Eres tan chica y ya eres
lo mismo que las mujeres:
si te quiero no me quieres.
Ya eres huraña o risueña
a voluntad y eres dueña
de tu gracia… y pedigüeña.
Estrellita sobre el mar
más dura de conquistar
que el peñón de Gibraltar.
Ya eres coqueta, huidiza,
manzanita con ceniza,[1]
y variable y tornadiza.
Y ya sabes la receta
de encadenar a un poeta
sin más que quedarte quieta.
Desconcertadora nena,
que me haces soñar con pena
si mañana serás buena…
Diminutiva giganta
que me aprietas la garganta
si has de ser o no ser santa.
Interrogación que azora
y mucho más, por ahora,
auroral, que Sor Aurora. [2]
Ya sabes, ya sabes bien
el mango de la sartén
y la fuerza del desdén.
Pero, diablillo rosado,
ten cuidado,
no presumas demasiado.
No exageres, nebodeta [3],
pues tiene todo poeta
también humor de coqueta.
Pero aun cuando no exageres
la verdad es que no eres
con veinticinco alfileres [4]
nada más que una pulguita…
Y eres ya una mujercita
y una pregunta infinita
–
como todas las mujeres…
Leonardo Castellani, de su obra “Los Papeles de Benjamín
Benavides”.
[1] ¿Alusión a receta de medicina casera? cuando hay inflamación de los ojos, se hacen fomentos de manzanas dulces tostadas en ceniza caliente. ¿O a frase de Leopoldo Alas en “El oso mayor”?
[2] Franciscanismo: “La hermana Aurora”
[3] En catalán: niñita de brazos, pequeña, bebita,
[4] ‘Con todos sus alfileres’, o ‘de veinticinco alfileres’. Localismo caído en desuso: ‘Con todo el adorno o compostura posible’. Se utiliza más hablando de las mujeres.
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