Lo
que mi ángel me cuenta
Desde hace un instante soy un ser humano. Mi cuerpo es
tan pequeño todavía que no puede ser visto por los ojos de nadie, pero mi alma
ya es tan grande como lo será siempre. Dios la ha creado para mí, en el mismo
momento en que yo he comenzado a existir. Dios me ama como si yo fuera una
persona perfecta. Dios sigue creando un sinnúmero de almas cada día, para todos
los seres, hijos de los hombres, que son llamados a la vida. Mi ángel me dicen
que nacerán tantos como se necesitan para repoblar el cielo, que el diablo ha
despoblado de la tercera parte de sus habitantes.
Estas cosas profundas para persona tan pequeñita como
yo, son las primeras que me ha enseñado mi ángel guardián. Debo explicar que
tengo un ángel guardián elegido entre los innumerables ángeles que quedaron
fieles al servicio de Dios.
¡Mejor aún! Me enseña que Dios me ha amado desde toda
la eternidad, como si no hubiera de existir otro ser sino yo. Y que por mí ha
realizado infinitas maravillas. Así las ha realizado para todos los seres
humanos y su Hijo ha muerto por cada uno de ellos, como si fuera el único en le
mundo, para salvarlo de la guerra que hace a los hombres el diablo.
Yo apenas entiendo todo esto, pero él me lo repite y
trato de retenerlo. Sin embargo, confieso que me cansa. Querría dormir.
Mi ángel me habla sin ruido y sin palabras. Es como un
fluido que me penetra. Lo comprendo perfectamente. Mis oídos todavía no están
formados. Me dice que yo soy un hombrecito. O una mujercita. Lo ignora o no me
lo quiere decir.
Comprendo que sabe muchas cosas, pero que no conviene
que me lo cuente todo. Me guarda infinidad de secretos para cuando yo sea
mayor. Dice que si me habla demasiado, mi pequeño cuerpo se va a cansar. Y es
verdad, vuelvo a sentirme con ganas de dormir un rato largo.
Será mi primera noche en el seno de mi mamá, que
todavía ignora que yo existo. Mi ángel me dice que es mejor que ella siga
ignorándolo.
¿Por qué no es bueno que una madre sepa que s hijito o
hijita existe ya?
Estoy cansado. Será el primer sueño de mi vida en el
suave y tibio seno de mi madre. ¡Qué oscuridad, Dios mío! ¿Es porque todavía
mis ojos no se han formado?
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