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domingo, 6 de agosto de 2023

JMJ Lisboa (día 4): 4 reflexiones del Papa para jóvenes sobre la alegría, las raíces, el cansancio y el camino

 ----------------------  Palabras del Papa a los jóvenes en la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud

Queridos hermanos y hermanas: Boa noite! 

Qué alegría me da verlos. ¡Gracias por haber viajado, por haber caminado y por estar aquí!  Pienso que también la Virgen María tuvo que viajar para ver a Isabel: «partió y fue sin demora» (Lc 1,39), dice el Evangelio de esta JMJ. Uno se pregunta: ¿por qué María se levanta y va deprisa a ver a su prima?  Claro, acaba de enterarse de que está embarazada, pero ella también lo está. ¿Por qué entonces va a ir si nadie se lo pidió María realiza un gesto no pedido y no obligatorio; María va porque ama, y «el que ama, vuela, corre y se alegra»(Imitación de Cristo, III, 5).

La alegría de María es doble. Ella acababa de recibir el anuncio del ángel de que iba a recibir al Redentor y también la noticia de que su prima está embarazada.

[1º La alegría es misionera]

Es curioso: en vez de pensare en ella, piensa en la otra. ¿Por qué? Porque la alegría es misionera. La alegría no es para uno. Es para llevar algo. Yo les pregunto a ustedes: ustedes, que están aquí, que han venido a encontrarse, a buscar el mensaje de Cristo, a buscar un sentido lindo a la vida. Esto, ¿se lo van a quedar para ustedes o lo van a llevar a los otros? ¿Qué opinan? ¿No oigo?

¡Es para llevarlo a los otros! ¡Porque la alegría es misionera!

Repitamos todos juntos: “la alegría es misionera”. Entonces yo tengo que llevar esa alegría a los demás.

Pero esa alegría que nosotros tenemos también otros nos prepararon para recibirla. Ahora me lleva para atrás todo lo que hemos recibido. Lo que hemos recibido y ha preparado nuestro corazón para la alegría.

[2º Alegría que crea raíces y las raíces de nuestra alegría]

Todos, si miramos hacia atrás, tenemos personas que fueron un rayo de luz para la vidapadres, abuelos, amigos, sacerdotes, religiosas, catequistas, animadores, maestros; ellos son como las raíces de nuestra alegría

Ahora hacemos un segundo de silencio y cada uno piensa en aquellos que nos dieron algo en la vida, que son como las raíces de la alegría.

¿Encontraron? ¿Encontraron rostros, encontraron historias? Esa alegría que vino por esas raíces es la que nosotros tenemos que darPorque nosotros tenemos raíces de alegría y también nosotros podemos ser para los demás, raíces de alegría. No se trata de llevar una alegría pasajera, una alegría de momento. Se trata de llevar una alegría que cree raíces.

[3º Cómo ser raíces de alegría: una reflexión sobre el cansancio]

Y me pregunto: ¿cómo podemos convertirnos en raíces de alegría? La alegría no está en la biblioteca encerrada, aunque hay que estudiar. Está en otro lado. No está guardada bajo llave.La alegría hay que buscarla, hay que descubrirla en nuestro diálogo con los demás donde tenemos que dar esas raíces de alegría que nosotros hemos recibido. Y eso, a veces, cansa.

Yo les hago una pregunta: ¿ustedes se cansaron alguna vez? ¿Sí? ¿Se cansaron alguna vez? Piensen en lo que sucede cuando está cansado. No tiene ganas de hacer nada. Como decimos en español “uno tira la esponja”, porque no tiene ganas de seguir y entonces uno se abandona, deja de caminar y cae. Ustedes creen que una persona que cae en la vida, que tiene un fracaso, incluso que comete errores pesados, fuertes, ¿ya está terminada? No.

¿Qué es lo que hay que hacer? -¡No oigo!- ¡Levantarse! Y es una cosa muy linda que quisiera que hoy se la llevaran como recuerdo: los alpinistas que les gusta subir montañas tienen un cantito muy lindo que dice así: “En el arte de ascender la montaña lo que importa no es no caer sino no permanecer caído”. ¡Cosa linda!

El que permanece caído se jubiló de la vida. Cerró. Cerró la esperanza. Clausuró la ilusión y ahí queda caído. Cuando vemos algunos amigos nuestros que están caídos, ¿qué tenemos que hacer? ¡Levantarlo! ¡Levantarlo!

Fíjense: cuando uno tiene que levantar o ayudar a levantar una persona: ¿qué gesto hace? Lo mira de arriba hacia abajo. La única oportunidad, el único momento que es lícito mirar a una persona de arriba para abajo es para ayudar a levantarse.

Cuántas veces vemos gente que nos mira así por sobre el hombre, de arriba para abajo. Es triste. La única manera en que es lícito, la única situación en que es lícito mirar a una persona de arriba para abajo es para ayudarla a levantarse.

[4º Alegría: un camino y entrenamiento para caminar y no quedar caído]

Esto es un poco el camino. La constancia en caminar. Y en la vida, para lograr las cosas, hay que entrenarse en el camino. A veces no tenemos ganas de caminar, no tenemos ganas de hacer esfuerzo, nos copiamos en los exámenes porque no queremos estudiar y no llegamos al éxito. No sé si a algunos les gusta el futbol. A mí me gusta. Detrás de un gol, ¿qué hay? ¡mucho entrenamiento! Detrás de un éxito, ¿qué hay? Mucho entrenamiento. Y en la vida no siempre puede hacer lo que quiere sino aquello que la ocasión que tengo dentro, cada uno tiene su vocación, nos lleva a hacer.

