El que era Dios se ha hecho Hombre,
tomando lo que no era,
pero sin perder lo que era,
y de este modo se hizo Hombre.
Tú tienes en ese misterio lo que responde a tu flaqueza,
y hallas igualmente en él el principio de tu perfección.
Elévete Cristo por su naturaleza Humana;
guíete por la unión de su Humanidad con la Divinidad;
y condúzcate hasta la misma Divinidad.
San Agustín
“In Ioannem”, XXIII, 6.
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