Don Agapito Puentes vio una plantita de
Cicuta al lado de su maizal, y díjole: -No te doy un azadonazo porque tenés
florecitas blancas... y por no ir a traer la azada.
Otro día vio un Cardo y no lo cortó,
porque tenía una flor azul, y para que comiesen las semillas las Cabecitas
Negras. Medio poeta el viejo, cariñoso con las flores y los pájaros. Por un
cardo y una cicuta no se va a hundir la tierra.
Pasaron los dos meses en que el pobre
estuvo en cama con reuma, y cuando se levantó se arrancaba los pelos; había un
cicutal tupido hasta la puerta de su rancho todo salpicado de cardos, de no
arrancarse ni con arado; y su maíz, tan lindo y pujante, había desaparecido
casi. Entonces sí que había florecitas blancas.
-¡Hay que desarraigar el mal aunque
sea lindo, y cuanto más lindo sea, más pronto hay que dar la azadonada! -dijo
el viejo-. Velay, a mi edad, ya debía haberlo sabido.
Castellani.
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