Sabía muy bien que podía sentar os mal, y por experiencia quería evitar
que los tories el vientre. Tal vez pensáramos en semejante ocasión, o que
nuestra Madre no quería complacer nos, o que no fuese buenos los ingredientes
de la torta.
Esto es, en pequeño, lo que sucedió en los orígenes de la humanidad; y
esta es, con algunas variantes, la historia que viene repitiéndose en lo más
íntimo de toda alma que pasar por la tierra.
Dios quiere que seamos buenos llegamos el bien. No quiere la
incoherencia de mezclar el bien y el mal, que apega el corazón a las cosas
imperfectas de aquí abajo y libe buscando un compromiso entre el cielo y la
tierra, entre Dios y sus enemigos. La pasta blanda no es una torta que éste ya
dispuesta. Y sin Dios nos quieren esperados, signos prohíbe lo malo, no es
porque pretenda destruir la libertad que nos ha concedido,
Sino por querer hacernos felices, como nos lo prometió. Hemos hablado de
un dolor de vientre. Era por tratarse de un chiquillo.
A un adulto le hablaríamos mejor de complejos, es decir, de contraste
entre lo que somos que lo que deberíamos ser.
Un complejo se reduce con frecuencia a una tensión exagerado entre
nuestras preferencias y las de Dios, entre nuestros deseos y los suyos.
Una navaja se ha hecho para cortar, pero no para cortar el mármol. Si
larga espera partir piedras, pronto la romperéis.
Nosotros hemos sido hechos para Dios, para la vida, el amor y la verdad.
Cuando no vivimos para Dios, nuestra conciencia se revela y empieza para
nosotros las crisis que desembocan en neurosis y psicosis espantosas.
Adquirirlo, podéis trazar un gráfico que estará una idea de un complejo.
Trazar sobre una hoja una vertical. Esta línea representada la voluntad
de Dios. Completa del gráfico con una abscisa transversal, símbolo de la
voluntad humana. Resulta, de ambas líneas, una cruz. La psicología la llama
complejo.
Que lógicamente se definen con el concepto de una cruz la voluntad del
hombre que supone a la vez Dios.
Por eso, quienes han pretendido negar la naturaleza recibida de Dios
encuentran cogidos en el mundo de las cruces y de las desilusiones.
El hombre sin Dios no es un turrón sin almendra; es una torta sin
harina. Le faltan los ingredientes de la felicidad. Experimenta un vacío
desolador, el vacío de Dios; siente el grave en eso, ayer de remordimientos, el
pasado que irrumpen el corazón como una sombra negra, muy negra. Prívate oxígeno
vuestros pulmones, y vuestra caras inflamada, por su altar a la respiración;
quitad al corazón, y le negara islámica. El infierno debe ser una cosa
parecida, sólo que eterna.
El remedio para estos males, para estas desilusiones, es aún el mismo
que pueden tener el chico que haya comido la pasta blanda: el de una Madre. La
Madre no abandona sus hijos aunque éstos se hayan causado el mal
voluntariamente. Quien tengo la Madre, no tiene porqué desesperarse, pues
siempre tendrá ella una buena palabra que es capaz de calmar el enojo de los
hombres.
Invoca pues, a María, vosotras mujeres que no habéis querido sustraernos
a los consecuencias penosas de la pulpa que queda es pillaba al presente con
vuestro sufrimientos. Y vosotras también, Madres que tenéis hijos bajo las
armas, invocada Maria.
También fue llamado el Hijo de María a combatir contra las fuerzas del
mal, ya ella lo acompañó en el campo de batalla, recibiendo una herida en el
corazón. La Virgen hizo lo mismo que habéis hecho vosotras, Madres que habéis
dado un hijo a la patria. ¡Qué ella os libre de pasar por el dolor de perderlo!
Madres que sentís vuestro corazón oprimido por una pena muy grande, sin
nombre, cuál es la de tener quizá un hijo nacido con un mal incurable, de
cuerpo enfermizo, retrasado mental, incapaz de hablar, ten tenderos; vosotras
que advertís cómo se abaten sobre vosotras que sobre vuestros hijos las alas de
la muerte, cada día más próxima, de manera inexorable, confiado vuestras pena
samaria, decirle que os escuché ella, que vivió en la angustiosa espera de esa
misma marea cuajado el dolores.
La Virgen Maria sabe perfectamente lo que significa tener un hijo que
sea una cruz que pesa cada día sobre el corazón. El día en que Jesús vino al
mundo, los Magos de Oriente y ofrecieron mirra, que es símbolo de la muerte.
