Gemelos...
Éramos idénticos, sí. Hasta mamá nos confundía. Los mismos rasgos, el mismo carácter, la misma voz. Decían que él era más listo, porque sacaba mejores notas en el colegio. ¿Envidia?; no, por Dios. Si acaso admiración.
Aquel día fuimos juntos a la playa. Nos dijeron que era peligroso, que había bandera roja; pero nos lanzamos al agua para hacer la carrera de siempre.
―El que llegue último a la roca paga la merienda…
Mi hermano no llegó nunca. Deshecho en lágrimas tuve que dar la noticia a mis padres:
―¡Juan se ha ahogado…!
Han pasado cuarenta años y debo ser sincero: yo soy Juan. En realidad se ahogó Pablo y me apropié de su nombre, de sus amigos y de sus notas del colegio. No lo hice con mala intención: sólo quería que papá y mamá pensaran que había muerto el tonto. Para ellos fue un alivio en medio de la tragedia.
―No, señor juez, ¿cómo puede pensar eso? ¿Asesino, yo…?
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