “Voltaire”)
“…si me inspira lo bueno y bello de la vida amable,
yo cuelgo el sable para pulsar la lira,
pero cuando una causa miserable
vuelve lo bello y el amor mentira
¡dejo la lira y desenvaino el sable!”
(Grl (ROU) Edgardo Ubaldo Genta)
“La prensa de izquierda le fabrica a su gente las grandes figuras que la Naturaleza y la Historia no le proveen”
(Gómez Dávila)
“Traidor una vez, traidor siempre”
(Helmuth von Moltke (p), J del Alto EM alemán)
“Un vaso medio vacío es también uno medio lleno pero media mentira no es media verdad”
(Jean Cocteau)
“Si el enemigo está a tiro, nosotros también”
(Manual de Infantería)
“Cuando se ha quitado el seguro, la granada de mano ya no es nuestra amiga”
(Manual de Infantería de Marina)
“Nunca se eyecte sobre un objetivo recién ametrallado”
(Manual de Operaciones Aéreas)
“Cualquier buque puede ser un barreminas una sola vez”
(Manual de Operaciones Navales)
“Las utopías –aunque nunca llegan‒ siempre vuelven”
(Patricio H. Randle)
“Cuando tú naciste los demás sonreían y tu lloraste. Vive tu vida para que cuando tú mueras ocurra exactamente lo contrario”
(Proverbio sioux)
“Contra malicia, milicia”
(R. P. Baltasar Gracián, S.J.)
“La única y justa causa de la guerra es la injuria (= el daño) recibida… La guerra ofensiva se hace para vengar ofensas y escarmentar al enemigo”
(R. P. Francisco de Vitoria)
“El mate tiene mejor sabor cuando las letrinas se han cavado río abajo del vivac”
(Reglamento de Campaña)
“No hay que inspirar miedo o hay que inspirar mucho. Desdichado del que inspira poco miedo”
(R. P. Leonardo Castellani, E. U.)
“¡El periodista revolucionario no debe servir a la verdad sino a la Revolución!...”
(Salvador Allende Gossens (a) “Chicho” ante el “Congreso de Periodistas” en Chile)
“Se está estableciendo una alianza, cada vez más estrecha, entre los llamados «representantes del pueblo» y los integrantes de los medios de comunicación en su lucha por conservar poder”
(Stan M. Popescu)
“La nación que marque una gran distancia entre sus soldados y sus estudiosos conseguirá que sus hijos sean educados por cobardes y que sus guerras sean peleadas por estúpidos”
(Tucídides)
"Para asumir la misión que otros no pudieron cumplir,
fui adonde otros no se animaron a llegar
e hice lo que otros no se atrevieron a alcanzar…
Nada pedí nunca a los que nada ofrecían dar
y acepté una soledad desamparada no llevadera .
He padecido y vencido al terror,
me sobrepuse al lógico e incesante temor
gustando el sabor grato de lo hecho por Amor.
He llorado por dolor y esperanza nunca cumplida
aceptando que otros digan: “Es mejor olvidar…”
Por lo menos, combatiendo con o sin uniforme
en dos guerras sin par,
fui un fiel y leal Soldado
de Dios, Patria y Hogar"
“Los derechos humanos deberían proteger a los humanos derechos”
(VGM A.M.M.M.)
“Cuando muere el que ha librado una guerra justa podría ir al Cielo por compensación, porque las penas del Purgatorio e Infierno ya fueron parte de su misión”
“Cuando un Conductor señala el camino no faltan idiotas que se quedan mirando el dedo”
“El arrepentimiento tiene un defecto insanable: no tiene efectos retroactivos”
“El fuego amigo no lo es de ningún modo”
“El que sabe, sabe; el que no sabe, es Jefe”
“En la Argentina un funcionario honesto es un inadaptado que incomoda a la gran mayoría”
“La Justicia argentina anda sobre ruedas: además de ciega es paralítica”
“La mentira tiene patas cortas pero –en la Argentina‒ usa zancos”
“La opinión publicada simula estar reflejando lo que ella misma estuvo creando e imponiendo”
“La traición complace; el traidor enoja, no conviene. El traidor no es menester siendo la traición cumplida. La paga del traidor es ser traicionado”
“Las mismas balas trazadoras son eficaces para los dos bandos”
“Que no haya noticias es una buena noticia. Que no haya periodistas, mejor”
“Si ves correr a un experto en explosivos, corre a la misma velocidad hacia el mismo lugar”
“Sólo Dios podría perdonar las sevicias de un terrorista: hubo algunos preocupados que le enviaron para Su divino Juicio almas necesitadas de Su infinito perdón”
“Tanto los policías como los mafiosos desprecian a sus confidentes”
viernes, 30 de junio de 2017
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