Cuando el Niñito sólo contaba40 días, al anunciar el anciano Simeón que sería
signo de contradicción, le anticipaba la crucifixión y profe citada Ana María
la lanzada que, al traspasar el Corazón del Hijo, atravesaría también su alma
de Madre. Haga la Virgen, que conoce de vuestro dolor, que abracéis la voluntad
de Dios que, oculta en vuestra luz y la convirtáis en estremecimiento para el cielo.
Dejadme luego que, por mi parte, pida a María que todos los pueblos
conozcan pronto a su Jesús.
El arte indígena va pintando la virgen como supiese nacido del país,
como una mujer de su tierra. Y muy acertadamente, desde luego. De la misma
manera que en las rosas de Charres que en la gruta de Lourdes se aparece como
una francesa, y se la ve en Fátima como una portuguesa, así también resplandece
con su Cara de Bondad, negra, el azabache, ante las gentes del áfrica
ecuatorial; espléndida y luminosa como la gloria del sol naciente, ante los
japoneses; transforma, en fin, su belleza sino caso, conforme a los gustos de
cada país, como una Sra. Elegante que no pierde ni altera su atractiva
hermosura aunque se cambie de vestido.
Todas las almas desilusionadas, inquietas, temerosas, deben recobrar
ánimos pensando en la bondad de Maria.
Se cuenta que, tanto una vuelta por el cielo, vio el Sr. Un día
bastantes almas que habían entrado en el con demasiada facilidad. Al momento
fue haberse con San Pedro, al que le dijo: que entregue las llaves del paraíso
para que las cosas es pensando con la cabeza y haciendo las cosas como juicio.
Tiene como ha sido el entrar esas almas aquí en mi reino…
San Pedro, un poco amoscado, le repuso: Sr., no debéis tomarlo conmigo.
Cuando yo cierro la puerta, vuestra Madre ábrala ventana…
Bernard Shaw debía pensar en esto mismo, pues, según nos ha descubierto
el escritor y poeta W.T.Titteron, el célebre Shaw apreciaba mucho a una monja
que todos los días rezaba por su conversión.
Un día quiso explicarle a la monja las dificultades que tenía para creer
en la divinidad de Cristo. Antes de marcharse, le dio Shaw unas amables
palmaditas en la espalda y de añadió: pienso que al fin me verá su Madre entrar
en su casa…
Para la virgen, siempre seremos nosotros los chicos no bien conocidos
que otra vez seremos mejores.
El corazón de una madre piensa más en el hijo que se ha caído y se hará
causa del mal
. El Padre ofendido se pijamas en la pulpa, pero la Madre, en la
persona.
María vela por nosotros, que vives y pequeños hijos suyos, del mismo
modo que velaba por su Jesús, y siendo, como es, la Madre del Juez, puede
susurrarle al oído alguna palabra de piedad y de perdón para nosotros. El
pecado y la redención encuentran en la virgen la posible armonía de la
esperanza. La virgen no puede perdonarnos; pero puede, sin embargo, interceder
por nosotros, conciliando la justicia y la misericordia de Dios con su ruego de
Madre.
Sin la misericordia, la justicia sería extremadamente rigurosa; y sin
hubiese justicia, la misericordia permanecer indiferente ante la culpa.
Hay un dulce matiz entre el perdón obtenido por una Madre y no deja
ningún amargor en el perdonado.
La justicia puede castigar, con mano dura nuestro delito; la
misericordia nos deja en el corazón el disgusto que no haber estimado
convenientemente a quien nos apreciaba.
Por ese motivo es quizá por lo que un delincuente castigado por la
justicia recae en el mismo delito; pero un hijo salvado por las lágrimas de su
Madre prometer su corazón ser mejor en lo sucesivo.
Hay otro misterioso poder en el corazón de una Madre: el de aminorar la
culpa de los hijos. Los deshonestos no podrá nunca tolerará los castos; pero
los limpios de corazón comprenden a los metidos en el fango;
Por eso un buen confesor siente especial afecto por el pobre pecador y
está siempre predispuesto a disminuir la gravedad de la culpa; por eso mismo
Dios no agravar las conciencias, sino que las libera del pecado.
Nathanael Hawthorne ha dicho: siempre les que envidiado los católicos su
dulce y santa Virgen Madre que campea entre ellos y la divinidad. La Virgen
intercepta lo que, procedente de la divinidad, podía ser demasiado intenso para
nuestros ojos mortales y sólo permite que todo el amor de Dios y el corazón de
sus fieles después de haberse vuelto más humano y más inteligible por la
ternura de la Señora…
Para San Efrén, la Virgen es la patrona de los abogados a la perdición.