Caminar. Si me caigo levantarme o que me ayuden a levantarme. No permanecer caído y entrenarme, entrenarme en el camino.

Todo esto es posible no porque hagamos cursos sobre el camino. No hay ningún curso para enseñarnos a caminar en la vida. Eso se aprende: se aprende los padres, de los abuelos, se aprende de los amigos, llevándose de la mano mutuamente. En la vida se aprende y eso es entrenamiento en camino.

Yo los dejo con esta idea nada más: caminar y si uno se cae, levantarse. Caminar con una meta. Entrenarse todos los días en la vida… En la vida nada es gratis. Todo se paga. Sólo hay una cosa gratis: el amor de Jesús.

Con esto gratis que tenemos, el amor de Jesús, y con las ganas de caminar, caminemos en esperanza. Miremos nuestras raíces y vayamos hasta adelante: sin miedo, sin miedo, no tengan miedo. Gracias. Ciao.

sábado, 5 de agosto de 2023

JMJ Lisboa (día 3): la maravillosa reflexión del Papa sobre la cruz, las lágrimas y el caminar de Jesús con nosotros

Palabras del Papa al inicio del Viacrucis con los jóvenes en el Parque Eduardo VII

Queridas hermanas y hermanos: ¡buenas tardes!

Ustedes hoy van a caminar con Jesús. Jesús es el Camino y vamos a caminar con Él, porque Él caminó. Cuando estuvo entre nosotros, Jesús caminó. Caminó, curando a los enfermos, atendiendo a los pobres, haciendo justicia, caminó predicando, enseñándonos. Jesús camina, pero el camino que más está grabado en nuestro corazón es el camino del Calvario, el camino de la Cruz. Y hoy ustedes van con la oración, nosotros, yo también, con la oración van a renovar el camino de la Cruz. Y miremos a Jesús que pasa y caminemos con Él. El camino de Jesús es Dios que sale de sí mismo, sale de sí mismo para caminar entre nosotros.

Eso que escuchamos tantas veces en la Misa: “El Verbo se hizo carne y caminó entre nosotros”. ¿Se acuerdan? Y el Verbo se hizo hombre y caminó entre nosotros. Y eso lo hace por amor. Y eso lo hace por amor. Y la Cruz que acompaña cada Jornada Mundial de la Juventud es el ícono, es la figura de este camino. La Cruz es el sentido más grande del amor más grande, ese amor con que Jesús quiere abrazar nuestra vida. ¿Nuestra? Sí, pero la tuya, la tuya, la tuya, la de cada uno de nosotros. Jesús camina por mí. Lo tenemos que decir todos. Jesús empieza este camino por mí, para dar su vida por mí. Y nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos, el que da la vida por los demás. No se olviden esto. Nadie tiene más amor que el que da la vida, y esto lo enseñó Jesús. Por eso, cuando miramos al Crucificado, que es tan doloroso, una cosa tan dura, vemos la belleza del amor que da su vida por cada uno de nosotros.

Decía una persona muy creyente una frase que a mí me tocó mucho. Decía así: “Señor, por tu inefable agonía, puedo creer en el amor”. “Señor, por tu inefable agonía, puedo creer en el amor”. Y Jesús camina, pero espera algo, espera nuestra compañía, espera que miremos. No sé, espera abrir ventanas de mi alma, de tu alma, del alma de cada uno de nosotros. ¡Qué feas son las almas cerradas, que siembran para adentro, sonríen para adentro! No tienen sentido. Jesús camina y espera con su amor, espera con su ternura, darnos consuelo, enjugar nuestras lágrimas.

Yo les hago una pregunta ahora, pero no la contesten en voz alta, cada uno se la contesta a sí mismo: ¿yo lloro de vez en cuando? ¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar? Todos en la vida hemos llorado, y lloramos todavía. Y ahí está Jesús con nosotros, Él llora con nosotros, porque nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto.

Voy a hacer un poquito de silencio y cada uno le diga a Jesús por qué llora en la vida, cada uno de nosotros se lo dice ahora, en silencio.

(Momento de silencio)

Jesús, con su ternura, enjuga nuestras lágrimas escondidas. Jesús espera colmar, con su cercanía, nuestra soledad. ¡Qué tristes son los momentos de soledad! Él está ahí, Él quiere colmar esa soledad. Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi miedo, esos miedos oscuros los quiere colmar con su consolación, y Él espera a empujarnos, a abrazar el riesgo de amar. Porque ustedes lo saben, lo saben mejor que yo: amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar. Es un riesgo, pero vale la pena correrlo, y Él nos acompaña en esto. Siempre nos acompaña. Siempre camina. Siempre, a lo largo de la vida, está junto a nosotros. Yo no quisiera abundar más cosas. Hoy vamos a hacer el camino con Él, el camino de su sufrimiento, el camino de nuestras ansiedades, el camino de nuestras soledades.

Ahora, un segundito de silencio y cada uno de nosotros piense en el propio sufrimiento, piense en la propia ansiedad, piense en las propias miserias. No tengan miedo, piénsenlas, y piensen en las ganas de que el alma vuelva a sonreír.

(Minuto de silencio)

Y Jesús camina a la Cruz, muere en la Cruz para que nuestra alma pueda sonreír. Amén.