Dejad, pues, que nos esquiva alguna de las almas queridas y
desilusionadas que pueden invocar a María y pueden ser salvadas por Ella.
Hay dolores en la vida que son propios de las mujeres, y que no
entienden los hombres. Tal vez por eso, lo mismo que hubo una gran y una hebra
en el día del primer pecado, debía haber un nuevo Adán y una nueva Eva en la
redención.
Adán, Eva, el árbol del paraíso.
Cristo, Maria, el árbol de la cruz.
Cristo pareció mentalmente todas las agonías de la humanidad; pero las
ansias y los espasmos que sólo puede pasar una mujer lo soporto o María en
unión de El.
Hay una pena muy amarga que sólo puede experimentar el corazón de una
mujer: la vergüenza de una Madre no casada. La virgen Maria estaba desposada
con San José; pero mientras lo advirtió el ángel al esposo que la virgen había
concebido por obra y gracia del espíritu Santo y no por obra de varón, María
hubo de sufrir el atroz suplicio de las mujeres que llevan en su regazo el
fruto de un pecado.
Tal vez sin saberlo, Bernard Shaw ha hecho resaltar con su conclusión
una verdad sublime y consoladora. Quienes no se hayan aún dispuestos a aceptar
a Cristo como mediador entre Dios y el hombre,
Quizá lleguen a la fe por medio de María, que será la mediadora entre
esas almas infelices en Cristo, virgen de la esperanza, para quienes están muy
próximos a la desesperación.
Marcel Proust, siendo joven, contó
un día su madre todas las bestialidades que había cometido. La madre no pudo
comprender todo lo que su hijo le contaba; pero con la bondad a la par suave e
impresionante, le habló con ternura al corazón, le hizo más liviana la carga de
su responsabilidad, y Marcel Proust uno entender el íntimo sentido encerrado en
el título dado a la Virgen, mediante la bondad de su Madre.
¿? Pero ¿cómo podrá la virgen Maria identificarse con las penas que los
que todavía no se han acercado a Jesucristo? ¿Cómo podrá sentir en ella el
sangrar de las heridas de los pecadores?
La Virgen María es como la azucena en el barro de una charca cenagosa:
es inmaculada, pero puede comprender lo que les pasa a los que han caído. El
pecado nos separa de Dios. La Virgen perdió también a Jesús, su Dios, sí bien
no lo perdió moralmente, sino físicamente, durante tres días inacabables. Y su
hijo sólo tenía doce años. ¡Cuántas preguntas hizo, cuantas indagaciones
realizó y cuanto rezo para encontrarlo! María nunca pecó, pero experimentó en
sí el efecto, el desesperado vacío que
acongoja el corazón de todo pecador que ha perdido Dios.
Los que habéis pecado, acordados de que la virgen María y garra en
vuestra busca, y cuando os hay encontrado os diga algunas suaves palabritas:
hijo mío, qué hemos buscado apenados…
La Virgen nos comprende y puede llevaros a su Hijo.
Lo está escrito en el evangelio, pero yo creo que judas evitar
encontrarse con la virgen antes de traición a Jesús, y después de su traición,
cuando, con el cabestro en la mano, fue a colgarse de un árbol. Nadie habría
encontrado nunca un pezón más cordial.
Sí judas está hoy en el infierno, e lloro debe al hecho de haber vuelto
la espalda voluntariamente a la virgen María. Si no está allí, será porque en
el instante en que, desde su colina, miro la del calvario, vivía en ella a la
Madre con su Hijo y Morelia con la siguiente plegaria los labios: refugio de
los pecadores, ruega por mí…
Lo perdáis nunca la esperanza de salvación.
Rezo del rosario y nos olvidéis de que el último acto realizado por el
Señor en la tierra fue dejarnos a su Madre, Madre nuestra.
¡He ahí a tu Madre!
¿Y no país a quererla a aceptar?
Jesús os la ha ofrecido.
Un hijo tiene necesidad de su Madre.
Una Madre no puede desentenderse de su hijo.
Yo quisiera proporcionar un consuelo a las almas que se encuentran
solas, insatisfechas y apegadas, dejándoles un recuerdo: el hijo que recibe más
besos de la Madre es el que más veces y cae.
Puede darse el caso de que tenga también alguno para vosotros.
¡Por el amor de Jesús!
Radio mensaje del 4 de marzo de 1951
No hay comentarios:
Publicar un comentario